Soy un usuario habitual de esta red, en el puro plano del lector apasionado por los estudios históricos, de acuerdo con lo que es mi formación académica, y nunca he sentido hasta ahora el impulso de utilizarla para trasladar a sus usuarios algún artículo o ensayo relacionado con sus contenidos habituales.
Habitualmente escribo fuera de este ámbito, en el plano mundano, pues hace muchos años que me aparté de la academia para dedicarme a mi profesión en la administración pública, en la que ejerzo como gestor de infraestructuras y actividades culturales, lo que compatibilizo con mi afición como polemista de actualidad, en eso que se ha venido en llamar periodismo, actividad que no ha dejado de envilecerse desde los tiempos de don Mariano José de Larra.
Les confieso que me dirijo a esta colectividad, impulsado por una fuerza interior irresistible, que me mueve a dejar constancia de mi perplejidad, ya en el plano académico y en el de la gestión de equipamientos culturales, por la actuación de un colega que es Licenciado en Historia por la Universidad de Barcelona, don Francisco Cuesta Toribio, que acaba de ser nombrado director del Museo Etnográfico de Grandas de Salime,
un magnífico museo cuyas instalaciones y contenidos les invito a co..., tras el cese de don José Naveiras Escanlar, que hasta ahora ocupaba ese puesto, por el Consorcio que rige dicho museo.
En la reunión de dicho Consorcio, el cese se ha producido como consecuencia de los votos de los políticos presentes en el mismo, con el voto en contra de dos acreditados intelectuales asturianos, don Alfredo Fernández-Canteli, catedrático de Construcción e Ingeniería de Fabricación, donante de una de las colecciones presentes en dicha entidad, y don Gonzalo Morís, catedrático de Expresión Gráfica de Ingeniería y reconocido experto al que el museo citado debe impagables aportaciones, con méritos sobradamente acreditados, como experto, entre otras muchas cosas, en ingenios históricos relacionados con la etnografía, estudiada desde un punto de vista eminentemente científico.
Puede decirse que el resto de los personajes que han participado en la adopción de esta decisión, carecen realmente de la cualificación y la entidad necesaria para justificar la misma, cosa que puedo acreditar con un dato esencial: la ausencia de cualquier informe cualificado desde el punto de vista de la museología o la museografía que pudiese avalarla, alegándose al respecto asuntos relacionados con la administración del ente, de carácter contable, y específicamente administrativo, tales como supuestas deficiencias de inventario, de difícil justificación, puesto que la práctica totalidad de las piezas y conjuntos de todo tipo que forman el mismo, han sido aportados personalmente por el cesado, bien de su colección particular, bien de colecciones donadas por sus amigos.
Con estos antecedentes, y en una primera aproximación, les traslado unas declaraciones públicas realizadas por el señor Cuesta Toribio, recién nombrado director, sobre cuya cualificación técnica para el puesto en principio nada tengo que objetar, que se me antoja, resultan totalmente inadecuadas.
En sus primeras palabras publicadas,
hoy mismo en el diario La Nueva España, don Francisco dice esto, de lo que nada quito ni pongo, pues en principio me parecen razonables:
Cuesta no quiere hacer declaraciones sobre el museo hasta mañana. «Antes he de conocerlo. Tengo mis ideas y propuestas, pero debo conocer previamente la realidad. Lógicamente, haré un diagnóstico, una evaluación y una propuesta que el consorcio puede aceptar o no. Mi objetivo es intentar mejorarlo, otra cosa es que acierte o no», subraya..
Y aquí es donde viene mi perplejidad, cuando no mi asombro, y para qué negarlo, mi indignación,
ante otras declaraciones que acaba de realizar, horas después de las que acabo de recoger para ustedes, en medio de un gran conflicto suscitado en Asturias por tales decisiones, del que de momento obviaremos más circunstancias.
Dice hoy don Francisco, después de lo que dijo ayer:
La ordenación y clasificación de los fondos conservados en el Museo de Grandas es uno de los pasos previos a la elaboración de un inventario y un plan museológico en el que se defina con claridad el discurso expositivo del centro, así como las necesidades de las distintas áreas que necesariamente deben existir en todo museo (documentación, difusión, conservación e investigación) y los instrumentos museográficos para darles respuesta.
¡Cómo puede poner en cuestión el señor Cuesta el proyecto museológico ejecutado en Grandas de Salime! ¡Cómo puede dudar de la calidad de las áreas museográficas allí existentes! Él mismo reconoció, a su llegada, que no lo conoce. ¿Acaso se puede alguien definir, poniendo en duda la calidad del discurso expositivo, la eficacia de sus instrumentos museográficos, sin un estudio ponderado, medido y sereno de lo que hay allí, que como mínimo requiere varios meses de trabajo?
El nerviosismo del señor Cuesta, al formular tales observaciones, se debe, evidentemente, a lo desairado y difícil de su situación, al ocupar, por una decisión política, el puesto que le han encomendado personas que carecen de cualificación alguna, salvo la que les otorga su posición administrativa desde la autoridad política, y en Asturias se abre, en estos momentos, una terrible polémica pública ante estos sucesos, de consecuencias imprevisibles, que comprendo que hagan perder la ponderación a este señor, pero desde luego, no considero que un profesional pueda actuar con tan poca serenidad, cosa explicable, si se añade que ha expulsado del museo a su anterior director, y tuvo que llegar escoltado por la policía de la localidad, ante la furia y la indignación del pueblo de Grandas de Salime, en el que hay un enorme enfado por estos sucesos.
Dejo ya al señor Cuesta, tras manifestar mi malestar con su actitud, que considero muy poco elegante, para plantear desde esta tribuna mi preocupación por lo que pueda ocurrir con el Museo Etnográfico de Grandas de Salime, con las colecciones reunidas por el señor Naveiras Escanlar, con el para mí inigualable proyecto museológico que allí se ejecutó, que es obra de este caballero, pero no sólo de él, sino del conjunto de personas, expertos, técnicos, universitarios, museólogos, arqueólogos, historiadores, ingenieros y etnógrafos que han participado en su creación y puesta en marcha, aparte por supuesto de los donantes de las piezas y conjuntos, un doloroso parto de años de esfuerzos y trabajos que ahora pueden estar en peligro ante las graves consecuencias que se pueden derivar de las decisiones políticas que se han adoptado, insisto, sin que ningún informe técnico las avalase, y aquí voy a la cuestión principal y tesis fuerte de este artículo:
¿Cómo es posible que se decida un cese sin informe técnico alguno, en un museo de esta importancia, y el técnico contratado por la administración, reconozca y asuma que ese informe lo va a realizar él, una vez tomada la decisión por los políticos? ¿Qué otra cosa puede hacer que justificar la voluntad política de quienes le han contratado? ¿Puede actuar con la indepencia imprescindible para preservar la buena fama, el buen nombre, el trabajo, la entrega y el servicio realizado a la comunidad por su antecesor?
Mi opinión es que eso es imposible, y la frivolidad de sus primeras declaraciones, así lo vienen a demostrar.