El secreto ignorado de las pinturas rupestres: se ubicaban en los mejores lugares de resonancia acústica

Un uro en el 'Salón Negro' de la Cueva de Niaux (Ariège, Francia), la cual suena como en una capilla románica, según Iegor Reznikoff.

Fuente: LE FIGARO | Yves Miserey| 14 de diciembre de 2012 (Traducción: G.C.C. para Terrae Antiqvae)

Los hombres del Paleolítico no escogieron al azar las paredes donde ellos pintaron mamuts, bisontes, ciervos y caballos. La mayoría de las pinturas rupestres fueron ejecutadas en cavidades que amplifican la intensidad y duración de los sonidos, y donde hay numerosos ecos. Los estudios realizados a fines de la década de 1980 por Iegor Reznikoff (izquierda) y Michel Dauvois, muestran que las cuevas constituyen un universo sonoro a todos los efectos extraordinario.

"Es ilusorio querer comprender el significado del arte rupestre limitándose al aspecto visual", dice Yegor Reznikoff, matemático, filósofo de la ciencia y especialista en el antiguo arte vocal. Para él, no es concebible mirar las pinturas rupestres como simples escenas de caza. Cuando ellos encendían las antorchas, las voces les daban "un significado ritual, un efecto chamánico".

La asociación entre el sonido y la imagen en el arte rupestre se ha confirmado en España en los abrigos rocosos de la región de Valltorta, al norte de Valencia (Journal of Archaeological Science, diciembre de 2012). Las pruebas acústicas utilizadas -la voz humana, un silbato y golpes de manos- han demostrado que también hay pinturas concentradas en zonas que se caracterizan por una fuerte resonancia acústica y muchos ecos. Menos célebre que el arte magdaleniense, el arte parietal levantino es mucho más reciente (entre 10.000 y 6.500 años atrás) que el de la cueva de Chauvet (30.000 años) o Lascaux (18.000 años). Realizados por ganaderos y agricultores, las pinturas representan, muy esquemáticamente, a animales -muchas cabras- y a seres humanos cazando y en lucha.

Foto: Un salmón en el lugar más resonante de la cueva principal de Arcy-sur-Cure (Borgoña, Francia). (Colección La Varende, fotografía D. Baffier).

En Francia, las investigaciones acústicas se han llevado a cabo en las cuevas de Portel, Niaux, Oxocelhaya y Isturiz, en los Pirineos, y en Arcy-sur-Cure, en Borgoña. Yegor Reznikoff utilizó un sonómetro y su propia voz (el "oh, oh, oh" y el "mmh, mmh" de baja intensidad) con el fin de hacer resonar la cavidad. Resultado: en todas estas cuevas entre el 80% y el 90% de las obras pictóricas se encuentran sobre paredes donde los sonidos resuenan mucho, lo cual está lejos de ser la norma. Así, en el salón negro de la cueva de Niaux, donde se agrupan la mayoría de las imágenes de animales, la duración de la resonancia es de cinco segundos, mientras que es casi cero en las otras partes. En esta misma sala hay hasta siete ecos.

Una cabra montés en el 'Salón Negro" de la Cueva de Niaux (Ariège, Francia).

Un trabajo pionero

A través de su investigación, Iegor Reznikoff se dio cuenta de que el sonido y las imágenes son inseparables. En la cueva de Portel, que ha sido cartografiada al completo, no hay ninguna pintura en una gran sala con paredes perfectamente lisas, sin ninguna resonancia.

"Me tomó un tiempo darme cuenta de que los hombres del Paleolítico también utilizaban los sonidos para guiarse en la cueva", dijo Iegor Reznikoff. De hecho, en los pasajes estrechos, donde hay que avanzar reptando, no era posible que ellos llevaran una antorcha. Y una lámpara de aceite no ilumina lo suficiente como para moverse cientos de metros sumido en una oscuridad total. Ellos emitían sonidos y se guiaban a través de los ecos. "Los hombres prehistóricos tenían un oído muy fino. Para ellos era una cuestión de supervivencia, estaban en alerta el día y la noche, buscando el más mínimo ruido", aduce Yegor Reznikoff. Sólo la eco-localización les permitía saber hacia dónde iban en la oscuridad.

En el laberinto de túneles, el matemático y músico se sorprendió al descubrir señales rojas en casi todos los puntos de fuerte resonancia. Para él, las mismas debían ser marcas acústicas, tal vez los puntos de referencia de un viaje iniciático.

Encontró varias de estas señales rojas en ciertos nichos cerca de las pinturas. Intrigado, quiso probar su acústica. "La resonancia de estas pequeños nichos es tal que una simple vibración sonora se convierte en el mugido de un uro o en relinchos que se propagan hacia el interior de la cueva", recuerda Iegor Reznikoff, asombrado.

Él no pierde la esperanza de que un día pueda explorar Lascaux, incluso si una parte del suelo ha sido removido y ha cambiado su acústica. Se ha inscrito, para después de varios años, poder estudiar la cueva Chauvet. "Pero primero hay que dejar pasar a las personalidades", se lamenta, y agrega que en Francia sus investigaciones han sido recibidas con una mueca. Los anglosajones, al contrario, han saludado su trabajo pionero y sus resultados son una referencia. Los especialistas en arqueoacústica tienen una certeza: los sonidos juegan un papel primordial en la prehistoria y es una línea de investigación que ya no se puede ignorar.

La próxima primavera, Iegor Reznikoff grabará un CD en la cueva de Arcy-sur-Cure. Él hace regularmente conciertos de canto cristiano antiguo en las iglesias románicas. "Hay que hacer cantar a los edificios según sus propias leyes acústicas en lugar de querer oír sus pequeñas voces".

Post de Terrae Antiqvae relacionado:

* Un estudio arqueológico asocia la presencia de pinturas rupestres... (12/10/2012)

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Comentario por María // el diciembre 23, 2012 a las 8:37am


Es una visión  nueva fascinante.

"Me tomó un tiempo darme cuenta de que los hombres del Paleolítico también utilizaban los sonidos para guiarse en la cueva", dijo Iegor Reznikoff. De hecho, en los pasajes estrechos, donde hay que avanzar reptando, no era posible que ellos llevaran una antorcha. Y una lámpara de aceite no ilumina lo suficiente como para moverse cientos de metros sumido en una oscuridad total. Ellos emitían sonidos y se guiaban a través de los ecos. "Los hombres prehistóricos tenían un oído muy fino. Para ellos era una cuestión de supervivencia, estaban en alerta el día y la noche, buscando el más mínimo ruido", aduce Yegor Reznikoff. Sólo la eco-localización les permitía saber hacia dónde iban en la oscuridad.

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