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El infierno (1510-1520), de maestro desconocido.
A mediados del siglo XV Portugal se abre al mundo y a la pintura. Su arte no domina el espacio, el modelado o la perspectiva, pero cautiva con sus gestos, detalles y color. En Valladolid se exhibe este legado, que por vez primera cruza fronteras
A los portugueses les gusta decir con ironía que el único momento en el que su pintura fue mejor que la española fue la que se hizo entre mediados del siglo XV y mediados del XVI, en plena Era de los Descubrimientos. Así, en 1924, en la Guía de Portugal se afirmaba: "Nuno Gonçalves -su máximo exponente- consigue un sentimiento de lirismo noble y calmado que lo hace nuestro, y una armonía de color que funde los tonos y evita esos duros contrastes de colorido tan vulgares en la escuela española". El pasado año, sin caer en nacionalismos y con más interés en conocer las ramificaciones cosmopolitas de su pintura, el Museo de Arte Antiguo de Lisboa acogió una ambiciosísima exposición: Primitivos portugueses (1450-1550). El siglo de Nuno Gonçalves que hoy se exhibe en el Museo Nacional Colegio San Gregorio de Valladolid. En total 48 de las 160 tablas y retablos de su colección, y de iglesias o casas de misericordia de todo el país, algunas restauradas ex profeso para la muestra.
Un arte singular, bello y lleno de misterios para quienes descubran en la muestra esta faceta del vecino peninsular, porque encontrar obra lusa bajomedieval en pinacotecas extranjeras es casi una quimera. Razón de más para que San Gregorio se plantease como un ahora o nunca la ocasión de exponer Primitivos. El desplome de la economía portuguesa y sus consiguientes elecciones estuvieron a punto de arrastrarla. La persistencia de ambas instituciones, hermanadas en distintos proyectos, tuvo su recompensa y por primera vez este legado pictórico cruza las fronteras de Portugal.
"Esta pintura está muy relacionada con su identidad, por eso Primitivos se quiso celebrar en 2010, coincidiendo con el centenario de la República. Corresponde a la época en la que hicieron los primeros descubrimientos, cuando empezaron su expansión marina... Portugal, un país pequeño y en un rincón perdido de Europa, consiguió convertirse en potencia colonial con una sociedad muy próspera, muy abierta y cosmopolita y, por tanto, muy permeable a las influencias artísticas de flamencos, italianos...", explica María Barroso, directora del Museo San Gregorio y una de los tres comisarios de la muestra.
"Es un arte muy novedoso, supone una ruptura con todo el mundo medieval con una calidad muy poco frecuente. Se llama Primitivos porque es una pintura que quiere ir más lejos de lo que es capaz de dominar. No se domina el espacio, ni las leyes de la perspectiva, ni el modelado... Pero lo compensa con el cultivo de los gestos, los detalles, las miradas, la importancia del color", la describe Barroso, tan entusiasta que ha programado para este verano cine, música y teatro portugués en el museo. Con esta tosquedad termina el artista Vasco Fernandes, el gran Vasco, "un pintor ya muy seguro en el colorido, en el dibujo de las figuras y en la capacidad para componer hábilmente y con dominio del espacio, notándose ya las características fundamentales de la pintura portuguesa del periodo manuelino", dice el comisario portugués Joaquim Oliveira Caetano.
"Primitivos es una operación de desagravio, una revisión de un ciclo pictórico en el que la Historia apenas había navegado liberada de los límites del mito", define el motivo de la muestra Antonio Filipe Pimentel, el director de Arte Antigua. Por fin, mediado el XIV, Portugal se abría a la pintura -ya lo había hecho en la escultura- al tiempo que lo hacía al mundo. Sin embargo, es poco el arte de esos días que hoy se conserva. Apenas una cincuentena de tablas datan de antes de 1500 y se contabilizan solo una treintena de pintores en el siglo XV (una pequeña parte de los que realmente existieron) repartidos en tres grandes grupos regionales: sur (talleres de Évora), centro (los de Lisboa) y norte (en Viseu). José Alberto Seabra Carvalho, el tercer comisario, relaciona este nacimiento pictórico con la cercanía al "riquísimo centro cultural que era Santiago de Compostela y su catedral que derivaban imagineros y pintores hasta los límites impuestos por la ocupación árabe".
Las relaciones comerciales entre Portugal y Flandes eran muy estrechas y eso animó al intercambio de arte. Hay un hecho al que en la pintura portuguesa se le da una gran importancia -no se sabe si real o no, pero al menos simbólica-, y es que el flamenco Van Eyck estuvo allí a principios del XV. Iba acompañando a unos príncipes, no se sabe qué hizo, pero es muy probable que su presencia allí tuviese cierto influjo. Los pintores lusos sustituyeron los fondos de oro por otros no tan planos, incluso oníricos; empezaron a contar historias en las imágenes, lejos del hieratismo medieval, y a dar una importancia enorme a los pormenores. Se detenían en minucias, como un bolsito de piel y tela estampada con hilos de oro -guiño a los talleres de bordadores, sastres u orfebres- , en el retrato microscópico de una dama junto al rosetón de una ventana gótica o en la vida cotidiana como un caballero limpiándose los dientes.
"Cuando una sociedad cultiva tanto los detalles -gracias al óleo- es que tiene tiempo para las pequeñas cosas y es optimista. Se ve también en su literatura y su cine que los portugueses tienen capacidad de concentrarse en algo concreto, con un sentido del tiempo muy dilatado", subraya la directora del San Gregorio.
La temática también es singular. Recurren a escenas del Antiguo Testamento, más que al Nuevo: la historia de la virgen, la creación del mundo, el paraíso, el infierno o las historias del pueblo judío. Aparecen también animales míticos, inexistentes, y la realidad del momento: mártires de Marruecos, expresión de que durante la expansión colonial evangelizaron, o coloridos tocados de plumas, símbolo del Amazonas conquistado.
Con el paso de los años los artistas se decantaron por la senda italiana y viajaban allí para formarse. A finales del XVI cambiaron los gustos y la madera de las tablas -castaño, más irregular que el pino- fue usada como tal, cuando no destruidas las imágenes durante la Contrarreforma. Y a esta triste merma del patrimonio contribuyó también la alteración de los patronazgos. "Se han perdido la mayoría de los eslabones que permitirían definir esta pintura; esto es, ejemplos anteriores, coetáneos o inmediatamente posteriores en número suficiente para establecer filiaciones, vínculos entre talleres, un conocimiento de los lenguajes próximos...", se lamenta Oliveira Caetano en Un siglo de pintura portuguesa. Artistas, obras, interrogantes. De este desguace general apenas se salvan el núcleo de Nuno Gonçalves, los trípticos de Santa Clara y Aveiro o las tablas de las antiguas colecciones de Reynaldo dos Santos y Espíritu Santo, que al menos al fin salen de Portugal.
Primitivos. El siglo dorado de la pintura portuguesa. 1450-1550. Museo Nacional Colegio San Gregorio. Palacio de Villena. Cadenas de San Gregorio, 1 y 2. Hasta el 2 de octubre. Valladolid. museosangregorio.mcu.es/
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