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Vía: EL DÍA.es | EFE | Ana Santana| Santa Cruz de Tenerife | 16 de mayo de 2011
El papel de Canarias es fundamental para reconstruir la historia antigua de las matemáticas y la astronomía en el norte de África, afirma el matemático José Barrios, quien ha investigado los sistemas de numeración y los calendarios aborígenes de Gran Canaria y Tenerife en los siglos XIV y XV en relación con las poblaciones bereberes continentales.
Según afirma en una entrevista José Barrios, que es profesor titular de Análisis Matemático de la Universidad de La Laguna, la información procedente del norte de África ilumina lo que pasaba en Canarias, pero a su vez las islas documentan el pasado africano.
José Barrios comenzó a investigar esta cuestión -motivo de su tesis doctoral- tras plantearse qué tipo de matemáticas podían tener los antiguos pobladores del Archipiélago.
Esa investigación resultó bastante complicada porque las noticias "eran muy escasas, estaban muy diseminadas y eran difíciles de interpretar correctamente".
Ello le obligó a realizar una búsqueda exhaustiva de fuentes escritas y arqueológicas, y formarse en astronomía y antropología, en una investigación que le ha llevado más de doce años.
Desde el punto de vista de las matemáticas, la importancia de los datos canarios se debe a que los documentos que recogen las listas numerales isleñas son "con diferencia" los más antiguos que se conservan en todo el norte de África, desde Libia hasta Canarias.
De hecho, las listas numerales bereberes más antiguas que se conocen fueron recogidas por Ali Bey en 1814 mientras que, dejando aparte los nombres de las islas, el primer documento lingüístico de cierta entidad sobre Canarias es una lista de números de Gran Canaria datada en 1341.
Esta lista fue recopilada por expedicionarios portugueses que llegaron en esa fecha a Gran Canaria, recogieron a cuatro aborígenes que se acercaron a la embarcación y los llevaron a la Península.
Durante el trayecto esos canarios relataron, entre otras cosas, cómo contaban del 1 al 16.
La noticia de la expedición fue recogida por mercaderes italianos afincados en Sevilla y enviada a Florencia, y sus cartas llegaron a manos de Giovanni Boccaccio, el autor del "Decamerón", que las copió.
Según este manuscrito, los canarios contaban anteponiendo las unidades a las decenas de este modo: 1. nait 2. smetti 3. amelotti 4. acodetti 5. simusetti 6. sesetti 7. satti 8. tamatti 9. aldamorana 10. marava 11. nait marava 12. smatta marava 13. amierat marava 14. acodat marava 15. simusat marava 16. sesatti marava.
Ahora su manuscrito se conserva en la Biblioteca Nacional de Florencia, señala José Barrios, quien indica que además hay otra segunda lista de numerales cuya redacción se atribuye al conquistador Antonio Cedeño, pero que sólo se conserva en copias tardías muy interpoladas.
El investigador piensa que una tercera lista de números figura en una comedia que en 1582 escribió Bartolomé Cairasco para recibir al obispo Rueda, en la que introduce frases en canario en boca de Doramas, uno de los personajes.
Los sistemas numerales que se deducen de estas tres listas muestran un "claro fundamento bereber", con la misma estructura y raíz de los numerales bereberes continentales, con la peculiaridad de que el ordinal que designa al número "3" no aparece en ningún dialecto bereber norteafricano salvo en el antiguo Egipto.
En todo caso, los números recogidos en estas tres listas son de procedencia más antigua que la documentación que se conserva de los bereberes continentales, en su mayor parte producto de la colonización francesa y de su investigación científica a partir del siglo XIX.
"Lo que se nos escapa todavía es la grafía de los números, que puede haberse perdido porque al parecer, según las fuentes, se registraban en madera de drago", apunta el investigador.
Los estudios arqueoastronómicos los realizó fundamentalmente en la montaña de Cuatro Puertas en Telde (Gran Canaria), en donde se cree que hubo un "almogaren", una especie de santuario, y en donde Barrios encontró señales de lo que pudo haber sido un observatorio astronómico que marcaba el solsticio de verano.
También estudió los motivos geométricos de la Cueva Pintada de Gáldar, sobre los que cree que hay "bastantes posibilidades" de que hayan podido utilizarse para mantener un calendario lunisolar y otro de eclipses.
Esto último es técnicamente complicado pero, efectuando cálculos a partir de los dameros de la Cueva Pintada, resulta "sencillo" si se conocen los ciclos astronómicos adecuados.
Al respecto, los escritos del ingeniero Leonardo Torriani apuntan que los aborígenes mantenían una cuenta de 520 días, lo que resulta una cuenta exacta en días de un año eclipse y medio, justo el doble de los 260 días del txolkin o calendario sagrado maya.
José Barrios señala también que hay ciertas diferencias entre los calendarios astronómicos utilizados en Gran Canaria y Tenerife, partiendo de que ambos se basaban en la Luna y luego se ajustaban al Sol.
Parece que en Gran Canaria también tenían un papel predominante las estrellas, y en concreto Sirio, la más brillante, mientras que en Tenerife era más importante Canopo, la segunda que más brilla.
Precisamente Canopo desempeña un papel relevante en el norte de África, donde se piensa que el Universo nació de la explosión de esa estrella, la madre del mundo, con una posición muy particular en el cielo, pues surge al sur y se eleva muy poco sobre el horizonte.
Por ello en algunas zonas del norte de África la llaman "la estrella que vino del sur".
A juicio del investigador, hay una relación entre los eventos astronómicos de Canopo y las tradiciones relacionadas con la Virgen de Candelaria en Tenerife, como la fiesta de mitad de agosto, que coincide con la primera aparición anual de la estrella, lo que revelaría un antiguo culto aborigen a este objeto celeste.
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