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Vía: huelvainformacion.es | 12/03/2012 y 19/03/2012

La esplendorosa civilización griega no podía dejar de acercarse a la Europa occidental, y España fue el país de esta zona europea a donde llegaron las últimas influencias helénicas.

Si bien las primeras manifestaciones colonizadoras griegas las sitúan en tiempos de la guerra de Troya, a esta zona sureña llamada Tartessos, de la que Huelva formaba parte, no llegaron los navegantes foceos (nautas griegos dedicados a la actividad comercial que procedían de la ciudad jonia de Focea, en la actual Turquía) hasta fines del siglo VII y mantuvieron las relaciones comerciales hasta finales del siglo VI antes de Jesucristo, según los hechos históricos transmitidos por las fuentes antiguas. Así, Herodoto nos narra (I, 163) las excelentes relaciones Tartésica- helena:

"… Los focenses ganaron de tal forma la amistad de este príncipe (Argantonio) que, inmediatamente, les invitó a dejar Jonia para venir a establecerse en la región de su país que ellos quisieran y, al punto, instruidos por ellos acerca del avance de los persas, les dio dinero para fortificar su ciudad con una muralla…".

Paloma Cabrera Bonet en su excelente trabajo titulado El comercio griego en Huelva en la época arcaica, amplia, además de citar a Focea, la procedencia de los helenos como originarios también de las ciudades de Quirós, Mileto, Corinto, Alica, Samos -expedición o viaje capitaneado por Colaios- de la que también Herodoto (IV, 152) da cumplida cuenta:

"… Una nave samia, cuyo patrón era Colaios, que navegaba con rumbo a Egipto, se desvió de su ruta y arribó a… Platea (isla de Libia)… Acto seguido, los samios partieron de la isla y se hicieron a la mar ansiosos por llegar a Egipto, pero se vieron desviados de su ruta por causa del viento de Levante. Y como el aire no amainó, atravesaron las columnas de Hércules y, bajo el amparo divino, llegaron a Tartessos. Por aquel entonces ese emporio comercial estaba sin explotar, de manera que, a su regreso a la patria, los samios, con el producto de su flete, obtuvieron, que nosotros sepamos positivamente, muchos más beneficios que cualquier otro griego…".

La metamorfosis de Huelva con la llegada de los griegos queda citada óptimamente por Jesús Fernández Jurado en el tomo IV de Huelva y su provincia, fechado en 1987, cuando nos dice:

"… En definitiva, ha podido comprobarse que la población de Huelva experimentó un gran desarrollo económico y urbanístico, desde el siglo VIII a las últimas décadas del siglo VI antes de Cristo, extendiéndose por las laderas de los cabezos y acercándose cada vez más a la orilla del río Odiel. Y es que, aunque se ha dicho que el hábitat antiguo en Huelva estuvo en la parte alta de los cabezos, las numerosas excavaciones efectuadas y la realidad del muro de San Pedro evidencian que esto no fue así, sino que la población se ubicó tradicionalmente en las vaguadas y laderas de los cabezos, usándose las zonas altas como lugares de enterramientos, caso de La Joya y Santa Marta, así como posiblemente La Esperanza…".

Los griegos intercambiaban sus productos (sobre todo su brillante cerámica en la que tenían gran prestigio, que pronto fue fabricada en España y nada tenía que envidiar a la realizada en la metrópolis de origen) por bienes de consumos obtenidos en estos lares, como aceitunas, queso, aceite, frutas, vinos… y, sobre todo, por los materiales que, procedente de la provincia, llegaban a Huelva con profusión. Avala este aserto los hornos de fundición del siglo VI antes de Cristo encontrados en la calle Puerto, "aunque sólo pudo excavarse uno de ellos totalmente, ya que el otro se introducía bajo el edificio construido en el solar anejo". Antonio Manfredi escribía en el diario Odiel del 3 de marzo de 1982:

"… Un horno de fundición de minerales fechado en el siglo VI antes de Cristo ha sido hallado por el grupo de excavación perteneciente al Servicio de Arqueología del Instituto de Estudios Onubenses, dependiente de la Diputación Provincial, dentro de las excavaciones arqueológicas que se llevan a cabo desde los primeros días de febrero en la calle Puerto, en el solar que ocupa el número 6".

Como se recordará el grupo de arqueólogos que dirige Jesús Fernández Jurado comenzó sus trabajos sobre un solar de cincuenta metros cuadrados útiles, donde se tenía la certeza de que podía encontrarse algo muy interesante, de acuerdo a lo que apareció en los solares anejos, hoy ya construidos.

Además del horno de fundición se han localizado también diferentes paredes y muros de hogares de los habitantes de la Huelva de aquella época, que, según parece incorporaban un horno para realizar sus trabajos de fundición de minerales, que normalmente eran traídos desde las explotaciones de Riotinto.

En el horno se han encontrado las escorias de los trabajos de fundición, que serán analizados por un laboratorio especializado al objeto de determinar su verdadero contenido, aunque lo más probable es que los habitantes autóctonos de Huelva, profundamente orientalizados, intentaran conseguir plata y oro.

"Hemos encontrado aquí -nos dice el director de la excavación Jesús Fernández Jurado- varios niveles de habitación, después de un paquete grande de rellenos modernos. Estos diferentes niveles están alterados en parte por dos pozos de agua también de época moderna. De todas formas, tenemos una serie de muros de esos niveles de habitación. El más moderno puede fecharse en el siglo IV antes de Cristo y otros se van ya al siglo VI por la cerámica de barniz rojo y la de platos grises que la acompañan…"

"… Pero lo más importante, continúa, es un horno de fundición de metales que hemos encontrado con bloques de cal perfectamente construido, trabadas con arcilla y que ha aparecido completamente colmado de escorias posiblemente de fundición de plata. Por las excavaciones que se han hecho sobre poblados de esta época parece normal que cada familia o grupo reducido tenía su propia fundición sobre un régimen cerrado sobre los mismos".

En el supraindicado tomo de Fernández Jurado, el propio arqueólogo informaba de las características de este horno

"… El horno tenía forma circular y presentaba un diámetro externo; estaba construido con bloques calizos, algunos guijarros y pizarras, formando todo ello un pequeño muro de 30 cm. de ancho y con una altura similar. Orientada al suroeste, presentaba una abertura de 60 cm. de ancho y bajo ella, a unos 15 cm. se encontraba un poyete que debía estar destinado para colocar el recipiente que recogiese el metal fundido. Toda esta estructura, exceptuando el poyete, se cubría cada vez que era usado el horno, con una cúpula de arcilla a la que en su parte superior se le practicaba una chimenea; por un lado se introducían las toberas y, por otro, se descargaban los materiales incandescentes, lo que provocaba que la zona cercana estuviese totalmente quemada…".


Con respecto a la traída a Huelva de cerámica griega en los siglos citados, Clauss Von Racneky firmaba un artículo aparecido en el diario Odiel del 9 de octubre de 1980, alusivo a dicha importación:

"En la excavación del hábitat tartésico, que se está efectuando en la calle del Puerto, nº 10, se ha encontrado un fragmento de cerámica griega del siglo VI antes de Cristo, que lleva pintada la palabra, con letras negras griegas, de la diosa Pallas Atenea. Este fragmento es de un vaso griego con dibujos del Juicio de París donde están las tres diosas: Pallas Athenae, Afrodita y Hera (en latín, Minerva, Venus y Juno) con sus nombres en griego. Este vaso puede haber sido fabricado por Ergotimos de Etruria, y pintado por Clitias, que son los mismos que hicieron el famoso Vaso Francois, que se encuentra en el Museo del Louvre en París. Es lógico pensar que cualquier tartésico que compró este vaso con El juicio de París pintado por Critias, se tuvo que gastar alguna buena cantidad de plata para adquirirlo. Ya sabemos que la plata producida en Tartessos, era, entre otros, el principal producto de exportación o mejor dicho de intercambio de los habitantes de Tartessos.

También existe un fragmento pequeño de cerámica griega aparecido hace unos años, una decena de metros más a poniente en la misma acera de la calle del Puerto, que muestra la letra alfa de la palabra griega kalo's, que significa hermoso, bello, bonito, que se pintaba en el siglo V antes de Cristo, en aquellos vasos que eran de especial calidad.

El pintor griego Clitias es uno de los más famosos pintores áticos de figuras negras que se conocen. Solamente existen dieciséis obras de su mano, del año 575 a 550 antes de Cristo. Por todo lo cual ruego a entendidos y aficionados a demostrar que Tartessos estuvo en Huelva…".

Con respecto a la supuesta fundación de Huelva por los griegos, el más antiguo de los historiadores que hablan de nuestra ciudad es Estrabón, geógrafo y escritor griego del siglo I antes de Jesucristo, que tratando del viaje que realizaron los tirios y fenicios para recorrer las costas del océano Atlántico y buscar en ellas asentamientos idóneos para su comercio y lograr así el tesoro de sus minas aclara que "salieron del Estrecho, caminaron 1.500 estadios al Poniente y llegaron a una isla consagrada a Hércules (Saltés), inmediata y enfrente de Onoba, ciudad de Iberia…".

En otro espacio, no duda en afirmar que "conociendo la facilidad de los estuarios para la navegación fundaron ciudades y domicilios sobre ellos…", entre los cuales cita a Onuba.

El autor se contradice en las dos citas, ya que en la primera dice que Onoba ya existía cuando llegaron los tirios y fenicios poco después de la destrucción de Troya en 1130 antes de Jesucristo y en la segunda afirma que Onoba fue fundada por ellos.

Hay, incluso, historiadores que le dan nombre griego a Huelva tras ser fundada por éstos. Así, en el tomo I de Nueva Historia General (Editorial Marín, S. A.) se puede leer:

"… Con mucha más seguridad histórica puede hablarse de las primeras colonizaciones realizadas por calcídicos y odios. Los naturales de Calcis, en la isla de Eubea, fueron los primeros que se establecieron en Italia, fundando la ciudad de Cumas. Era costumbre designar los nombres geográficos con la terminación ussa y podría seguirse su ruta hasta la península a través de estos topónimos: Pithecussa (isla frente a Nápoles), Ichmussa (Cerdeña), Melussa (Menorca), Cromiussa (Mallorca), Pitiussa (Ibliza), Ofiussa (Formentera), Kotinussa (Cádiz) y Kalathussa (posiblemente Huelva)…".

Estas citas que intentan demostrar la fundación de Huelva por los griegos las consideramos erróneas, ya que han sido muchos los restos ibéricos que se han encontrado en el solar de Huelva.

Otro testimonio del paso heleno por su factoría comercial en Huelva fue el casco griego (izquierda) hallado en la ría onubense en 1930 (no muy lejos del sitio donde siete años antes habían salido diversos utensilios cuando se dragaba por enésima vez la ría.

Este casco fue donado -consideramos que equivocadamente, ya que es uno de los más importantes hallazgos griegos en la Península Ibérica- a la Real Academia de la Historia en 29 de febrero de 1932.

Su datación es aproximadamente del año 560 antes de Cristo y es conocido genéricamente como "casco corintio" (nombre que popularizó Herodoto en su relato sobre las guerras libias).

Como los griegos que se acercaron por la Europa occidental no eran guerreros se supone que fue regalado como arma de prestigio a las elites de la factoría de Huelva, arrojado a las aguas como ofrenda a una divinidad acuática o, es posible, que formando parte de algún rito funerario.

Epiloga este trabajo Paloma Cabrera Bonet para aclararnos por qué cesó la actividad comercial griega en nuestros lares:

"… La crisis del comercio foceo en Tartessos fue la consecuencia de fenómenos políticos y militares que tuvieron lugar en la segunda mitad del siglo VI en el Mediterráneo central y occidental y como consecuencia de la crisis económica del mundo tartesio al disminuir la explotación y beneficios de la plata a fines del siglo VI, que conllevó a que los foceos abandonaran Tartessos y el comercio de vasos griegos cambiara de manos: En el siglo V serán los púnicos de Cádiz quienes controlen dicho comercio, Tartessos pasará a integrarse bajo la órbita gaditana y su fama se trasladará a Cádiz…".

Por su parte, Jesús Fernández Jurado y Pilar Rufete Tomico opinan que las razones de la desaparición de los griegos de esta parte sureña fueron motivadas por las siguientes circunstancias:

"… Es conocido que a fines del siglo VI antes de Cristo, se están produciendo múltiples acontecimientos políticos, con su vertiente bélica, en el Mediterráneo. Evidentemente, Tartessos no podía quedar al margen, como no lo estuvo en otro aspecto, y sufrió los avatares y consecuencias de dicha situación. A estas circunstancias políticas hay que sumar las económicas, que se debieron ver afectadas tanto por aquéllas, como por la posible baja de la producción de plata, explicable no por el agotamiento de las minas, sino, casi con toda probabilidad, por la falta de tecnología que permitiera una explotación minera a mayor profundidad, ya que hasta el momento se había obtenido el mineral en las monteras oxidadas que recubren las zonas mineras y en las que se encuentran la mayor cantidad de minerales argentíferos y de superior ley.

¿Fueron causas políticas o económicas? Probablemente ambas se aunaron para, en los últimos años del siglo VI antes de Cristo, dar lugar a la desaparición de los griegos y consecuentemente, provocar la decadencia de Tartessos que, de esta forma y ante la hegemonía que los cartagineses empezaban a detentar en el Mediterráneo Occidental, quedó al margen de los grandes circuitos económicos y culturales, los cuales se trasladan desde ese momento hacia el sudeste peninsular, donde se empiezan a explotar masivamente las minas de la región, que se convertirá en el núcleo de la Cultura Ibérica, la cual si se verá fuertemente influenciada por los griegos…".


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Respuestas a esta discusión

Una vez más, Guillermo, aciertas con tus posts. Especialmente, las últimas discusiones publicadas en este grupo tocan mi fibra sensible, lo cual debo agradecerte. 

Si me lo permites, me gustaría reproducir aquí algunas conclusiones a las que he llegado durante la investigación que, desde hace ya casi diez años, ando realizando y publicando (cuando puedo y me dejan), en relación con el tema de hoy.

Por ejemplo, tras leer tu post he recordado que Estrabón (III, 2, 13) menciona que en Iberia aparece una ciudad Odisea, un santuario de Atenea y otros miles de indicios de sus andanzas y las de otros supervivientes de la guerra de Troya, posiblemente inspirado en una tradición tardía del período helenístico cuyo fundamento principal era la idea del  exōkeanismós, es decir, la consistente en que la mayor parte de los viajes de Odiseo se debieron llevar a cabo en el río Océano (el Atlántico) y pudieron tener lugar en tierras y costas de la Península Ibérica. Uno de los principales representantes de esta tendencia era Crates de Malo (director de la Escuela de Pérgamo que vivió alrededor de 180-145 a.C., citado por el célebre geógrafo en III, 4, 4). Fue Crates quien propuso para los viajes de Menelao un periplo que partiría de Gades, aunque posiblemente con anterioridad a esta teoría se pensara que los pueblos antes citados [por ejemplo, libios] estaban en Occidente, en África Occidental, incluso transmigrados en la Península ibérica, como afirma Dª Elvira Gangutia en los Testimonia Hispaniae Antiqua II A (1998: 34). Para la época en que Crates vivió ya se conocía suficientemente bien toda la costa occidental africana y las islas Afortunadas o de los Bienaventurados(¿Canarias, Madeira?) y, por supuesto, la mayor parte de los parajes costeros de la Península más allá de las Columnas de Hércules; y eso fue lo que pudo llevar al sabio a formular su hipótesis (a la que, por cierto, un sector de la historiografía actual no le otorga crédito alguno). 

Sea como fuere, ya lo dejó dicho García y Bellido (Veinticinco estampas…, edición de 1981: 42): Los viajes y navegaciones primeros por el misterioso mar de Occidente debieron de dar lugar, gracias a sus caracteres verdaderamente epopéyicos, a muchas aventuras y peripecias anónimas, realmente ocurridas, que, superadas luego por un personaje famoso y popular, por lo asombroso y excepcional de sus andanzas, dio lugar a que aquellas otras narraciones semihistóricas, seminovelescas, anónimas y pasadas, se fundiesen con las más recientes, atribuyendo esta suma y compendio de peripecias a un solo personaje, al héroe reciente y conocido.

En el mismo sentido, González de Canales piensa que, si bien la naturaleza del mito es en ocasiones puramente fantástica, otras veces encierra la memoria de auténticos sucesos que el historiador, con frecuencia con el apoyo de la Arqueología, deberá desentrañar(Del Occidente mítico… 2004: 33).

(Sigue) 

 

... Menelao o Ulises fueron nombres de héroes que personificaron todos aquellos peregrinajes anónimos que, gracias a ellos, fueron inmortalizados. Yo comenté en su momento (Introducción…, 2004: 27) que todo mito o leyenda guarda siempre un argumento real, ya que su nacimiento tiene lugar justo cuando el ser humano no halla explicación ante la presencia de determinados fenómenos y acontecimientos de tan diversas índoles. Y eso es precisamente lo que ocurre en los poemas homéricos. De hecho, constituyen el punto de partida de la civilización occidental, pues la Filosofía nace, precisamente, en oposición a la era de lo no-racional: los grandes filósofos jamás dejaron de aludir a las leyendas, aunque fuese sólo para negarlas.  

Estrabón (III, 4, 3) menciona también a Asclepíades de Mirlea (ca. ss. II-I a.C.), quien ejerció de maestro de letras en Turdetania. Entre otras cosas, Asclepíades, fue partícipe de adoctrinar en la idea de Crates sobre el exōkeanismós. Teniendo en cuenta que los poemas homéricos eran auténticas enciclopedias para los griegos, lo lógico es que también fueran estudiados en las colonias griegas de Iberia; pero también cabe suponer este aprendizaje, como afirma Estrabón, en lugares no estrictamente colonizados, en donde la mezcla de etnias debía tener un protagonismo considerable. Así, por ejemplo, cabe recordar de nuevo a Dª Elvira Gangutia (THA II A, 1998: 35 y nota 74) cuando habla de Artemidoro y a Éforo, gracias a los cuales sabemos que sus informantes tartesios o los mercaderes gaditanos tenían cierto interés por vincularse a la leyenda homérica, a causa de una fuerte helenización de Cádiz por aquellos años, fenómeno que, entre otras cosas, llevó a que sabios como Asclepíades fuesen demandados para la enseñanza. Plutarco (Sertorio, 8, 9) corroborará este deseo de los naturales de la Bética [...] de integrarse en la tradición homérica, tal y como vuelve a poner de relieve la citada profesora del CSIC algunas páginas después (1998: 39).

 

Para acabar con mis comentarios, de nuevo Estrabón (III, 4, 3) nos informa de que en la época turdetana los profesores griegos impartían clases a los muchachos, entre los cuales debieron estar incluidos los indígenas. El mencionado Asclepíades de Mirlea, que publicaría una Descripción de los pueblos de la antigua Iberia, sería uno de ellos. Su presencia en el escenario ibérico deja sobre el tapete un curioso dato, si tenemos en cuenta que en el sistema educativo de la antigua Grecia las Letras incluían la Gramática, la Retórica y la Poesía, mientras que las Ciencias trataban de Astronomía, Geometría y Música. Y, en lo que a mi investigación sobre la música concierne, me pregunto: si hubo profesores "de letras", ¿por qué no iba a haberlos "de ciencias"...? Es decir, ¿no es lícito imaginar a un grupo de alumnos indígenas estudiando la música griega (con todo lo que ello conlleva)…?

P.D.: Los textos que conforman este comentario y el anterior, han sido extraídos de Ángel Román RamírezLa música en Tartessos y en los pueblos prerromanos de Iberia (Raleigh, N.C.: Lulu Enterprises, 2009), pp. 40 y ss., 65 y ss., 95 y ss., 251 y ss.

Me agrada que le haya gustado el post, amigo Ángel.

Como puede suponer no menos me ha gustado el interesante comentario que ha añadido usted. Tanto su contenido como enlaces remiten a muchos aspectos sugerentes que apetece ver con calma.

Saludos muy cordiales.

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