“El Mediterráneo en el I milenio antes de Nuestra Era” Rosa M. Serrano Pozuelo
EL MUNDO GRIEGO EN EL S. V a. C.
Desde comienzos del siglo V hasta mediados del IV, el mundo griego vio el
apogeo del sistema político de la Ciudad y una producción artística y literaria
incomparable.
Atenas es una ciudad que se afianza, durante los primeros años del siglo V, se
desarrolla su preeminencia por el establecimiento de un régimen político original, su
dinamismo en la lucha contra los persas y, finalmente, por una institución que obtendrá
un éxito imprevisto: el teatro.
Con el desarrollo del poder de Atenas, su expansión hegemónica y el predominio
de la Liga Ático-Délica, la Grecia Continental se encontraba dividida, en el S. V a. C.,
en dos bloques políticamente antagónicos:
·La Confederación del Peloponeso, encabezada por Esparta, con un sistema
social y político aristocrático y oligárquico, que ya denotaba instituciones arcaizantes y
sufrió ciertas vicisitudes a lo largo del S. V a. C., pero logró mantener su prestigio y
dominio sobre las ciudades de su Confederación, siempre recelosas del poder ateniense.
· La Liga Ático-Délica, dirigida y dominada por Atenas, en su período de
máximo esplendor. Supo imponer, de una u otra forma, su sistema de gobierno, la
Democracia, en las ciudades donde irradió su hegemonía y su cultura. Su florecimiento
comercial y su poderío naval, hizo que no sólo ésta se extendiera en el Egeo, y en el
viejo mundo griego, sino que estos límites se ensancharon hacia el occidente
mediterráneo.
Estas zonas, quizá por su escasa contribución a la Historia de la Grecia Antigua
en este periodo, han sido muchas veces desconocidas.
En los territorios de Grecia continental poco conocidos: Noroeste (Arcania,
Etolia y Epiro) y lugares montañosos de la Grecia central (Locrida, Fócida y Dórida),
donde el urbanismo estaba menos extendido, al parecer sus “Poleis”, se desarrollaron a
un ritmo diferente. Tal vez, en las mismas, el concepto de ciudadanía carecía de las
connotaciones de otras comarcas griegas.
Estos poblados o comunidades más o menos urbanas, por lo general, no
permanecieron aisladas sino que, ya desde épocas tempranas, se agruparon en
organizaciones de tipo federal. Distinguiéndose dos tipos: Federación de Comunidades
y Comunidades Federales; con la diferencia entre ellas, que éstas últimas no poseen una
total independencia.
SIGLO V a. C., EN EL MEDITERRÁNEO OCCIDENTAL.-
Extremo Occidental.
Las antiguas fundaciones en las costas de Galia y la Península Ibérica
alcanzaron, por lo general en ésta época, una gran prosperidad. Ello pudo deberse, en
parte, porque fueron lugar de refugio de griegos focenses, cuando los persas dominaron
su territorio en las guerras médicas.
Fundaciones como Rodhe (Rodas) y sobre todo, Ampurias (Emporion) fueron
florecientes centros comerciales, como lo demuestran los restos arqueológicos
encontrados. Estos centros debieron ser escalas importantes en las vías comerciales
griegas. Incluso, en el triángulo formado entre Marsella, Ampurias y Alería (Alalía,
Córcega), los restos arqueológicos dan a conocer la existencia de intercambio de
productos de comercio cartaginés, etruscos y griegos, por lo que se apuntado la
posibilidad que llegarán a ser puertos francos.
Sicilia y Magna Grecia.
Ocupadas por los colonizadores griegos las costas de la mitad sur de la Península
Itálica y las dos terceras partes de Sicilia, las ciudades griegas tuvieron que competir
con cartagineses y etruscos en el comercio de esta zona del Mediterráneo, al tiempo que
sus relaciones con el medio indígena resultaban complicadas y ofrecían grandes
dificultades.
A pesar de tales escollos, las ciudades griegas, debido a la disponibilidad de
tierras y, sobre todo, por las posibilidades de intercambio comercial, alcanzaron una
notable prosperidad y con frecuencia rivalizaron entre sí y sus luchas fueron continuas,
hasta el punto que en el año 511, la legendaria Síbaris sería destruida por Crotona.
Una importante característica de su peculiar evolución social y política es la
multiplicación de las tiranías que surgían, por lo general, del seno mismo de la
aristocracia, que siempre buscaba mayores poderes individuales y dinásticos; y aunque
se llevaron a cabo medidas populares, sus planteamientos tuvieron un carácter
oligárquico.
A principios del siglo V, las ciudades de la Magna Grecia, mantenían sus
vínculos con las metrópolis, pero desarrollaron su propia historia y peculiares
caracteres.
ÁFRICA: CIRENE
Fundada a 600 m. de altura, al borde de la meseta líbica, según los datos de
Heródoto, por tereos y rodios, recibió también en el siglo VI nuevos colonos
procedentes del Peloponeso y de las islas dóricas. En esta zona se formó el territorio
griego de Cirenaica.
Cirene era también una ciudad griega fundada entre un medio indígena, que
mantuvo unas constantes relaciones culturales y económicas con el resto del mundo
griego. Sin embargo, parece que Cirene no participó, al menos directamente, en ningún
proceso histórico importante del mundo griego. Ello no impidió que hiciera irradiar esta
cultura en su entorno geográfico. Aunque siempre estuvo a la defensiva ante los
pastores libios.
El comienzo del siglo V a. C., Cirene fue gobernada por una realeza hereditaria:
la dinastía de los Battiadas, lo cual no había impedido el desarrollo paralelo de las
instituciones cívicas, que cayeron en el 440, tras el reinado de Arecislao IV, conocido
como Píndaro, que cantó sus victorias píticas. Bajo el reino de Bato IV, fue un período
de gran prosperidad; atestiguada por los restos arqueológicos conservados, entre los que
destaca el templo dórico dedicado a Apolo y el de Zeus Amón, éste último de grandes
dimensiones, cuyo culto demuestra el sincretismo entre la cultura griega y egipcia,
característica primordial de la ciudad de Cirene. Las instituciones políticas, demuestran
también su doble vertiente griega y egipcia. Los santuarios se enriquecieron con
ofrendas, las acuñaciones cobraron amplitud y la política exterior fue prudente: buena
vecindad con los cartagineses y Egipto: el tributo parecía un símbolo liviano del control
persa.
Cirene intentó controlar a las principales Ciudades griegas de la meseta; lo que
parece que logró hacia el 480.
Su puerto Apolonia fue centro de mercancías entre el Mediterráneo y el interior
africano, llegando a tener una gran actividad en esta época. Manteniendo una relación
constante con los pueblos del interior, que explotaban su suelo. Una parte de sus
recursos (madera y trigo) se exportaba, lo mismo que el silfio, planta medicinal que
desapareció en época romana.
Conociendo las excelentes relaciones políticas y comerciales de Cirene con
Cartago y Egipto, es muy probable que Cirene se convirtiera en un puerto neutral de
esta parte del Mediterráneo.
CULTURA GRIEGA EN EL S. V. a. C.
El desarrollo y el auge de la economía griega, junto con la progresiva evolución
del pensamiento y las distintas manifestaciones culturales a lo largo del período arcaico,
dieron lugar al momento de mayor esplendor y hegemonía de la civilización griega.
Aunque este se manifiesta por todos los ámbitos geográficos del mundo griego,
sin duda Atenas adquiere un claro protagonismo, tanto por su poder económico, como
por su liderazgo político a la par que asciende a capital de la cultura y el pensamiento
griego, cualidad que ya nunca perdería.
La peculiar situación histórica que vivieron los griegos de los siglos V y IV a. C.
fueron sin duda decisivos para comprender esta eclosión cultural en sus distintas
manifestaciones. Las grandes edificaciones, las magníficas esculturas, la literatura o los
avances científicos siempre corren paralelamente a los avatares políticos científicos y
son el fiel reflejo de las emociones y vivencias de la sociedad de la época.
La cultura griega posee una gran diferencia con el resto de las culturas antiguas:
su preocupación por el hombre al que sitúa como centro de cualquiera de sus
expresiones artísticas. Ello aparece con enorme nitidez en los siglos V y IV a. C.
En literatura, son tres las grandes manifestaciones literarias del siglo V a. C.,
entre las que destacan la poesía, tragedia y comedia.
La historiografía se inicia, en cierto modo, con Hecateo de Mileto, o al menos,
puso los cimientos para el estudio de los acontecimientos pasados; pero será Heródoto
de Halicarnaso, quien en el S. V a. C. inicie la ciencia histórica. Por ello, Cicerón le
consideró merecedor del título de “Padre de la Historia”.
En los albores del siglo V a. C., el pensamiento filosófico continuaba orientado
hacia la explicación del cosmos, los fenómenos del Universo y la situación del hombre
en el mismo. Sobresalían diferentes escuelas en las zonas limítrofes del mundo griego:
Magna Grecia y Asia Menor (Escuela de Elea, Pitagórica y de Mileto).
Una de las características más notables de la filosofía del siglo V a. C. fue la
preocupación de la alterabilidad de las cosas y la apariencia de la realidad de las
mismas, junto con la búsqueda de la explicación de todo ello a través de la experiencia y
de la razón, llegándose a diferentes conclusiones.
Así, la escuela de Elea considera que el mundo de nuestra experiencia es una
mera apariencia y por primera vez las teorías se hacen reductivas: sólo hay átomo y
vacío y el mundo de nuestra experiencia es algo convencional, defendido por
Parménides.
En ésta época, pues, se busca la verdad pero se la discute y se temen los
equívocos o los confusos argumentos como los “Dossoi logoi” o “Argumentos dobles”
a favor y en contra de una misma teoría.
Así, a mediados del siglo V a. C. la ciencia filosófica sufrió una gran
transformación. No era ya lo importante buscar la verdad y la naturaleza de las cosas,
sino la demostración, la especulación del pensamiento y la elocuencia al transmitirlo.
El siglo V a. C. se considera como el arranque de la ciencia clásica griega.
Aunque no pueden negarse sus fundamentos de la época arcaica, a partir del periodo
clásico, se especializan las diversas ciencias y la sistematización de los conceptos
abstractos.
Con respecto a las artes plásticas, desde el año 480 a. C., el arte griego
evoluciona a su clasicismo en una etapa de especiales circunstancias históricas,
finalizando las Guerras Médicas, surgiendo la hegemonía de Atenas (Pentecontecía),
que le confiere unos caracteres especiales.
A partir de este periodo el arte griego se “naturaliza”, aunque las formas
naturales que adopta aparecen idealizadas y estilizadas, logrando superar las anteriores
más convencionales del arcaísmo.
El artista griego busca en cualquiera de sus manifestaciones un ideal de estética,
equilibrio y belleza. De ahí su inquietud hasta lograr unas correctas proporciones tanto
en las obras arquitectónicas como en el resto de las manifestaciones artísticas.
Los edificios públicos, tanto civiles como religiosos eran una de las primordiales
preocupaciones de los Estados griegos, debido, tal vez a que su edificación, decoración
y dedicaciones conmemorativas demostraban la riqueza y la preocupación de este
Estado por su pueblo.
Los templos, además de su significación religiosa eran, a su modo, depósito de
riqueza (recordemos el tesoro del Partenón), amén de verdadero museo y custodio de los
restos de la tradición y del pasado de la ciudad.
Entre el 470 y el 460 a. C. se edificaron importantes templos que anunciaban la
arquitectura clásica griega.
Dentro del ámbito de la civilización griega, la religión ocupa un lugar
preeminente y especialísimo, no sólo porque el carácter griego marca su sello
indiscutible en la espiritualidad, sino porque la religión griega se encuentra presente en
todas las manifestaciones de su propia cultura.
La religión griega, como define D. Sabbatucci “es original pero no originaria”.
En ella confluyen elementos pregriegos mediterráneos, indoeuropeos y orientales,
recibiendo ésta una estructura y una concepción propia, cuya evolución y desarrollo ha
corrido un proceso paralelo a su evolución cultural e histórica.
La religión griega resulta, pues, original en su confrontación con las religiones
mediterráneas pero no es precisamente la homogeneidad su característica, sino por el
contrario, la multiplicidad y complejidad de sus manifestaciones, debido en gran parte, a
la pluralidad histórica y política de su ciudades.
Tal vez puedan considerarse como caracteres comunes de la religiosidad de los
griegos su concepto de la divinidad, de la naturaleza humana y de las relaciones y las
limitaciones entre lo humano y lo divino.
Aun así, estos conceptos han de sufrir muchas puntualizaciones a lo largo de la
evolución histórica, cultural y geográfica del mundo griego.
Desde la “Teogonía” de Hesíodo a las corrientes filosóficas posteriores, los
planteamientos sobre la realidad humana, la divinidad y el concepto del mundo se
modifican, estableciéndose las diferencias entre lo mítico (“Mitos”) y lógico (Logos), y
lo práctico, lo sacro y lo profano, en donde se desenvuelve toda la vida griega.
Algunos de los grandes dioses del panteón griego post-homérico, son: Zeus,
Hera, Poseidón, Artemisa, Dioniso y Hermes. Siendo Zeus el dios supremo.
La religión y sus actividades culturales, estaban presentes en todas las escalas de
la vida griega. Desde las grandes manifestaciones religiosas oficiales a las más íntimas y
personales.
La religión “oficial” griega se mostraba poco atrayente a la espiritualidad
popular, distante a sus preocupaciones y lejana a sus necesidades.
Tal vez por ello, surgieron otros cultos y doctrinas que pudieran llenar ese vacío
religioso, cubrieran estas exigencias espirituales y además ofrecieran una relación más
directa e íntima entre el individuo y la divinidad.
Fueron cuatro divinidades en las que, primordialmente, los griegos buscaron
tales anhelos espirituales (Zeus, Apolo, Deméter y Dioniso), como: la esperanza en la
vida de ultratumba y el consuelo en esta vida, mediante la relación con la divinidad.
HERÓDOTO DE HALICARNASO (484-425 a. C.).-
Su magna obra “Historia Universal”, distribuida en nueve libros desde época
alejandrina, en dialecto jónico es el primer libro griego en prosa que nos ha llegado
intacto. Con la justificación de relatarnos el conflicto entre Grecia y Persia, se extiende
a una serie de narraciones sobre costumbres, acontecimientos y episodios de personajes
y lugares relacionados con el tema central que llega a ser la excusa o el hilo conductor
de las mismas.
El resultado es mucho más que un relato de las causas y acontecimientos de un
simple conflicto. Es más bien una descripción global del mundo que Heródoto llegó a
conocer por sus relaciones o por su actividad viajera: Egipto y Cirene en el norte
africano, Tiro, Mesopotamia hasta Babilonia en Oriente Próximo, el Mar Negro y
Crimea, norte del Egeo y las principales ciudades de Asia Menor y Grecia, finalmente el
sur de Italia donde se estableció.
Aunque su obra, inconclusa carece de organización coherente y metódica tiene
el indudable mérito de ser el primer intento de realizar una historia global del mundo
conocido, aunque en muchas ocasiones se quede en una descripción geográfica
enriquecida con relatos y costumbres de los distintos lugares.
También hay que añadir entre los méritos de Heródoto su apertura hacia otras
culturas, que le supuso ser llamado “barbarófilo”. Transmite en su narración las
diferencias sociales y políticas existentes en las mismas: la ciudad-Estado y el Imperio,
el régimen de ciudadanía y los despotismos del Oriente Próximo.
No se limita el mérito de la obra de Heródoto a ser la primera “Historia total”.
Su narración fluida y viva, y sus descripciones y comentarios críticos, tienen un
indudable encanto, que le hace ser una de las lecturas más amenas y bellas de la
literatura universal.
LIBIA Y LOS LIBIOS, EN EL I MILENIO ANTES DE NUESTRA ERA
Según el texto extraído de los libros III –IV, de la “HISTORIA” de Heródoto,
hay distintas tribus “indígenas” establecidas en el territorio de Libia. En primer lugar,
cita a los adimáquidas, que se extienden a partir de Egipto, hasta el puerto de Plino.
Según el autor, son los primeros habitantes de esta zona, teniendo costumbres egipcias,
aunque llevan la misma indumentaria que los demás libios. Sus mujeres, llevan en cada
pierna una ajorca de cobre; cabello largo, y se “desparasitan” unos a otros (siendo los
únicos libios que hacen esto). También es privativo de esta tribu, el hecho de presentar
al rey a las doncellas que van a contraer matrimonio, para ser desfloradas por él.
Próximos a los adimáquidas, están los giligamas, que ocupan el territorio hasta
la isla Afrodisíade, en cuya parte central se halla la isla de Platea, que colonizarán los
cireneos. Este pueblo tiene costumbres muy similares a las de los restantes libios.
Al oeste de los giligamas, y al sur de Cirene, se encuentran los asbistas. Son los
libios más aficionados a montar en cuadrigas; se dedican a imitar la mayoría de las
costumbres de los cireneos.
Al oeste de los asbistas y al sur de Barca (que llegan hasta el mar a la altura de
Tauquira), lindan los ausquisas. Tienen las mismas costumbres que los libios que
residen al sur de Cirene.
Al oeste de los ausquisas, vive uno de los pueblos más importantes, los
nasamones, que dejan sus rebaños cerca del mar y suben al oasis de Augila para
recolectar dátiles. También cazan langostas, que trituran y espolvorean sobre la leche,
después de haberlas secado al sol.
Cada hombre tiene varias esposas, pero copulan con las mujeres “a discreción”,
plantando previamente un bastón ante cualquier lugar, de modo similar a los maságetas.
Cuando un nasamón se casa por primera vez, siguiendo la costumbre, la novia
debe pasar por las manos de todos los convidados, entregándose a ellos. Recibiendo
posteriormente el regalo que éstos habían traído para la ocasión.
Cuando los nasamones quieren hacer un juramento, lo hacen por los personajes
más valientes y ecuánimes, poniendo la mano sobre sus tumbas. También acuden a los
sepulcros de sus antepasados, acostándose sobre ellos, para recibir mediante sueños, las
respuestas relacionadas con las artes adivinatorias.
Para concertar cualquier acuerdo, entre dos nasamones, cada uno debe beber de
la mano del otro. Si no disponen de ningún líquido, cogen polvo del suelo y lo lamen.
Al lado de los nasamones, habitaban los psilos, que fueron totalmente
aniquilados como consecuencia de la falta de agua en su territorio, pues sus depósitos de
agua fueron secados por los vientos del sur. Por ello, son los nasamones quienes ocupan
su territorio.
Al sur de los nasamones, en la región de las fieras, viven los garamantes. Tribu
pacífica, ya que no poseen ningún arma de guerra y no saben defenderse, por ello
rehuyen a todas las personas y a la civilización en general.
Al oeste de los nasamones, lindan los macas, que llevan a la guerra escudos de
pieles de avestruces y se cortan en pelo como si fuera un penacho.
Al lado de éstos últimos, habitan los gindanes, cuyas mujeres llevan alrededor de
los tobillos numerosas ajorcas de piel, que simbolizan el número de hombres con los
que ha mantenido relaciones. La mujer de más valía, es la que más ajorcas lleva. A
partir del país de los gindanes, hay un promontorio que penetra en el mar, ocupado por
los lotófagos, que se alimentan únicamente del fruto del loto (semejante a los dátiles),
con cuyo fruto también hacen vino.
Próximos a los lotógrafos, por la costa, extendiéndose hasta el río Tritón, viven
los maclies, que también utilizan el loto, en menor medida que éstos. Los maclies se
dejan crecer el cabello en la parte posterior de la cabeza. De forma contraria a los
auseos, que habitan a orillas del lago Tritónide, y se dejan crecer el cabello en la parte
frontal. Sus doncellas (divididas en dos bandos) luchan entre sí con piedras y garrotes,
con motivo de la festividad anual en honor de Atenea. A las doncellas que mueren a
consecuencia de las heridas, las tildan de falsas doncellas.
Antes de iniciar la lucha, hacen una procesión alrededor del lago, con la doncella
más hermosa ataviada con un yelmo corintio y una panoplia griega. Antes de que los
griegos se establecieran en sus proximidades, posiblemente la debían ataviar con armas
egipcias pues, según Heródoto, tanto el escudo como el casco han llegado a Grecia
procedentes de Egipto.
Los auseos, gozan de las mujeres a discreción, aunque no están casados con
ellas, apareándose con ellas del mismo modo que las bestias.
Estos pueblos son los libios nómadas de la costa. Tierra adentro, al sur de los
mismos, Libia está llena de fieras. Al sur de esta zona, una faja de arena que va desde
Tebas de Egipto hasta las Columnas de Heracles, hay unas lomas de sal de las cuales
brota agua dulce y fresca. Alrededor de esos manantiales, residen los últimos habitantes
en dirección al desierto: los amonios.
Dicho pueblo posee un santuario inspirado en el de Zeus Tebano, y un manantial
de agua dulce conocido con el nombre de Fuente del Sol, cuya agua varía de
temperatura a lo largo del día, haciéndose fresca al mediodía y extremadamente caliente
a la medianoche.
A unos diez días de camino del oasis de Águila, habitan los garamantes (pueblo
muy importante). Para sembrar sus campos, echan una capa de tierra sobre la sal. En sus
tierras se encuentra la raza de los bueyes que pacen retrocediendo, para evitar que sus
enormes cuernos curvados choquen contra el suelo.
Los garamantes utilizan sus cuadrigas para cazar etíopes trogloditas (los
hombres más rápidos del mundo, a la carrera), que se alimentan de serpientes, lagartos y
otros reptiles similares; emiten unos chillidos como los murciélagos.
Los atarantes, habitan otra de las lomas de sal. Según Herótodo, éstos individuos
son los únicos hombres del mundo que carecen de nombres propios. Estos individuos
maldicen al sol cuando quema en exceso.
En el Monte Atlas, viven los talantes, que no se alimentan de ningún ser vivo, ni
tienen visiones en sueños.
Más allá de los talantes, Heródoto afirma que a intervalos de diez días de
camino, hay un yacimiento de sal y gentes que lo habitan. Cuyas casas están construidas
con bloques de sal, puesto que en esas regiones de Libia ya no llueve.
Al sur de Libia, el terreno es desértico, carece de agua, lluvia y árboles. No
habiendo en su extensión el menor rastro de humedad.
Desde Egipto hasta el lago Tritónide, los libios son nómadas que comen carne y
beben leche, pero no prueban la carne de vaca y tampoco crían cerdos.
Al oeste del lago Tritónide, los libios ya no son nómadas, no tienen las mismas
costumbres y no hacen con los niños lo que suelen hacer los nómadas. Los libios
nómadas, cuando sus hijos alcanzan la edad de cuatro años, les cauterizan las venas de
la coronilla, para evitar que la flema que baja de la cabeza les cause problemas. Ya que
gracias a esta operación, gozan de una salud excelente, considerándose los hombres más
sanos del mundo.
Solo consagran sacrificios al sol y a la luna. Los que habitan a orillas del lago
Tritónide, los ofrecen sobre todo a Atenea, y en segundo lugar, a Tritón y Posidón.
Los griegos han adoptado la indumentaria y las égidas de las imágenes de
Atenea de las mujeres libias. Han aprendido de los libios a uncir juntos tiros de cuatro
caballos.
Los nómadas entierran a sus muertos igual que los griegos, a excepción de los
nasamones, que los entierran sentados. Sus viviendas están construidas con tallos de
asfódelo entrelazados con juntos y son portátiles.
Al oeste del río Tritón, lindando con los auseos, habitan unos libios que ya se
dedican a labrar la tierra y suelen tener casas: son los maxies. Estas gentes, se dejan
crecer el pelo en la parte derecha de la cabeza, afeitándose la parte izquierda. Asimismo
se embadurnan el cuerpo con minio.
Este territorio es más boscoso y está más habitado por fieras, que la zona de los
nómadas, que se dan animales como: antílopes de grupa blanca, gacelas, búfalos, asnos
que no ingieren líquidos, origes, zorros de pequeño tamaño, hienas, carneros salvajes,
panteras, chacales,...
La zona oriental de Libia es, hasta el río Tritón, baja y arenosa, mientras que la
zona occidental (la de los labradores), es sumamente montañosa, rica en bosques y
fieras (leones, serpientes gigantescas, elefantes, osos, áspides, asnos cornudos, seres con
cabeza de perro, seres sin cabeza que tienen los ojos en el pecho, hombres y mujeres
salvajes,....).
Con los libios maxies lindan los záveces, cuyas mujeres son quienes conducen
los carros a la guerra. Con ellos lindan los gizantes, que se embadurnan con minio y
comen carne de mono (pues en sus montañas es un animal muy abundante). Sus abejas
producen abundante miel.
Frente a su territorio, se encuentra la isla de Círavis, que está llena de olivos y de
viñas. En ella hay un lago del que las muchachas sacan pepitas de oro.
Según los cartagineses, en Libia, cerca de las Columnas de Hercules, hay un
lugar habitado por unos indígenas, en cuyas playas descargan sus mercancías
alineándolas a lo largo de la playa, volviendo a embarcarse en sus naves y haciendo
señales de humo. Los indígenas, al ver el humo, acuden a la orilla del mar dejando oro
como pago de las mercancías y alejándose posteriormente de las mismas.
Los cartagineses, desembarcan y examinan el oro; si les parece un justo precio
por las mercancías, lo cogen y se van; si por el contrario no les parece justo, vuelven a
embarcarse para que los indígenas añadan más oro para igualar el valor de las
mercancías. Ni los indígenas tocan las mercancías, ni los cartagineses tocan el oro,
hasta que a ambos les parece justo el intercambio.
Según Heródoto, estos son los pueblos libios que puede citar. Hay dos pueblos
autóctonos (libios y etíopes), que habitan al norte; mientras que otros dos no lo son
(griegos y fenicios), que habitan al sur de Libia.
Por su feracidad, a juicio del autor, Libia no es un territorio digno de ser
comparado con Asia o con Europa; a excepción de Cínipe que iguala a la mejor región
en la producción del fruto de Deméter y no se parece lo más mínimo al resto de Libia.
Por su parte, las tierras de la región de Cirene, que la más elevada de esa zona de
Libia, ocupada por los nómadas, tiene una gran producción agrícola, siendo la zona
costera la primera en estar a punto para la recolección y la vendimia. Esta ciudad fue
sitiada por Barca.
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