Los cazadores de tesoros en el Golfo de México cada vez lo tienen más difícil. La empresa estadounidense Odyssey —bajo litigio en Tampa (EE.UU.), donde estos días se ha abierto el plazo para que España haga sus alegaciones en el proceso por un tesoro de monedas de oro y plata hallado en mayo de 2007 y valorado en 500 millones de dólares— ha visto denegados dos proyectos para explorar galeones de la antigua Nueva España hundidos en aguas mexicanas. No es cuestión de coyunturas ni de política sino del principio de que para México los pecios y tesoros hundidos son «un patrimonio cultural que es propiedad de la humanidad», dijo a este diario Pilar Luna, titular de la Subdirección de Arqueología Subacuática del Instituto Nacional de Arqueología e Historia de México (INAH) de México.

Vía: EUGENIO RIVERA | ABC.es, Sevilla, 7 de agosto de 2008

En México el patrimonio sumergido es tratado como el que se encuentra en tierra: «Igual que nadie aceptaría que particulares excavaran en Teotihuacán, debe ser lo mismo con los barcos hundidos o con las ofrendas que se encuentren en aguas interiores», aseguró en entrevista Luna.

El asunto se remonta a 2006, cuando un abogado a nombre de Odyssey contactó al INAH para negociar el rescate de un tesoro a cambio de un porcentaje de lo que obtuviera. «La solicitud de que se le atendiera vino por parte de un político mexicano. No vino Greg Stemm (presidente de Odyssey) sino su apoderado legal», explicó Luna. En aguas del Golfo de México, especialmente en las inmediaciones de Veracruz, «hay muchísimos pecios de todas las épocas, desde el siglo XVI hasta el XXI», barcos de distintas nacionalidades que han convertido la zona en un lugar ideal para los cazatesoros.

La mayoría de las empresas que se dedican a esta actividad son estadounidenses y una de las más activas es Odyssey Maritime Exploration, propiedad de Greg Stemm. «A la compañía Odyssey la conocemos hace tiempo todos los arqueólogos subacuáticos. Para nosotros, uno de los grandes problemas son los buscadores de tesoros que siempre están atentando contra el patrimonio», explica Luna. La firma es una de tantas que han intentado sin éxito trabajar en aguas mexicanas, para lo cual no han dudado en cultivar relaciones con políticos poderosos y tratar de ganar favores.

No obstante el INAH mexicano se ha mantenido firme y enviado un mensaje inequívoco: los pecios son patrimonio y con él no se juega. «México siempre ha tenido una posición muy firme de no permitir la negociación con el patrimonio cultural», declara Luna, a quien le ha tocado rechazar a Odyssey y a otra empresas.

Con más de 10.000 kilómetros de litoral y unos 2,8 millones de kilómetros cuadrados de zonas sumergidas, este país lleva veinte años manteniendo con firmeza esa postura ante quienes se le acercan para buscar los viejos galeones de la Nueva España, que tuvieron la desgracia de acabar hundidos. «Lo que atrae realmente a los buscadores de tesoros son las cargas de oro y plata o piedras preciosas que, normalmente, iban de América a Europa», reconoce Luna.

El atractivo es inmenso porque México ocupó durante siglos una «posición estratégica» que lo convertía en una especie de «enlace de tres continentes», América, Europa y Asia. «La postura de México es considerar que el patrimonio cultural que yace en la tierra o sumergido es eso: un patrimonio cultural de la humanidad», advierte Luna. La especialista reconoce que a lo largo de tres décadas el INAH ha recibido peticiones de distintas compañías «tratando de obtener a toda costa y por todos los medios permisos para “explorar” barcos con cargas económicas, con tesoros», mismas que siempre han sido rechazadas.

Uno de los casos más sonados ocurrió en 1988 cuando una empresa quiso sacar la carga del «Nuestra Señora de Juncal», hundido en 1631 en el Golfo de Campeche, y le fue denegado el permiso. Antes había alcanzado un acuerdo con una de las secretarías (ministerios) del Gobierno de entonces para quedarse con un porcentaje de lo que encontrase a cambio de sacar todo.

Luna reconoce que los casos se siguen dando aunque cada vez son menos comunes. «Han disminuido. Eso quiere decir que van entendiendo que México no va a cambiar su postura ni a ver el patrimonio como un botín que se puede dividir, subastar o negociar», asegura.

«Piratas modernos»

La arqueóloga admite que tener el control de lo que ocurre en la
s aguas de un país «es muy difícil» ante determinadas compañías como Odyssey que ofrecen proyectos de exploración cuando en realidad son «piratas modernos». De la firma cuenta que su dueño, Stemm, estuvo incluso en París como parte de la delegación estadounidense cuando la Unesco aprobó el Convenio de Patrimonio Nacional Sumergido en 2001. «Es un tratado cuyo texto hemos ratificado 17 países. Cuando haya 20, tres meses después entra en vigor», recordó.

Luna confía en que esa nueva pieza del derecho internacional facilite la posibilidad de restringir la actividad de los cazadores de tesoros y sancionar a quienes infrinjan la normativa. «El espíritu de la Convención nos tiene que quedar muy claro que es la protección del patrimonio cultural subacuático», asegura Luna.

Mexico es, junto con Italia, España y Portugal, uno de los más firmes defensores de ese tratado. «Creo que el secreto es la cooperación, justamente para que no pasen casos como el de Odyssey, para que los cazatesoros no se queden con un patrimonio que es de la Humanidad, aunque esté en aguas mexicanas o españolas».

El esquema de protección del Patrimonio Subacuático de México no es único pero sí va ganando adeptos. Aunque República Dominicana desde 1978 permitía por decreto presidencial a los cazadores de tesoros quedarse con la mitad de lo que sacaran. Pero «ya no, ya no se están dando (esas colaboraciones). Estamos reduciendo las compañías que tienen ese porcentaje. Como la gente tiene un contrato hay que sacarlos lentamente», declaró a este diario Francis Soto, director técnico de Recursos Acuáticos de la Secretaría de Cultura en Santo Domingo.

Admitió que el esquema está anticuado, que surgió de la inquietud de algunas personas por que los saqueos terminaran con el patrimonio subacuático. Ahora se buscan entidades universitarias sin fines de lucro, que exploren los fondos con biólogos y otros expertos para causar el menor impacto posible en los fondos marinos.

«No a la gente de esa calaña»

En relación con Odyssey, Soto señaló que esta empresa «nunca ha solicitado permiso» para explorar en República Dominicana y les recomendó «que no pierdan el tiempo» intentándolo. «Nosotros tenemos que ser muy locos (…) para aceptar una gente de esa calaña en este país», apuntó el funcionario, quien recordó que en el pasado se rechazaron peticiones de famosos cazatesoros como Mel Fisher (1922-1998) por los problemas legales que tenía en Puerto Rico.

No obstante admitió que otras empresas, la estadounidense, Marine Explorations, con sede en Colorado, y su socia, Hispaniola Ventures, del famoso cazatesoros Burt Webber, van a explorar juntas un área del banco de La Plata, parte norte de la República Dominicana, cercana a donde en 1978 fue encontrado el «Nuestra Señora de la Concepción», naufragado en 1641.

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