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La famosísima isla de los museos berlinesa tendrá a partir de hoy un aspecto ligeramente diferente al que había ofrecido estas últimas semanas. Ya no habrá colas multitudinarias frente a la joya de la corona, el Museo de Pérgamo, como las del pasado viernes, cuando la espera aproximada superaba las dos horas. “En las últimas semanas esto está cada día más lleno”, comentaba con aire de hastío uno de las guardias de seguridad. Los amantes del arte helénico que no hayan visitado la sala que acoge el monumental mural que da nombre al museo tendrán que esperar hasta 2019 o 2020, cuando está previsto que concluya el complicado proceso de renovación de esta obra con 2.200 años de historia. Durante el próximo lustro, se fortalecerá la estructura del monumento y se eliminará el moho de las esculturas de los frisos.
Fuente: LUIS DONCEL | EL PAÍS CULTURA 29 de septiembre de 2014
Los turistas que lleguen a Berlín a partir de hoy podrán seguir admirando obras como la Puerta de Istar de la muralla de Babilonia o la fachada principal del mercado romano de Mileto, pero se quedarán sin ver la obra maestra de 35 metros de ancho por 33 de profundidad que unos investigadores alemanes trajeron del Imperio Otomano a finales del siglo XIX y que cada año recibe casi 1,3 millones de visitas.
La sala más famosa del museo permanecerá cerrada, pero los responsables de la institución ya están buscando fórmulas para que los visitantes puedan seguir admirando algunos elementos de la lucha entre dioses y gigantes que representa la obra. La iniciativa consiste en instalar en la isla de los museos una superficie de 110 metros de largo con frisos originales del altar y con una vista panorámica de Pérgamo, que el artista Yadegar Asisi ya presentó en 2011 y que entonces visitaron 800.000 personas. Pero el proyecto podría no salir finalmente adelante, ya que no está aún claro quién pondrá los cerca de 10 millones de euros que costaría. “Nos habría gustado poder confirmar la alternativa antes del cierre, pero no ha sido posible”, aseguraba al periódico Tagesspiegel Andreas Scholl, director de la colección de arte antiguo del museo.
La obra que se ha convertido en un polo de atracción de turistas para Berlín fue comprada al Imperio Otomano por un grupo de arqueólogos alemanes. El precio ascendió a 20.000 marcos. El altar fue trasladado a Alemania en 1879, pero tuvo que esperar medio siglo hasta contar con un museo propio. Antes estuvo expuesto en el Museo Antiguo e incluso tuvo otro emplazamiento durante años: desde el final de la II Guerra Mundial hasta 1958 estuvo en San Petersburgo, donde se lo llevaron las autoridades soviéticas.
La obra en la que se ha embarcado el centro va más allá de la mejora del altar y se alargará hasta 2025. El edifico está en una situación muy deteriorada, con metales oxidados, estructuras del techo muy dañadas y un sistema eléctrico que no se ha renovado desde 1929. Al final del proceso, que en total durará 13 años, el museo contará con una nueva entrada y una quinta ala, incluida en el proyecto original del arquitecto Alfred Messel pero que nunca se llegó a levantar. Mientras, los berlineses tendrán que despedirse temporalmente de la obra que, en palabras del escritor ruso Iván Turguénev, “muestra siluetas de músculos y torsos que habrían encantado a Miguel Ángel”.
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