Recreación de un 'Homo habilis'

Fuente: ABC.es | J. de J. | 13 de enero de 2015

Hace dos millones y medio de años, nuestros antepasados homínidos en la sabana africana comenzaron a romper rocas en fragmentos para rebanar una gacela muerta, una cebra u otro animal de caza. Durante los siguientes 700.000 años, esta tecnología de matanza se extendió por todo el continente y, según una nueva investigación de la Universidad de California, Berkeley, y las británicas universidades de Liverpool y St. Andrews, se convirtió en una importante fuerza para la evolución humana.

Lo que los investigadores creen es que nuestra capacidad para comunicar y enseñar vino de la mano del desarrollo de estas herramientas de la Edad de Piedra, de forma que la cultura también influyó en nuestra evolución y no solo al revés. Para llegar a esta conclusión, los autores realizaron un curioso experimento con alumnos como si se trataran de nuestros ancestros primitivos. Lo explican en la revista Nature Communications.

El estudio se fija en las herramientas prehistóricas Olduvayenses, los dispositivos de corte más antiguos que se mantuvieron prácticamente sin cambios durante 700.000 años hasta que aparecieron las más sofisticadas hachas de mano y cuchillas achelenses. Esta tecnología fue practicada por algunos de nuestros primeros antepasados, como el Homo habilis y el aún más antiguo Australopithecus garhi, que caminaba como nosotros, pero cuyas características faciales y el tamaño del cerebro eran más parecidos a los de los simios.

«Nuestros hallazgos sugieren que las herramientas de piedra no eran solo un producto de la evolución humana, sino que también la condujeron a su vez, creando la ventaja evolutiva necesaria para el desarrollo de la comunicación humana moderna y la enseñanza», dice Thomas Morgan  (izquierda), autor principal del estudio e investigador de psicología en Berkeley. De esta forma, la capacidad para la enseñanza y tal vez incluso un protolenguaje primitivo existían hace unos 1,8 millones de años.

Cadena de aprendizaje

Pero, ¿cómo llegaron a esa conclusión? En su experimento, los investigadores enseñaron a humanos contemporáneos, 180 estudiantes universitarios, el arte de tallar piedras al estilo Olduvayense, en el que se crean lajas al golpear una roca dura contra otra volcánica o vítrea, como el basalto o el pedernal.

Canto tallado de tradición Olduvayense.

Para medir la velocidad de transmisión de esta tecnología antigua y establecer si la comunicación más compleja como el lenguaje daba los mejores resultados, los voluntarios del estudio fueron divididos en «cadenas de aprendizaje» de cinco o 10 miembros. El jefe de la cadena recibía una demostración de la talla, las materias primas y cinco minutos para intentar lograrla. Esa persona se lo mostraba a la siguiente persona en la cadena, quien a su vez hacía lo mismo con la siguiente y así sucesivamente.

Los investigadores utilizaron cinco técnicas para transmitir sus conocimientos y descubrieron que la demostración que utilizaba la comunicación hablada, frente a la imitación o las presentaciones no verbales, produjo el mayor volumen y calidad de lajas en menos tiempo y con menos desperdicio. «Se aprende mucho más rápido cuando alguien te está diciendo qué hacer», dice Morgan.

Las herramientas Olduvayenses no cambiaron en 700.000 años, por lo que, según Morgan, «es probable que (esos homínidos) no estuvieran hablando (...) Si hubierna tenido lenguaje, habrían aprendido más rápido y desarrollado nuevas tecnologías con mayor rapidez».

Bifaz Achelense.

El «Steve Jobs» homínido

Sin el lenguaje, se puede suponer que una versión del, por ejemplo, «Steve Jobs» homínido, alguien muy innovador, habría tenido grandes apuros para transmitir sus ideas visionarias. Aún así, el estudio sugiere que las semillas de la lengua, la enseñanza y el aprendizaje se plantaron debido a la demanda de herramientas Olduvayenses, y en algunos homínidos mejoró la comunicación y, por lo tanto, la llegada de las hachas y cuchillas Achelenses hace unos 1,7 millones de años.

«Para mantener la tecnología achelense tuvo que haber habido algún tipo de enseñanza, y tal vez incluso una especie de lenguaje, incluso un simple protolenguaje mediante sonidos o gestos de 'sí' o 'no', o 'aquí' o 'allí'», explica Morgan.

De hecho, los datos sugieren que cuando la industria Olduvayense comenzó era muy probable que no se enseñara, sino que los métodos de comunicación para enseñar se desarrollaran posteriormente. Según el investigador, «en algún momento llegaron a un nivel de umbral de la comunicación que permitió empezar a enseñar las herramientas achelenses y a extenderlas con éxito y eso casi con toda seguridad involucró algún tipo de enseñanza y un prototipo de lenguaje».

 

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