El Neolítico en la Península Ibérica empezaría hacia el 6.000 años antes de nuestra era y duraría hasta los 3.000 años antes de esa era, a partir de lo cual y según la investigación se situaría la nueva Era de los Metales, El Calcolítico, o Era del Cobre, Edad de Bronce y Edad de Hierro.

Las características generales del Neolítico  -una última fase del uso de la piedra, la piedra pulida-  hablan de sedentarismo en nuevas estructuras funcionales de casas, pueblos y ciudades, domesticación de plantas y animales con el consiguiente desarrollo de la ganadería y la agricultura, la invención de nuevas técnicas y fábricas como la alfarería y los telares, y la puesta en marcha de un elemental comercio y mercantilismo.

Una de las primeras manifestaciones de poblado o ciudad organizada en la Península aparece en el yacimiento de Los Millares, en la provincia de Almería. La cronología que ofrece la cultura de Los Millares lo sitúa dentro del Calcolítico, Era del Cobre, con unas primeras manifestaciones hacia los 3.500 años y  2.500 años a.n.e., cuando los más importantes lugares son abandonados y la propia cultura se funde o "se oculta" en otra llamada de El Argar que se irradia por la propia Almería y lugares cercanos.

Es en ésta época siguiente cuando empiezan a manifestarse las primeras culturas en las riberas de los grandes ríos del sur, Guadiana y Guadalquivir. En efecto, procedentes de los más antiguos asentamientos de humanos al lado de esos ríos, aprovecharían, ahora, una doble circunstancia favorable. Por una parte, hasta aquí llegarían noticias en técnicas, aparatos y organización desde el Este y las vías de comercio norteafricanas con el consiguiente desarrollo del Neolítico y Era de los Metales y, por otra, ello se vería implementado por la propia riqueza que proporcionaban los ríos, posibilidad de fácil alimento, tanto vegetal como animal de las corrientes y la efectividad del comercio con otros lugares más próximos o más lejanos en pequeñas embarcaciones.

Para una interpretación más o menos acertada o ideal del yacimiento del Tholos de Montelirio, es necesario tener presente que las cosas y la sociedad, los tipos de gentes y su manera de ser, el trabajo y actividad de "su humanidad", sea quizás algo diferente del carácter y los modales que se usan en la actualidad, no sólo a nivel paleontológico, sino antropológico y evolutivo.

Es necesario, así mismo, conceptuar el Mundo Antiguo según razones o parámetros no relacionados con complejidades sociales, antropológicas o políticas ni abstrusas concepciones de mitos, dioses o religión, sino con formas y funciones muy relacionadas con lo inmediato, la vida práctica del día a día y la simpleza y cosa llana que demuestran en sus mensajes artísticos, sus construcciones y las relaciones humanas, sociales y económicas. Pero, sin duda, sería precisamente después cuando todo comenzaría a complicarse.

Una de aquellas consecuciones y logros del mundo antiguo neolítico podría ser el grado sumo de desarrollo y conjunción entre los dos elementos de la pareja humana, mujeres y hombres. En efecto, la distribución de trabajos entre hombres y mujeres y su aportación particular  -la de unos y de otros-  a la economía del grupo habría originado un modelo de sociedad elemental harto típica y característica no exenta de beneficios inmediatos, y su desarrollo cronológico no sería una cualquier cosa cercano a los 10.000 años y dentro de los tiempos antes de nuestra era.

En las primitivas sociedades cavernarias y postcavernarias de cazadores-recolectores, los hombres, en seguimiento de las seculares costumbres de venalidad alimentaria se dedicaban a la caza, la pesca en los ríos  -actividad importantísima-  y la recolección de algunas plantas. Las mujeres se dedicaban al cuidado del hogar, refugio o cueva, choza o cabaña, la recolección de frutos y raíces en la naturaleza y su pertinente catalogación en servibles o no, y la crucial función de la procreación. Esto sería en simples rasgos la distribución de los trabajos entre unos y otros. Pero de cierto en esas eras serían los hombres quienes llevarían las de ganar en cuanto al aporte personal a la economía del grupo. Las piezas conseguidas, tanto animales como vegetales, eran llevadas y depositadas en el lugar de la vivienda, repartidas y consumidas hasta su desaparición.

El aspecto de todo ello cambia sustancialmente con la puesta en marcha de la "revolución neolítica", durante la cual  -su lento y milenario proceso-  los hombres seguirían con las viejas costumbres y leyes  -aprendizaje de los adolescentes, sus hijos en lo mismo-  para ir de caza y pesca o recolección de frutos, pero las nuevas técnicas y modelos neolíticos de domesticación de plantas y animales serían acaparados por las mujeres  -aprendizaje de las chicas adolescentes en lo mismo-  y que lo harían en lugares próximos, inmediatos a la choza o refugio por una lesa cuestión de práctica.

Ahora lo que sucede es un ligero bandazo del devenir histórico, pues eso, la historia, no seguirá por las costumbres, trabajos y leyes de las que se encargaban los hombres, sino por las costumbres y trabajos que llevaban a cabo las mujeres. Bien. Este es el auténtico "cambio de paradigma" que se pretende para la comprensión de ese devenir en las eras del Neolítico hacia la Era de los Metales y alrededores de la Historia.

Después hay que pensar en una reformulación en la distribución de los trabajos y quehaceres entre los hombres y las mujeres y una nueva perspectiva en cuanto al aporte de cada  uno de ellos a la economía del grupo, al mismo tiempo que ese grupo se multiplica y reforma hacia los modelos de familia, núcleos gregarios cada uno de ellos habitante de un hogar o vivienda.

Cuando las mujeres consiguieran, en su intento, comercializar los excedentes de producción  -sobrantes en las cosechas de cereal, producción de nuevos animales en los ciclos anuales-  y la puesta en marcha de nuevas industrias y fábricas relacionadas con lo mismo, su aportación real a la economía del grupo habría ido aumentando y paulatinamente sobrepasando ese mismo aporte de los hombres, los cuales se habrían visto seriamente desplazados en los intereses económicos del grupo y la familia, el barrio y la ciudad.

Ahí no quedaría la cosa, sin embargo,  sino que las mujeres en sus habilidades y comprensión de la jugada habría comercializado los excedentes de producción y su aportación económica habría aumentado en forma de riqueza, utensilios y posibilidades. Pero algo sucedió ahí, por una parte las mujeres  -una generalidad de las mismas-  comenzarían a quedarse con parte de las ganancias que consiguieran al comercializar los excedentes y los productos de las fábricas  -telares-,  algo gravísimo, según como se mire para la economía de la familia y el grupo, y a crear pequeños tesoros particulares, "apartes" de la riqueza y aparatos enmarcados en su propiedad particular y como una situación que perduraría en el tiempo. ¿Cuál sería el mecanismo preciso que usaron para ello? Pues no sería otro que la herencia. Ellas al morir habrían dejado todas sus riquezas, su tesoro, a sus hijas y estas a las siguientes. Es a partir de esa "herencia" cuando aquel "irse quedando con alguna cosa" y no repartirla en su totalidad con el resto de los miembros del grupo iría creando con el paso de los siglos y las generaciones matrilineales los grandes tesoros particulares de la antigüedad y una clase de "ricas mujeres" cuya presencia sería algo patente y notorio en el ambiente de cada lugar o ciudad. Todo ello podría quedar demostrado con un somero vistazo a la Historia del Arte de las viejas culturas de China, El Indo, Mesopotamia, Culturas del Sur de Europa, Anatolia, Micenas, Tirinto y Creta, Etruria y en la propia península ibérica.

Pero la cosa no resultaría ser tan simple en el desarrollo y conformación de aquellas sociedades del Neolítico-Edad de los Metales, pues los hombres no se habría quedado mirando gamusinos o pescando musarañas, sino que su visión de la jugada habría permanecido en torno a los edificios principales de los pueblos y ciudades, lugares de poder, organización y negocios comunitarios y se habrían constituido como los auténticos administradores de la riqueza, el tesoro y los aparatos de la comunidad con el triste hecho, esto también gravísimo, que se habrían enriquecido con ello y se lo habrían dejado en herencia  -riqueza y aparatos-  a sus hijos y estos a los siguientes.

Todos estos desarrollos y elucubración de los mismos van a devenir concomitantes con ellos y como resultado propio, en la creación y estructuración de una serie de clases de gentes  -clases sociales-  en el funcionamiento de los lugares, pueblos y ciudades. Por una parte en el lugar de la superior clase, continuarían las "ricas mujeres" y la aristocracia característica surgida de sus clanes y familias, más una serie de ricas gentes procedentes de la función social, ricos comerciantes y administradores. Y por otra, en el lugar del pueblo, otra clase de gentes que formarían la base multitudinaria que haría funcionar la mayoría de los engranajes urbanos en pueblos y ciudades: empleados de las fábricas y artesanías, pero sobre todo la gran masa de gente y sus familias encargados de las granjas y apriscos de animales y aquellos encargados de las labores del campo.

La dialéctica instaurada entre esas dos clases de gentes, los ricos y poderosos propietarios de las tierras y los rebaños y los pobres y trabajadores, y según una serie de goznes intermedios, habría dispuesto, ya desde unos principios muy antiguos, de una serie de mecanismos de resolución en forma de acuerdos y consensos que, por una parte, harían funcionar y seguir hacia el futuro aquellas sociedades de matriarcado-patriarcado y, por otra, establecerían una serie de costumbres y leyes en las que ambos estamentos se sintiesen representados y seguros, cada cual en su rol correspondiente, en el funcionamiento urbano, social y político de la cosa comunitaria. También es que todos esos acuerdos y pactos tendrían que ser refrendados por las pertinentes celebraciones y fiestas más o menos particulares o multitudinarias que lo estimulasen y dejasen buena memoria en el común de las gentes.

En este caso particular de la Necrópolis de Montelirio, la clase de sociedades que existían por aquellos entonces no debían ser muy diferentes a las desarrolladas en el resto de los lugares del planeta, sociedades de matriarcado-patriarcado producto de los modelos neolíticos, en las que el reparto de roles entre las mujeres y los hombres se encontraría muy avanzado y constituía la base de aquel mundo.

Aquí en el último tramo del cauce del río Guadalquivir, el entorno natural y humano habla del desarrollo de la cultura y civilización alrededor de una gran ciudad junto a la rivera del río y el mar y de una serie de pueblos o caseríos aparecidos a su alrededor.

Los parámetros económicos y sociales nos hablan de una sociedad de producción de alimentos en mayor cantidad que los necesarios para el consumo y donde existían procedimientos de almacenamiento que permitía acumular excedentes. Estos excedentes y la riqueza obtenida de ellos, más tarde, serán dedicados a otro tipo de necesidades como la construcción de defensas, murallas en pueblos y ciudades, pago de los efectivos militares encargados de lo mismo, construcción de silos, obras hidráulicas y al final construcciones religiosas como templos o santuarios.

Por otra parte, la producción de excedentes acabaría por ser controlada por las élites aristocráticas surgidas en el medio de las familias y los clanes, en su mayor parte presididos por las mujeres. Esta aristocracia despliega una serie de artimañas e influencia, incluso ideología, que acaba por convencer a los diferentes estamentos y justificar ante ellos ese control.

El tipo de economía sería mixto en relación con la principal fuente de riqueza, la explotación ganadera en forma de ganadería trashumante, cabras y ovejas, y la existencia de granjas y apriscos de cerdos y la habitual existencia de amplios espacios de tierras dedicadas a la agricultura, cereales y legumbres, tierras de pastos y bosques de árboles de bellota como el roble. Pero también ya en el cambio de era, el Neolítico por la Era de los Metales y el inicio de la Historia, una importante economía de industrias encaminadas a solventar las necesidades inmediatas como la ropa y el calzado, la fábrica de herramientas y utensilios y comercio de los diversos y famosos productos que se diesen en la región.

Para terminar esta primera parte dedicada a la Necrópolis de Montelirio y su interpretación vamos a poner unas someras nociones sobre el hecho del sacrificio, un hecho y práctica instaurado  en el mundo antiguo y que ha llegado hasta la actualidad de muy diversas formas y dentro de la práctica religiosa. Serán éstas nociones lo que nos va a proporcionar unas importantes claves para la elucidación  e interpretación correcta de éste lugar arqueológico y de patrimonio.

El sacrificio es una práctica muy antigua presente en el medio histórico humano y que puede relacionarse con la plena consecución de condiciones de Cultura y Civilización en ese medio.

Sacrificio significa sacrificar algo, prescindir de algo para, matar algo para... La Academia de la Lengua dice que "sacrificio" en sentido figurativo es: "peligro o trabajo grave al que se somete una persona", y "acto de abnegación inspirado por la vehemencia del cariño", y "ofrenda a una divinidad".

Pero sacrifico o cualquier otra palabra que pudiera servirnos para describir eso, ahora mismo o en la antigüedad, pues quizás entonces se llamase o considerase de otra manera, podría significar también "celebración o "evento" para conmemorar algo, algún hecho en concreto.

De los más antiguos sacrificios de los que se tiene noticia son los celebrados en honor de los muertos. Se trataba y se trató siempre de una celebración o acontecimiento solemne para honrar a la persona y la memoria del difunto. Es decir, en su honor. De cierto que quizás en el mero hecho de la celebración, se sacrificase algo, seres vegetales, animales, incluso humanos, pero el matiz para "celebración" y "sacrificio" es importante para los intereses de explicación sobre la Necrópolis de Montelirio.

Sacrificio, celebración o evento que exigiría el concurso  de unos ejecutores, chamanes, brujos, druidas o sacerdotes y otros ejecutados, especies vegetales y animales.

Celebración entonces, del hecho del enterramiento de un difunto cuya más preclara manifestación en la antigüedad se puede observar en la Isla de Malta, una gran necrópolis con una especial estructura y organización en asunción del hecho de la muerte. En ese inmenso jardín de reposo que es la isla, en uno de sus edificios, se encontró una mesa-altar de aspecto vertical y decoración precisa donde se celebrarían los sacrificios, vegetales o animales, en honor a cada difunto.

En Babilonia, entre las antiguas costumbres de la ciudad se estilaba hacer sacrificios y celebraciones a los cinco planetas, esas estrellas que no titilan en la noche y eran sacrificios del estilo de honor a los muertos, pues acaso se considerase desde tiempos inmemoriales que esos planetas fuesen estrellas muertas por su carácter de luz quieta, sin vibración.

En otras ocasiones la ceremonia de sacrificio fuese en honor de los muertos o como ofrenda a los dioses se llevaba a cabo con grandes animales, vacas, bueyes o caballos que después eran consumidos por los asistentes a la celebración.

También se produjeron en la antigüedad tardía una serie de sacrificios de refrendo o acuerdo entre las diversas personas o estamentos o para asegurar la buena marcha de alguna empresa. Esta clase de celebraciones fueron algo muy común en los tiempos de los aledaños de la historia y consistían en que después de una reunión de negocios o de personas dedicadas al comercio, se hacía un sacrificio de seres vegetales o animales como rúbrica o refrendo de lo mismo. Ejemplo de ello  podría servir una amplia sala descubierta en el palacio de Cancho Roano, en donde se descubrió también una mesa-altar de aspecto vertical donde se harían esta clase de sacrificios de refrendo. 

El sacrificio o celebración que se pretende para los cuerpos hallados en la Necrópolis de Montelirio guardaría relación con esta clase de sacrificios de refrendo y como producto o seguimiento de otras celebraciones anteriores, aunque en este caso ya no se trataría en el sacrificio de un ejecutor y unas víctimas, vegetales o animales sacrificadas, sino que el sacrificador y las víctimas serían la misma persona. Una especie de autosacrificio o autoinmolación con intenciones de refrendo de los acuerdos económicos y sociales entre la clase superior de los ricos y poderosos poseedores de las tierras, fábricas y aparatos y las gentes del pueblo que harían funcionar las fábricas, los apriscos de animales y las labores del campo.

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