Cádiz en la antigüedad. Un centro religioso de primer orden: el yacimiento de la Casa del Obispo


Parece que la importante función religiosa que Cádiz ostentó en la antigüedad es una cuestión indiscutible, y así lo han manifestado importantes investigadores como Diego Ruiz Mata, según el cual tan milenaria ciudad destacó por tener una función religiosa al servicio del Templo de Melkart, dentro de un contexto urbano más amplio, en su perseverancia de apuntar a Doña Blanca como núcleo fundacional primigenio fenicio. Aun sin estar de acuerdo plenamente en sus tesis, si es cierto que el papel jugado por Gadir, en el terreno religioso, fue de enorme importancia en la antigüedad. Esta importancia religiosa se pone de manifiesto por la presencia en la ciudad gadirita de tres templos o santuarios, como son el Santuario de Cronos-Saturno, o Kronion, el Santuario de Astarté, o de Venus Marina, y el famoso Templo de Melkart o Herakleion.

El Kronión gaditano y el yacimiento arqueológico de la “Casa del Obispo”

Este santuario, en sus orígenes, estuvo dedicado al dios fenicio Baal y, aunque su ubicación no se conoce con certeza, la interpretación de los textos clásicos hizo que tradicionalmente se apuntara a su posible localización en la zona del Castillo de San Sebastián, situado en las inmediaciones de la playa de La Caleta, en Cádiz. Esta hipotética ubicación, al igual que la apuntada por los investigadores para el Santuario de Astarté, estaba sustentada, además de por los textos aportados por los historiadores y geógrafos clásicos, por las reconstrucciones del paisaje de la Bahía de Cádiz en la antigüedad, realizada en los años 80 del anterior siglo, gracias a los estudios e investigaciones llevadas a cabo por F. Ponce  sobre la existencia del Canal Bahía-Caleta, y al que hemos hecho referencia en artículos anteriores.


También son de destacar los trabajos realizados en el campo de la geoarqueología en la Bahía de Cádiz, los cuales tuvieron lugar bajo la dirección de los profesores O. Arteaga y H.D. Schulz, entre los años 2000 y 2001, y que significaron los primeros trabajos científicos que nos permitieron conocer cómo era en realidad la estrategia del poblamiento histórico en la Bahía de Cádiz, ofreciendo la posibilidad de replantear una nueva interpretación de los textos antiguos. Pero además de la posibilidad de que el Santuario se localizara en las inmediaciones del Castillo de San Sebastián, se ha apuntado a otras posibles ubicaciones. En un texto de Estrabón, perteneciente a su Geografía, refiriéndose a la Neápolis de Balbo, se puede leer una referencia al Kronion:


"… la ciudad yace en la parte occidental de la isla, y cerca de ella, en la extremidad que avanza hacia el islote, se alza el Kronion …”

De las palabras que Estrabón plasmó en su escrito se deduce la existencia de un santuario dedicado al dios Kronos, divinidad griega que se correspondería con el dios púnico Baal Hammon. Muchos historiadores de los dos últimos siglos venían a identificar el "islote" que nos menciona Estrabón en su text, con el actual Castillo de San Sebastián. No obstante, hoy sabemos con toda certeza que el islote o promontorio donde se ubica el referido Castillo se originó como consecuencia de la actividad erosiva del océano Atlántico que baña la ciudad de Cádiz en época posterior a la romana. Por consiguiente, el territorio donde hoy se asienta el Castillo de San Sebastián, formaba, en realidad, uno de los extremos de la isla Kotinussa durante la Antigüedad. Visto de esta forma, dicho "islote" también podría corresponderse con la menor de las islas que conformaba el archipiélago gaditano, es decir, Erytheia, y al referirse a "la extremidad que avanza hacia el islote”, puede ser que aluda a ese sector de tierra que cegó por su parte central el Canal Bahía-Caleta en torno al año 4500 a. C. Por tanto, este santuario también podríamos situarlo, como otra posibilidad, en un sector de la isla de Kotinoussa, en el actual Campo del Sur, concretamente entre el Barrio del Pópulo y el de la Viña. Dicha hipótesis, que apuntaría al área de la Catedral Vieja, ya fue referida por investigadores como Hübner a principios del siglo XX, o García y Bellido en 1942.

Castillo de San Sebastián (Cádiz)

En relación a esta teoría, a comienzos de 1998 comenzó a excavarse en la ciudad de Cádiz un yacimiento arqueológico, sin duda una de las excavaciones más importantes llevada a cabo en la ciudad en los últimos años. Dicho yacimiento, conocido como el “Yacimiento Arqueológico de la Casa del Obispo”, hacía referencia al solar que ocupaba la antigua casa, de ese mismo nombre, en las inmediaciones de Catedral Vieja. Bajo los restos de dicha casa salieron a la luz datos de indudable interés histórico y arqueológico para poder conocer y entender en profundidad la historia de la ciudad.

Desde los primeros momentos de las excavaciones los arqueólogos ya intuían que se trataba de un área de profundo uso ritual o zona sagrada y, más aún, tratándose del lugar donde Estrabón situaba en sus textos el Kronion o Templo de Kronos.

La importancia de este enclave radica, en primer lugar, en que el estudio de los restos y datos obtenidos vienen a explicar las diferentes fases de ocupación de la ciudad, desde los orígenes del Cádiz actual, hasta el Cádiz de nuestros días. En relación a esto se documentaron diferentes vestigios arqueológicos correspondientes al Bronce Final, época fenicia, púnica, romana republicana, romana imperial, islámica medieval y época moderna, resumiendo de manera detallada la historia de la ciudad en sus diferentes fases históricas, y arrojando luz sobre el conocimiento de nuestro pasado más antiguo.


En segundo lugar, los restos hallados y sus estudios derivados permitieron considerar el lugar como uno de los asentamientos fenicios más antiguos de raíz religiosa y dotado de un fuerte carácter sagrado. En cuanto al uso del yacimiento se dejó constancia de la dificultad de conservación de las estructuras domesticas fenicias, debido a las posteriores edificaciones romanas, por lo que aparecieron muy alteradas en ocasiones, así como a posteriores reutilizaciones de los elementos arquitectónicos fenicios en las construcciones romanas que le precedieron. Entre los restos fenicios hallados, destaca la ausencia de grandes estructuras de edificios públicos o civiles que permitieran hablar de la existencia de un gran espacio público de carácter urbano.


En tercer lugar, el yacimiento arrojó datos de gran importancia que sirvieron para comprobar el impacto colonial que tuvo lugar entre el mundo fenicio y la población indígena en torno al siglo VII a. C. En este sentido, es indiscutible que se originó un intercambio no solo económico, sino también de tipo cultural entre el mundo fenicio y los primitivos habitantes del Bronce Final.


En cuarto lugar, los trabajos realizados “in situ” permitieron obtener un mejor conocimiento tanto de la ubicación como de la estructura urbana de la Neapolis romana de Balbo, “el Menor”.


Centrándonos en el yacimiento y sus hallazgos debemos tener en cuenta que todo el conjunto destaca por su carácter sagrado, sobre todo en épocas fenicia y púnica, donde todo parece indicar que nos encontramos ante un santuario o zona ritual, si bien dicho carácter sacro se perpetuó en época romana republicana.

Desde el comienzo de los trabajos que se llevaron a cabo en un área relativamente reducida, el yacimiento comenzó a aportar datos de indudable interés para los investigadores, pudiendo comprobar que los primeros episodios de ocupación del solar correspondió a pobladores indígenas del Bronce Final, lo que permite hablar, por tanto, de una fase de ocupación tartésica. De este periodo salieron a la luz una serie de productos de industria lítica y material cerámico muy deteriorados, que aparecieron en un lugar muy próximo a las estructuras fenicias halladas y puestas en relación con estas, lo que apunta a muestras del impacto colonial que tuvo lugar entre los indígenas y los nuevos pobladores (siglo VII a. C). En base a estos vestigios podía tratarse de un asentamiento del Bronce Final dedicado a la transformación de materia prima, concretamente de cantos tallados o trabajados, apareciendo núcleos y lascas de industria lítica asociados, resultantes de esa fabricación de útiles líticos. No obstante, y según los investigadores, es posible que en este periodo el área tuviese también un uso ritual, como lo atestigua el hallazgo de numerosos restos de cerámica prehistórica, los cuales presentaban en algunos fragmentos restos de pigmentos de color rojo. Concretamente siete de esos fragmentos formaban parte del mismo recipiente y presentaban una decoración incisa de temas geométricos y que se pueden datar en torno al siglo VII a. C.

Perspectiva del interior del yacimiento de la Casa del Obispo (Cádiz) 

Del mismo periodo son diversos materiales cerámicos realizados a mano asociados al mundo indígena, que contrastaban con otros realizados a torno y de factura claramente fenicia. Estos útiles cerámicos, asociados a la cultura indígena, eran cuencos de leve carena que seguían la técnica del espatulado, así como vasos de tipología globular con hombros carenados realizados a mano. Relacionados con estos restos cerámicos, se pudo documentar diversos fragmentos de ánforas fenicias arcaicas, realizadas a torno con una cronología que oscilaría entre finales del siglo VIII a. C. y la primera mitad del siglo VII a. C. Junto a estas piezas y con una cronología de entre la primera mitad del siglo VII a. C. hasta la segunda mitad del siglo VI a. C., aparecieron cuencos de cerámica gris de formas semicirculares, así como fragmentos de platos y cuencos de cerámica de barniz rojo del siglo VII a. C. La aparición de tan diverso material cerámico, fundamentalmente platos, vasos y cuencos, vendría a confirmar el uso ritual o sagrado del yacimiento, ya que, a pesar de haber aparecido algún material anfórico, no sería suficiente para otorgar a esta área un uso económico o industrial.

En cuanto a los hallazgos de época fenicia, (siglos VI-III a. C), salieron a la luz restos de estructuras arquitectónicas, concretamente unas dependencias con planta de forma rectangular o cuadrangular, con muros realizados con la técnica del tapial (encofrado de madera), provistos de un zócalo de piedra ostionera trabada con mortero de arcilla verdosa y desde el cual arrancaba el resto del muro que hacía las veces de pared. El firme de esta estancia estaba realizado a base de un pavimento de arcilla apisonada. El uso al que estaba dedicada esta serie de estancias se desconoce, siendo la única explicación lógica, dada su proximidad y vinculación al gran monumento funerario anexo, y el hecho de estar edificada en el subsuelo, que tuviera un uso religioso de carácter ctónico. Con el transcurrir del tiempo, y ya época romana, se constituyó como dependencias subterráneas del santuario donde acudían los enfermos a practicar sueños curativos (incubatio). En relación con esta estructura se encontró varios fragmentos de una orza del Bronce Final. Estas estructuras fenicias se pueden fechar cronológicamente en su fase más antigua, en torno al 750-600 a. C, aproximadamente. En este nivel arqueológico destaca también una serie de pozos y cimentaciones de arcilla y piedra ostionera asociados a restos cerámicos de la época. De entre estos restos destaca un quema-perfumes que aún conservaba resto de semillas, carbón y arena, restos orgánicos de otra época que posiblemente se emplearon en algún ritual mágico-religioso. Uno de los hallazgos más importantes de este yacimiento, se produjo cuando los arqueólogos sacaron a la luz un gran monumento funerario del siglo VI a. C., que constituyó el origen de un proceso de sacralización de todo el espacio excavado, y que se prolongó hasta la actualidad.

Interior del yacimiento de la Casa del Obispo (Cádiz) 

Este monumento funerario es el único de estas características aparecido en la ciudad de Cádiz, y muy similar a otros conjuntos funerarios hallados en diversas colonias fenicias del Mediterráneo central. El monumento se componía de una tumba monumental, colocada en el interior de una especie de pódium elaborado a base de sillares de piedra ostionera, y sobre el cual pudo hallarse en su día algún tipo de monumento relativo al individuo al que se destinó la tumba, con toda seguridad un líder espiritual o religioso, o bien un importante magistrado que ostentara algún poder civil y religioso en la colonia. Todo este conjunto destaca por su gran envergadura y monumentalidad, albergando una estancia de 2 por 2,50 metros, y que haría las veces de tumba propiamente dicha. El sepulcro estaba cubierto por una gran laja de piedra ostionera situada sobre otra de mayor tamaño y que constituía el cerramiento de la misma. Dicha tumba estaba asociada a otros enterramientos menores, confirmando su uso de área sagrada. En el interior de la sepultura aparecieron restos de un sarcófago de madera junto a los restos muy deteriorados del difunto. En torno al cuerpo, se pudo recoger restos de hilo de oro que formaban parte de la vestimenta del cadáver, lo que demuestra la riqueza con la estaba ataviado el finado, lo que denota la importancia de este personaje entre el conjunto de la sociedad gaditana de la época.

Recreación monumento funerario de la Casa del Obispo

Pero aún estaba por aparecer entre los restos del cadáver un hallazgo espectacular, un anillo de oro de calidad extraordinaria, datado en el siglo VI a. C., reforzando, aun más si cabe, la teoría de que el ocupante de la tumba fuera un alto dirigente religioso de la comunidad fenicia de la ciudad. Tras un estudio detallado de la joya, se dedujo que fue utilizado, al menos, por dos o tres generaciones, pudiendo haber sido heredado de generación en generación, según los investigadores, y que por tanto pasara de sacerdote en sacerdote. Si tenemos en cuenta estas deducciones, la pieza podría pertenecer incluso al siglo VII a. C.


Tampoco su aspecto original era el mismo que el que tiene el anillo en la actualidad, ya que presenta numerosas huellas de desgaste por su uso. Todas estas conclusiones se desprenden del profundo análisis al que fue sometida la pieza por Alicia Perea, investigadora perteneciente al Departamento de Prehistoria del Instituto de Historia del CSIC. Las conclusiones de su análisis confirmaban que el anillo presentaba otro aspecto en el momento de su fabricación, encontrándose actualmente muy desgastado, lo que se vio favorecido, al estar hecha la joya de un oro muy puro, lo que favoreció el proceso de desgaste. El propietario del anillo seguramente era portador del mismo por razones inherentes a su cargo, y en función del mismo la pieza se heredaba de generación en generación, hasta que finalmente, y por causas desconocidas, este individuo fue enterrado con él. Debió tratarse de alguien muy importante, dentro de la comunidad de la antigua Gadir, para que se le hiciera construir un monumento funerario de tamaña envergadura en una zona sagrada. No en vano, el área del yacimiento se sitúa entre las dos catedrales, que, desde tiempos remotos hasta la actualidad, ha tenido la consideración de lugar sagrado y de culto.

Anillo fenicio, yacimiento de La Casa del Obispo

En cuanto a la ornamentación, este anillo se trata de una pieza de orfebrería de extremada calidad, elaborada por un orfebre probablemente zurdo, buen conocedor de las técnicas de orfebrería fenicias, especialmente del granulado. En su parte interior presenta un granulado etrusco de gran calidad, situado en el engarce entre el chatón y el arco. Pero este orfebre también debía ser experto en el arte de la filigrana y la soldadura, realizando un trabajo de gran maestría. Desde el punto de vista estructural la pieza se compone de seis elementos distintos e independientes entre sí, que, una vez obtenidos, se soldaron, dando lugar al conjunto de la pieza. De esta forma nos encontramos con un chatón que incluye la imagen incisa de dos delfines, motivo muy generalizado y recurrente en la iconografía fenicio-púnica, y que aparece frecuentemente en diversas monedas de cuño fenicio púnico de la ceca de Gadir. Además, cuenta con dos cilindros a cada lado, dos flores de loto de inspiración oriental, que hacen de unión entre los cilindros y el aro, un aro conformado por un haz de cordones de hilos de oro. Los laterales del chatón están ornamentados a base de rosetas de filigrana y granulado, y los cilindros y las flores de loto con líneas de gránulos. En el anillo se aprecian señales que indican que, en un determinado momento, fue partido y acto seguido soldado por el orfebre, o bien puede indicar que, en su origen, se tratase de dos piezas diferentes, y, por tanto, perteneciente a anillos distintos que posteriormente se unieron soldándose en uno solo.


El resultado que se obtenía de la excavación, y del material arqueológico aportado y estudiado, apuntaba a que se trataba de una zona destinada a ritos de carácter sagrado asociados a la divinidad, pudiéndose tratar de algún santuario o área ritual, la cual fue respetada por los romanos al establecerse en la ciudad posteriormente. También cabe destacar varias piezas cerámica de gran interés, como son las piezas de cerámica ática del siglo V a. c, los restos de vajilla tipo “Kouass”, característica del área económica y cultural del “Círculo del Estrecho”, datada en el siglo III a. C., y cerámica a la almagra, de engobe rojo del siglo VII a. C., muy similares a las halladas en el poblado fenicio de Doña Blanca.

De época romana republicana, el yacimiento cuenta con diversas estructuras en un magnifico estado de conservación, como los restos de una fuente que conserva su sustentación y canalización, que parece estar relacionada con unas piletas pequeñas destinadas a la ablución religiosa. Este elemento ritual explicaría como los romanos perpetuaron el área como lugar sagrado. En un principio los arqueólogos se plantearon la hipótesis de que tales piletas pudieran formar parte de las termas romanas de la Neápolis, o incluso otro tipo de edificación asociada al foro, pero finalmente se desechó esta teoría. Como revestimiento de esta fuente cuadrada, apareció un mosaico de opus signinum y opus segmentatum.

Asociados a estos elementos, aparecieron diversos objetos de carácter lujoso o suntuario, como un quema-perfumes con una Koré, ungüentarios de cerámica y vidrio de una gran calidad y de gran sentido religioso o espiritual. En este nivel arqueológico también se encontró restos de pavimentos, ánforas usadas para el transporte de productos derivados del pescado, restos de cerámica campaniense de barniz rojo pompeyano, un tapón y restos de un guiso a base de caracoles y conejo, entre los restos de un recipiente de cocina. Debemos destacar también restos de estructuras pertenecientes a un muro de un metro de espesor y contrafuertes de tres columnas sobre las que al parecer se asentaba el criptopórtico.

Criptopórtico de la Casa del Obispo

De entre los hallazgos de esta época destaca sobremanera una cisterna monumental que tenía como finalidad la recogida de agua procedente de la lluvia, en una época en la que la ciudad carecía de acueducto que transportara el agua de otras zonas. A pesar de que cronológicamente data del siglo II a. C., por sus características estructurales se remontaría a la época fenicio-púnica. Sus dimensiones son de 6 metros de largo por 1.5 de ancho y 2 metros de profundidad, lo que le confería una capacidad máxima de 52,14 metros cúbicos de agua, similar a otras del mismo tipo aparecidas en la ciudad. Fue excavada parcialmente en la roca y sus muros presentaban una factura de restos de la piedra local, mezclada con arcilla. Se dividía en sendos compartimentos, cada uno de los cuales disponía de un pozo de extracción, uno circular y otro cuadrangular. Para recoger el agua se había practicado un gran óculo realizado en un extremo de la cubierta. Sus paredes, en su interior, están enfoscadas a base de sucesivas capas de una mezcla de cal y arena, lo que dotaba de impermeabilidad al conjunto de la obra. En la zona coincidente entre la parte baja de la pared y el piso se encuentra un baquetón, con el objeto de facilitar su limpieza. La cisterna apareció bajo un gran paño de pavimento romano. Tras la construcción del acueducto en el siglo I cayó en desuso y se abandona, edificándose sobre ella un santuario al que pertenecía el importante paño de pavimento mencionado.

Cisterna, siglo II a. C., yacimiento de La Casa del Obispo

La cisterna apareció cubierta por sillares de piedra ostionera de gran tamaño dispuestos a dos aguas para facilitar la conducción y recogida de aguas. Como elemento negativo hay que hacer constar que la construcción de la cisterna destruyo los niveles arqueológicos precedentes de época fenicia, lo que supuso una grave dificultad para proceder al estudio completo de los restos. También del siglo II a. C. los arqueólogos pudieron recuperar una cisterna con pozo de recodo.


En la ciudad gaditana desde hace tiempo han ido apareciendo cisternas similares a las del yacimiento de la Casa del Obispo, realizadas con la misma técnica constructiva como la hallada en las recientes excavaciones llevadas a cabo en el solar del antiguo Teatro Cómico, en las inmediaciones de la Torre de Tavira. Dicha cisterna era un depósito de agua asociado a una factoría de salazones.

Otra cisterna, de similares características a la hallada en el yacimiento de la Casa del Obispo, fue la encontrada en un solar de la c/Viento, datada en el siglo I que formaba parte de la Neápolis o Ciudad Nueva, y que se corresponde con la época de mayor esplendor de la Gades romana. Esta cisterna presentaba planta rectangular con paredes a base de mampuesto de piedra ostionera trabada con arcilla y recubierta de un enlucido de cal y arena u opus signinum, muestra del habitual revestimiento hidráulico del que hacían gala las construcciones romanas de este tipo. Las dimensiones de dicho depósito eran de 5 metros de largo por 1,5 de ancho y 3 metros de profundidad. La cisterna estaba cubierta con sillares de piedra arenisca con disposición a dos aguas. En el momento de su hallazgo fue la primera aparecida en la ciudad con la cobertura a dos aguas.


De época imperial romana se rescató una galería semisubterranea o especie de criptopórtico que, en un principio, hizo pensar que servía como vía de comunicación entre los diferentes edificios públicos, aunque los arqueólogos le encontraron un sentido bien distinto, al formar parte del pórtico de incubación, donde las personas aquejadas de alguna dolencia física, por medio de sus sueños, entraban en comunión con los dioses para el diagnostico y tratamiento de sus enfermedades. Arquitectónicamente presenta una bóveda de medio punto con arcos fajones realizado a base de sillares de pequeño tamaño o sillarejos. La bóveda descansa sobre un muro púnico y tres pilares de época republicana. En las zonas intermedias se utilizó como material el opus incertum. La bóveda termina de forma natural en una pared excavada en la roca. Cronológicamente esta galería esta datada en el siglo I y sus dimensiones son de unos 4 metros de anchura por 4 metros de altura. Anexas a este espacio abovedado, aparecieron diversas estancias con suelo de opus signinum situadas en torno a los edificios públicos. Asociada a estas estancias hay que destacar una puerta de 2 metros de altura por 1 metro de ancho, con un hueco donde se insertaba la bisagra de madera perteneciente a la misma época, y asentada sobre un piso elaborado a base de cal y cerámica (opus signinum). En una de estas estancias aparecieron varias ánforas, por lo que podría tratarse de un lugar de almacenaje de este tipo de recipientes destinados al envase y transporte de aceite y otros productos, conservándose aún, en el fondo de uno de estos envases, los restos de un guiso elaborado a base de erizos de mar. En otra de estas dependencias se encontraron apilados algunos ladrillos sin utilizar. En este nivel también se pudo documentar gran variedad de elementos arquitectónicos, como cornisas y molduras de mármol pertenecientes a entablamentos de edificios públicos de gran tamaño, paredes de estuco policromado rojo y blanco con dibujos geométricos, la cimentación de un pórtico columnado, una fuente pequeña con fondo de mosaico, además de otros muchos elementos como monedas de la primera mitad del siglo I, cerámica de gran calidad, alguna de ellas conservando el “tituli pictii” con los datos del distribuidor, amuletos y restos de una estatua de mármol.


De esta misma época son una gran variedad de piezas de estuco, morteros y molduras donde se representa con una técnica magistral diversos motivos figurativos, tal como son figuras humanas, detalles de sus vestiduras y tocados, elementos arquitectónicos, e incluso una clava o maza sustentada por una mano que nos induce a pensar que pudiera tratarse del mismísimo Hércules. Según datos de los investigadores, estas piezas de estuco policromado pertenecían a una fuente y a las paredes de una edificación romana. En su elaboración se aplicó la técnica de pintura al fresco empleándose una gran variedad de colores, todos ellos muy vivos, haciendo gala el artista de una depurada técnica. A pesar de que los hallazgos correspondientes a esta época, se continúa confirmando la importancia de la zona como lugar sagrado o ritual, y se va apreciando cada vez más un mayor desarrollo urbano, del que surgen importantes edificios públicos, razón por la cual, la zona, aún conservando ese sentido sacro, poco a poco comenzó a perder esa funcionalidad marcadamente religiosa de épocas anteriores.


Tras más de diez años de trabajo, los arqueólogos que sacaron a la luz este yacimiento, Álvaro Cánovas y Carmen Giral (pinturas), Ángel Ventura y Juan de Dios Borrego de la Paz (elementos decorativos arquitectónicos, escultóricos y epigráficos) y José M. Gener y Juan M. Pajuelo (arquitectura y estratigrafía), entre otros muchos profesionales, consiguieron interpretar todos estos datos, en muchos casos aislados o descontextualizados, llegando a la conclusión, después del estudio piedráfico, la investigación de los fragmentos de escritura, y del estudio de las pinturas y análisis arquitectónico (de elementos constructivos y decorativos), que este recinto estuvo destinado a un santuario y hospital,contribuyendo al proceso de sacralización de este espacio hasta la actualidad.

Pintura al fresco, época romana, yacimiento arqueológico de La Casa del Obispo

Esta espiritualidad del terreno pudo arrancar definitivamente en época púnica, alrededor del siglo VI a. C., y a partir de ese preciso momento cronológico el espacio fue teniendo sucesivos usos religiosos. En el siglo II a. C., se llevó a cabo la construcción del Asklepeion, que se mantuvo en activo hasta el siglo II de nuestra era. Posteriormente se usó como necrópolis visigoda en el VI, su situación aledaña a la mezquita en la época musulmana y su final destino cristiano a partir de la anexa Catedral Vieja en el siglo XIII, confirman esta idea de espacio sagrado. A pesar de que del resultado de las investigaciones se haya concluido en que parte del yacimiento se correspondería con un santuario, no existen pruebas rotundas que nos lleve a afirmar que se trataría del Kronion gaditano, pero si refuerza la teoría de que en la antigüedad, y concretamente en la época que nos ocupa, Cádiz llego a tener una importancia religiosa de primer orden en el ámbito del Mediterráneo.

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