Red social de Arqueologos e Historiadores
Razones para abandonar la naturaleza, no existen. Transhumanismo
Un término casi en desuso que define con enorme sencillez a todo aquel sistema de creencias que considere que la condición humana está destinada a superar su naturaleza, constitución social o su estado de relación con el medio natural que la rodea. El transhumanismo en sus primeros y más leves síntomas parece alentar a realizar un esfuerzo superador a un individuo, grupo o comunidad dados, pero en sus expresiones más agudas resulta en debilidad para afrontar la realidad llegando en casos extendidos colectivamente a representar un verdadero peligro para la supervivencia de una comunidad dada. Este ingrediente tan frecuente en el ejercicio de la autoridad siempre supone un estado de superioridad a alcanzar o imitar. Es indispensable en la educación formal, el marketing y hasta en la postulación política, como invocación al siempre tan mentado progreso. Las principales religiones occidentales emplean este ingrediente tanto para atemorizar, como para premiar las más desadaptadas clases de conductas. Héroes, mártires y hasta torturadores poseen un lugar en los cielos e infiernos del modelo transhumanista entonces.
Divididos e Intoxicados
Si no fuera porque la gente es previamente despojada de su sentido de pertenencia, agredida en sus más elementales convicciones, o despojada de todo orgullo por formar parte viva de una cultura, el transhumanismo resbalaría rápidamente hacia su desaparición. Pero dado el constante ejercicio de supresión del orgullo y amor propio con que se bombardea mediáticamente a la población, el problema se extiende y concentra aceleradamente por nuestras vidas como si efectivamente fuera algo que valiera la pena. Una de sus expresiones más patéticas es el desprecio por el planeta, la naturaleza y la repetitiva manía de ver a la especie humana como perteneciente a otra condición ajena al entramado biológico que la rodea. Así por ejemplo los animales no van a su cielo salvador, ni su paraíso es loable para quienes profesen otras creencias inferiores. El territorio, los alimentos y la indispensable energía con que alentar la vida son dones divinos venidos de la nada arrebatar a los demás en exclusivo beneficio del hombre civilizado.
Su fase más decadente
Cuando un tejido poblacional es inviable y se lo debe enviar a alguna clase de auto sacrificio, cuando se debe obligar al trabajador asalariado a soportar otro ajuste a su condición económica, o simplemente cuando las papas les queman en las manos a nuestros gobernantes, los ejemplos más descomedidos de transhumanismo se agolpan en las puertas de nuestras casas con las propuestas más desopilantes. Sin modelos humanos de supervivencia real nuestra historia cultural habrá escrito ya su epílogo y en su lápida se podrá encontrar un epitafio tan cortéz como falazmente religioso. El transhumanismo habrá cobrado entonces otra de sus víctimas. Ahí es cuando y como entonces hacen su aparición los falsos mentores del destino deseado. Papas, reinas e inversores se suceden en galería para asegurarnos un dulce pasaje a la condición transhumana que venden. Hagas o no zapping ellos preñarán tu mente de idioteces cada vez que se avecine en el horizonte una nueva crisis que amerite superar colectivamente.
A dónde se llevaron nuestro paraíso
Uno de cada diez estudiantes primarios comienza la educación secundaria, de estos sólo uno de cada diez la terminará. Y van uno de cada cien. Uno de cada diez estudiantes que ingresa a la Universidad se recibe; y patéticamente sólo uno de cada diez de ellos alcanzará a encontrar un trabajo que emplee sus conocimientos profesionales. Y multiplicando nuevamente acumula 10.000 a uno la proporción a la que llamar taza de fracaso. Que podría sostener un programa de exclusión como este sino el transhumanismo. Desde hace más de medio siglo el costo de una hectárea de tierra fértil y cultivable viene aumentando proporcionalmente con el crecimiento del caudal poblacional humano, facultando a pocas manos a concentrar tamaña riqueza. Pero eso no es todo si cotejamos su precio contra el poder adquisitivo de la hora de trabajo de aquel profesional del párrafo anterior, quizás el único de los diez mil medianamente legitimado para acceder a tan relevante honor, nos llevaremos otra sorpresa más. Por tomar un ejemplo al azar; Una consulta a un profesional de la salud cualquiera, médico, oculista, dentista o veterinario; equivalía aproximadamente en la década del '70 a una hectárea de tierra en la zona núcleo, o a más de una de terreno sin mejoras en la periferia. Para hacer corto el relato, desde finales del siglo XX, el precio de la tierra ha venido creciendo y el poder adquisitivo de los sectores medios ha venido decreciendo de forma tan galopante como para afirmar tranquilamente que un profesional de la salud sin una especialidad extraordinaria, no puede ahorrar al final del año los U$S 25.000. que se necesitan para comprar una hectárea con acceso y mejoras de la zona núcleo en nuestra querida tierra. Que puede esperar el trabajador promedio, el jubilado, que porvenir acechará ahora a nuestros campesinos, a nuestros hermanos originarios. La respuesta será entonces tan previsible como inquietante; ningún programa político económico ha anticipado la ruptura del "Estado de Bienestar" y con ese impacto hemos de encontrarnos muy pronto, durante el trascurso de nuestras torpes biografías. Todo esto ha servido para sostener con optimismo un proceso de auto destrucción inteligentemente programado por quienes se benefician de nosotros, de nuestra ingenuidad y sobre todo de la posibilidad de acceder ordenada y armónicamente a gozar de la riqueza de nuestro suelo. Permahabitante Nota de Revista Habitantes
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