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Esta figura, ya clásica, muestra el tamaño de los dientes de un chimpancé, un ejemplar de Australopithecus afarensis y de un humano actual. Podemos notar que el ejemplar del australopiteco tiene serie molar creciente: M1<M2<M3, y que su primer molar (M1) tiene un tamaño muy similar al M1 del humano actual. En el ejemplar de Homo sapiens se observa agenesia del M3. La superficie de masticación (oclusal) de los homininos más arcaicos es notablemente más compleja que la nuestra, retrasando así el desgaste producido por una dieta muy abrasiva.
Fuente: reflexiones-de-un-primate.blogs.quo.es | José María Bermúdez de Castro | 4 de febrero de 2016
Durante muchos años estuvo vigente la hipótesis de que el tamaño de los premolares y molares de todos los homininos tenía un relación directa con la dieta. Trituramos la comida con estos dientes, por lo que su tamaño tendría que estar relacionado con la fuerza necesaria para masticar. La invención de la agricultura y la ganadería y los diferentes modos que ideamos para preparar los alimentos antes de llevarlos a la boca habrían acelerado la reducción de los dientes hasta llegar al tamaño actual. Esta hipótesis se mantuvo firme durante decenios, hasta que se recuperaron varios cientos de dientes en la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca. Cierto es que las poblaciones de los últimos milenios tenemos premolares y molares pequeños en comparación con los de nuestros ancestros del Plioceno y Pleistoceno. Pero, ¡cuidado!, esta afirmación no puede generalizarse. Veamos que sabemos sobre esta cuestión.
En primer lugar, no todas las clases de dientes han modificado su tamaño en la misma proporción. Los primeros molares superiores e inferiores definitivos (M1s) de las especies del género Homo han mantenido un tamaño bastante constante a lo largo de su evolución durante los últimos dos millones de años. Los segundos molares definitivos (M2s), por el contrario, han disminuido sus dimensiones en mayor proporción. Aún más notoria ha sido la disminución de tamaño de los terceros molares (M3s), que todos conocemos como “la muela del juicio”.
Las grandes dientes planos del 'Paranthropus boisei' han llevado a algunos antropólogos a ponerle el apodo 'Hombre Cascanueces', ya que creen que vivió con una dieta a base de de nueces duras, semillas y frutas.
En otras palabras, de la proporción de tamaño M1<M2<M3, característica de los homininos del Plioceno y de Pleistoceno inferior, hemos pasado a la proporción M1>M2>M3 que ostentamos en la actualidad. Y ya sabemos que el tercer molar no se forma (agenesia) o queda retenido en el interior del maxilar y de la mandíbula en un porcentaje significativo de personas. Es evidente que la selección natural jugó su papel en el “ahorro energético” que suponía tener dientes más grandes o más pequeños dependiendo de nuestro nicho ecológico. Aquellos homininos que se especializaron en triturar alimentos de consistencia más dura (particularmente vegetales) incrementaron necesariamente la superficie de masticación y la complejidad de la superficie de masticación. Es el caso de las tres especies conocidas del género Paranthropus. La dieta omnívora de las especies del género Homo, en cambio, aparentemente conllevó una mayor o menor reducción de premolares y molares hasta el tamaño que mostramos en la actualidad. Como explicaba en el primer párrafo, durante muchos años se estableció una relación directa entre la preparación de los alimentos y la reducción dental.
Los dientes de la mandíbula ATD6-96 (Homo antecessor) son tan pequeños como los de un humano actual. Aunque el segundo molar es algo más grande que el primero (M1)
Sin embargo, a finales de los años 1990 tuvimos a nuestra disposición una muestra representativa de los premolares y molares de los humanos de la Sima de los Huesos de la sierra de Atapuerca. Para sorpresa de todos pudimos comprobar que sus premolares y molares tenían un tamaño promedio similar al de muchas poblaciones recientes. Todos los indicios llevan a la conclusión de que estos humanos no utilizaban el fuego y que su dieta se basaba en la caza, la pesca y la recolección de frutos, setas, huevos, etc. No es el único caso conocido, pero si el más antiguo (430.000 años). A pesar de su dieta y de que no procesaban los alimentos antes de comerlos, aquellos humanos de Atapuerca sobrevivieron sin mayor problema con premolares y molares de unas dimensiones como las nuestras. En algunos grupos de Neandertales (yacimiento de Hortus, Francia) se ha observado el mismo fenómeno y no es extraño ver molares pequeños en fósiles del Pleistoceno Inferior (ver imagen de una de las mandíbulas de Homo antecessor). Así que la ecuación: dieta => tamaño de premolares y molares no es estrictamente correcta.
Es evidente que en las sociedades desarrolladas los dientes apenas sufren desgaste y si los perdemos es por el hecho de llegar a edades muy avanzadas, cuando la cantidad de hueso alveolar de soporte disminuye de manera extrema. Sin duda, en las poblaciones actuales desarrolladas ya no experimentan una selección positiva para mantener premolares y molares de gran tamaño. Pero también es cierto que tienen que buscarse hipótesis alternativas o complementarias para explicar la reducción dental ocurrida en muchas poblaciones del pasado, cuya dieta sometía a premolares y molares a un fuerte estrés. Una dieta formada por carne y productos vegetales sin cocinar producía un gran desgaste, que puede observarse incluso en los individuos más jóvenes. Parece lógico pensar que la selección natural habría operado favoreciendo a aquellos individuos que tuvieran premolares y molares de gran tamaño. Pero las evidencias del registro fósil nos dicen que este razonamiento es incorrecto.
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* Did prehistoric humans have teeth like SEA OTTERS? (Mail Online)
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