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La vida transcurría normalmente en Pompeya en el año 79 d.C., entre canteras de piedra, artesanos del metal y pintores de frescos que quedaron para siempre enterrados en ceniza con la erupción del Vesubio, una "instantánea" que se reconstruye ahora en la Bolsa de Bruselas en una exposición.
El miembro del comité científico de "Pompeya, la ciudad inmortal", Henri Dupuis, explicó así hoy a Efe el objetivo de esta exposición: "Mostrar una instantánea de un día en la vida de una ciudad romana en reconstrucción que se paró de repente".
Y es que Pompeya apenas se levantaba de los escombros, causados por un terremoto en el año 62 que dañó una parte importante de la ciudad, cuando quedó enterrada por la violenta erupción del Vesubio, que acabó con la vida de miles de personas y enterró el que luego sería uno de los yacimientos arqueológicos más importantes del mundo.
Desde su descubrimiento en 1748, Pompeya ha fascinado a historiadores, científicos y arqueólogos que han encontrado una fuente de estudio de la época romana inigualable, ya que la erupción congeló la cotidianeidad de la ciudad con detalles minuciosos de la vida de sus habitantes, sus artes y sus inventos.
En esa vida se centra la exposición, que tiene vocación de hacer una gira internacional, una colaboración con el Museo Arqueológico de Nápoles (MANN), de donde proceden la mayoría de piezas expuestas, y el Galileo de Florencia, dedicado a la historia de la ciencia, que ha aportado piezas y contexto para analizar los desarrollos técnicos de la Antigüedad.
En concreto, por ejemplo, ese museo toscano ha reconstruido las máquinas que se utilizaban en la época sobre la base de documentos históricos, como una potente grúa, la mas grande conocida entonces, utilizada en las canteras de piedra y que rotaba con el peso de varios hombres en su interior.
También sistemas de calefacción pioneros, válvulas hidráulicas o uno de los primeros odómetros, "un cuentakilómetros romano", en palabras de Dupuis, prueba de las sofisticadas técnicas de medición que ya se utilizaban entonces.
Impactan los instrumentos utilizados en medicina y cirugía, destinados a la ginecología, no tan distantes de los que se utilizan hoy en día, o a otras especialidades como la oftalmología, que servían por ejemplo para operaciones de cataratas.
"Hay muchos paralelismos con la vida de la época a varios niveles. La filtración del agua, las técnicas de vinificación o la fabricación del cristal, que no hemos cambiado dos mil años más tarde", apunta el comisario.
La exposición incide en cómo en aquella época el vidrio empezaba a reemplazar a la cerámica en las vajillas y la construcción de los primeros edificios con ventanas, con restos de cristales encontrados en las excavaciones o cómo los romanos ya exportaban vino y utilizaban técnicas para detectar posibles fraudes en su producción.
Las viñas, los olivos, el trigo, se cultivaban en la región, que también vivía del ganado y se ayudaba de caballos para trabajar en el campo, unas técnicas que se descubren también en la exposición.
Pero quizá una de las salas más impresionantes de la muestra, como también de la visita a Pompeya, sean los cuerpos de yeso que salieron a la luz gracias al arqueólogo italiano Giuseppe Fiorelli, director de las excavaciones entre 1863 y 1875.
Fiorelli ideó rellenar con este material los huecos en los que se hallaron restos humanos, creando siluetas perfectamente definidas incluso en las expresiones faciales.
Unos moldes que muestran así el último instante de la vida de los pompeyanos que murieron abrasados por la catástrofe, dos de ellos cedidos por el MANN para cerrar esta exposición belga, que podrá verse hasta el próximo 15 de abril.
La técnica ayudó también a contextualizar muchos de los objetos encontrados en los hallazgos, desde utensilios a frescos entre andamios perfectamente conservados, que estaban ultimándose en el momento de la erupción, que "congeló el gesto de las últimas pinceladas de los artistas".
El diálogo entre pasado y presente también se refleja con el contraste entre las piezas expuestas y el edificio neorrenacentista que acoge la exposición, el Palacio de la Bolsa de Bruselas, edificado por el arquitecto Léon Suys entre 1868 y 1873; ambas épocas se encuentran hoy en el corazón actual de Europa.
Fuente: eleconomista.es | 26 de noviembre de 2017
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