Richard P. Schaedel: el más grande muchikólogo del área andina.


El 9 de diciembre del 2005 falleció el prestigioso antropólogo peruanista Dr. Richard Paul Schaedel (izquierda) en St.Ignace, Michigan, en los EE.UU, a los 85 años de edad, víctima de una neumonía y otras complicaciones.

Nacido en Newark, New Jersey, el 17 de Agosto de 1920, en el hogar de don Joseph Schaedel y doña Anna Louise Haug Schaedel, de ascendencia alemana. Su única ascendiente viva es doña Pula Mueller, hermana de su padre. Evidentemente, enamorado empedernido, Richard Schaedel se casó tres veces: su primera esposa fue Mary Carol Antonin con quien tuvo tres hijos: Leoncio, Richard y Daliah; luego contrajo matrimonio con Carmen Martner con quien tuvo un hijo: Marcos Nicolás Schaedel, y en su último compromiso con doña Eva Oracova tuvo una hija: Delia Anna Louise.

 

Durante la segunda guerra mundial se alistó en el ejército de los EE.UU sirviendo como radiologista y lingüista; estudió antropología en la Universidad de Wisconsin, en donde obtuvo su bachillerato en 1942, y luego se doctoró en la Universidad de Yale junto a su compañero Wendell C. Bennett, que trabajó ocho meses en la costa norte de Perú en 1939.

Schaedel inició su trabajo profesional en el Departamento de Estado de los EE.UU; su interés por el mundo andino lo llevó a Venezuela, luego a Haití y Perú, país del cual se enamoró definitivamente. Aquí fundó el Instituto de Antropología en la Universidad de Trujillo, y desde 1960 será profesor de la Universidad de Texas, desde donde centró sus investigaciones en Perú, país al que dedicó el resto de su vida.

Schaedel habló y escribió solventemente en inglés, español, francés, alemán y ruso; su interés por difundir sus investigaciones sobre el área andina lo llevó a viajar a Europa varias veces, publicando especialmente en alemán. Fue condecorado como Profesor Emérito de la Universidad de Texas y Doctor Honoris Causa de la Universidad de Trujillo en 1987, de la cual fue Profesor Emérito Trabajó intensamente con el objetivo de reivindicar al pueblo nativo muchik, al que estudió y amó, anhelando el establecimiento de su independencia cultural y económica, y, por ello, planteó la necesidad de formar la gran Confederación de los Muchik, pueblo étnico que vive en casi toda la costa central y norte de Perú.

Antropólogo, arqueólogo y filósofo, finalmente se convirtió en el más agudo y sistemático etnógrafo andino, enfocando y elucidando el origen, la vida, el desarrollo y la problemática de las culturas peruanas, en especial de los muchik, continuando la labor pionera de don Hans Henrich Bruning Brooksted, ingeniero alemán que llegó a Perú en 1875 en donde vivió medio siglo, y de quien Schaedel es su principal biógrafo, considerándolo como el primer etnógrafo en Perú, comparándolo con Otto von Buchwald, etnólogo autodidacta que residió en Ecuador. El peruanista Richard P. Schaedel fue uno de los principales propulsores en la fundación del Instituto de Estudios de América Latina. Más de 60 doctores discípulos suyos continúan su legado, algunos en Perú. En sus últimos años fundó la organización de Los Consultores Ecuménicos, en donde se integran científicos, religiosos y filósofos comprometidos en el entendimiento y cooperación de la cosmovisión étnica en el mundo, con el propósito de proteger las culturas nativas y étnicas ante la amenaza de las culturas dominantes.



EL ANTROPÓLOGO ANDINO

Sus primeras investigaciones en Perú datan de fines de los cuarenta; en 1948 recorre el Callejón de Huaylas estudiando las construcciones funerarias de piedra y otros monumentos arqueológicos; el mismo año Schaedel reporta parte de los relieves ornamentales descubiertos en Chan Chan; continúa recorriendo el Perú y documenta en 1951 los famosos murales de Pañamarca con la asistencia del artista peruano Pedro Azabache. Su interés por elucidar la relación entre las construcciones monumentales y centros urbanos con las áreas agrícolas derivan en su trabajo “Major Ceremonial and Population Center in Northern Perú”, expuesto en el 29 Congreso Internacional de Americanistas en Chicago, así como un artículo sobre las ciudades-prehispánicas- perdidas en Perú.

Con el mismo interés recorre e investiga las zonas de Arica y La Serena en Chile, así como Venezuela en 1962; sus estudios de la relación del medio ambiente y el desarrollo de las culturas andinas, que Schaedel denomina “ekística”, data ya de 1966. Resulta ser pionero también- después de Brüning, a quien reconoce como el primer etnógrafo en Sudamérica- en la introducción de la etnografía en nuestro país; hace un análisis del aporte etnográfico de la obra del famoso Obispo Baltasar Jaime Martínez de Compañón y Bujanda, de tantos comentarios en estos últimos años a raíz de la publicación de sus escritos o informes y las acuarelas incluidas en los mismos que datan de fines del siglo XVIII.

Richard Schaedel (izquierda) logra desarrollar su tesis de la relación del desarrollo urbano y los centros ceremoniales con las áreas agrícolas; en sus trabajos advertimos que el investigador denota al mismo tiempo su rigor científico, sus dotes de exquisito escritor, pocas veces visto en colegas suyos, que muchas escriben “fríamente”, sin considerar el arte de la literatura. Schaedel hace gala de ello en su meticuloso trabajo de auscultación biográfica, antropológica, paleotecnológica, lingüística y etnográfica de don Enrique Brüning (1988). Su visión fue amplia respecto a la organización social, la demografía y el desarrollo de los antiguos pueblos andinos y centro americanos, investigando incluso también en Haití. Estos estudios sirvieron de base para desarrollar su tesis sobre el origen del Estado en América y su desarrollo social, concebida en 1970 y expuesta en 1972. Con esta perspectiva antropológica y política publica en 1976 su trabajo “Las Ciudades de América Latina y sus áreas de influencia a través de la historia”.

Estudió también los asentamientos urbanos y su organización socio-productiva con una macro visión andina. Me afirmó (inf. personal: 1983) que lo que denominamos cultura “Cican” (Maeda: 1982; Shimada:1985) o “Lambayeque” (Larco:1948) fue el primer Estado Prehispánico Andino (post Wari), observando así la tesis de Luis G. Lumbreras sobre el primer Estado andino con los Wari. Sus trabajos pioneros en la arqueología lambayecana hacen que se le otorgue credibilidad científica a su información; tomó interés en un artículo que apareció en el diario La Industria de Chiclayo (01/10/1955) firmado por un periodista y aficionado local , don Lorenzo S. Orrego, en donde describía parte de un mural policromo dejado al descubierto por “huaqueros” de la llamada “Huaca Pintada” de Illimo. Su estudio sobre el mural fue publicado en 1978 (ver bibliografía).

Hay que resaltar también la honestidad y ética de Schaedel al hacer énfasis en la fuente, aún siendo ésta “no científica”, honestidad que no se observa en algunos profesionales que muchas veces obvian citar a los articulistas, investigadores o eruditos locales o a los mismos “huaqueros”, que casi siempre son, precisamente, la fuente inicial de sus estudios y posteriores publicaciones, ya que no es novedad que gran parte de sistemáticos trabajos arqueológicos son antecedidos precisamente por sendos descubrimientos fortuitos. Jorge Sachún, antropólogo y discípulo del “Apapek” o “ Maestro” como el bien llama a Schaedel, me dice que la canción preferida del muchicólogo era, paradójicamente, el tondero “El Huaquero”, y él mismo se hacía llamar “El huaquero viejo”, o también “Ansumito”.

Por otro lado, el comportamiento y las vivencias personales con las comunidades nativas del norte peruano reflejan en Richard Schaedel su grata admiración por Enrique Brüning, a quien dedicó años de estudio llegando a investigar detalladamente su legado documental, arqueológico y fotográfico depositado y conservado en el Museo Etnográfico de Hamburgo. De Brüning creo que el maestro asimila lo grato y útil de compartir vivencialmente horas, días y hasta años para poder, finalmente, captar in situ la vida de los pueblos nativos. Ya en 1977 hace una semblanza del investigador autodidacta alemán en coautoria con Leticia Gonzáles; con I. Shimada escribió una descripción de los investigadores y sus trabajos arqueológicos en Perú desde 1946 a 1980 (Schaedel y Shimada: 1982). Logró una concepción cabal sobre la organización inca y el devenir histórico en la colonia temprana en relación con el manejo de la tierra. Sin embargo, Schaedel, nunca ocultó su amor y admiración por el pueblo moche. Lo encontré en 1989 en Batán Grande, recorriendo la gran “Pampa de Chaparrí” junto a su inseparable compañero y discípulo muchik Dr. Víctor Antonio Rodríguez Suy, y recuerdo aún su invitación un 6 de Noviembre 1998 -once años después- para pasar todo un día y la noche con los pescadores muchik de Chuyllachi, en Piura, con quienes disfrutaba su temporal estadía a orillas del mar. Recuerdo que llegó acompañado por el ya fallecido antropólogo muchik Víctor Fiestas Martínez; al día siguiente enrumbó a Penachí..



SCHAEDEL Y LA CONTINUIDAD CULTURAL MUCHIK

El convencimiento de la necesidad de conservar la cultura del pueblo muchik en todos sus aspectos es puesto de manifiesto por R.Schaedel en su artículo “2.000 años de continuidad cultural de los muchik en la costa norte del Perú” (1987), en el que propone poner en práctica toda una estrategia para que las comunidades muchik se desarrollen económicamente independientes; piensa que el rescate de paleotecnologías abrirían ésta posibilidad, y, en efecto, comunidades como Mórrope (Lambayeque), Simbilá, Chulucanas, La Encantada (Piura), obtienen un medio de vida en la alfarería, inclusive conservando técnicas que datan del Horizonte Medio (800-1.200 d.C), como es el caso del decorado mediante el “paleteado”, y hasta se ha llegado a exportar a Japón y EE.UU productos manufacturados como ovillos de hilo de algodón nativo (Gossipium barbadense) y se industrializa una especie de pantalones “blue jeans” con esta fibra nativa, pero, hay que decirlo, explotando a los artesanos y artesanas muchik a quienes se les paga simplemente como obreros. Schaedel hace referencia también de las técnicas de regadío factible para irrigar y ahorrar agua, ya observadas pioneramente por Larco, Víctor A. Rodriguez Suy hasta James Kuss. La independencia socio-económica entonces, evitaría la extinción cultural y étnica de la milenaria cultura muchik, que en realidad hace su aparición desde los albores del desarrollo de las culturas andinas, en el Horizonte Formativo (1.000 a.C.- 100 d.C.), en donde ya se diferencian con algunos toponimios como Cupisnique, Salinar, Virú o Gallinazo, Ñañañique, Kuntur Wasi inclusive, como diferentes expresiones “culturales”, cuando en realidad se trata del desarrollo integral, espacial y temporal, de un mismo pueblo, de una misma raza: la muchik, que ha logrado subsistir a través de tres mil años consecutivos.

Schaedel calcula que la época crítica de los muchik fue a mediados del siglo XVIII, cuando de un millón o millón y medio de pobladores, la población muchik bajó a casi veinte mil individuos; éste período al que se refiere fue quizás el comprendido entre los años 1830 a 1845; sabemos que las causas de muerte fueron principalmente las enfermedades endémicas como la peste bubónica, los eventos catastróficos de El Niño Oscilación Sur como los ocurridos en 1720, 1728, 1771, 1828, 1866, 1871; en la quebrada de Sincate en Mochumí Viejo he visto en 1984 un antiguo “cementerio de los bubónicos”; así mismo, diezmaron la población nativa la sobre explotación en los obrajes, minas, conflictos bélicos, etc; pero aún así, los muchik se han conservado como grupo étnico, con poco mestizaje, por lo menos desde Tumbes hasta el sur de La Libertad. Lamentablemente su idioma o lengua conocida como “muchik”, “yunga” o “chimo” ya está extinguida, aunque todavía la escuchó profusamente don E. Brüning por los años veinte, así como otros investigadores, quienes ya expresaban su preocupación por el poco interés que tenían los jóvenes descendientes muchik por conservar su lengua nativa; el etnógrafo alemán aseguraba que se debía a que “sentían vergüenza” de hablarlo.

La convivencia que practicó Brüning con los muchik, como el hecho de ir a vivir a Eten entre 1906 a 1909 para estudiar su lengua, es resaltada por R. Schaedel, quien aplicó la misma práctica y métodos; el filósofo y antropólogo norteamericano denunció en varias oportunidades el hecho de que algunos antropólogos y arqueólogos explotan, para su beneficio personal de fama o enriquecimiento, la sabiduría muchik que poseen de relación con la naturaleza y de su vivencia práctica; ésta fue su prédica al final de su vida y Schaedel no se equivocó. Algunos arqueólogos llegan, bajo pretexto de estudios científicos, a llevarse al extranjero el material rescatado en excavaciones, con lo que pagarían a ciertas universidades y fundaciones que aseguran económicamente cada una de las valiosas piezas de arte; al respecto, en esta corriente hay críticas responsables que están haciendo prestigiosos arqueólogos peruanos como Daniel Morales (edit. Milla Batres, tomo I: 1997) y Ruth Shady -descubridora de Caral-, así como el ex comercializador de arte holandés Michel Van Rijn que incluso mantiene una página web con constantes denuncias. Vale la pena evaluar los beneficios que generan, por ejemplo, las exhibiciones itinerantes en el extranjero de ajuares funerarios arqueológicos, los cuales generan por año millones de dólares, sin que en la relación de beneficiarios figuren precisamente los descendientes étnicos de los personajes momificados que se exhiben, o bien las ofrendas que les acompañaron en sus cámaras funerarias.

Schaedel fue claro al sentenciar que el arqueólogo o el antropólogo “debe ser al mismo tiempo el investigador y el abogado de los pueblos que estudia”; escribió: “ …nosotros tenemos en gran parte la culpa de haber explotado al pueblo muchik, sea los de la prehistoria o de los actuales representantes, como fuente de datos de la cual hacemos nuestros estudios y a veces las ganancias de las cuales vivimos, sin haber asumido la obligación que debe ser la ética de cualquier antropólogo, de ser al mismo tiempo, el abogado de este pueblo… el pueblo muchik está vivo y sano; la tarea principal para nosotros que explotamos los datos de este pueblo, sea del pasado o del presente, es de esforzarnos para que esta situación mejore” (1989: 2-5; Discurso en ceremonia de apertura del “Centro de Investigación y Promoción del Pueblo Muchik”; Moche; 7/08/89; 8 pp). Schaedel fue el inspirador para la propuesta de la formación de la Confederación de los Pueblos Muchik que actualmente trabajan los antropólogos muchik Rodríguez Suy Suy, Jorge Sachún y otros seguidores del “Apapek” que pretenden, entre otros objetivos, recuperar parte de las tierras primigenias de su heredad, oportuna y justa distribución del agua para sus cultivos, retomar la administración ancestral de su legado arqueológico, tal como ya se practica en Kuntur Wasi (San Pablo, Cajamarca) con la administración del moderno museo de sitio construido por el gobierno japonés a instancias del Dr Yoshio Onuki y del antropólogo J. Sachún; así mismo, hacer respetar su dignidad humana. El trabajo continúa un tanto silencioso, pero sistemático, en aras de la recuperación de uno de los pueblos que han maravillado al mundo a través de sus expresiones tecnológicas y artísticas en diferentes períodos de su desarrollo cultural.

El autor con Richard P. Schaedel



INTERPRETACION ETNOGRAFICA DEL ARCHIVO DE ENRIQUE BRÜNING

Con el título de “La etnografía muchik en las fotografías de H.Brüning: 1866-1925”, Edic. COFIDE, de Perú, dió a luz en 1989 la magnífica obra de R.Schaedel, producto de un sistemático trabajo de revisión, investigación e interpretación de la obra, de don Enrique Brüning a través del Acervo documental que el etnógrafo autodidacta alemán vendió a los museos etnográficos de Hamburgo y de Dahlem-Berlín, respectivamente. Básicamente trata del análisis de un total de 2.123 fotografías que, sumadas así, se reportan por partes al final de la obra; hace referencias también de la revisión de libretas de campo acompañadas de croquis, dibujos y anotaciones. Lamentablemente, Schaedel no desarrolló un proyecto para estudiar la documentación colonial que Brüning dejó en Alemania, aunque esta tarea sugiere un trabajo de tipo etnohistórico; solo un somero estudio bibliográfico o de inventario de esta colección ha realizado el historiador Teodoro Hampe Martínez (Hampe: 2000). Brüning cita (1922: Jayanca), documentos referentes a la hacienda Batán Grande o Sicán, cuyos originales hemos estudiado y adelantado en un artículo publicado en Revista “Umbral” 9-10 (Maeda: 2006) de la Universidad Nacional “Pedro Ruiz Gallo”de Lambayeque, Perú (también en: www.investigacion.com).

Los datos referentes a la transacción y venta de la colección Brüning, tanto con el gobierno de don Augusto B. Leguía Salcedo y Taforo, como con los museos alemanes se pueden analizar en la revista “Arqueológicas” nº 10 (Julio C. Tello y Toribio Mejía Xesspe: 1967: 242-249). Podríamos decir que Schaedel, a partir del material estudiado, pone de manifiesto su gran capacidad de análisis, tanto antropológico como etnográfico, en los diversos capítulos que comprende la obra; es enfático al hacer hincapié el menosprecio hacia el “campesino” (o al natural, al moche, al aymara, al quechua) que capta en los escritos de pioneros de la antropología como Bandelier, Tshudi, Markham, Wiener, Middendorf, Bastian, Squier y Uhle (Schaedel 1989: p. 9); incluso, en su observación sobre lo europeizante de la concepción de algunos investigadores llega a decir que :.. “en el caso de Brüning estamos frente a un fenómeno único en su época pues, a pesar de reflejar algo de la actitud de subestimación, si no de desprecio (hacia el muchik)… se mostró con objetividad…con relativismo cultural”, afirmando que Brüning llegó a entender la valía de su propia herencia cultural campesina calificándolo como “no solo el primer etnohistoriador del Perú, sino de toda América Latina” (p.12).

La Ekística Muchik
Factor importante en el desarrollo del pueblo muchik fue su experiencia “ekística” o su percepción del medio ambiente; Schaedel interpreta muy bien la convivencia del muchik con el fenómeno de El Niño, que recaracteriza periódicamente -entre 30 a 75 años- por las catastróficas lluvias que se dan entre enero y junio. Al respecto destaca el respeto por los cerros (“pong”) o Apus -en quechua-, que incluso llegan a “enfrentarse” en algunas leyendas locales; hace referencia de la historia de cerro “La Vieja” de Motupe y sus “encantos”; en efecto, la presencia del fuego y del agua y de la “fuerza de encantamiento” de las montañas se hacen patéticos en la leyenda del famoso cerro “Chaparrí” y su enemigo “El Mulato”, en las áreas de Batán Grande y Chongoyape que hemos documentado (www.revistainvestigacion.com).

Siguiendo los apuntes de Brüning confirma el reverdecimiento de los cerros de la costa norte entre junio y agosto como resultado de la fuerte neblina en este período; los cerros batangrandinos presentaron este panorama en 1983, en donde apareció entre la diversidad de vegetación silvestre, abundante “tomatillo”, ”caihuilla” y “yuca de monte”, es decir, las verduras en su estado primitivo, de escasos centímetros de longitud. En su trabajo destaca la observación de Brüning sobre el desarrollo de una “etnociencia metereológica” para predecir la venida de lluvias, poniendo como ejemplo en que los muchik habían demostrado que cuando el “cuerno” izquierdo de la luna (del sur) se levantaba sobre el cuerno derecho, era indicio de que habría más agua en la sierra (pág.31); ésta práctica para cultivar se conserva todavía en Mórrope y otros pueblos muchik lambayecanos; adapta Schaedel las observaciones ecológicas de Brüning a las denominaciones ecológicas modernas de zonificación de Koepcke y Sabogal, destacando la utilización de las especies algarrobo (“ong”), faique(“faik”), pai pai (“pud”, para teñir cordobanes), “choloque”(jabón natural), caña brava (“kumo”)- que hemos encontrado en documentos del año 1596 como “caña berabes”(Maeda. 2006; Rev. ”Umbral”), carrizo (“kopi”), el lito (“chekne”, para sacar lejía para el jabón), etc.

Cuando Schaedel destaca las observaciones que Brüning hizo sobre la relación del muchik con el mar, conjetura sobre la supuesta riqueza biológica del mar nor-peruano, debido a su vaticinabilidad por El Niño-Oscilación Sur- (pág.43); no cree que las rústicas balsas muchik hayan navegado mas allá de las islas guaneras, pues navegaron sin alejarse de la costa, infiriendo de posición equivocada teorías como la de Thor Heyerdahl, que aseguró que balsas de totora pudieron llegar a la Oceanía; el mismo Brüning documentó que las balsillas navegaban solo hasta Islas de Lobos (pág.49). Hay que decirlo, si Heyerdahl navegó tantos kilómetros mar adentro, fue con el apoyo de tecnología de radio y otros complementos modernos. Los moches no tuvieron, en este sentido, grandes embarcaciones al nivel tecnológico de los vikingos, por ejemplo, y otros pueblos del viejo mundo. Schaedel asume que por razones aún no muy claras, los pescadores tuvieron menos sentido de sedentarismo que los agricultores y está de acuerdo con Brüning en que los muchik de Eten trazan su origen en una migración del norte, de Sechura posiblemente, y utiliza su acepción conservadora de “comunidad Muchik-Tallán”, aunque aclara que los cronistas españoles diferenciaban bien a ambos pueblos, hasta en su lengua (pág. 44,) y, aún por la heredad del curacazgo, o mejor diríamos del “filcado”, por línea materna practicado por los tallanes; destaca la observación del etnógrafo alemán sobre la utilización de la balsa desde San José hasta Sechura en lugar del caballito utilizado desde Santa Rosa y Pimentel hasta Huanchaco en Trujillo; en Pimentel se utiliza hoy en día una gran balsa para alojar a varios caballitos en alta mar cuando terminan su faena a eso de las 3:00 de la tarde; cita la afirmación de Buchwald sobre la relación desde la prehistoria de los muchik con la costa ecuatoriana y no solo eso, sino que la macro etnia Muchik- Tallán llegó a afincarse en Ecuador, coincidiendo con Jijón y Camaaño. Analizando el recorrido de Brüning por Huancabamba, afirma que los sacerdotes muchik ya visitaban los lagos sacros (Sharon) con fines de peregrinaje y aprendizaje y, que los muchik ocuparon inclusive, zonas serranas hasta Balsas; al respecto A.Bandelier (1940) ya documenta la existencia de la lengua muchik hablada por naturales de Balsas en la cuenca del Marañón, lo que demuestra un efectivo movimiento migratorio a través de diferentes pisos ecológicos en los andes centrales.

LAS PALEOTECNOLOGIAS

Schaedel enfoca y divide sistemáticamente el trabajo de Brüning respecto a las tecnologías nativas abarcando temas de riego, tejidos , cestería y construcción de viviendas. Obviamente, la construcción monumental y conocimientos de ingeniería ya no se daban en la época de Brüning; por tal motivo, en la sistemática reconstrucción que hace Schaedel del trabajo de Brüning, el tema se centra en el estudio de la construcción rural, que aún hoy podemos observar casi intactos, sobre todo en o que respecta a la utilización de la caña (Gynerium Sagitatum), carrizo, algarrobo, paja o “enea” (Enea Ytyphaceae) y barro, materiales que, precisamente, hacen difícil, arqueológicamente, determinar o documentar la ubicación de asentamientos humanos; Schaedel ha logrado comprobar la utilización de los recursos naturales en forma racional y sistemática en los descendientes muchik, tomando interés en la tecnología de hacer “petates” y “esteras”(de junco) y en los tradicionales “caballitos de totora” fabricados con Scirpus y enea, amarrados con sogas (“huangana” o “huacas”), enfatizando que las balsas de San José y Sechura, eran importadas de Ecuador.

Es interesante también la observación que Schaedel hace sobre la llamada “lana de piscoya”, utilizada para hacer colchones que Brüning identifica como Cereus sp.; en la zona de Mochumí Viejo, quebrada de Sincate, en la serranía de Ferreñafe, crece en forma silvestre este cactus que, efectivamente, al reventar, expulsa un copo de algodón -blanco- que los lugareños conocen como “lana de piscoya”; el cactus tiene forma de pene, lo que sustenta la información personal del investigador Dr. Julio C. Sevilla quien ha encontrado que Piscoya, antiguo apellido muchik- posiblemente sechurano-, significa “pene”; paleotecnologías como la del tejido con algodón nativo, apuntado y fotografiado por el etnógrafo de Hoffield y R. Schaedel, ha sido ampliamente documentada después en los ochenta por James Vreeland Jr, discípulo de nuestro biografiado, aunque los artesanos aseguran de que fueron utilizados con fines mas allá del interés científico; la posibilidad de que el algodón nativo sea cultivado masivamente es difícil, dado su elevado costo para evitar la plaga del gusano rosado de la india.


En el aspecto de alimentación el biógrafo resalta el hecho de que la chicha fue fabricada por hombres, hecho documentado por María Rostworoski, como pudo haber sido también el arte de tejer en telar y la pesca; la chicha, bebida ritual y sagrada ha sido estudiada por la antropóloga Lupe Camino; actualmente, en Pimentel, se puede observar la tradición de la venta del pescado hecha por mujeres, casi nunca por los pescadores, tradición que parece ser milenaria y ya apuntada por Brüning. En La Legua y Vicús (Piura) observamos que la chicha, en grandes tabernas o cocinerías, era elaborada por la madre e hijas, mientras que el varón, padre de familia, se mecía en una hamaca o se limitaba a observar la venta y el consumo. La natural timidez del muchik se rompe cuando beben chicha, hecho que fue utilizado por Brüning para sacar información valiosa como es su documentación sobre el idioma muchik, que empezó poco antes de 1897, cuando emprendió viaje a Alemania.

El estudioso alemán Ernest W. Middendorf, había realizado en tiempo récord de mes y medio, un exhaustivo trabajo respecto al muchik que publicó en 1983-85; la investigación de Brüning sigue aún inédita y según sabemos, R. Schaedel ha dejado un trabajo avanzado respecto a la lengua que inicialmente estudiara el cura don Fernando de la Carrera y Daza (1644) – a quien Schaedel se refiere como “religioso fanático” y racista-, y también don Modesto Rubiños y Andrade (1782), en los que se basó el ingeniero tucumano don Federico Villarreal (1921), y el sistemático trabajo del historiador chiclayano don Jorge Zevallos Quiñónez, que ha hecho publicaciones al respecto entre 1944 a 1948. Schaedel destaca el estudio de la etnopsiquiatría dentro de la medicina tradicional que ha hecho el escritor Carlos Camino Calderón. Se refiere seguramente a su obra “El Daño” (1942) que basa su argumento en la historia de personajes de la hacienda Batán Grande, en especial de don Juan José Aurich Pastor, que la novela lo convierte en José Navarrete.

Schaedel enfatiza en su estudio la riqueza de datos etnográficos dejados por Brüning sobre las fiestas religiosas en una “avalancha” de fechas. En todo el estudio en referencia, notamos la ausencia del interés de Brüning por documentar la tradición del cantar de Tristes y Cumananas, que, en realidad, tiene origen prehispánico tantas veces mencionados como “endechos” por los cronistas como Cieza, Jospeh Pablo de Arriaga y otros; estos cantares, ahora interpretados por hombres, casi siempre ebrios, también fueron exclusividad de las mujeres en los ritos mortuorios en donde se liaban en verdaderos “duelos” de lloronas; por eso quizás, a los funerales hoy en día, se les llaman “duelos”.

En verdad, la ciencia antropológica , histórica y política tiene el reto de ampliar sus estudios sobre el legado de Brüning y el mas grande de los muchicólogos, Apapek Richard Schaedel, quien confirmó que la correcta y justiciera manera de administrar el patrimonio cultural debe ser la de la administración de los propios herederos de su prosapia étnica y cultural. Jorge Sachún, su fiel seguidor anota que cuando Schaedel visitó Kuntur Wasi en 1995 junto a Víctor A. Rodríguez Suy, se expresó así: “…Onuki, he venido hasta aquí para felicitarte, porque junto a Jorge Sachún has iniciado un gran ejemplo en Perú, de cómo debe manejarse un Museo Arqueológico; es decir, por la propia comunidad o el pueblo mismo organizado, único depositario y heredero a quien se debe ser devuelto todo lo que la arqueología halle, descubra e investigue y como científicos-sociales estamos obligados a contribuir en la recuperación junto a ellos, a devolverles su dignidad”. 

La práctica de Yoshio Onuki y Sachún tiene su lado totalmente opuesto a los ejemplos dejados por otros arqueólogos quienes contribuyeron para que los museos en donde se exhibiría la herencia cultural de estos pueblos, paradójicamente, sean construidos en áreas ajenas a las que realizaron excavaciones y a los pueblos que utilizaron para satisfacer sus propósitos personales y nada científicos. Finalmente creo, que los pueblos étnicos aún pueden retomar con justicia, lo que el maestro Schaedel sostuviera en su largo trajinar: que ellos tienen el derecho y el deber de administrar su propia herencia cultural, y vale la pena alentarlos diciendo: “¡Moeich Muchik, Chipán Siameiñ! = “¡Somos Muchik, Aún Vivimos!”.

Chiclayo, Perú, 3 de Setiembre del 2006.

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