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Foto: Este es el medallón que fue hallado a unos 48 kilómetros de Cayo Hueso (sur de Florida, EE.UU.) procedente de un galeón español hundido en 1622. © Sharon Wiley/AFP
Una cadena de oro con un crucifijo valorada en 250.000 dólares (unos 182.000 euros), que formaba probablemente parte del tesoro del galeón español del siglo XVII Nuestra Señora de Atocha, fue hallado a unos 48 kilómetros de Cayo Hueso (sur de Florida, EE.UU.) informaron hoy medios locales.
Fuente: EFE, Miami | La Vanguardia.es, 28 de marzo de 2011
La cadena de oro, de algo más de un metro de largo, muestra cuentas similares a las de un rosario e incluye una moneda también de oro con motivos religiosos y un crucifijo con inscripciones en latín.
Fue un submarinista del Museo Marítimo Mel Fisher, situado en Cayo Hueso, el que halló la cadena en el fondo marino mientras el equipo de cazatesoros buscaba restos de la sección de castillo de popa del galeón español, que naufragó en las costas de este estado cargado de oro y plata en 1622.
El Nuestra Señora de Atocha se hundió ese año cerca de Cayo Hueso como consecuencia de un huracán mientras intentaba regresar a España. Parte del tesoro, compuesto por más de cien mil monedas de plata españolas y valorado en 450 millones de dólares (unos 328 millones de euros), fue descubierto en 1985 por el cazatesoros Mel Fisher, que murió en 1998, a la edad de 76 años.
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Los descendientes de Fisher, que poseen los derechos del barco naufragado, siguen buscando el resto del tesoro procedente del Atocha. "El tesoro hallado del 'Atocha', de más de cuarenta toneladas de plata y oro", se compone de monedas denominadas "piezas de ocho", esmeraldas, cadenas de oro, objetos preciosos y lingotes de plata, según la página Tesoros del Mel Fisher.
Según los descendientes del famoso cazatesoros, unos 400 lingotes de plata y más de 100.000 monedas podrían permanecer todavía depositados en el fondo marino.
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"Nuestra Señora de Atocha" y el "Santa Margarita"
Fuente: La Rosa de los Vientos
En 1621, la corona española controlaba un vasto imperio que abarcaba cuatro continentes.
Debido a los continuos ataques de las flotas francesas y holandesas a las posesiones españolas en América, y los constantes ataques a sus barcos, la corona española vio bastante mermada su riqueza, por lo que decidió proteger sus barcos con galeones bien armados, navegando en la retaguardia. Uno de estos galeones fue el “Nuestra Señora de Atocha”, que recibió ese nombre por el santuario más importante del Madrid del siglo XVII.
Construido en La Habana en 1620 como galeón de guardia, pesaba 550 toneladas, 34 metros de eslora, 10 metros de manga y 4 pies de calado, con una altura de 6 metros desde la cubierta. Tenía 4 mástiles, con velas cuadradas y un palo de mesana con vela latina. Dos castillos, uno en la proa y otro en la popa donde viajaba la nobleza. Poseía 30 cañones de bronce. En su primer viaje a España se le partió el palo mayor que tuvo que ser sustituido.
El 4 de septiembre de 1622, la flota “Tierra Firme” regresaba a España. Su primera parada fue en Cartagena donde cargaron oro y esmeraldas para continuar hacia Cuba. La costumbre era que un buque actuase como Almiranta, para la retaguardia, y otro como Capitana para dirigir la flota.
Como buque almirante de esta flota iba el “Nuestra Señora de Atocha” y el “Santa Margarita”, que fue construido en Cádiz. Al galeón “Nuestra Señora de Atocha” se le pertrechó con todo tipo de riquezas como carga: 125 barras y discos de oro colombiano, 24 toneladas en lingotes de plata peruana y mexicana, 180 pesos en monedas de plata, 1,200 libras de objetos de plata trabajada, 585 lingotes de cobre, perlas de Venezuela y esmeraldas de Colombia, 350 cofres de índigo, 525 fardos de tabaco, además de otras propiedades no declaradas de la tripulación y los pasajeros. Mientras el “Nuestra Señora de Atocha” iba repleto de riquezas y de personal, el “Santa Margarita” llevaba una carga más acomodada a su tamaño.
El día 5 de septiembre, un fuerte huracán se les puso a su paso por el estrecho de los Cayos de La Florida, y el día 6 de septiembre ocho buques de la flota se hundieron en el mar. Entre ellos “Nuestra Señora de Atocha”, con 265 personas. Del “Santa Margarita” pudieron ser rescatados con vida 68 personas.
Mientras que de los restos del “Santa Margarita” se pudieron recuperar gran parte de los lingotes de oro, 64.000 monedas de plata, gran cantidad de piedras preciosas y perlas, y 8 cañones, del “Nuestra Señora de Atocha” se perdió su localización, ya que quedó hecho trozos muy esparcidos por los cayos.
Un aventurero ávido de encontrar tesoros, Mel Fisher, se convirtió en su principal buscador, cuando estudió los posibles planos de la zona del hundimiento, hasta que en 1985 dió con la zona exacta y recuperó toda la riqueza de este pecio, a 16 metros de profundidad, haciéndose inmensamente rico.
Hola a todos. Llevo siguiendo esta página desde hace tiempo y por fin he decidido registrarme. Soy estudiante de magisterio, y aunque no estudie arqueología me encanta estar al tanto de cualquier novedad. Por supuesto no podré aportar nada, ya que soy un absoluto ignorante de la mayoría de los temas que se tratan aquí, pero bueno, creo que siempre es bueno aprender, y sobre todo preguntar.
La verdad es que el tema de esta noticia, como a muchos, me apasiona. Creo que siempre habrá una controversia acerca de "que es mio" y "que es tuyo". Supongo que será cierto que los españoles saquearon ese oro y que por tanto España no tiene ningún derecho de reclamarlo como suyo.
Lo que si me gustaría saber es quien se lucrará de todo el oro encontrado por esta familia, ¿lo expondrán en los museos de Florida o será enviado a los museos de Colombia y Venezuela?
Bienvenido, Sr. Daniel. Contestar a su pregunta es complejo, ya que su repuesta depende tanto de leyes nacionales como internacionales. Un somero panorama sobre la cuestión lo encontrará en este enlace http://www.derechomaritimo.info/pecios.htm
Un saludo
Sr. Pérez: Como se superponen tantas legislaciones e intereses, es imposible lograr una ley común.
Siendo realistas creo que se podría lograr que, sin cuestionar derechos, se obligue a los descubridores de tesoros a excavarlos o extraerlos de manera científica. Sería la forma evitar que se perdiera información valiosa y mantener intacto o aumentar su valor histórico artístico. En muchos casos las legislaciones draconianas de protección al patrimonio arqueológico, enterrado o sumergido, no dan buenos resultados: o no se denuncia el hallazgo por falta de interés o se lo expolia, destruyendo irreparablemente valiosa información, en la más absoluta clandestinidad. En cambio, cuando lo bueno coincide con lo provechoso podemos confiar en que el descubridor no vacilará en hacer público su hallazgo.
Disculpe mi tardanza en responderle, Sr. Elpater. La dificultad de obtener datos precisos de los casos de expolio al patrimonio arqueológico residen en que es una actividad clandestina por definición. Los casos que trascienden son aquellos que se descubren.
Cuando hablo de "tesoros" me refiero a objetos de gran valor, que son fácilmente transportables y que se encuentran ocultos. Luego de algunas décadas de experiencia en juzgados y tribunales, puedo asegurarle que quién por casualidad encuentra algo de esas características, sin que nadie más se entere, siente una gran tentación de quedarselo para sí. Es nuestra naturaleza y dependerá de la educación y de la escala de valores de cada uno vencer esa tentación. Tenga Ud. en cuenta que "descubrir un tesoro" se ha convertido en una figura del lenguaje que incluso utilizamos para calificar alguna circunstancia inesperada y afortunada que nos haya sucedido. La fantasía de desenterrar un herrumbrado cofre y encontrar en él una fortuna incalculable ha hecho correr ríos de tinta antes y después de la entrañable novela de Stevenson.
Creo que cualquier legislación que prive al descubridor de todo derecho sobre lo descubierto tendrá un efecto opuesto al que se pretende conseguir: muchos de los los hallazgos serán saqueados y comercializados clandestinamente, incluso destruidos en algunos casos, o continuarán en el anonimato por falta de interés en denunciarlos. Si se trata de elementos arquitectónicos, también se deberá tener en cuenta el temor del propietario del inmueble en el que se encuentren de sufrir expropiaciones o cualquier molestia o menoscabo de su propiedad.
Por otra parte, un objeto de interés histórico artístico suma valor cuando está referenciado. Es normal que una persona opte por un beneficio legal antes que por uno ilegal con los riesgos que conlleva.
El caso del "Nuestra Sra. de Atocha" es paradigmático. Aunque fue hace muchos años, recuerdo que fue un descubrimiento perfectamente legal que mereció destacados titulares en los periódicos de todo el mundo (entonces no existía Iternet). Luego de una investigación histórica, la compañia descubridora se financió con el aporte de numerosos inversores de riesgo para poder adquirir los equipos necesarios para realizar la búsqueda. El hallazgo fue fabuloso pero su valor, en buena medida, se debió a que era "el tesoro del N.S. de Atocha". Recuerdo haber asistido a una conferencia del director de la división de objetos suntuarios de una de las grandes casas de subastas internacionales, en la que este señor explicó la inmensa diferencia de valor que representaba la certificación de que un objeto, con valor intrínseco, hubiera sido hallado en un galeón español hundido en el siglo XVII.
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