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Fuente: diariodesevilla.es | 27 de enero de 2015
La primera sorpresa que se llevaron los arqueólogos cuando empezaron a excavar en la zona de la Angorrilla (Alcalá del Río, Sevilla) fue que, debajo de la necrópolis de la esperada villa romana, existían otros enterramientos mucho más antiguos, que se remontaban a los siglos VII y VI a. C. y que servían de morada eterna a hombres y mujeres de la cultura tartésica, esa realidad histórica producida por el encuentro entre los indígenas peninsulares y los fenicios que venían del oriente.
La segunda sorpresa fue aún mayor: dos de los enterramientos indicaban que Tartessos "no fue ese mundo tan idílico y pacífico que señala cierta leyenda", según dice el arqueólogo Álvaro Fernández Flores (izquierda), uno de los coordinadores de los trabajos.
En una de las tumbas apareció una urna con las cenizas de una mujer adulta y restos de varias puntas de flecha troncocónicas, de un carcaj, de un tensor y de un ungüentario. "Faltaba el arco, que, como sería de madera, habría desaparecido completamente".
¿Una mujer guerrera? ¿Una cazadora?... Como reconoce el arqueólogo, es inevitable pensar en mitos como el de las amazonas o la diosa Diana. Sin embargo, lo único que se sabe es que apenas existen ejemplos como el de arquera de Angorrilla y que todavía no hay ninguna teoría arqueológica que les dé una explicación coherente y satisfactoria.
Pero los indicios guerreros no quedan aquí. En otro de los enterramientos apareció un hombre muy grande para la época, de 1,80 metros, con dos lanzas de hierro "muy potentes". Aquí no hay dudas, es un guerrero que, además, y según los análisis realizados, tuvo una dieta mucho más rica en carne que sus vecinos de necrópolis, "que se alimentaban principalmente de cereales".
Foto: Detalle del jarro de La Angorrilla
La tercera tumba que llamó la atención de entre las 65 que componen el conjunto fue una en la que el difunto se acompañaba de un jarro y un aguamanil de bronce, "objetos muy caros para la época" y que para algunos significa que el enterrado tenía un "carácter principesco" y para otros que era algo así como un sacerdote y las dos piezas serían objetos litúrgicos.
Los enterramientos, además, demuestran el amplio conocimiento que tenía este pueblo de la astronomía. "Todos los cuerpos están enterrados con la cabeza mirando hacia donde se pone el sol, de manera que los rayos de éste le den en la cara al amanecer. Incluso se tienen en cuenta las pequeñas variaciones del astro a lo largo de todo el año".
Todas estas cuestiones y algunas más se recogen ahora en La necrópolis de época tartésica de la Angorrilla, voluminoso libro editado por el Secretariado de Publicaciones de la Universidad de Sevilla y que está firmado por los cuatro coordinadores de unas excavaciones que se desarrollaron a principios de siglo: Álvaro Fernández, Manuel Casado, Eduardo Prados y Araceli Rodríguez Azogue. "Ha sido un trabajo al estilo CSI, de auténtica Policía Científica, con muchas pruebas científicas para estudiar los cuerpos", indica Álvaro Fernández.
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