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Imagen de uno de los frescos de Pompeya./ Efe
Fuente: elcorreo.com | Jon Garay | 9 de enero de 2013
En la Antigua Roma no era oro todo lo que relucía. Los ricos, sí, eran muy ricos. Eran los senadores y los caballeros, que pertenecían a estas clases exclusivamente por el dinero de que disponían. La mayor parte del pueblo, en torno al 65%, sufría para ganarse el pan como podía. Algunos historiadores comparan su situación con la que viven en la actualidad los habitantes del Tercer Mundo. Para salir adelante, se necesitaban unos dos ases al día. Un artesano cualificado podía ganar entre 5 y 10, pero pasaba buena parte de su tiempo en el paro. Los soldados ganaban más o menos lo mismo, si bien su puestos de trabajo estaba garantizado. Los pobres, de hecho, aprovechaban todo lo que podían la 'generosidad' de los emperadores -y antes de Julio César, por ejemplo- para alimentarse. La carne, por ejemplo, la probaban casi exclusivamente cuando iban a los espectáculos de gladiadores u otro tipo de celebraciones.
La base de la alimentación era muy similar a la que habían tenido los griegos clásicos: cereales -se prefería el trigo a la cebada, pero cuando no había otra cosa...-, algunas legumbres, el famoso 'garum' (una salsa de pescado a base de intestinos y despojos de varios peces) y vino, que se tomaba muy rebajado con agua. Pero también había una demanda de productos exóticos que unos recientes hallazgos en Pompeya han sacado a la luz. Si se llevaban elefantes, leones y osos al Coliseo, también se podían llevar jirafas o flamencos a la mesa.
Sepultado por la lava del Vesubio el 24 de agosto del año 79 d. C., resulta que los habitantes de la ciudad disfrutaban en su última cena de 'delicias' como el flamenco rosa y la jirafa. También de crustáceos como los erizos de mar. Los arqueólogos realizaron excavaciones durante más de diez años en dos sectores de una zona comercial de la ciudad, con población de clase media, dato este casi tan sorprendente como conocer los manjares de aquel día. Había en ese barrio unos veinte restaurantes, y en sus cocinas se identificaron restos de comida y desechos orgánicos, entre ellos una pata de jirafa. "Es el único hueso de jirafa jamás descubierto en una exploración arqueológica en la Italia romana", señaló el historiador Steven Ellis.
Según los investigadores, este hallazgo demuestra que "los antiguos romanos eran capaces de efectuar largos viajes para procurarse comida exótica" y evidencia que no solo los pompeyanos pudientes disponían de "un régimen alimenticio rico y variado". Hasta se identificaron especias procedentes de Indonesia. Una cena exótica y seguramente mucho más sabrosa que para el resto de 50 ó 60 millones de romanos que tomaban a última hora del día la comida más fuerte del día. Quizás la única.
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