Durante casi dos mil años (1500 a.C. a 492 d.C.), un pequeño templo junto al mar, en la ciudad griega de Eleúsis (hoy, Eléfsina) fue el centro espiritual más importante de la civilización occidental. Por él pasaron, al menos una vez en su vida, miles de ciudadanos de toda condición y procedencia decididos a expandir su conciencia por medio de un ritual iniciático conocido como los Misterios de Eleúsis. La naturaleza de estos ritos permaneció oculta para los no iniciados, bajo pena de muerte, durante miles de años, hasta prácticamente finales del siglo XX. Gracias, sobre todo, a la investigación de un científico excepcional, el doctor Albert Hoffman, hoy tenemos una idea muy verosímil de cuál fue la naturaleza de esas prácticas.
Fuente: A.P. Schroedel | 20minutos.es, 28 de junio de 2013
El templo estaba dedicado a las diosas Démeter y Perséfone (madre e hija). Celebraba la vuelta de la segunda a la Tierra tras pasar parte del año en el Hades (el inframundo) y el reencuentro con su madre, diosa del grano. Sus dos máximos sacerdotes (los hierofantes) pertenecieron durante toda su historia a las mismas dos familias, que pasaban de padre a hijo su autoridad.
El acceso a los misterios era bastante democrático. Costaba el equivalente a un mes de trabajo de un artesano medio y cualquier hombre o mujer que no tuviera delitos de sangre y hablara griego podía asistir. El número de aspirantes aumentó con el tiempo, hasta llegar a millares cada año.
Los peregrinos pasaban entre uno y tres días en las afueras del templo, ayunando y 'limpiándose' física y espiritualmente, antes de que se abrieran las puertas. Entraban luego, en grupos de alrededor de 300, en una gran sala y, a partir de ahí, comenzaban diez días de ceremonias y revelación de misterios sobre los que los ya iniciados tenían prohibido hablar jamás bajo pena de muerte.
El momento decisivo de todo el ritual era la toma del kykeón, un bebedizo elaborado con menta y harina de centeno, un centeno que se cultivaba en campos propios, cercanos al templo, de los que se han hallado restos arqueológicos.
El cornezuelo del centeno es un hongo rojizo que parasita esta y muchas otras gramíneas. Todo lo relacionado con él era misterioso hasta que el doctor Albert Hofmann descubrió su estructura química, que desembocó, casualmente, en el descubrimiento del LSD. Desde entonces se sabe que el cornezuelo contiene una importante mezcla de alcaloides: la ergonovina y la diamida del ácido lisérgico son muy visionarios y de escasa toxicidad; la ergotamina y la ergotoxina son más peligrosos.
En 1993, tras cincuenta años estudiando las características y los efectos del LSD, Hoffman, junto a Robert Wasson y Carl Ruck, desarrolló la hipótesis de que el brebaje que durante veinte siglos habían ingerido los iniciados eleusinos, el kykeón, no era otra cosa que un preparado con las propiedades psicodélicas de los alcaloides del cornezuelo del centeno, similar al LSD. Dichas propiedades son consideradas, desde entonces, enteogénicas, o sea, que provocan estados alterados de conciencia y ponen al consumidor en contacto con 'el dios interior'.
La tesis de estos tres importantes especialistas (un químico, un helenista y un etnobotánico) es que el centeno con el que se preparaba la harina que formaba la base del kykeón estaba, con casi total seguridad, parasitado por el hongo, que, como se ha visto, contiene varios alcaloides psicotrópicos, como el LSA (amida del ácido lisérgico), un precursor del LSD (dietilamida del ácido lisérgico). No es una hipótesis descabellada ni extraña. La Historia recoge bastantes casos de poblaciones que 'enfermaron' por el consumo de esta harina (de color tostado) en épocas en las que, debido a la hambruna, no era posible desecharla por ser de 'peor' calidad. Es muy posible que los peregrinos-iniciantes, fueran 'elevados' por este bebedizo a estados mentales revelatorios con ramificaciones espirituales e intelectuales.
Grandes pensadores, filósofos, escritores, científicos o políticos de la antigüedad pagana griega o romana pasaron por Eléusis: Platón, Aristóteles, Pausanias, Píndaro, Esquilo, Sófocles, Plotino, Cicerón, Adriano o Marco Aurelio son algunos de ellos, y seguramente hubo muchos más. Todo acabó en 492, cuando el emperador Teodosio prohibió la celebración de los Misterios para consolidar el cristianismo en Occidente.
A. Hoffman (1906-2008), el sintetizador
Nació en Baden (Suiza) y estudió Química "para llegar a conocer la esencia de la realidad". En los laboratorios Sandoz, investigando los alcaloides del cornezuelo del centeno, descubrió el LSD (1943), lo que lo haría mundialmente famoso. Escribió, con Wasson y Ruck, El camino a Eleusis: Una solución al enigma de los Misterios (1993).