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Fuente: elperiodico.com | 30 de abril de 2016
Hace 7.500 años, Barcelona era un enclave idílico para los pueblos neolíticos que se asentaron en tierras fértiles cercanas al mar, como las de la falda de la montaña de Montjuïc, donde hoy se alza el Raval.
Montjuïc era entonces un bosque submediterráneo lleno de cabras y perros salvajes, jabalís, liebres, corzos y ciervos, que se divisaban entre madroños, árboles frutales, tamariscos, encinas, pinos, robles y lentiscos. Sus habitantes cazaban y pescaban, pero ya tenían acceso a las grandes novedades tecnológicas de la prehistoria, sobre todo en lo relativo a saber cómo producir su propia comida. Y por eso se establecieron en llanuras próximas a ríos, torrentes, humedales o pequeños lagos de agua dulce, para regar sus plantaciones de cereales y de legumbres y también dar de beber a los rebaños.
"Esa fue la gran revolución, porque con el cultivo y la ganadería aumentó el suministro de alimentos", señala Joan Roca, director del Museu d'Història de la Ciutat de Barcelona (Muhba), donde hasta el 13 de noviembre se expone 'Primers pagesos BCN', una síntesis de la vida sedentaria de los primeros pobladores de Barcelona, que crearon herramientas y utensilios con piedra pulida y cerámica, que se han encontrado en estos últimos años en 48 yacimientos arqueológicos de la ciudad. La labranza se hacía de manera intensiva y en pequeños campos situados cerca de los poblados, ganados a la naturaleza con la deforestación y la quema de la vegetación.
"El descubrimiento de sepulturas asociadas a estos poblados ha permitido localizar restos humanos de más de 330 individuos neolíticos de todas las edades. Las obras de los Juegos Olímpicos propiciaron los primeros grandes hallazgos", indica Anna Gómez, doctora en Prehistoria de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), que es comisaria de la exposición junto a Miquel Molist, catedrático de la misma facultad. El testimonio más antiguo de un campesino neolítico en Barcelona se localizó en la plaza de Vila de Madrid. Eran los restos de una mujer adulta de hace 7.500 años.
Lo que más sorprende es la certeza de que estos poblados tenían contactos con otros grupos procedentes de distintos lugares de Europa. Ello fomentaba el intercambio de materiales, sobre todo de origen mineral, como la jadeíta y algún tipo de sílex con el que construían hachas. Además de restos inorgánicos, utilizaban huesos de animales y conchas para fabricar objetos, como agujas o brazaletes.
Las zonas más estudiadas por los arqueólogos son las de la Caserna de Sant Pau del Camp, la de Santa Caterina, la de Riereta, 37, y la de la calle de la Reina Amàlia. Pero los últimos descubrimientos han aportado datos vitales para profundizar en el conocimiento de la Barcelona neolítica, sobre todo el de la Sagrera, cuando a raíz de las obras de la macroestación del AVE se desenterró en el 2010 un yacimiento sin precedentes por su dimensión y su estado, y el de la plaza de la Gardunya, donde en el 2011 se encontró en el subsuelo, durante la ampliación de un aparcamiento, otro entierro prehistórico, perteneciente a una mujer adulta que fue inhumada hace 6.000 años, según los rituales propios del Neolítico, y en posición fetal.
"Hubo tres áreas especialmente favorables para la ocupación continuada durante el Neolítico: el territorio actual del Raval, el monte Táber en el barrio Gòtic y la Sagrera, más cercana al río Besòs", aseguran los comisarios de la muestra.
Roca agrega que es la primera vez que el Muhba ofrece una visión de conjunto, un relato general de la Barcelona neolítica, que marcó el "inicio de la transformación del paisaje a causa de la intervención humana", cuando las parcelas llenas de árboles y matorrales se convirtieron en campos para sembrar cereales y, también, pasto para las cabras y ovejas.
En un solar de Reina Amàlia se encontraron restos de una cabaña con una superficie cubierta de 50 metros cuadrados y de planta ovalada, datada en torno a 4.700 años a. C. En su conjunto es una de las áreas de hábitat más antiguas y mejor documentadas de la península Ibérica. En los yacimientos barceloneses se han hallado la mayoría de objetos, como las vasijas con decoración impresa para almacenar semillas, y de huesos que se exhiben, como el cráneo de una mujer neolítica de hace 6.500 años descubierto en Sant Pau del Camp, del que se ha reproducido su fisonomía (arriba). "Los primeros campesinos de Barcelona tenían un físico grácil, medían alrederor de 1,60 metros y la constitución de sus cuerpos presentaba pocas diferencias entre hombres y mujeres", se especifica en un panel informativo de la muestra.
La mortalidad infantil era muy alta y pocos individuos superaban los 40 años. En los restos hallados se identifican diversas patologías, entre ellas la caries. "Curiosamente está más presente en los individuos del yacimiento de Reina Amàlia que en los de Sant Pau del Camp, por que estos últimos consumían más alimentos marítimos, como anguilas y almejas, y menos hidratos", apunta Roca.
Otras enfermedades detectadas en los análisis bioquímicos son artritis, anemias, periodontitis y tumores. Honraban a sus difuntos a través de prácticas funerarias que revelan un mundo social y simbólico ya complejo. "No en todas las tumbas hay objetos del mismo interés. Algunos se enterraban con más ornamentos que otros, lo que evidencia que había diferencias sociales", considera Roca.
En una estantería, sorprende otro cráneo de un hombre joven también procedente de Sant Pau del Camp. Presenta tres trepanaciones, agujeros en la caja ósea que se asocian a prácticas mágico-religiosas o quirúrgicas para sanar heridas o traumatismos. En los yacimientos de Barcelona se han encontrado otros dos individuos con trepanaciones. "Si el agujero está cicatrizado significa que sobrevivieron a la intervención", explica Roca. Entre los huesos de origen animal encontrados hay pequeñas tibias de corderos. "Se los comían lechales. En cambio, preferían las cabras maduras", cuenta, a modo de anécdota, el director de Muhba.
"Esta exposición recupera la memoria preBarcino desde una retrospectiva colorida, dinámica, innovadora y fresca que propone un juego entre la ciencia y la historia", relata Molist.
Mònica Blasco, directora de programas del Muhba, destaca que Barcelona cuenta con yacimientos neolíticos de primera división europea. "Este año, nuestro centro acogerá unas jornadas internacionales dedicadas al neolítico marítimo del occidente del Mediterráneo", informa.
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Fuente: elperiodico.cat. | Antonio Madridejos | 30 de abril de 2016
Hace unos 12.000 años, una vez finalizados los rigores de la última glaciación, los pueblos cazadores-recolectores de ese momento inician en el llamado Creciente Fértil, desde el valle del Nilo hasta Mesopotamia, y algo más tarde en China y en la India, una transformación gradual pero muy profunda que los llevará a dejar la vida nómada basada en la caza y la recolección de productos silvestres para pasar a depender de la agricultura y la ganadería. Es lo que se conoce como la revolución neolítica. No tardaría mucho en llegar a las costas del Mediterráneo occidental.
«El neolítico tuvo una expansión muy rápida», comenta Miquel Molist, catedrático de Prehistoria de la Universidad Autónoma de Barcelona y uno de los dos comisarios de la exposición Primeros agricultores BCN. «Las evidencias más antiguas de plantas cultivadas en Medio Oriente son de 9100-8700 años a C, mientras que los primeros restos documentados en la Península Ibérica son de 5.600 años», explica. Y aún fue más rápida la llegada de la cerámica: apenas milenio y medio.
La domesticación de cereales, legumbres y otras plantas silvestres favoreció el crecimiento demográfico e impulsó el desarrollo de las tecnologías necesarias para la agricultura, como la azada y el arado, y para la conservación de alimentos en los momentos de escasez, como la cerámica y la cestería. También la construcción de casas de adobe.
Así surgen los primeros asentamientos estables de unas ciertas dimensiones, como Çatalhöyük en Anatolia o Jericó en Palestina. Asimismo, se domestican las ovejas, las cabras, los dromedarios, los patos y las palomas. Finalmente surge la especialización en el trabajo y el intercambio de productos, es decir, el comercio. Con la difusión de estos conocimientos, el mundo cambiaría para siempre.
El neolítico llega a Europa de la mano de las primeras emigraciones humanas desde el Creciente Fértil, aunque no está claro si fueron muy nutridas o el proceso fue ante todo una culturización, es decir, las comunidades locales aprendían los nuevos conocimientos venidos desde Asia. Esta es una de las claves que las modernas técnicas de análisis genético, que determinan características imposibles de apreciar con un esqueleto, como el color de la piel o de los ojos, parecen destinadas a dilucidar.
Las evidencias arqueológicas sugieren, dice Molist, que la cultura neolítica atraviesa el Egeo desde Anatolia, lo que presupone dominar la navegación: «Más que rutas en mar profundo, muy posiblemente eran sencillas canoas que iban entre isla e isla». El neolítico llega muy pronto a Chipre, por ejemplo, donde no hay restos humanos anteriores.
A partir de entonces, siguiendo las costas y remontando el valle del Danubio, el neolítico se extiende por Europa meridional y central.«Hay elementos que no existían aquí y son indudablemente importados desde Oriente Próximo, como el trigo, las leguminosas, las ovejas y las cabras», afirma Molist. La ruta por la costa tuvo que pasar por la actual Croacia, llega después a la península itálica y «sigue avanzando mediante pequeños cabotajes». Finalmente se llega a Marsella y penetra en Iberia.
Los pueblos neolíticos que siguen la ruta costera desarrollan su propia tradición cultural, la llamada cerámica cardial, caracterizada por una decoración con los bordes de las conchas de las almejas. Los yacimientos neolíticos más antiguos de la Península Ibérica se han datado sobre el 5500 a. C., entre ellos la Cueva del Oro de Beniarrés (Alicante), la Cueva de los Murciélagos de Albuñol (Granada) o La Draga de Banyoles (del Lago).
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Anna Gómez Bach (izquierda) es arqueóloga. Es profesora en el departamento de Prehistoria de la Universitat Autònoma de Barcelona. Sus investigaciones han girado principalmente entorno al Neolítico en diversas zonas: en el nordeste de la Península, Siria, Turquía e Iraq. Junto con Miquel Molist ha sido comisaria de la exposición Primeros campesinos BCN, una espectacular muestra que ha recibido a 23.000 visitantes en los cuatro meses que lleva funcionando y que ante las peticiones de los visitantes, probablemente se prorrogue hasta febrero.
¿Cómo es que Barcelona acaba de descubrir ahora el Neolítico?
Se sabían muchas cosas de la Barcelona romana, porque era fácil ver sus ruinas. Pero no se conocía el Neolítico porque no había material arqueológico a la vista. Y como no se veía, era muy difícil de imaginar. Esto empezó a cambiar hace un cuarto de siglo. La excavación urbana más importante fue la de 1990, en el cuartel de la calle Sant Pau, que permitió documentar muchas cosas: la necrópolis, los hogares... Y llegó en un buen momento, cuando la arqueología se profesionalizaba. Y eso permitió hacer estudios serios y muy potentes. En los últimos años se han hecho excavaciones de forma sistemática, con un protocolo muy estricto, y eso ha permitido acumular un volumen de información ingente. Hemos pasado de no saber nada del Neolítico barcelonés a tener uno de los conjuntos con más restos humanos de toda la Península.
¿Por qué no se habían encontrado yacimientos neolíticos antes?
Los yacimientos neolíticos suelen estar a mucha profundidad, a 5 metros por debajo del nivel actual. Por eso, si no hay una obra muy especial que necesite cimientos muy profundos, es difícil encontrar restos neolíticos. Sospechamos que tiene que haber muchos más yacimientos a algunas zonas: en el Raval, en la zona del Monte Taber (cerca de la plaza Sant Jaume)... Ahora bien, nos han salido restos inesperados, como los de la Sagrera. Allí, al hacer las obras del AVE, se encontró un gran hipogeo del 5.000 a.C., donde había un gran número de individuos enterrados juntos, quizás como consecuencia de una epidemia.
¿Cuál era el objetivo de organizar la exposición Primeros campesinos BCN?
Los arqueólogos han trabajado mucho en los últimos años sobre el Neolítico, pero han hecho trabajos académicos, muy fragmentarios. No había un trabajo de síntesis. Con esta exposición se presenta una compilación de todo aquello que hemos aprendido sobre los hombres del Neolítico en los últimos 25 años. Pero, además, con esta acción se ha restaurado un conjunto de materiales que si no fuera por una exposición de estas características, no se habría restaurado.
¿Quiénes fueron los primeros campesinos de Barcelona?
Eran unos hombres que se integraban en pequeñas comunidades dispersas por el territorio: usaban el fuego para ganar espacios forestales para dedicarlos al cultivo o al pasto. Cultivaban trigo, cebada, lentejas y guisantes, y tenían rebaños de bueyes, de ovejas y cabras. Practicaban la agricultura, pero circulaban por el territorio: no pasaban mucho tiempo en un mismo lugar. No se alejaban del mar, se instalaban cerca de las lagunas y de la playa, porque usaban muchos recursos marinos: hemos encontrado en sus yacimientos conchas y dientes de dorada, y hemos localizado piezas que creemos que usaban como pesos para las redes de pesca. Sabemos que estos "primeros barceloneses" estaban conectados con otros pueblos del Mediterráneo, porque compartían tecnologías con ellos, como la cerámica.
¿Cuál es el primer individuo de que tenemos noticia?
Los restos humanos más antiguos se han encontrado en la plaza Vila de Madrid y se corresponden a una mujer que murió hace 7.500 años. No se descarta que pueda haber restos más antiguos. Pero sabemos que a partir del 5.500 a.C. el hombre no ha dejado esta zona. Barcelona siempre ha estado habitada.
En el cartel de la exposición figura el rostro de un humano del Neolítico. ¿Cómo sabéis cómo era esta mujer?
Se trata de unos restos encontrados en el cuartel de Sant Pau, de unos 7.000 años de antigüedad. Escogimos algunos de los restos que estaban en mejor estado. Le hicimos un TAC, y con las medidas obtenidas un médico especialista consiguió hacer una reconstrucción de su cabeza. No podemos saber cómo llevaba el pelo, pero la forma del rostro era muy similar a esta.
¿Cómo eran estos hombres del Neolítico?
Tenían una altura sólo un poco inferior a la nuestra. Por los restos físicos que hemos encontrado, sabemos que realizaban mucha actividad física. Su media de edad llegaba a los 45 años, aunque había mucha mortalidad infantil. A diferencia de los hombres del Paleolítico, que tenían unos dientes fantásticos, los hombres del Neolítico tenían muchos problemas de boca: a muchos les faltaban dientes, tenían caries... El consumo de cereales provocó un empeoramiento de la salud dental. También sufrían de artritis, de tumores...
¿Sabemos alguna cosa de sus prácticas médicas?
Sabemos que a algunas personas les practicaban trepanaciones. Les agujereaban el cráneo con un punzón y les operaban el cerebro. Tenían técnicas bastante adelantadas, porque hay gente a la que se le practicó hasta tres trepanaciones y sobrevivió. Pero no estamos seguros de si lo hacían con finalidades médicas o con objetivos puramente rituales. Por otra parte, creemos que cuidaban de individuos que tenían problemas graves de salud y que en principio no podrían haber sobrevivido por sí mismos.
¿Qué técnicas usáis los arqueólogos para analizar los restos del pasado?
La disciplina arqueológica avanza muy rápido. Va a remolque de la química, de la biología y de otras ciencias, pero progresa mucho. En estos momentos recibe una influencia muy fuerte de la genética. Gracias a los estudios genéticos hemos podido constatar que, desde el Paleolítico, la especie humana se ha movido mucho. Parece que es una constante entre los humanos. No sabemos exactamente el por qué, pero los humanos se mueven, de un lado a otro.
Además de los análisis genéticos, ¿qué otras técnicas usáis?
También se usan tecnologías científicas para reconstruir como eran los paisajes del pasado: se ha conseguido definir la antigua línea de costa de Barcelona, que era distinta de la actual. Y mediante la química podemos reconstruir la dieta del Neolítico a través de los restos adheridos a los recipientes. Se puede saber si aquellos hombres bebían leche a través de las grasas presentes en las cerámicas. A través del análisis de los isótopos presentes en los esqueletos humanos hemos verificado que consumían cantidades importantes de pescado.
¿Qué es lo que más te gustaría saber de los hombres del Neolítico que no has conseguido averiguar?
Me gustaría entender sus estrategias. Cuando se estaban moviendo hacia algún lado, o cuando construían una casa, ¿cómo decidían? ¿Qué concepto del grupo tenían? ¿Cómo tomaban decisiones pensando en el futuro? ¿Cómo se articulaban sus relaciones sociales y económicas? Nos quedan muchas cosas por saber sobre ellos.
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