Año 1984. Por entonces me había trazado el objetivo de escalar las majestuosas montañas de esta tierra que me vio crecer, aprovechando la temporal estadía de fines de semana en la solariega casa de mi padre don José Maeda Montenegro, conservacionista pionero que me introdujo en el fascinante mundo de la investigación y de la incesante e incomprendida labor de la protección de nuestro patrimonio cultural. Fue en enero de 1984 que inicié la exploración del gran cerro “La Calera”, ubicado a 3.5 kms al sur –este del poblado de Batán Grande, Provincia de Ferreñafe, Perú,conocido por los lugareños por la producción artesanal de cal (óxido de calcio). Por entonces tuve que atravesar el denso bosque de aproximadamente 1.200 Ha, pobladas mayormente de algarrobo, zapote, bichayo y cuncuno; el bosque se tornaba casi impenetrable después de cruzar “El Zanjón”, originalmente una quebrada, cauce natural que es producto de las aguas de las quebradas de los cerros que conforman la planicie aluvial conocida como la “Pampa de Chaparrí”, toponimia derivada de la majestuosa montaña temida por sus famosas leyendas de “encantos”, hoy, la primera Reserva Natural Privada de Perú, el bosque denso ha sido depredado casi por completo por los invasores provenientes de la sierra cajamarquina, que solo trajeron desolación y ruina al sector. Después de escalar casi 350 metros de agreste pendiente, por el extremo del lado este, llegamos al extraordinario complejo arquitecturado con roca caliza, cuya parte central se ubica en el segundo de los tres sectores en que hemos dividido el complejo por razones topográficas. Desde aquí, el dominio visual del valle La Leche es impactante, con acceso directo al control de los canales prehispánicos intervalles Raca Rumi y Taymi que derivaron agua desde el Chancay hasta La Leche pasando por la actual tasa de Tinajones y atravesando la gran Pampa de Chaparrí, en donde los canales se confunden con las fallas geológicas que identificamos en 1988 (J. Maeda A: 1988): estas fallas o grietas parecen canales de irrigación a simple vista y, en algunos sectores, se ubican paralelamente al Raca Rumi, que recorre casi 45 Km desde Carniche Alto en el área de Chongoyape. El complejo de ingeniería y arquitectura pétrea resultaba ser, indudablemente, el más grande y mejor conservado de los valles lambayecanos, que mereció primera página en el diario La Industria de Chiclayo (25.01.84) y atención especial en el Simposium Nacional Arqueología Norteña (Chiclayo, Hotel de Turistas; 1986). Con el apoyo de Concytec (1985) recorrí varias veces las quebradas y la agreste topografía de “La Calera”, midiendo y recolectando tiestos (alfarería prehispánica) cuya clasificación e identificación la hice con asesoría del arqueólogo Izumi Shimada, realizando fotografías, etc., y bajando casi al anochecer. Últimamente nos inquieta la idea de volver. Pasadizo en cerro La Calera “La Calera” forma parte de un conjunto de cerros que conforman una larga formación orogénica con presencia de recintos amurallados ubicados en el margen sur del río La Leche que constituyeron un bien diseñado sistema de administración y control de un vasto complejo agro-industrial que incluyó la distribución de caudales de agua para uso agrícola, la explotación de minerales metálicos (cobre, arsenopirita) y no metálicos (cal, como elemento fundente y constructivo; caolín, etc.), la producción metalúrgica en gran escala y la explotación evidentemente racional y sostenida del bosque seco, que hasta los años setenta, e incluso ochenta, hicieron de Batán Grande el “Paraíso del Algarrobo” no imposible de conservar aún. Para una mejor interpretación y elucidación del conjunto arqueológico y su ecosistema logramos el escalamiento y la exploración de la estribación andina que corre desde Ferreñafe hasta Chongoyape, es decir, casi 50 Km longitudinales de cerros amurallados que la tradición cultural Muchik conoce como “Cerros Machos” (Jorge Sachún Cedeño: inf.oral, Julio 2005), asumiendo las murallas circulares como “collares” de los Apus o los Alec Pong (Piedra o Cerro Sagrado) de los Muchik que bautizaron precisamente a la Pampa de Chaparrí como “Patpong” o “Patapón” (Pat=entrar, Pong=cerro), la “entrada de cerros” que también bautiza al sitio de Pátapo. El proceso constructivo con roca caliza que combina recintos cuadrangulares, rampas, murallas en talud con altura de 5,5 metros, monolitos con depresiones cóncavas, petroglifos, etc., es siempre el mismo en los cerros que logramos documentar de oeste a este: Tres Tomas, Luzfaque (Lochfac), Tambo Real (extenso complejo de recintos de roca diorítica que recorrí también con Christopher Donnan y después con Anne Helsley, ambos arqueólogos), Cabeza de León (petroglifos), Cerro del Venado en Motupillo (monolitos de diorita con depresiones cóncavas que pudieron tener uso como observatorios astronómicos llenando con agua las concavidades que, cual espejos, reflejaban las estrellas para reproducir así algunas constelaciones), Huaringa, Chumiñán, Colorado (petroglifo: ver J.M.A 1982), El Poncho, La Chanamé, Patapón y Cerro de Arena. Gradas que facilitan la ascensiòn del cerro en la parte este. El cerro o montaña Chaparrí nunca lo pude escalar, a pesar de que estuve cerca mas de una vez. En la superficie de las partes altas del cerro recogimos tiestos (perfiles de alfarería que incluyen jarras de la fase moche V parecidas a las reportadas por Kent Day en Pampa Grande en 1975, así como cerámica utilitaria de Cican, siendo abundante la presencia de alfarería utilitaria o doméstica de la fase Chimú-inca e Inca provincial, asociada a las construcciones pétreas principalmente. La ocupación intensiva de “La Calera” se dio entonces, desde la fase tardía de Cican (ca.1250 d.C.) y su funcionabilidad como centro administrativo y de control de esta parte del valle conocido antiguamente como “Lamcarlech” (Cabecera de Agua) o La Leche para los escribanos mal entendidos en la lengua muchik, fue continuo incluso durante la fase inca provincial (ca.1460 d.C.). Su asociación física con Cerro Blanco, antiguo yacimiento de cobre y arsénico -pirita a un Km de distancia aproximadamente, hacia el este- y con Cerro La Huaringa, en cuya parte baja, lado oeste, se ha documentado el taller principal de procesamiento metalúrgico para producir bronce arsenical, hacen de “Calera” un enclave estratégico y un bien concebido proyecto de ingeniería que mantuvo el control de la producción industrial de bronce y laboreo metalúrgico de oro, plata y tumbaga (oro con cobre) que, desde Batán Grande, conocido como Cican desde 1596 (archivo documental del autor), se distribuyó mediante la red de caminos que unían a la capital del Estado cicano (ca.800 d.C. -1100 d.C.) con Pachacámac y la parte norte de Ecuador, en donde Olaff Holm (1966-67) reportó pioneramente las “hachas-monedas” que tal vez , sirvieron de especie de monedas aún en la colonia (M.Rostworoski: 1970): recuerdo haber visto cantidad considerable de estas piezas metálicas de tumbaga en una tumba “huaqueada” el lado sur-este de huaca “Las Ventanas”, que Asborn Pedersen rebautizó como “Huaca Menor”(1976). Se cree que ha sido la tumba mas grande y rica en parafernalia ritual encontrada hasta el momento. Cerro Chaparrí Sin duda impresionante… el “Choquequirao” costeño, diría yo. Para llegar a la unidad central en la cima del sector II, la pendiente se hace menos agotadora mediante plataformas escalonadas en las que se ubicaron recintos pequeños. La impresionante construcción tiene orientación norte-sur; el ingreso es un corto pasillo flanqueado por dos rampas, una hacia el este y la otra hacia el oeste, y ambas rampas ascienden salvando un total de nueve niveles de plataformas que en conjunto constituyen una estructura que semeja a un anfiteatro; las rampas finalmente tienen acceso a recintos que a su vez se comunican mediante pasadizos de 1,50 metros de ancho y 2.50 metros de altura. El uso que debe de haber tenido el “anfiteatro” diversifica las funciones del complejo arquitecturado, emplazándose estratégicamente en la agreste topografía del yacimiento calizo. Durante su vida útil, “La Calera” tuvo una vista impresionante con sus estructuras techadas con caña brava y barro; dentro de los recintos aún se pueden encontrar restos de estas techumbres totalmente calcinadas, que indican un virtual incendio, quizás, ante un eventual abandono posiblemente pacífico; por lo menos, en superficie, no hemos encontrado restos de osamentas humanas que puedan indicar lo contrario. En el Sector I, un recinto cuadrangular recuerda el diseño inca, evidenciando ocupaciones continuas de grupos de poder. Las estructuras más impresionantes constituyen, sin lugar a dudas, sólidas murallas con una altura de 5,20 metros -o, mejor dicho, hipotenusa- que hacen un talud de 1:3, significando entonces un ángulo de inclinación de 60 grados, que es su buzamiento exacto; un simple cálculo trigonométrico nos indica una altura -vertical absoluta- de 4,50 metros. Pero no solo las proporciones monumentales son impactantes: las murallas en talud han sido construidas precisamente al borde de las fuertes pendientes; solo una angosta acera de aproximadamente un metro de ancho separan los gruesos muros de los precipicios. La monumentalidad del complejo construido sugiere importante inversión de fuerza de trabajo y un régimen de autoridad planificado y piramidal. La ingeniería de la construcción merece atención aparte: si las murallas hubieran sido verticales, su vida útil quizás hubiera sido muy corta. Estas estructuras en su parte superior, rematan en un parapeto que es el límite frontal de una acera, desde donde los observadores dominaron visualmente el entonces denso e impenetrable bosque seco, casi el mismo que atravesé por los años ochenta, hoy lamentablemente depredado en más de un millar de hectáreas. Todo el complejo fue construido utilizando la roca caliza partida en su clivaje o crucero natural que le otorga su forma paralelepípeda, lista para ser asentada “en seco”, sin utilización de mortero alguno; en algunas partes se utilizó el mortero de arcilla que dio suficiente estabilidad a todas las estructuras. Precisamente, hemos visitado varios sitios del valle durante el evento de El Niño en 1983, uno de los mas fuertes que yo recuerdo, tan intensos en la zona de Batán Grande como el que observé todo el año de 1998 en Piura. La presencia de gente especializada es evidente en “La Calera”. El hallazgo de hasta dos monolitos con depresiones cóncavas de roca caliza, similares al de diorita que documenté en cerro Motupillo (J.M.A: 1986) sugieren observaciones astronómicas; las depresiones que llenan de agua funcionan como espejos utilizados en las noches y permite observar las estrellas en su reflejo. Han sido documentados en diferentes sitios: Chavín de Huantar, Udima, Penachí, etc., asociados a construcciones formativas (ca.1000 a.C.); tanto en “La Calera” como en Motupillo, los monolitos están en contexto espacial con construcciones con ocupación intensiva bastante tardía. Petroglifo Finalmente, la ubicación de posibles hornos de cal precolombinos o simples depósitos en la parte noreste del cerro -Sector III- reconstruyen todo un complejo agro-industrial que tuvo intensiva función, principalmente metalúrgica, casi quinientos años consecutivos desde abarcando todas las fases Cican (650-700 d.C.-1100 d.C.), Chimú e Inca provincial, tal como hemos aceptado la injusta diferenciación estilística de los arqueólogos, principalmente alfarera, metalúrgica e iconográfica del pueblo Muchik, que, como cultura y raza, vive aún…, teniendo hasta hoy en día, obviamente, mucho más que las cinco fases que definió don Rafael Larco. Con mucha razón y sabiduría muchik, el antropólogo Víctor A. Rodriguez Suy Suy ha preguntado: “¿y a qué fase pertenezco yo?”. 5 NOVIEMBRE, 2019 (original)
Maeda Ascencio, José: *1982: “Descubrimiento de extraño petroglifo”. La Industria, 4 Octubre, pág 02. 1984 : a).- “Complejo arquitectónico descubren en La Calera” * La Industria, 25 de Enero, pág 01. b).- “El Complejo arquitectónico de La Calera”, La Industria, 04 de Febrero, pág 02. c).- “Cerro La Calera y el Conjunto Agro-industrial del Horizonte Tardío en el Valle La Leche” . I Simposium sobre Arqueología en el Dpto. Lambayeque”, Organizado por el Centro de Estudios Arqueológicos de Lambayeque (CEAL) y CONCYTEC. 1985 : a).- “Estudio de Arquitectura e Ingeniería de construcciones en cimas de cerros en el Valle La Leche. Informe presentado a CONCYTEC, Lima, Perú. b).- “Horizonte Intermedio Tardío” en: “Presencia Histórica de Lambayeque”, edit. Eric Mendoza S; con: I. Shimada, James Vreeland y otros. 1986: “Monolitos de Batán Grande”, La Industria, 26 de Enero, pág 02. 1988 : a).- “Falla Geológica absorbe agua del Valle La Leche”, La Industria, 08 de Junio, pág 01. b).- “Falla Geológica causa pérdida de volumen de agua de un río” El Comercio, Lima, 11 de Junio, pág 01, año 149,Nº 79125. c).- “Falla Geológica en el Valle La Leche” La Industria. 14 de Agosto, pág 02. Pedersen, Asborn: 1976 : “El ajuar funerario de la tumba de Huaca Menor de Batán Grande, Lambayeque, Perú”. Actas del 41º Congreso Internacional de Americanistas, 2:60-73, México. |
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