Una herencia científica en plena evolución. En el bicentenario de Darwin, cinco científicos de distintas ramas de la biología valoran la pervivencia del modelo evolutivo formulado por el inglés.
El próximo día 12 se cumplen 200 años del nacimiento del naturalista inglés Charles Darwin. En noviembre se conmemorará también el 150 aniversario de la publicación de su obra El origen de las especies, la primera que expuso de manera específica, exhaustiva y fundamentada la noción, ya intuida por otros científicos en el siglo XIX, de que las especies evolucionan a partir de ancestros comunes en un proceso continuo y gradual que las permite adaptarse a los embates de su medio.
La originalidad del británico consistió en proponer mecanismos directores de la evolución, sobre todo la llamada selección natural. Antes de Darwin, la aproximación más cercana a un esquema evolutivo era la formulada por el francés Jean-Baptiste Lamarck, para quien eran los organismos individuales, no las especies, los que se adaptaban a la fuerza a los cambios en el medio y legaban esas variaciones a sus descendientes. En un ejemplo clásico del lamarckismo, la jirafa habría surgido por la necesidad de estirar el cuello para alcanzar las hojas en las copas altas de los árboles.
Tanto Darwin como Lamarck desconocían la genética, el ADN y los mecanismos de la herencia, por lo que la hipótesis del francés no resultaba tan descabellada como hoy. Pero al contrario que el lamarckismo, el modelo de Darwin era fácilmente compatible con lo que a diario observaban los criadores de animales domésticos en sus procesos de selección de razas, aunque la herencia continuase siendo una caja negra para la ciencia de la época.
Una larga gestación
En el contexto de entonces, donde los descubrimientos científicos despuntaban en el magma de la crisis de fe de la sociedad victoriana, había ya una cierta apertura hacia las interpretaciones de la historia natural que se apartaban de las escrituras sagradas. Pese a ello, Darwin esperó casi un cuarto de siglo después de su viaje de exploración y recogida de datos en el navío HMS Beagle hasta publicar finalmente su modelo, y lo hizo en parte presionado por el descubrimiento de que el galés Alfred Russell Wallace había llegado a similares conclusiones de manera independiente.
Pero aún persistía un tabú: la posición del ser humano como algo esencialmente diferente y superior al resto de la naturaleza. Aunque la obra pionera de Darwin no indagaba en el ser humano, la aplicación del modelo era inmediata y evidente. Antes de que el naturalista abordase el asunto años más tarde en El origen del hombre, los círculos científicos ya discutían una paternidad común para los humanos y los simios, lo que soliviantó a la religiosidad del momento y multiplicó las caricaturas que encastraban la cabeza de Darwin en un cuerpo simiesco.
Dos siglos después, las hipótesis de Darwin gozan de buena salud. Su propuesta básica se ha contrastado en la naturaleza, se ha experimentado en el laboratorio y se ha simulado con modelos informáticos. Entretanto, la figura y su obra han sufrido innumerables asedios y manipulaciones. Voces acientíficas propagan presuntas dudas sobre su validez, otras falsean consanguineidades con el nazismo, y el ateísmo militante lo enarbola como bandera. Mientras el darwinismo se debate en contextos sociales y religiosos que su autor nunca exploró, expertos como el hispano-estadounidense Francisco J. Ayala (una de las máximas autoridades mundiales en evolución) se empeñan inútilmente en reclamar que se deje a la ciencia lo que es de la ciencia.
Darwin, desde luego, no era infalible. Aunque hoy ningún biólogo reconocido duda de que las especies evolucionan y que al menos uno de sus motores es la selección natural, la biología evolutiva maneja modelos que han adelantado en varias generaciones al darwinismo original. Incluso la representación del viaje de las especies en el tiempo como un árbol, algo que en su día fue revolucionario y que hoy parece incuestionable, es cuestionado en favor de un esquema más transversal en forma de red. Pero de algo no hay duda: la semilla de Darwin fructificó en un árbol del que brotaron muchas de las ramas de la biología moderna.
Richard Dawnkins/ Especial sobre Darwin (1/5)
Richard Dawnkins/ Especial sobre Darwin (2/5)
Richard Dawnkins/ Especial sobre Darwin (3/5)
Richard Dawnkins/ Especial sobre Darwin (4/5)
Richard Dawnkins/ Especial sobre Darwin (5/5)
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Cuatro preguntas para cinco científicos
"Fundó la ciencia del hombre" Juan Luis Arsuaga. Paleoantropología
Codirector de Atapuerca, Centro UCM-ISCIII de Evolución Humana
1 ¿Cómo pervive la herencia de Darwin en su disciplina?
Se puede decir que él la fundó, cambió las reglas del juego. Antes de él no existía una ciencia del hombre. Sus teorías nos insertaron en la naturaleza como una especie más.
2 ¿En qué aspectos su modelo era incompleto o erróneo?
No hay que momificar a Darwin. Él abrió las puertas, pero no cerró ninguna. Hizo las preguntas que los demás seguimos respondiendo. Por ejemplo, propuso dos mecanismos evolutivos, la selección natural y la sexual. Hoy continuamos discutiendo qué papel ha jugado cada uno.
3 ¿Qué destacaría de su huella social?
La evolución es indiscutida dentro del mundo científico, las alternativas son ideológicas. El creacionismo ya no cabe ni siquiera en el humanismo ni en la cultura; es el no pensamiento. Es cuestión de tiempo que desaparezca, como ocurrió con Copérnico. Hoy nadie cree en el geocentrismo.
4 ¿Qué le preguntaría hoy a Darwin si tuviera ocasión?
En qué momento vislumbró la evolución, si fue, como creemos, a su vuelta del Beagle, entre marzo y junio de 1837.
"El peso del dogma es excesivo" Carlos Duarte. Ecología
Instituto Mediterráneo de Estudios Avanzados CSIC-UIB
1.
Ha tenido un peso crucial en el desarrollo de la ecología de poblaciones. Por su condición de dogma, a veces el peso de esta herencia es excesivo y detrae de una exploración más libre de los resultados.
2.
Ignoraba la posibilidad de saltos evolutivos bruscos por dos procesos: los cooperativos en lugar de tanto énfasis en los competitivos, y la transferencia genética transversal entre organismos situados en ramas alejadas del árbol de la vida.
3.
El darwinismo social es uno de los fundamentos del capitalismo más salvaje, renacido en la fórmula del neoconservadurismo cuyas consecuencias padecemos en este momento.
4.
Estoy a punto de embarcarme en el Hespérides rumbo a la Antártida. Le preguntaría por su relación con el capitán Fitz-Roy. La colaboración entre armada y científicos es fuente de éxitos, pero hay algún desencuentro. Su experiencia podría enseñarnos algo.
"Los genes aportaron otra prueba" Antonio Barbadilla. Genética
Universidad Autónoma de Barcelona
1.
Es imprescindible. Consiguió que ningún científico dudase de la evolución. No podríamos entender la genética y la genómica sin él. Quizá lo más interesante es que lo que él vio a nivel morfológico se confirma en los genes, aportando otra prueba independiente.
2.
Al no conocer la genética, no entendía cómo los caracteres no se diluían al mezclarse en las sucesivas generaciones. Esto le producía cierta inseguridad. Pero no hemos hecho más que ampliar sus ideas mediante la genética. Es sorprendente cómo la filogenia del ADN nos revela las capas de la evolución a través de los genes que compartimos.
3.
Es alarmante el desfase entre científicos y ciertos sectores de la sociedad anclados en el creacionismo. Es la gran paradoja de la cultura moderna.
4.
Si habría imaginado que la genética vindicaría su teoría. Le habría entusiasmado, porque no sabía nada de este campo.
"Le habría planteado la panspermia" Ricardo Amils. Astrobiología
Universidad Autónoma de Madrid y Centro de Astrobiología CSIC-INTA
1.
Su primera piedra en los conceptos evolutivos ha madurado en la búsqueda de relojes moleculares que han facilitado la ordenación de los microorganismos.
2.
Hoy sabemos que los mecanismos evolutivos son mucho más complejos, sobre todo en bacterias, pero eso no le resta importancia. No hemos avanzado mucho más sobre el papel de las condiciones ambientales en la selección.
3.
En la sociedad culta, Darwin es incuestionable. Pero fuera de esta torre de marfil, mucha gente cree en el diseño inteligente o el creacionismo porque no requiere dar muchas explicaciones. Deberíamos salir más a menudo para divulgar, es nuestra responsabilidad social como científicos.
4.
Dónde colocaría los virus en su modelo evolutivo, o qué le parece la panspermia [origen extraterrestre de la vida] para explicar la rápida instauración de la vida en nuestro planeta.
"Le debemos los modelos animales" Juli Peretó. Bioquímica
Instituto Cavanilles de Biodiversidad y Biología Evolutiva
1.
Hay una unidad de procesos metabólicos y bioquímicos en los seres vivos que nos permite emplear animales como modelos. Si no fuera por Darwin, no tendría sentido utilizar un ratón como modelo de enfermedad humana.
2.
La bioquímica no existía en su tiempo. Y a pesar de eso, Darwin está en los cimientos de la bioquímica moderna, que ha ampliado sus ideas al mundo subcelular.
3.
Lo curioso es que los creacionistas lo son sólo el fin de semana. De lunes a viernes se ponen en manos de Darwin: se tratan infecciones o aplican remedios contra plagas agrícolas, cosas que existen gracias a nuestro conocimiento de la evolución.
4.
Por qué, al sugerir la evolución previa a animales y plantas, nunca pensó en los microorganismos. Y también, qué sintió al recibir la carta de Wallace en la que descubría lo mismo que él.
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Completando a Charles Darwin
La tectónica, la oceanografía o el clima están dando respuesta a los interrogantes pendientes sobre la evolución - Los nuevos hallazgos cierran lagunas en el 200º aniversario del científico.
Una crítica clásica contra Darwin es que, pese a haber titulado su libro El origen de las especies (1859), justo no aclaró cómo se originaban las especies. La selección natural -el mecanismo evolutivo descubierto por el naturalista- se basa en la acumulación gradual de pequeños cambios, mientras que las especies suelen ser entidades discretas y bien definidas: vemos leones y tigres, no una escala Pantone de leotigres. La investigación reciente, sin embargo, ha aclarado muchos puntos del problema de la especiación, o generación de nuevas especies, y ha confirmado que la especiación tiene una relación directa con la selección natural darwiniana. También han revelado unos principios generales que hubieran resultado sorprendentes para el padre de la biología moderna.
"La competencia por los recursos, las carreras de armamentos entre predadores y presas y otros factores biológicos dan forma a los ecosistemas locales durante periodos cortos", dice el evolucionista Michael Benton, de la Universidad de Bristol. "Pero son factores externos como el clima, la oceanografía y la tectónica continental los que explican las pautas de la evolución a gran escala". Benton es el autor de uno de los cinco artículos con que la revista Science celebra hoy el 200º aniversario del nacimiento de Charles Darwin (12 de febrero de 1809-19 de abril de 1882).
La idea de que la competencia entre seres vivos es el principal motor de la evolución arranca del propio Darwin y suele ser la preferida por los biólogos. Se la conoce como la hipótesis de la reina roja, por el personaje de Lewis Carroll que le dice a Alicia en A través del espejo: "En este país tienes que correr todo lo que puedas para permanecer en el mismo sitio".
El paradigma de la reina roja son las carreras de armamentos entre predador y presa: los conejos corren cada vez más para escapar de los zorros, lo que fuerza a los zorros a correr cada vez más para seguir comiendo lo mismo que antes; las corazas de las presas se hacen cada vez más duras y las pinzas de sus predadores cada vez más fuertes, con lo que todos corren lo más que pueden para que todo permanezca en el mismo sitio.
El problema es que la evolución a gran escala no permanece en el mismo sitio como Alicia. Los modelos del tipo reina roja, según Benton, no explican que los seres vivos se hayan hecho más complejos en la historia del planeta, ni que hayan colonizado nuevos espacios (como la tierra firme), ni que ciertos linajes concretos hayan brotado en explosiones evolutivas de radiación de nuevas especies. "Todas estas cosas han ocurrido muchas veces en los últimos 500 millones de años", afirma el científico británico.
La razón hay que buscarla en la geología, y algunos ejemplos son bien conocidos. Desde que el supercontinente Pangea empezó a quebrarse hace 250 millones de años, el baile de sus fragmentos por la corteza terrestre ha tenido un efecto decisivo. La biología alienígena de Australia -ornitorrincos, canguros, koalas, wombats, emús, cucaburras- y de Suramérica -llamas, anacondas, pirañas, vicuñas, tapires- se debe a que ambos territorios han sido islas durante casi 100 millones de años.
El sentido común no es la mejor guía para averiguar las relaciones de parentesco entre las distintas especies. El damán, un animalillo africano al que cuesta distinguir de una rata, se agrupa con el elefante en una gran rama evolutiva de los mamíferos, la de los afroterios. Las personas, los delfines y las vacas nos apiñamos junto a las ratas propiamente dichas en la segunda rama (los boreoterios), dejando la tercera (los desdentados) para el armadillo y el oso hormiguero.
La razón es que los mamíferos originales se dividieron físicamente en tres grupos hace 100 millones de años, cuando las actuales África, Eurasia y Suramérica se escindieron de un continente único.
En los últimos años, los geólogos también han encontrado fuertes correlaciones entre la diversidad del plancton -los organismos microscópicos que flotan en el mar- y la temperatura del agua en esa época. El enfriamiento oceánico de los últimos 70 millones de años, por ejemplo, se asocia a una gran radiación de especies de foraminíferos, los principales microfósiles marinos. En general, las fases de calentamiento por las que ha pasado el planeta se han caracterizado por una menor riqueza de géneros, y de familias enteras, de seres vivos.
Si la competencia entre seres vivos es la reina roja, la evolución guiada por las condiciones externas se conoce como la hipótesis del "bufón de corte". Los bufones sólo pretendían complacer a los poderosos, y jamás cambiaban sus números a menos que se vieran forzados por una catástrofe (como una guerra o un cambio de régimen). Si la reina roja es la idea preferida por los biólogos, el bufón de corte es la favorita de los geólogos, como parece lógico. Y es el motor del cambio que parece predominar a las escalas evolutivas, de 100.000 años para arriba en el tiempo, y de especie para arriba en la taxonomía, la ciencia que clasifica a los seres vivos en una jerarquía de especies, géneros, familias, órdenes, clases, filos y reinos.
La cuestión de la reina roja tiene mucha relevancia para el problema estrella de la biología evolutiva: la explosión cámbrica, la gran dificultad que atormentó a Darwin hace un siglo y medio. La Tierra tiene 4.500 millones de años, y los primeros microbios aparecieron poco después (hay evidencias fósiles de 3.500 millones de años). Pese a ello, la explosión de la vida animal sólo ocurrió al empezar el periodo Cámbrico, hace 543 millones de años. La evolución tardó poco en inventar a los animales, aunque tardó 3.000 millones de años en ponerse a ello. Ésta es la versión moderna del dilema de Darwin.
"Creo que la explosión cámbrica es un excelente ejemplo de evolución por el modelo del bufón de corte", confirma Benton a EL PAÍS. "Es un caso en que el cambio dramático del entorno físico tiene un profundo efecto en la evolución. Esto no tiene nada que ver con sugerir que la selección natural es errónea, o que Darwin se equivocó. Se trata simplemente de que los cambios dramáticos e inesperados, como el que ocurrió entonces, pueden abrumar a los procesos normales de la selección natural y poner a cero el reloj evolutivo, como solía decir Steve Gould". Stephen Jay Gould fue un destacado (y polémico) evolucionista norteamericano hasta su muerte en 2002.
El periodo anterior al Cámbrico (de 1.000 a 543 millones de años atrás) se llama Neoproterozoico, de mote "precámbrico", e incluye las más brutales glaciaciones conocidas por los geólogos, como la Sturtian y la Marinoan. Algunos científicos creen que fue una era de bola de nieve planetaria (snowball earth), en la que los casquetes polares cubrían incluso el ecuador terrestre.
Antes de esa era del hielo, los niveles de oxígeno en la atmósfera eran muy bajos, inferiores al 1% de la concentración actual, como habían sido en los 3.000 millones de años anteriores. La última de las grandes glaciaciones precámbricas, la Marinoan, terminó hace 635 millones de años, y los últimos datos indican que los primeros animales, las esponjas, ya habían evolucionado para entonces. Y los datos indican que el fondo marino no estuvo bien oxigenado hasta los tiempos de la explosión cámbrica. Si la biología tardó 3.000 millones de años en inventar a los animales, la razón parece ser que la geología no se lo permitió antes.
La mosca Drosophila ha resultado un modelo muy útil para estudiar los fundamentos genéticos de la especiación. Por ejemplo, la especie americana Drosophila pseudoobscura se separó hace 200.000 años en dos subespecies llamadas USA y Bogotá. Como los caballos y los burros, las moscas USA y Bogotá pueden cruzarse, pero sus hijos son estériles. En casos de especies más divergentes, los hijos suelen ser no ya estériles, sino directamente inviables. El punto es que la genética de la mosca permite hallar los genes exactos que son responsables de la esterilidad o de la inviabilidad.
Los resultados apuntan a muy pocos genes, y varios están relacionados con el transporte nuclear, el intercambio de materiales entre el núcleo y el resto de la célula. Dos de los genes de la especiación son Nup96 y Nup160, componentes del poro nuclear que comunica al núcleo con su entorno, y otro es RanGAP, que regula el mismo proceso. No hay ninguna razón a priori para que la especiación esté relacionada con un mecanismo tan concreto como el transporte nuclear, y estos resultados son inesperados en ese sentido.
Pero estos genes también tienen relación con un fenómeno que lleva décadas siendo un sospechoso central para los genetistas interesados en la especiación. Se llama impulso meiótico (meiotic drive), o más en general "conflicto intragenómico". Al igual que la selección natural clásica, se trata de un proceso de competencia, pero no entre individuos dentro de una especie, ni entre especies dentro de un ecosistema, sino entre genes dentro de un genoma, es decir, entre las partes de un mismo individuo.
Esto es posible porque cada individuo produce miles o millones de gametos (óvulos o espermatozoides, según su sexo), cada uno con una combinación distinta de genes. Y hay genes que sesgan a su favor la producción de gametos, de modo que se aseguran su presencia en más de la mitad de los espermatozoides o los óvulos, que es lo que les correspondería por azar. Estos genes son auténticas bombas evolutivas, porque pueden imponerse en una población en pocas generaciones aun cuando no hagan nada beneficioso para el individuo que los alberga. Los demás genes se ven forzados a adaptarse para convivir en el mismo genoma que ellos, y esto conduce a las poblaciones por caminos separados aun cuando sus entornos sean similares. Esto es la evolución por "conflicto intragenómico".
En el ejemplo mencionado antes de las dos subespecies de Drosophila pseudoobscura, USA y Bogotá, el grupo de Allen Orr, de la Universidad de Rochester, acaba de demostrar que un solo gen (llamado overdrive) es responsable a la vez de la esterilidad de los híbridos entre las dos subespecies, y de causar su propia representación en los gametos por encima del 50% que le correspondería por azar. "Nuestros resultados", afirma Orr, "indican que el conflicto intragenómico, una forma de adaptación al ambiente genómico interno, es una fuerza importante en la especiación".
Otro descubrimiento reciente es la importancia crucial de las duplicaciones de genes en la evolución. Las duplicaciones o pérdidas de genes son la principal fuente de variación genética en nuestra especie: cualquier persona se distingue de cualquier otra en un promedio de 70 regiones duplicadas o amputadas en uno de sus cromosomas.
Dos siglos después, la ciencia rellena huecos que a Darwin le hubiera encantado explicar.
Una teoría revolucionaria
- Si los seres vivos tienen una gran capacidad de reproducirse, pero los recursos son limitados, sólo las variantes más aptas de cada generación sobrevivirán lo suficiente como para reproducirse y transmitir sus cualidades a la siguiente.
- La repetición de este proceso ciego una generación tras otra provoca inevitablemente que las especies vayan cambiando y haciéndose más aptas para vivir en su particular entorno.
- La principal predicción de la teoría de la evolución es que todos los seres vivos del planeta provenimos por ramificaciones sucesivas de una sola especie simple y primordial.
- Los humanos compartimos con las ratas, los gusanos, los abetos y las bacterias tal cantidad de fundamentos genéticos y bioquímicos que el origen común de la vida es uno de los hechos científicos mejor establecidos.
- Darwin propuso una teoría gradual: ínfimos cambios acumulados generación tras generación durante millones de años. El registro fósil, sin embargo, presenta transiciones relativamente bruscas (según las escalas de los geólogos).
"Creemos firmemente que Dios creó al hombre y todo lo que hay sobre la faz de la tierra. Y en mi opinión, es lo suficientemente poderoso como para haberlo hecho en un par de días". Rob Koke, pastor de Shoreline Christian Center , no duda ni un segundo. Estamos en Texas, uno de los estados donde la teoría del creacionismo tiene más seguidores y donde Darwin es considerado por muchos "un hombre peligroso".
Foto: Bruce Wood pertenece a la dirección del Institute for Creation Research, fundado por el padre del creacionismo moderno, Henry Morris, donde se desprecia los cristianos que creen en la teoría de la evolución. - ÓSCAR SANTAMARÍA.
Enfundado en americana y vaqueros negros, camiseta roja y botas de cowboy, el fundador de esta megachurch a las afueras de Austin encabeza una congregación de 12.000 fieles. Un soleado domingo de febrero, el salón principal del inmenso recinto acoge a 5.000 creyentes que han venido a escuchar su sermón, claro y directo, sin liturgia, salpicado con anécdotas y bromas. Nada que ver con una misa al uso, y mucho con una charla de autoayuda y superación personal. Los asistentes entregan donaciones a golpe de chequera mientras los pastores auxiliares reparten kleenex a quienes lloran después de confesarse en esta enorme iglesia a medio camino entre un centro comercial (con cafetería y tienda de recuerdos cristianos) y una sala de conciertos (el sermón es amenizado por seis cantantes y una banda completa que interpreta canciones religiosas a ritmo de rock, rap y reggae).
Ya sin micrófono inalámbrico y más relajado tras bajarse del escenario, Koke se muestra prudente, sin querer molestar a ninguno de los miembros de su iglesia. Por eso es comprensivo con quienes se alejan del creacionismo clásico y admiten que ha habido algún tipo de evolución (eso sí, dirigida por Dios), frente a los que creen ciegamente en lo que cuenta el Génesis: es decir, que Dios creó al mundo y al hombre en una semana.
"Dentro de nuestra amplia familia hay diferentes opiniones, pero nadie duda de que somos producto de un Creador Divino. Nosotros no nos posicionamos sobre el cómo, sino sobre el quién, y en eso no hay discusión posible. Todo tiene un autor, un creador: este bolígrafo, la grabadora, una botella de agua... De hecho, yo necesitaría más fe para creer que todo es producto del azar y la evolución que para creer que lo ha hecho Dios". Koke, de origen holandés, se disipa cuando trata de explicar las "pruebas" que sostienen sus afirmaciones, que echan por tierra la teoría de la evolución de las especies.
Más claro lo tiene Carl Baugh, director del Museo de Evidencias del Creacionismo en Glen Rose, un pueblecito a una hora al sur de Dallas. Este paleontólogo con varios títulos en Teología lleva desde 1985 trabajando para demostrar científicamente que el mundo fue creado por Dios, algo de lo que tampoco tiene ninguna duda. Su discurso es sólido, plagado de tecnicismos científicos.
Modelo bíblico
Durante el tour por su minúsculo y destartalado museo repite que sus experimentos, tanto sobre el terreno como en el laboratorio, han sido certificados y contrastados. Una de las principales pruebas que aporta para desmontar a Darwin son dos huellas que demostrarían que los dinosaurios y los hombres coexistieron. De ser cierto, los evolucionistas estarían en serios aprietos. Una de las huellas, encontrada cerca del museo en los años cincuenta, muestra la pisada de un humano sobre la de un dinosaurio. La otra, hallada en el año 2000, es la de un dinosaurio sobre la de un humano.
Con un currículum de varias páginas y decenas de excavaciones a sus espaldas, Baugh reconoce que antes de llegar a Glen Rose era un "moderado" seguidor de la teoría de la evolución. Pero sus descubrimientos le hicieron cambiar de idea. "Cuando me di cuenta de que los dinosaurios y los hombres habían vivido juntos no pude dormir en cuatro días. Todas mis creencias se vinieron abajo", explica con voz pausada, arqueando las cejas.
Otro de sus experimentos, ya en el laboratorio, le ha llevado a descubrir que toda la información genética viene dada y que no son las condiciones atmosféricas ni la selección natural -como expone Darwin- lo que explicaría la evolución. Pero, entonces, ¿qué pasó con los dinosaurios? Se extinguieron, dice, en el Diluvio Universal que narra el Génesis. "Los únicos seres vivos que se salvaron gracias al Arca de Noé son los que existen actualmente en el mundo". Y es aquí donde Baugh, que ha dado conferencias para científicos de la NASA, tira de la Biblia y se posiciona en el creacionismo clásico, el que cifra en entre 6.000 y 8.000 años la edad del planeta Tierra. "Nosotros demostramos científicamente que el modelo bíblico de la creación es cierto", apunta con una amable sonrisa.
Más combativos son los expertos del Institute for Creation Research o instituto para la investigación de la creación (ICR), situado en un polígono industrial en la periferia de Dallas, a tres horas en coche de Austin. Bruce Wood es el director de comunicación del centro fundado por Henry Morris, considerado el padre del movimiento creacionista moderno. Es el ala dura, la derecha ultrareligiosa que no disimula su agenda política. No sólo desprecian a Darwin, sino que descalifican a aquellos cristianos que creen que Dios no hizo el mundo en seis días y que utilizó algún tipo de evolución en la creación del hombre. "Les han lavado el cerebro", insiste Wood.
"¿Cree en Dios?"
En el ICR, puntero en la investigación y promoción del creacionismo, están a la defensiva. Y piden sin disimulo la unión a su causa. Al finalizar la visita por el centro -tres edificios donde trabajan unas 40 personas- aparece el director, Lawrence Ford, que con tono áspero lanza varias preguntas. "¿Cree en Dios? ¿Cree en el Génesis? ¿A quién apoya su periódico, a Obama o a Bush?". Con recelo, da por acabada la charla, después de soltar: "La prensa europea siempre nos malinterpreta". "Todo lo que tengo que decir está en la revista", concluye Ford en referencia al último número de Acts & Facts, dedicado a contradecir a Darwin en su 200 aniversario.
Desde el ICR aseguran que su fe "no es ciega", que se basa "en evidencias y hechos". "Miramos a la tierra, a los animales, al hombre, y no encontramos la forma de que la evolución pueda explicar todo lo que existe, su increíble complejidad", explica Wood, quien, ante un cuadro con mariposas disecadas, afirma: "La naturaleza no puede ni tiene necesidad de crear tanta riqueza de colores, tanta belleza... Todo esto no puede ser fruto de la casualidad". El resto de sus pruebas para demostrar que están en lo cierto las sacan, de nuevo, de la Biblia. Ahí, en la interpretación literal del Génesis, es donde están todas las respuestas.
Uno de esos cristianos impuros de los que hablan en el ICR sería Justin Marston, británico de 31 años que se mudó hace dos a Texas. Este químico de formación, que fue el científico más joven en publicar con 18 años en Nature, va cada domingo a la iglesia que dirige Rob Koke. Marston es de los creacionistas que creen en la evolución. "Pero dejando claro que fue Dios quien escogió la evolución natural para crearnos. Y yo no voy a ser quien para contradecirle".
Marston, que insiste en recordar que la fe y la ciencia no siempre están reñidas, intenta responderse a la pregunta clave: ¿de dónde venimos?. "Los evolucionistas seguidores de Darwin no se detienen en esa cuestión. Es más, niegan la existencia de Dios". Antes de marcharse a casa a ver la Super Bowl, hace su donación a Shoreline Christian Center, con las palabras de su fundador aún en el aire. "En estos tiempos de crisis, lo más rentable es invertir en el Reino de Dios".
La persistente batalla en Estados Unidos entre 'creacionistas' y defensores de la teoría de la evolución, dos siglos después del nacimiento de Charles Darwin, revela una división cultural profunda en un país donde la religión ocupa un espacio preponderante.
Foto: Diversas calaveras expuestas en un museo estadounidense. AFP.
Cerca de 150 años después que el naturalista británico publicara su obra sobre el origen de las especies, muchos estadounidenses continúan rechazando la teoría de la evolución.
Y la controversia ha cobrado fuerza en los últimos años ante la cuestión de la enseñanza del 'creacionismo' en escuelas públicas, objeto de apasionados debates en los consejos locales de educación y en los Congresos de una treintena de Estados.
El Consejo electo de la Educación de Kansas (centro) votó en 2005 autorizar la enseñanza del 'creacionismo' -que afirma que el hombre es un diseño "inteligente" que no desciende de un ser menos evolucionado como el mono sino que es una creación divina- en instituciones públicas junto a la teoría de la evolución.
En enero de 2009 un consejo de educación de Texas (sur) oyó argumentos de defensores de ambas posturas sobre una inclusión o no del 'creacionismo' en la enseñanza de biología en las escuelas públicas del Estado.
La campaña inquietó tanto a la Academia estadounidense de las Ciencias que dedicó todo un sitio en internet a la defensa de la evolución.
Esta vasta ofensiva antievolucionista se inscribe en el hilo del célebre 'proceso del mono' de 1925 que resultó en un profesor de biología condenado a 100 dólares de multa por haber enseñado "ilegalmente las teorías de Darwin" en Tennessee (sur).
Hubo que esperar hasta 1968 para que, en nombre de la separación de la Iglesia y del Estado, la Corte Suprema considerara anticonstitucional la prohibición de enseñar la teoría de la evolución, por un caso de Arkansas (sur).
En 1987, la Corte Suprema juzgó contrario a la Constitución el hacer obligatoria la enseñanza del 'creacionismo', que volvería a promover una creencia religiosa en la educación pública.
A partir de estos reveses los 'creacionistas' cambiaron de táctica para presentarse como víctimas de un pensamiento dominante sobre el origen del hombre.
No reclaman ya la enseñanza del 'creacionismo' sino que exigen que la teoría de la evolución no sea enseñada en solitario en nombre de la libertad de elección.
En su obra de 1995, 'Darwin's Black Box', Michael Behe, biólogo, considerado el padre de la "intención inteligente", explica que ciertos mecanismos moleculares son demasiado complejos para resultar del proceso de selección natural descrito por Darwin.
"La enseñanza de la evolución forma parte de una guerra cultural" en Estados Unidos y no está muy lejos de la del aborto y la del matrimonio homosexual, opinó David Lasci, analista del Pew Research Center.
Lasci citó como ejemplo las declaraciones de la ex candidata republicana a la vicepresidencia, Sarah Palin, a favor de enseñar el 'creacionismo' junto a la teoría de la evolución en las escuelas públicas.
Según una encuesta del instituto Pew, solamente un 26% de los estadounidenses suscribe la teoría de la evolución.
Hoy se cumplen 200 años del nacimiento del científico en Shrewsbury
La teoría de la evolución resiste las envestidas creacionistas
El debate intelectual se produce en las universidades de Gran Bretaña | La Iglesia defiende que creacionismo y evolucionismo son complementarios | Las iglesias anglicana y católica han sufrido un declive del 27% en asistencia a misa.
Doscientos años después de su nacimiento, la teoría de Charles Darwin sobre la evolución de las especies para explicar el origen de la vida goza de más respeto que nunca entre científicos e intelectuales, y soporta las embestidas periódicas de grupos religiosos –sobre todo en Estados Unidos– empeñados en desprestigiarla para justificar sus creencias y aumentar su base electoral e influencia política.
En una cuestión tan intrínseca a la naturaleza humana, es inevitable que exista un intenso debate que tradicionalmente ha enfrentado creacionismo y evolucionismo, pero al que se ha incorporado de modo reciente –en una hábil maniobra de organizaciones interesadas en difundir una explicación religiosa o pseudorreligiosa del origen de la vida– la llamada teoría del diseño inteligente.
Esta teoría no habla estrictamente de un dios, sino de un ser superior con capacidad para concebir y configurar el mundo tal y como lo conocemos. Aunque la primera línea de fuego en esa guerra entre evolucionistas y antievolucionistas está en los estados del Medio Oeste y el cinturón industrial de EE.UU. (como Ohio, donde el voto cristiano fue decisivo en las dos victorias electorales de George Bush), el principal escenario del debate filosófico e intelectual son las universidades y centros de estudios científicos y teológicos de Inglaterra, una sociedad mucho más laica que la norteamericana y donde el enfrentamiento no es ni mucho menos tan venenoso.
"Podría decirse que lo que en Kansas o Pensilvania es casi un combate sucio para que se enseñe el creacionismo en los colegios públicos a pesar del amplísimo apoyo académico a las teorías de Darwin, en el Reino Unido es un pulso entre caballeros de acuerdo a las más estrictas normas del fair play donde ni una parte ni la otra pierde los papeles", dice el profesor de teología Leo Bentley. Un ejemplo es que la campaña humanista con anuncios en el metro de Londres y autobuses de todo el país, bajo el eslogan Dios probablemente no existe, así que no te preocupes y disfruta, se ha desarrollado sin tan siquiera una décima parte de la polémica suscitada en Barcelona.
Ello no quiere decir que no existan opiniones contrarias, como demuestra una encuesta encargada por el think tank religioso Theos con ocasión del 200.º aniversario del nacimiento de Charles Darwin en Shrewsbury, que se celebra hoy, y 150.º aniversario de la publicación de su obra maestra El origen de las especies, efectuada por la firma de sondeos ComRes entre poco más de 2.000 ciudadanos británicos. Los resultados son difíciles de interpretar, por la manera en que se formularon las preguntas y el hecho de que mucha gente diera credibilidad tanto al creacionismocomo a la teoría del diseño inteligente, en vez de escoger entre una y otra.
A lapregunta de "¿a qué atribuye usted el origen y desarrollo de la vida?", un 48% de los encuestados respalda la teoría darwiniana de la evolución, un 22% el creacionismo, un 17% la teoría del diseño inteligente, y el resto dice que no sabe. En cuanto a la pregunta de cuáles de estas explicaciones deberían formar parte del expediente académico de los colegios públicos de Gran Bretaña (con la posibilidad de optar por varias), un 69% dice que el evolucionismo, un 44% que el creacionismo, y un 41% que el diseño inteligente.
Además, un 51% está de acuerdo con la afirmación de que "la evolución por sí misma no es suficiente para explicar las complejas estructuras de algunos seres vivos, y por tanto debe haber sido necesaria la intervención de un diseñador". El problema es que la separación constitucional entre Iglesia y Estado constituye un obstáculo para la difusión de cualquier fe o precepto religioso en las escuelas estatales, y la creación por Dios del mundo en siete días, y de Eva a partir de una costilla de Adán, es uno de los pilares del cristianismo. "Tenemos suerte de que, comparados con EE.UU. y otros países, aquí no existe ningún grupo religioso o cultural de peso que se oponga a la enseñanza de la teoría de la evolución", señala lord Martin Rees, presidente de la Royal Society.
La cuestión en Gran Bretaña no es –como en algunos lugares de EE.UU. bajo presión de la derecha religiosa que contribuyó a auparaBush al poder– si el evolucionismo debería de dejarse de enseñar en los colegios públicos, sino si debería acaso ir acompañado del creacionismo o/y el diseño inteligente. A lo cual dos tercios de los maestros responde que no, y un tercio que sí.
La difusión por 60 escuelas británicas de un DVD creacionista procedente de Estados Unidos ha sembrado la alarma en el gobierno del Labour, que ha exigido su retirada porque ni el creacionismo ni el diseño inteligente son teorías científicas admitidas, y –en palabras del diputado Graham Stringer-"bajo ninguna circunstancia deben ser enseñados a la misma altura que la teoría de la evolución". "La atribución del desarrollo de la vida a una inteligencia superior es un sucedáneo religioso, una manera de envolver de una manera más neutra el concepto básico de que el mundo es obra de Dios", señala el teólogo Alfred Borthwick.
La Iglesia de Inglaterra es la primera que se aleja de las denuncias al darwinismo y quiere aprovechar el aniversario para difundir la noción (igual que el Vaticano) de que evolucionismo y creacionismo no son antagónicos sino complementarios, y la teoría del origen y evolución de las especies es perfectamente compatible con la intervención de Dios. "Dos siglos después de tu nacimiento, te debemos disculpas por haberte malinterpretado y animado a otros aque te malinterpreten", dice un mensaje póstumo a Darwin colocado en la web de la Iglesia anglicana.
La ausencia de un movimiento antievolucionista en Gran Bretaña se explica en el carácter cada vez más laico de la sociedad de este país, donde nueve millones de habitantes (un 15% de la población) son ateos o agnósticos, el grupo más importan después de los cristianos (un 71,8%, pero la gran mayoría de tipo social, es decir, que se definen como tales por tradición o pertenencia a un grupo cultural, pero sin compartir necesariamente los principios de la fe o tener una participación activa en la religión).
Todas las encuestas sobre religiosidad están llenas de contradicciones. Aunque un 75% de los habitantes del Reino Unido se consideran cristianos, musulmanes, judíos, budistas o sijs, al mismo tiempo un 66% afirma "no tener ninguna conexión práctica con la religión o la Iglesia", y menos de la mitad dice creer en Dios. Un sondeo realizado entre niños de nueve y diez años del condado de Cornualles, el más pobre de Inglaterra, concluye que sólo el 19% se ve a sí mismo como "religioso". Desde 1980 hasta ahora, las Iglesias anglicana y católica han sufrido un declive del 27% en asistencia a misa, y la única iglesia institucional que ha registrado un aumento de fieles es la ortodoxa griega y rusa, debido a la inmigración.
Para celebrar el 200.º aniversario del nacimiento de Darwin, mañana se abre al público como museo la casa de Orpington (Kent) donde el científico realizó sus experimentos y elaboró sus teorías, con una detalla explicación de su vida, trabajo y familia. El Museo de Historia Natural le dedica una exposición con el relato del viaje del Beagle,sus escritos personales y la ambientación de los invernaderos donde cultivaba sus orquídeas, y se han organizado congresos en Cambridge, Shrewsbury y otras ciudades.
Comentario por Rebeca el febrero 12, 2009 a las 6:01pm
La fe es algo que se tiene ó no se tiene; no entiendo esas corrientes tan de moda que quieren convencer a la gente de la existencia de Dios.Las creencias,creo,son algo muy íntimo.En la Edad Media o "creías´" ó "creías" si no querías morir en la hoguera.
Galileo,según tengo entendido,era una persona muy religiosa pero no por ello negaba la evidencia: La Tierra no era el centro del Universo por mucho que la Iglesia se empeñara.
Menos mal que hoy en día y Ya en tiempos de Darwin la Iglesia no tiene el poder de decidir lo que es Verdad.
En cuanto al orígen del Ser Humano,la evidencia es innegable por mucho que algunas religiones quieran convencernos de lo contrario. No hay más ciego que el que no quiere ver.
La travesía del ser Humano ha sido larga y dura.. muy dura; BASTA YA DE SUBESTIMARNOS.
Como lo ven; un emigrante griego que responde al nombre de Poseidón de Artemisón, se exhibió a las puertas del Convention Center de Sacramento, California, tal y como su madre le trajo al mundo, ¡desnudo!. Afortunadamente estaban estas almas piadosas para evitar que fueran dañadas las retinas de sus niños, con los que iban a celebrar un encuentro de 3 días en este centro de convenciones. Al finalizar el mismo, suponemos, se celebraría una fogata de campamento con los libros del malvado Charles Darwin y el reparto de los nuevos libros de texto, de un tal Carol Lewis. La fiesta terminó con la visita al recién inaugurado Museo Creacionista y la foto de familia con Adán y Eva dando de comer a los dinosaurios. Un país sumido en el marxismo, de Groucho, claro.
Por cierto, los pantalones que tratan de ponerle a Poseidón ¿no son de esos de cremalleras a los lados?, de los que utilizan en sus shows los STRIPERS. Sería interesante saber donde celebran sus reuniones esta APA.
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