Origen del español como pidgin vasco: causa de su adopción como lengua vehicular

Glosa Emilianense precastellano, página 72, códice 60, Sancho III de Navarra y Glosa 31 Emilianense vizcaíno

Los lingüistas actuales coinciden que el castellano tiene su origen en el latín vasconizado. En los siglos IX, X y XI, “persistía vivo el bilingüismo desde los primeros intentos de romanización en todas estas tierras del alto curso del Ebro, y que en gran parte es responsable de las especiales características que adoptó el romance castellano, características que, para decirlo rápida y esquemáticamente, se reducen a ser un latín mal aprendido por indígenas que tendrían por lengua propia el vasco o algún dialecto íntimamente emparentado con éste. De otro modo: el castellano es, en el fondo, un latín vasconizado, una lengua que fueron creando gentes vascónicas romanizadas” (Alarcos, 1982).

El profesor López García, además, fundamenta que antes de ser castellano fue español vulgar, un pidgin de fácil utilización creado por gentes vascas para entenderse en un entorno de gran variedad idiomática, en el contexto de oportunidades que generó la repoblación de la llamada Reconquista, lo que propicia su adopción como lengua vehicular peninsular.

Cabe preguntarse por qué tuvo que ser el romance castellano quien ejerció el rol de lengua vehicular peninsular, y no el navarroaragonés, asturleonés, u otra variedad de romance que compartían la misma época histórica. Tanto noventayochistas y pidalinos, como desde el nacionalismo periférico, responden que se debe a la preeminencia de Castilla. López García fundamenta que el [mal llamado] castellano ya ejercía de lengua vehicular en el IX, X y XI como lo atestiguan los documentos escritos, a partir del XIII las obras literarias, y en consecuencia antes de forma oral; el castellano se institucionaliza a partir del XIII. López García pone énfasis en la facilidad de utilización del pidgin oportunamente creado por los vascos, lo que causa el éxito entre gentes de tanta variedad idiomática.

En respuesta a la pregunta, se contextualiza la hegemonía vascónica como causa del origen vehicular peninsular del castellano.

López García: pidgin vasco origen vehicular del español

En la Edad Media teníamos lo que se denomina sesquilingüismo, un fenómeno que consiste en que, aunque se hablen lenguas distintas, la gente se entiende. Unos hablaban catalán, otros gallego, y se comprendían perfectamente. Todos, excepto los vascohablantes, que no entendían ni el latín ni las lenguas romances. Los vascos desarrollaron un ‘pidgin’ que acabaría convirtiéndose en uno de los dialectos del romance central y a la postre en su representante normativo. Una ‘pidgin’ es una lengua de urgencia. Los vascos articularon una para entenderse con los pueblos que les rodeaban.

España era el nombre latino con el que se designaba a la Península. En la Edad Media, España era Al Ándalus. Y para los cristianos del norte, España era lo que no tenía nombre. Hablaban de España como de lo que podían conquistar. El Fuero de Jaca (derecha), de hecho, distingue entre el hombre de montaña y el hombre de España.

También hay que tener en cuenta que en la Edad Media, a la lo largo del Camino de Santiago, se instalaron montones de europeos. Y conforme avanzó la Reconquista, los ejércitos reales de Aragón, Castilla o León, arrastraban detrás guerreros, comerciantes, frailes y curas que venían allende del Pirineo. Todas estas gentes de diversos orígenes fueron repoblando las ciudades devastadas que se fueron arrebatando al Ándalus.

Los reyes, con el fuero de cada ciudad, daban ventajas a los pobladores. En vez de hacerlos depender de un señor feudal, como ocurría en el resto de Europa, dependían directamente del rey. De este modo, en estas ciudades se instalaron barrios enteros de franceses, alemanes, judíos y también mozárabes que subían del sur. Toda esta población de origen dispar tiene que comunicarse, y es ahí cuando adoptan la variedad simplificada de los vascos, más sencilla y accesible que otras modalidades románicas próximas, como eran el navarro-aragonés, el castellano o el leonés. Pero esta sencillez se refiere a su origen, no a sus características actuales. No es un argumento para publicitar el español como lengua extranjera fácil de aprender, sino para entender la rapidez de su propagación por el centro de la Península.

Son los desarraigados, que no desarrapados. No eran necesariamente pobres. Pero era gente sin raíces locales o espaciales fijas. Lo que había aquí era un poco como en el Oeste americano, una tierra de oportunidades. Con el citado Fuero el rey llamaba a poblar esos núcleos dando beneficios, eximiendo de impuestos; y llegó gente de todas partes. Personas que no tenían nada, siervos de la gleba que se instalan y se convierten en comerciantes. Era, por otra parte, gente muy poco proclive a mantener los privilegios nobiliarios, lo que explica que España sea el primer estado moderno europeo.

Este tipo de asentamientos son los que hay en León, Navarra o Castilla, donde se habla esta variedad. Es la lengua en la que están escritas las Glosas Emilianenses, el Mío Cid o los textos de Berceo. Al principio solo se usaba en el centro, desde el Ebro hasta los límites de León con Galicia, pero luego se fue extendiendo por toda la Península como lengua vehicular. Y no destruyó a las otras lenguas porque no tenía orgullo de lengua, no tenía adscripción nacional, motivo por el que la adoptaron tranquilamente los judíos, que tenían sus barrios tanto en ciudades de Extremadura como de Tarragona.


Aquí, si eras un comerciante de lengua francesa que tenía que vender sus productos a un cruzado alemán y a un labrador musulmán que solo hablaba árabe, tú me dirás cómo te las arreglas: pues en la lengua vehicular que se usa para el comercio y que con el tiempo algunos acabaron teniendo como lengua propia. 

Comúnmente se cree que el español viene del castellano, pero es al contrario, el castellano viene del español, que no es lo mismo. En el escenario que hemos descrito, el rey Alfonso X el Sabio puso una fijación léxica, una serie de normas a esa variedad y con el tiempo se le dio el nombre de su reino: castellano.

Por eso no tiene sentido decir que el castellano se impuso en Aragón en el siglo XIV. El reino de Castilla y el de Aragón eran enemigos feroces; de imponerse algo en Aragón habría sido lógicamente el catalán. Piensa que Zaragoza tardó en conquistarse más de un siglo porque el rey de Castilla era aliado del rey moro. ¿A santo de qué iban a dejar de hablar aragonés y ponerse a hablar castellano? Es de locos; lo que pasaba es que todos hablaban lo mismo.

En la literatura, los primeros poetas catalanes escribían en provenzal y los castellanos, en gallego. La literatura en español, como no era una lengua culta, no tenía importancia, y aparecía en los géneros populares, eran romances escritos en pliegos, cuartillas, lo mismo que hoy serían los programas de corazón de televisión o el Pronto, el ¡Hola!: (López García, Entrevista Yorokobu, 2014).

Hasta el XIII no hay obras literarias en español, solo documentos notariales o eclesiásticos pertenecientes a muchos lugares y dialectos. Sin embargo, cuando aparezcan los textos literarios, la mayor parte no se escribirá en Castilla, sino fuera: los poemas de Berceo en la Rioja (entonces perteneciente al reino de Navarra), la Razón feyta d’amor y el Liber regum en Aragón, el Poema de Aleixandre y el Elena y María, en León, el Poema de Mio Cid (izquierda), en fin, en la frontera de Castilla con Aragón, si bien el Auto de los Reyes Magos es plenamente castellano. Por lo que respecta a los textos no literarios, en los siglos IX y X, tenemos la Nodicia de kesos, perteneciente a la zona leonesa, y el Cartulario de Valpuesta, de la castellana; y en el XI, ya con estructura gramatical romance, las Glosas Emilianenses, que incluyen el primer fragmento escrito en español (la Glosa 89: García Turza, 2003), pero también se redactan fuera de las fronteras de Castilla, nuevamente en la Rioja, adscrita al ámbito lingüístico navarro-aragonés. Desde el siglo XV, los progresos del español vehicular en el mundo lingüístico catalán, ora en el teatro (Rubió y Balaguer, 1964), ora en el romancero (Morgades, 2006), son igualmente conocidos.

El carácter vehicular del español en buena parte de la Península ya está desde el siglo XIII. Sin embargo, como lengua habitual en Cataluña no la usaba casi nadie, fuera de algunos cortesanos, por lo que la situación de monolingüismo catalán en amplias capas de la población se habría alargado hasta hoy si no llega a ser por la inmigración.

La independencia de las naciones hispanoamericanas a comienzos del XIX y la pérdida de Cuba y Filipinas al final de dicho siglo, dejó a la próspera burguesía catalana sin ámbitos externos en los que desarrollar su capacidad de negocio y la llevó a volverse sobre su propio territorio creando una poderosa industria. Pero Cataluña, básicamente rural a la sazón, no estaba preparada para suministrar mano de obra dispuesta a dejar sus predios y a trasladarse masivamente a Barcelona y a las ciudades de su cinturón industrial. Tampoco estaba preparada lingüísticamente, porque este desarrollo industrial se cimentaba en comercializar sus productos en el mercado español –gracias a un sistema arancelario proteccionista que habían pactado con el Estado–, con lo cual sus necesidades de comunicación en la lengua vehicular común se volvieron de repente acuciantes.

Gellner (1983) destaca que la revolución industrial del siglo XIX estaba ligada indisolublemente a los requisitos de una gran movilidad social y de una educación uniformizadora, lo cual dio origen, en todos los países europeos pioneros de la revolución industrial, a que se convirtiesen en estados nacionales y a que favoreciesen una lengua sobre las demás. Paradójicamente, el individualismo propagado por la revolución francesa, que fue el motor de la revolución industrial, estuvo también en la base de la explosión de movimientos nacionalistas románticos sustentados en la lengua y la cultura que tardaron muy poco en enfrentarse a los estados nacionales en cuyo seno habían surgido: (López García, ¿Lengua o lenguas del Estado?, 2018).

Como señala López García, el latín vasconizado koiné de intercambio entre hablantes de idiomas diferentes en la península ibérica queda atestiguado como hecho en la Gramática de la lengua vulgar de España, publicada en Lovaina en 1559: “Quatro son, i mui diferentes entre sí, los lenguajes enque hoi día se habla en toda España… El quarto lenguaje es aquel que io nuevamente [por primera vez] llamo Lengua Vulgar de España porque se habla i entiende en toda ella generalmente i en particular tiene su asiento en los reinos de Aragón, Murcia, Andaluzía, Castilla la nueva i vieja, León i Portugal; aunque la lengua Portuguesa tiene tantas y tales variedades en algunas palabras i pronunciaciones que bien se puede llamar lengua de por sí… A esta que io llamo Vulgar, algunos la llamaron Lengua Española, en lo qual a mi parescer erraron, pues vemos que en España hai más de una lengua i otras más antiguas, que no esta, i de más lustre por los más escritores que han tenido”.

Contexto del origen vehicular del castellano

Los condados de Castilla procedían de la Vardulia que en la Edad Media englobaría a várdulos, caristios y autrigones. Una Vardulia donde se fueron asentando gentes euskéricas que, independientes del reino de Toledo, resisten la presión visigoda entre las montañas y la costa, lo que interrumpe el proceso de latinización en el ámbito de resistencia vascónica que culmina en las lenguas romances.

Pamplona pasa a depender de Al-Ándalus mediante acuerdo de capitulación a cambio de mantener autonomía de gobierno y religiosa. Tras la victoria de los francos en Poitiers, que frena la expansión de Al-Ándalus en Europa, Pamplona mantiene su alianza autónoma con Al-Ándalus, mientras en el Ager Vasconum dominan los poderosos Banu Qasi, vascones musulmanes, en Tudela, La Rioja y Aragón, cuyo señorío se extenderá hasta Lérida y Tarragona. Con la creación de la Marca Hispánica en territorio peninsular el Señorío de Pamplona depende de los monarcas carolingios, para después constituirse en reino independiente de francos y musulmanes con el apoyo del Señorío de los Banu Qasi.

Los territorios de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava y La Rioja se encontraban en la órbita pamplonesa. El reino de Asturias en expansión conquista transitoriamente parte de Álava y Vizcaya, que vuelven después a la tradicional esfera de Pamplona. El Condado de Castilla se gobierna de forma autónoma y levantisca en su dependencia de los reinos de Asturias y León, para después formar parte del reino de Navarra hasta constituirse en reino independiente en la segunda mitad del XI. Los señoríos vascos dependerán alternativamente de Navarra y Castilla.

Los repobladores de los condados castellanos en expansión son gentes vascas de dialecto vizcaíno hablado en los territorios de Vizcaya, Guipúzcoa, Álava, La Rioja, Burgos y Cantabria. El asentamiento se hace al modo de los usos y costumbres vizcaínas de sus pobladores, como el fuero de albedrío que da lugar a la elección de sus propios señores, y las villas se gobiernan de forma autónoma mediante fuero propio.

En el nuevo marco jurídico-político de repoblación vasca se asientan comerciantes, mercaderes, artesanos y resto de pobladores no sujetos al servilismo feudal, en el que se integran mozárabes y judíos procedentes de Al-Ándalus. De fuera de la Península vendrán aquitanos euskohablantes en su mayoría, pero también borgoñeses, francos, flamencos y germanos. Por la floreciente ruta comercial de Burdeos a Burgos, atraviesan la Aquitania hasta Bayona, entrando por Irún.

El [mal llamado] castellano se propaga en el occidente peninsular de Burgos a León, Astorga, Galicia y Portugal, en convivencia con el asturleonés, gallego y portugués, a lo largo y ancho de un amplio entorno de la cada vez más importante ruta comercial Camino de Santiago, convertida en símbolo de la Europa cristiana frente a la temida expansión del mundo musulmán, lo que no impide que lujosas mercancías de Oriente y otras que también llegan de Al-Ándalus se intercambien entre comerciantes, algunas muy valoradas en los nuevos burgos europeos cada vez más autónomos del servilismo feudal.

El primer texto en precastellano y dialecto vizcaíno son las Glosas Emilianenses (izquierda), del Monasterio de San Millán de la Cogolla, perteneciente entonces al reino de Navarra y coetáneas a Sancho III de Pamplona y Nájera, que traslada su residencia cerca del Monasterio de Suso.

En el oriente peninsular se habla euskera en Navarra, La Rioja, Aragón, Tudela y Zaragoza, y las comarcas pirenaicas catalanas hasta el Mediterráneo, donde el [mal llamado] castellano resulta fácil de entender y confluye con el navarroaragonés originado también como romance del euskera en las variantes dialectales vasconas. El navarroaragonés encuentra límites de propagación al sureste, Zaragoza no será cristiana hasta el XII, y carece de la promoción comercial y europea de amplias áreas  que dispone la competencia del catalán, que muestra su influencia provenzal y la ascendencia de carolingios catalaunos desde Languedoc y la Septimania hasta Barcelona.

Después de uniones parciales y fallidas entre los reinos de Castilla y León durante el siglo XII, la Corona de Castilla se anexiona el reino de León en el XIII, y normaliza el castellano como lengua. Tras la unión dinástica de las coronas de Castilla y Aragón a finales del XV, Castilla anexiona Navarra a principios del XVI. A mediados del XVI, siendo el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Carlos V, también rey de Castilla, Aragón y Navarra, la Gramática de la lengua vulgar de España publicada en Flandes, tierra natal del emperador, que habla español con dificultad por lo que se vale de intérpretes, constata: “[La] Lengua Vulgar de España se habla i entiende en toda ella generalmente [incluye a Portugal como parte de España que identifica a todo el territorio peninsular]... A esta que io llamo Vulgar, algunos la llamaron Lengua Española, en lo qual a mi parescer erraron, pues vemos que en España hai más de una lengua i otras más antiguas, que no esta, i de más lustre por los más escritores que han tenido”. Momento en el que esta “Lengua Vulgar de España” había comenzado a ser expandida en Las Indias por la Corona  de Castilla, repobladores castellanos, vascos, navarros, riojanos, asturianos, gallegos, leoneses, extremeños, murcianos, andaluces y canarios, en busca del oro y en nombre de la cristiandad representada por su Sacra Cesárea Católica Real Majestad.

A partir del siglo XVIII el castellano adquiere la categoría de español instituido por la Real Academia Española, y se oficializa como lengua del recién constituido Estado español por el primer rey de España, Felipe V, de la dinastía Borbón francesa, que no habla una palabra de castellano cuando es proclamado monarca en el Palacio de Versalles. Se extiende el uso del castellano en los reinos de la disuelta Corona de Aragón, y se incorporan a la difusión del español en América, catalanes, valencianos, mallorquines y aragoneses. En el XIX, tras la independencia hispanoamericana, el español se convierte en lengua oficial de todos los nuevos países, donde es hablado por más 400 millones. En los siglos XX y XXI emigrantes hispanohablantes americanos propagan el español en EEUU donde lo hablan más de 40 millones. Es la cuarta lengua más hablada del mundo con 600 millones, de los que sólo el 8% poseen la nacionalidad española, por lo que los lingüistas prevén que la próxima evolución de la lengua española -que ya se habría iniciado- se gestará fuera de España.

 

Hegemonía vascónica causa del origen vehicular del castellano

El origen del castellano es el latín vasconizado, Vardulia el origen de Castilla, los vascos origen de los castellanos, la Hispania vasconizada origen de la Corona de Castilla, y la hegemonía vascónica durante los siglos VIII, IX, X, XI y XII, causa del origen vehicular peninsular del castellano.

En el siglo XI Navarra domina la mayor parte del territorio cristiano peninsular: Pamplona, señoríos vascos, La Rioja, condado de Aragón, Sobrarbe, Ribagorza, Valle de Arán, Castilla y León, con pretensiones sobre el condado de Barcelona y la Gascuña francesa, siendo rey Sancho III denominado el Grande y Rex Ibericus, quien organiza el Camino de Santiago, establece relaciones con el Papado romano después de tres siglos de aislamiento eclesiástico de Hispania, introduce la reforma cluniacense, e inicia el acercamiento a las grandes familias europeas, líneas de vinculación europea que profundizarán sus sucesores en Navarra, Castilla, León y Aragón. Pamplona destaca como la ciudad cristiana principal, más rica y de numerosa población.

El euskera se habla en la franja norte peninsular desde Cantabria al Mediterráneo y en la Aquitania francesa, lo que da origen a los romances castellano y navarroaragonés y al “español vulgar”, que se adopta como lengua básica vehicular de intercambio comercial y cultural en la Península.

Los reyes de Pamplona mantendrán lazos de parentesco dinástico con todos los reinos cristianos peninsulares y la Gascuña franca, así como con el emir y califa de Córdoba. Especialmente fuertes y prolongados son los lazos con los poderosos Banu Qasi, vascones musulmanes emparentados con las casas señoriales cristianas de Vasconia, que dominan en el Ager Vasconum hasta el siglo X, en Tudela, La Rioja y Aragón, extendiéndose a Lérida y Tarragona. Musa ibn Musa ibn Fortún (derecha), llamado el Grande y destacado miembro de la familia Banu Qasi, será gobernador de la Marca Superior de Al-Ándalus y se titula tercer rey de España.

La estratégica posición central, entre las dos potencias europeas, Imperio Carolingio y Al-Ándalus, y entre los reinos cristianos peninsulares, propicia el control del intercambio este-oeste en los reinos cristianos, al norte por el paso pirenaico y los puertos de golfo de Vizcaya con los reinos europeos, al sur con Al-Ándalus y a través de su mediación con Oriente, a lo que contribuirá el parentesco con los Banu Qasi y con el emir y califa de Córdoba. Dominio del intercambio comercial y cultural de todos los pasos fronterizos entre los reinos cristianos de la Península, los reinos cristianos europeos y el mundo islámico. El Camino de Santiago se adapta como eje vertebrador este-oeste y norte-sur del pujante intercambio comercial y cultural, cuyos flujos principales son controlados desde la estratégica posición central deparada por las oportunas circunstancias geopolíticas de la época.

Desde el siglo XI hasta el XII, la dinastía Jimena de Navarra reinará, además de en Navarra, en Castilla, León y Aragón, y establecerá vínculos dinásticos con Borgoña, Portugal y condados catalanes, así como iniciará la alianza con el Papado, el cual preconiza la llamada Reconquista en el marco del inicio de las Cruzadas y la consecuente participación de los cruzados en los ejércitos cristianos peninsulares.

La hegemonía vascónica tiene como antecedente las circunstancias adversas que confluyen en la descomposición del Imperio Romano. Desorden, vacío de autoridad, quiebra del comercio y de la producción esclavista, saqueos, levantamientos populares, incesante reflujo de la vida en las ciudades y vuelta al ruralismo prerromano. Situación en la que convergen tres hitos particularmente relevantes: convulsión social de las bagaudas, invasiones bárbaras en la Península y constitución del nuevo orden germánico visigodo.

A partir de la irrupción de suevos, vándalos y alanos a través de los pasos pirenaicos, dejando tras de sí violencia y destrucción, la participación de vascones en la organización de las bagaudas, y su férrea resistencia al nuevo orden visigodo, se va configurando el ámbito vascónico de resistencia independiente entre la presión de los dominios visigodo y franco. Período de resistencia vascónica que se prolonga tres siglos, desde las invasiones bárbaras a principios del siglo V, hasta la capitulación de Pamplona pactada con Al-Ándalus a principios del siglo VIII.

Los visigodos acaban con las bagaudas como gendarmes del orden romano en descomposición, asentados en la Aquitania y desde el reino visigodo de Tolosa. Años después invaden la Tarraconensis, penetran por Roncesvalles y toman Pamplona y Zaragoza para anexionarse extensos territorios de Hispania ante la oposición hispanorromana. Con la expansión franca en la Galia cae el reino visigodo de Tolosa; derrotados se reducen al reino visigodo de Toledo hasta el advenimiento de Al-Ándalus.

Los visigodos nunca dominan las áreas vascas que con anterioridad habían recibido las migraciones de aquitanorromanos euskoaquitano, hablantes huidos de visigodos en el reino de Tolosa y de los francos. En la Vardulia se asientan gentes euskéricas que forman parte de la resistencia vascónica a la presión visigoda. En consecuencia, se interrumpe el proceso de latinización en el ámbito de resistencia vascónica, lo que favorece al euskera, el cual prevalece como lengua hablada a diferencia del resto donde se desarrollan las nuevas lenguas romances.

Los que siempre habían sido fieles várdulos y vascones del emperador romano, y diestros de sus ejércitos, romanizados e integrados principalmente en el Ager Vasconum, incorporados activamente a la nueva vida romana de las ciudades, destacando la Pamplona que funda y da nombre Pompeyo, y que será simplemente la ciudad (Iruña en euskera) que, después de transcurridos los tres siglos de resistencia entre el poder visigodo y franco, transformados consecuentemente en la vuelta al ruralismo autóctono, surgirán organizados en señoríos, condados y reinos, en el ámbito de influencia vascónica, pero como vascos, navarros, castellanos y aragoneses, cristianos en expansión en la tierra de oportunidades que se crea en la llamada Reconquista, pero también como poderoso señorío musulmán en la mayor parte del Ager Vasconum dependiente de Córdoba. El latín vasconizado dará lugar al [mal llamado] castellano, y los reinos de Pamplona, Castilla y Aragón lo utilizarán en su expansión como vehículo de comunicación comercial y cultural.

La hegemonía vascónica que comienza a establecerse a partir del final del reino visigodo de Toledo, sobre la base de la resistencia vascónica, tendrá su más nítida expresión, formal, concentrada, estructurada, organizada y jurídico-política, a principios del siglo XI reinando Sancho III de Navarra, y se prolongará hasta el siglo XII con la sucesoria regencia de la dinastía Jimena navarra en los reinos de Castilla, León y Aragón. El castellano no será lengua normativa instituida por la Corona de Castilla hasta la segunda mitad del siglo XIII, cuando ya se había extendido previamente [el mal llamado castellano] como lengua vulgar vehicular peninsular.

En conclusión, la hegemonía vascónica resulta causa constitutiva del origen vehicular del castellano en la Península.

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Comentario por Paloma el diciembre 21, 2021 a las 2:44pm

Íñigo Íñiguez (Eneko Enékez), primer rey de Pamplona, conocido como Íñigo Arista (Eneko Aritza = Íñigo El Fuerte), en árabe Wannako ibn Wanniko (Eneko hijo de Eneko) hermano por parte de madre de Musa Ibn Musa (gobernador de la Marca superior de al-Ándalus), apodado El Vascón y elegido rey por sus colaboradores, fue el primer monarca ibérico en utilizar el patronímico -ez. Su hijo y segundo rey de Pamplona fue García Íñiguez, de nombre Gartzea Eneko (Íñigo El Joven).

El sufijo -ez era norma entre los primeros reyes navarros y señores de Vizcaya, y los primeros usos del sufijo -ez entre la monarquía leonesa proceden de las reinas consortes navarras Jimena de Asturias, Oneca de Pamplona y Urraca Fernández.

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