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Fuente: deia.com | 5 de febrero de 2016
En la prehistoria ya existía un canon de belleza, aunque los hombres y mujeres prehistóricos estuvieran más preocupados por la supervivencia. También los antiguos egipcios, concedían una gran importancia a su aspecto físico. Productos como el aceite o el bicarbonato eran habituales en las casas egipcias. El maquillaje jugaba a su vez un importante rol, especialmente el de los ojos. El kohl era empleado no solo para marcarlos sino como elemento mágico y protector.
Para los griegos, la estética y la ética estaban muy relacionadas. Aquello que causaba el bien era bello. La belleza estaba simbolizada por una figura seductora: la diosa Afrodita, en cuyo cortejo se encuentran las Tres Gracias - Belleza, Castidad y Voluptuosidad o Entusiasmo- . En cambio, para los romanos, la belleza dejó de ser una cualidad ideal, casi sobrenatural. Bajó del cielo y se materializó, perdió su poder deslumbrante y revelador para convertirse en una cualidad capaz de intervenir en la vida diaria. En Grecia y Roma el uso de cosméticos y aceites perfumados, de tintes o mascarillas y hasta de postizos y pelucas era habitual.
El Museo Arqueológico de la Diputación Foral de Bizkaia desvela los secretos de belleza de griegos y romanos en la muestra Historias de tocador: cosmética y belleza en la antigüedad, una invitación a viajar, a descubrir las técnicas de las que se servían para alcanzar la belleza física del cuerpo humano que trascendía a lo más espiritual.
La exposición arrancó en el Museu d’Arqueologia de Catalunya, comisariada por Teresa Carreras, arqueóloga especialista en el estudio del vidrio antiguo. Posteriormente, se presentó en el Museo Romano de Oiasso (Irun) y ahora se exhibe en Bilbao, para mostrar por primera vez en nuestro territorio más de 170 piezas excepcionales, de gran belleza, procedentes de antiguas civilizaciones, que nos dejaron un legado cultural que en modo alguno podemos olvidar. “Es una ocasión única para ver además algunas piezas que difícilmente salen del Museo de Catalunya”, explica el director del Arkeologi Museoa, Iñaki García Camino.
RECORRIDO
Historias de tocador se articula en torno a cuatro ejes: el cuidado del cuerpo, perfumes y ungüentos, peinados y los últimos retoques de tocador (joyas y maquillaje). “Las civilizaciones antiguas y las modernas tenemos grandes similitudes en este aspecto: nos preocupa el cuidado del cuerpo. Las mujeres y los hombres de hoy en día comparten con los de la Antigüedad mucho más de lo que parece”, explica Aida Alegría, del departamento de pedagogía del Museo.
Gracias a la muestra, los visitantes descubrirán cómo la depilación ya era una asunto también de hombres en Roma, cómo hombres y mujeres de esta época se lavaban los dientes, las uñas, la cara, los ojos... con artilugios muy minuciosos que apenas han cambiado. Sorprende también una imponente Dama Flavia (un busto datado en el último cuarto del siglo I), que parece sacada de cualquier revista actual dada la modernidad de su peinado.
Foto: Griegos y romanos usaban tintes, baños, depilación (que la practicaban tanto mujeres como hombres) para mejorar su aspecto. El perfume era muy importante para ellos.
En la Grecia y Roma clásicas no conocían el jabón sólido. Para lavarse utilizaban una esponja empapada en sustancias abrasivas como la raíz de la saponaria, la sosa, o la ceniza de haya o directamente la piedra pómez. Después se aplicaban aceites para evitar la resecación y las grietas de la piel. En el museo se pueden ver algunos de los recipientes que utilizaban para fabricar aceites, que también usaban los gladiadores romanos.
La higiene era algo cotidiano en la vida social de Roma. En las termas se cultivaba el cuerpo pero también la mente y las relaciones sociales. En ellas, los romanos no sólo se bañaban; también practicaban deportes, jugaban y se reunían con los amigos. Era un lugar de encuentro y ocio.
En la muestra se exhiben también varias pinzas de depilar, espátulas, palillos y cucharillas para limpiar los oídos y las uñas, que recuerdan a los kits de manicura actuales. En otra de las vitrinas, se encuentran varios tipos de cazos y jarras de bronce que se utilizaron en los baños hace 2.000 años.
Los visitantes se encontrarán en la sección de Ungüentarios y perfumes distintos envases que contuvieron aceites perfumados y ungüentos muy apreciados en la antigüedad, ya que no sólo eran utilizados en la higiene y arreglo personal, sino también en medicina, ceremonias rituales y funerarias o prácticas deportivas. Se pueden ver además dos quemadores de bronce. La combustión de resinas, raíces y maderas olorosas era la manera más primitiva de obtener buen olor, en este caso, humo perfumado.
Con los perfumes también se desarrolló la industria de frascos, principalmente de alabastro, que podían ser considerados como joyas. “Perfumarse estaba al alcance de todas las clases, pero la diferencia se encontraba en el tipo del recipiente que se utilizaba para guardarlos”, explica Aida Alegría.
Foto: Escultura púnica del siglo IV o III a.C. con un ‘piercing’ nasal.
A través de diversas esculturas de mármol datadas entre el siglo III a.C. y el I d.C., se puede apreciar también cómo los romanos iban siempre bien peinados, ya que se consideraba un signo de civilitas. Los griegos y las griegas tenían como modelos a los dioses y las diosas para elaborar sus peinados, por lo que usaban muchas ondas. En cambio, los romanos y romanas se fijaban en las personas poderosas, en las emperatrices y emperadores. Las mujeres de clase acomodada siempre llevaban el cabello bien recogido, y aumentaban su volumen con postizos y gruesas trenzas. Y, como ellas, también los hombres mostraban su estatus social con el cabello y la barba cuidada por expertos y siguiendo la moda. Cuando conquistaron Germania, se puso muy de moda el pelo rubio, se aclaraban el pelo y elaboraban pelucas con el cabello de las esclavas.
En unas monedas que se encuentran en una vitrina, pertenecientes a los fondos del museo bilbaino, se puede apreciar también cómo en el Bajo imperio de Roma los hombres se dejaban barba.
Foto: Exhibición del mosaico de las ‘Tres Gracias’, hallado en Barcelona y una de las piezas más valiosas del museo catalán.
En Grecia y Roma era costumbre pintarse con maquillaje muy vivo y contrastando los colores. En Roma se apreciaba tener la piel cuanto más blanca mejor. El albayalde o blanco de plomo servía de base de maquillaje y permitía blanquear los rostros y uniformar la piel. Los utensilios y productos que se usaban en el tocador se guardaban en recipientes de hueso, metal, cerámica, vidrio o madera y formas diferentes, como los que se puede ver en la exposición, fabricados hace 2.500 años.
La orfebrería tuvo también mucha importancia en las civilizaciones griega y romana. Brazaletes y anillos eran usados por hombres y mujeres y reflejaban la condición económica y social. En la muestra, se pueden ver una diadema de oro, unos pendientes y varios anillos de oro.
Historias de tocador. Cosmética y belleza en la antigüedad se puede ver en el Arkeologi Museoa hasta el próximo 3 de abril.
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