Considerada constructora, educadora y bastión de su sociedad, la madre en el mundo prehispánico jugó un papel determinante, como quedó reflejado y amplificado en el gran número de representaciones de diosas mesoamericanas, coinciden expertos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta).
Al respecto, el arqueólogo Eduardo Merlo, investigador del Centro INAH-Puebla, destacó que la madre fue el centro de la sociedad prehispánica, “alrededor de ella se disponía, se repartía y se decidía el destino de la familia, y de la organización social. Simbólicamente, el hombre gobernaba, pero la mujer estaba en el centro”.
El reflejo del poder que ejercían la madre o la abuela, destacó, se ha podido determinar a partir de excavaciones arqueológicas en las que se han encontrado evidencias de las llamadas “familia extensa; eran complejos de viviendas, donde habitaban nueras y yernos, hijos y nietos, todos unidos alrededor de la casa principal”.
El curador de la exposición Diosas y Mortales, que reunió piezas de representaciones de diosas con objetos de la vida cotidiana de la mujer prehispánica, citó algunas de las diosas mexicas más veneradas, como Tonantzin o Xilonen, “nuestra madre”, diosa del maíz; Mictecacíhuatl, señora de la muerte; Toci, la diosa abuela que enseñaba a las mujeres los secretos de la vida doméstica y la coquetería, así como Tlazoltéotl (foto), “la comedora de inmundicias”, deidad de la prostitución que devoraba los pecados sexuales.
Por su parte, Miriam López Hernández, arqueóloga egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), refirió que la vida cotidiana de la mujer macehualli o de clase baja en la sociedad mexica trascurría en su hogar y en el campo, “cuidaba de su casa e hijos, cocinaba, colaboraba con su marido en las labores agrícolas, confeccionaba el vestuario familiar y fabricaba las mantas necesarias para cubrir una parte del tributo de su barrio”.
A su vez, las mujeres de alto rango o pipiltin “tenían servidumbre pero aún así debían hilar, urdir, tejer, coser, bordar y cardar algodones con el fin de hacer textiles. A pesar de su rango social, no eran improductivas pues con mantas pagaban las multas al Estado, compraban esclavos y participaban en el intercambio en los mercados, es decir, representaba riqueza”, añadió la autora del libro De mujeres y diosas aztecas.
Afrenta a la madre
Al tener un papel preponderante en la organización social, la afrenta a la madre en la época prehispánica se consideraba una afrenta imperdonable. Para ejemplificarlo, Eduardo Merlo refirió la profanación e incendio que guerreros huejotzincas hicieron en el templo de Tonantzin, en el Cerro del Tepeyac, en la hoy Ciudad de México.
“La respuesta de los aztecas no se hizo esperar, armaron un gran ejército y marcharon contra Huejotzingo (Puebla), matando a todos sus habitantes y no pararon hasta dejar piedra sobre piedra”, señaló el arqueólogo del INAH.
En tiempos de la Colonia, la diosa Tonantzin —añadió— fue asociada con la Virgen de Guadalupe, considerada madre de todos los mexicanos.
Las gobernantes mayas
A diferencia de las nobles mexicas, quienes no tuvieron acceso al poder político, las mujeres mayas de la antigüedad ocuparon destacados cargos políticos, y participaron activamente en el control y la transferencia del poder, además de su importante papel como bastión familiar y social.
El investigador Antonio Benavides Castillo, del Centro INAH-Campeche, señaló que algunas mujeres mayas fueron fundadoras de dinastías gobernantes, una de ellas fue “el personaje conocido como Señora de Tikal, varias veces representada en la iconografía y en los jeroglíficos del lugar”.
El especialista agregó también que en el sitio arqueológico de Palenque, “sabemos que de sus doce gobernantes dos fueron mujeres y ambas jugaron un papel fundamental en la preservación del poder político familiar”. Se trató de la señora Kanal Ikal (Yohl Ik’nal), que reinó de 583 a 604 d.C.; tiempo después vendría la señora Zac-Kuk, quien gobernó del 612 a 640. Esta última fue madre del más influyente gobernante de Palenque, Pakal II.
En un artículo de la Revista Arqueología Mexicana, Benavides Castillo también revela la presencia de otras mujeres nobles que contribuyeron a mantener el poder de sus esposos o hijos, en lugares como Tulum, Quintana Roo; Yaxchilán o Bonampak, en Chiapas.
El papel creador de la mujer, de acuerdo con la arqueóloga Miriam Judith Gallegos Gómora, del Centro INAH-Tabasco, quedó de manifiesto en “el Popol Vuh, el libro sagrado de los mayas, que narra que la diosa vieja Ixmucané participó en la creación del pueblo maya junto con su pareja masculina. Ella creó a los primeros hombres con una pasta hecha con maíces blanco y amarillo”.
Agregó que el Popol Vuh detalla el papel determinante de la mujer en la formación y mantenimiento de la sociedad a través de la familia. Asimismo, de acuerdo con las crónicas del siglo XVI, escritas por frailes, se sabe que, además del trabajo doméstico y atención de los niños, las mujeres mayas cuidaban animales y eran responsables de las hortalizas y los campos de cultivo inmediatos a la vivienda. También hilaban, tejían, hacían compras, recolectaban frutos, elaboraban cerámica.
La investigadora Miriam Judith Gallegos puntualizó que la transmisión de estos conocimientos se daba de madres a hijas, proceso en el cual las ancianas fungían como madrinas de las niñas que bautizaban y les enseñaban a cuidar su cabello, las criaban a su modo y les llamaban la atención si cometían errores.
Las madres mayas —abundó— cubrían con una concha el pubis de sus hijas desde los tres años hasta los doce. Cuando éstas llegaban a la adolescencia, las mamás realizaban una ceremonia denominada emku (según Diego de Landa, Relación de las Cosas de Yucatán), en la cual retiraban la concha, y ello significaba que ya podían casarse.
Diosas maternas
“Para los pueblos prehispánicos la fertilidad de la mujer sobrepasaba en importancia a todas las demás características femeninas… en el pensamiento mítico veían la expresión de una fuerza creadora que se identifica con el poder que una vez dio vida al cosmos y que sigue asegurando la existencia de éste”, señaló la investigadora Laura Ibarra, profesora del doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad de Guadalajara.
“La capacidad de la mujer de dar vida participa de la fuerza original que da vida al mundo o, dicho en otras palabras, la fertilidad femenina es concebida como parte de la fertilidad universal”, sostiene la investigadora en un artículo publicado en la revista Iztapalapa (número 45) de la Universidad Autónoma Metropolitana.
Al respecto, la investigadora Miriam López Hernández, quien recientemente publicó Mujer divina, mujer terrena. Modelos femeninos en el mundo mexica y maya, comentó que tanto las concepciones de ambas civilizaciones prehispánicas, “comparten un interés primordial por enfatizar la fertilidad humana-vegetal en las diosas, así como los mantenimientos que provenían de las mujeres como seres nutricios”.
La arqueóloga destacó que la concepción agraria de los mexicas estaba basada en la Diosa Madre o Madre Tierra. Desde este punto de vista, las diosas principales fueron: Xilonen y Chicomecóatl (maíz tierno y maíz maduro, respectivamente), Mayahuel (maguey), Huixtocíhuatl (aguas saladas), Chalchiuhtlicue (agua), Iztaccíhuatl (montañas) y Xochiquétzal (flores).
Entre las diosas relacionadas con la fecundidad-maternidad estaban: “Omecíhuatl, la gran creadora de la que surgen dioses y hombres; Teteo Innan, ‘madre de los dioses’; Coatlicue (Foto), madre de Huitzilopochtli y diosa de la fertilidad, de vida y muerte; Tonacacíhuatl, ‘mujer de nuestro sustento’ y principal nodriza de la población; Oxomoco, primera mujer creada y de la que surgió el resto de la raza humana; Cihuacóatl, diosa invocada en los partos difíciles, y Yoaltícitl, de los partos, entre otras.
A su vez, Miriam Judith Gallegos, investigadora del Centro INAH-Tabasco, detalló que las diosas principales del panteón maya, “además de Ixmucané, la diosa vieja, existe el registro de otras deidades como la diosa O, que tenía poderes sobrenaturales como la adivinación y la curación, además de estar vinculada con la creación y rituales de paso como el nacimiento”.
También, agregó, está la joven diosa I —generalmente identificada con Ixchel—, deidad relacionada con la fertilidad, según fray Diego de Landa, por ello las hechiceras colocaban bajo la cama de las parturientas una figurilla de esta diosa. Otras diosas son Aixchel, Ixchebeliax, Ixbunic, Ixbunieta e Ixtab, asociadas con los nacimientos, fertilidad, medicina, adivinación y tejido, respectivamente.
Tlaltecuhtli, señora de la vida y la muerte
El arqueólogo Carlos Javier González, director del Museo del Templo Mayor, puntualizó que en este recinto “hay inigualables ejemplos prehispánicos de la relación con la Madre Tierra. Principalmente, el reciente hallazgo del monolito de Tlaltecuhtli (en TA), señora de la tierra, que también era considerada como devoradora de cuerpos, porque a sus entrañas iban a parar los muertos”.
Concluyó que en el pensamiento de los mexicas se dio especial atención a la fecundación de las mujeres. “En la Sala Cuatro del Templo Mayor, tenemos una representación de la diosa Cihuatéotl, divinidad de las mujeres que morían en el parto. Los aztecas comparaban a estas mujeres con los guerreros que morían en batalla, y por ello, al igual que ellos, tenían el honor de acompañar al sol en su recorrido desde el cenit hasta el ocaso; así eran de importantes”.