En estos días de tradicional recogimiento y reflexión no dejan de inundarnos (los medios) con documentales y films sobre la vida, obra y muerte de Jesucristo. He leído con interés el artículo publicado en varios soportes y que transcribo, de Mateo Sancho Cardiel, en el que hace referencia a los estudios de Antonio Piñeiro, catedrático de Filología Griega de la UCM y especializado en "Lengua y literatura del cristianismo primitivo" y el psiquiatra forense José Cabrera en relación a su libro "CSI: Jesucristo". Respecto al primero no sé si la fuente es fiable pues me cuesta creer que dicho libro no esté publicitado en la página web del escritor gaditano, siendo su última obra, a la que tal vez se haga reseña, “Jesús de Nazaret, el hombre de las cien caras”. Por otro lado, dada la reiteración del argumento en sus obras, es probable que se acabe hablando de lo mismo en la mayor parte de ellas. Respecto al archiconocido Dr. Cabrera, a pesar de la estola “Cuarto Milenista” no deja de ser interesante su aportación a este artículo, sobre una hipotética autopsia a un cadáver sin hallar.

Me sumo así, cada vez que llegan estas fechas, tal vez empapado de la iconografía del folclore, en una introversión en la parte más humana de la fe, esa en la que, independiente del credo, recreas el aspecto y tu propia verdad del y sobre el personaje que nadie, a fecha de hoy, puede asegurar que no existió: Jesús. Las “peleas” entre cristólogos,  historiadores y desenmascaradores de mitos, tiene su culmen en esta época, con conclusiones aventuradas, algunas, otras incomprobables pero probables…y he creido conveniente agregar en el foro de nuestra T.A. estas deliberaciones sobre un tema tan apasionante como enriquecedor de la fe para el que la tenga, pues no se le esquilma ni un solo ápice a los pilares que sustentan el Cristianismo, por mucho que resulte que vivamos en el 2018 y no en el 2012, que un petirrojo no pudiera quitarle a Jesús una de las espinas de la corona clavada en su piel, que muriera en jueves, o que su aspecto al morir fuera de un hombre de 55 años actual, aunque tuviera 39.

Viriato.

 

¿A QUÉ EDAD MURIÓ JESUCRISTO?

A pesar de que siempre se ha aceptado que Jesús fue crucificado con 33 años, históricamente se sabe que no es así. Por un lado, la primera paradoja se establece en el hecho que Jesucristo nació, curiosamente, en el año 6 anterior a su propia era, ya que Herodes el Grande, el rey de Judea durante el nacimiento de Cristo, murió el 4 a.C.

Por otro lado, Poncio Pilatos, quien ordenó su ejecución, fue prefecto de Judea entre el 29 y el 37 d.C, años en los que el único viernes de Pascua con luna llena solo fue el 7 de abril del año 30 -por lo que moriría con 36 años- o el 7 de abril del año 33 -con 39-. En cualquier caso, “un hombre a esa edad en ese época era maduro, con cuarenta años ya era un abuelo”, explica Cabrera, por lo que hay que desestimar el aspecto juvenil de Jesús que muestra la iconografía cristiana.

¿MURIÓ EN VIERNES?

La festividad de la muerte de Jesucristo es desde siempre el Viernes Santo, pero Piñero discrepa. “Es más probable que Jesús fuera crucificado el jueves, por la sencilla razón de que si fue crucificado a las 3 de la tarde del viernes, habría muerto ya caída la tarde. Eso para los judíos es el nuevo día, es decir, sábado (Shabbat), día de descanso, en el que no se puede realizar una crucifixión”, argumenta Piñero.

¿CARGÓ CON LA CRUZ HASTA EL MONTE GÓLGOTA?

 

Los historiadores no pretenden demostrar la resurrección de Jesucristo por considerarlo una cuestión de fe, pero sí han conseguido derribar mitos como el de la muerte a los 33 años. EFE/EPA/Filip Singer

“En el suplicio de la cruz, la ley romana obligaba a que cargara con el travesaño hasta el patíbulo. El vertical estaba ya clavado en el sitio, porque una cruz entera podía pesar unos 100 kilogramos, imposible de llevar por una sola persona”, explica Cabrera.

La corona de espinas, prosigue el forense, no era tal, sino que un casco completo. Lo que sí es real es el vestuario. “Como cualquier otro crucificado, Cristo no llevaba nada de ropa salvo una especie de lienzo que le cubría el aparato sexual por pudor. Los ropajes hacen más difícil clavarle, pero no tiene nada que ver con ninguna tradición”

¿FOSA COMÚN O SEPULCRO?

Según Piñero, “Mateo, Marco y Lucas dicen que Jesús es descendido de la cruz por un personaje que aparece en ese momento”, José de Arimatea, uno de los ancianos del Sanedrín (el consejo que le juzgó) discípulo oculto de Jesús, que le da enterramiento “en un sepulcro de piedra en las afueras de Jerusalén”.

La Historia, en cambio, se decanta por otra versión. “Jesús murió el día anterior a la celebración de la Pascua, por lo que las autoridades judías no querían de ninguna manera que los cadáveres quedaran allí y por ello fueron ellos mismos los que lo bajaron de la cruz y lo enterraron en una fosa común”.

¿POR QUÉ MATARON A JESÚS?

“La versión tradicional (la de los Evangelios) consiste en eliminar de toda culpabilidad a Roma en esta muerte y achacarla a problemas internos y religiosos dentro del judaísmo”, asegura Piñero en su libro. Pero hay otra versión que “entiende que Jesús fue condenado a muerte por los romanos como pretendiente mesiánico, como individuo políticamente peligroso en cuanto que, al proclamarse mesías-rey, podría provocar de inmediato un motín contra las fuerzas de ocupación romanas”.

 

Jesucristo, según los Evangelios, murió acusado por los propios judíos, pero los historiadores afirman que el Impero Romano también tenía intereses en acabar con su vida, asegura el autor del libro Ciudadano Jesús, Antonio Piñero.EFE/Mondelo

“Era un hombre muy peligroso para mucha gente”, explica Cabrera. “Tanto los juicios del Sanedrín como la condena del propio Pilatos se saltaron todas las leyes tanto judías como romanas”, añade Cabrera.

¿RESUCITÓ?

En eso, tantos unos como otros se lavan las manos, como el propio Poncio. El médico forense revela en la “autopsia” que “la causa última de su muerte fue un fracaso cardiorrespiratorio por pérdida de sangre, ya que el corazón no puede latir por falta de sangre y se produce asfixia de estar colgado”.

Y Piñero, con la Historia y los hechos en la mano reconoce que no se puede “demostrar si resucitó o no, es una cuestión que obedece a la fe”. “Nosotros estudiamos cada uno de los elementos de la muerte y la tortura de Jesús, las injusticias y el ambiente que acabó matándole”, aclara.

 

 

 Fotografía: cuadro de Mathias Grünewald (1501-1502) pintado en tiza negra.

Extracto del artículo de Mateo Sancho publicado en varios medios. Fuente EFE.

http://www.antoniopinero.com/inicio.html

http://www.atanorediciones.com/atanor-csi-jesucristo.html

 

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Pues Servan, puede que tengas razón, como los Testigos de Jehová que consideran la cruz un símbolo pagano adoptado por las iglesias objetando que no figura en la biblia, pero dejando a un lado incluso lo que pueda figurar o no en los textos sagrados, lo extraño es que pocas decenas de años después, fuera commisa o immisa, la cruz aparece representada en osarios nombrando a Judás y a Jesús así como elemento de martirio de un burro en un dibujo del Palatino romano con el ánimo de provocar escarnio y mofa para los esclavos.

Jesús de Nazaret, indignado. Por eso lo mataron

Cristo adoptó una actitud de rebeldía frente al sistema y el orden establecido

 

Fuente: Juan José Tamayo | El País.com, 5 de abril de 2012

* Juan José Tamayo es teólogo y autor de Otra teología es posible (Herder, 2012. 2ª ed.).

 

Tras acusar a Dios de ser “nuestra más larga mentira”, calificar a los evangelios de “testimonio de la ya incontenible corrupción existente dentro de la primera comunidad”, definir a Pablo de Tarso como de “disangelista” y dirigir la “maldición sobre el cristianismo en El Anticristo, Nietzsche hace el siguiente retrato idílico de Jesús de Nazaret: “Él no opone resistencia, ni con palabras ni en el corazón, a quien es malvado con él… No se encoleriza con nadie, ni menosprecia a nadie. No se deja ver en los tribunales, ni se deja citar ante ellos (‘no jurar’)… Lo que él legó a la humanidad es la práctica: su comportamiento ante los jueces, ante los sayones, ante los acusadores, ante toda especia de calumnia y burla, su comportamiento en la cruz Él ora, sufre, ama con quienes, en quienes le hacen mal. No defenderse, no encolerizarse, no hacer responsable a nadie”. 

 

De ser cierta la versión de Nietzsche, Jesús habría huido del conflicto como de la quema y se habría instalado en una religión conformista, sin que nada ni nadie le turbara. Pero nada más lejos de la realidad. Jesús fue un Indignado que adoptó una actitud de rebeldía frente al sistema y se comportó como un insumiso frente al orden establecido. El conflicto, nacido de la indignación, define su modo de ser, caracteriza su forma de vivir y constituye el criterio ético de su práctica liberadora. La insumisión y la resistencia fueron las opciones fundamentales durante los años de su actividad pública, tanto en el terreno religioso como en el político, ambos inseparables en una teocracia y la clave hermenéutica que explica su trágico final. 

 

Indignado con la religión oficial. Se indigna con la religión oficial y sus intérpretes, que anteponen el cumplimiento de la ley al derecho a la vida e incitan a la venganza en vez de llamar al perdón. Cuando está en juego la vida y la libertad de las personas infringe a conciencia las leyes judías del ayuno, del sábado, de la pureza, etc. y justifica que sus discípulos las incumplan. Come con pecadores y publicanos y osa afirmar que las prostitutas preceden a los escribas y fariseos en el reino de Dios. El centro de la religión está en la práctica de las bienaventuranzas, carta magna de la nueva religión.

 

Indignado con los poderes religiosos. Las autoridades religiosas vivían una escisión entre la realidad y la apariencia. Su actitud no podía ser más hipócrita: decían y no hacían, absolutizaban la Torá e imponían al pueblo cargas legales que ellos mismos no cumplían. Jesús les echa en cara la falsedad de su magisterio y su falta de coherencia. No les reconoce autoridad, ni sigue sus enseñanzas.

 

Indignado con los poderes económicos. La acumulación de bienes es quizá la causa más importante de la indignación de Jesús, convencido como estaba de la incompatibilidad entre servir a Dios y al dinero y de que toda riqueza es injusta y se convierte en un medio de dominación y de opresión que genera pobreza en derredor. Cuestiona las raíces materiales y religiosas –generalmente unidas- de la exclusión y lucha por erradicarlas. Se pone del lado de los grupos marginados social y religiosamente: publicanos, pecadores, prostitutas, enfermos, posesos, paganos, samaritanos y gente de mal vivir. 

 

Indignado con el poder político. La indignación de Jesús sube de tono cuando se enfrenta con los poderosos, a quienes acusa de opresores, y con la tiranía que imponía Roma a su pueblo. Precisamente la condena a muerte de Jesús, y muerte de cruz, dictada y ejecutada por la autoridad romana, fue la consecuencia lógica de la indignación contra con el poder político, a quien niega legitimidad, y contra el Imperio, a quien considera invasor. No se trató, por tanto, de un error, como creía Bultmann. ¡Se lo tenía merecido! 

 

Indignado con la religión y la sociedad patriarcales, Jesús denuncia las múltiples marginaciones a las que eran sometidas las mujeres por mor de la religión y de la política, se opone a las leyes que las discriminaban (lapidación adulterio, libelo de repudio) y las incorpora a su movimiento en igualdad de condiciones que a los varones y con el mismo protagonismo. Es en el movimiento de Jesús donde ellas recuperan la dignidad que les negaba la religión oficial y la ciudadanía que les negaba el Imperio. 

 

Indignado con el Dios autoritario. Es sin duda la indignación más dolorosa, la que más desgarro interior le provoca y la que pone a prueba su fe y su esperanza. El conflicto con Dios se muestra en toda su radicalidad en los momentos finales de su vida, cuando el agua le llega al cuello. Jesús pide cuentas a Dios por no estar de su lado en el proceso, la condena y la ejecución, como antes su correligionario Job, le expresa su más profunda decepción y lanza un grito de protesta: ”¿Por qué me has abandonado?”. La indignación de Jesús de Nazaret con los poderes económicos, religiosos, políticos y patriarcales constituye un desafío para los cristianos y cristianas de hoy y una llamada a incorporarse al movimiento de los Indignados. Y no para sacralizarlo, ¡en absoluto!, sino para sumar fuerzas y aportar nuevas razones a la lucha por “Otro mundo posible”.

Me alegro Servan que muestres tu faz más coherente. Sabía que lo harías al mencionarte el motivo de tu avatar y hacer referencia a los de la Atalaya. Estoy completamente de acuerdo contigo en cuanto a los T.J.. En lo relativo al grafito de Alexámenos vuelvo al meollo de la cuestión y es destacar que con gran probabilidad existió la crucifixión, por lo que independientemente de su autoría y motivación, el elemento coprincipal del grabado es la cruz. Eso sí, la interpretación de la inmensa mayoría de los expertos sobre la representación de un símbolo cristiano no es irrefutable y por ello no te quito razón. En lo relativo a los osarios si que existen las cruces, eso es indiscutible. Otra cosa es su interpretación ya que algunos (minoritariamente) han llegado a decir que son marcas, digamos de cantería o para la alineación de piezas y que pudieron existir antes del año cero.  Pensemos también que las raices cristiaino-judaicas prohibían el uso de imágenes y representaciones. Eso hace que solo a partir del Edicto de Milán se datan más hallazgos de representaciones de cruces. Es un tema complejo Servan. Los hechos narrados, la arqueología... nos dan motivos para creer en una cosa o en otra. Bajo mi punto de vista, la mayoría de los indicios y datos han inclinado la balanza con gran fuerza, al lado de la cruz. Saludos.

Nooo! Todo lo contrario Servan, si lo que ocurre es que encuentro coherente tu explicación aún sin estar de acuerdo (en el fondo del tema). Saludos.

Bien, pues entonces podemos extraer algunas conclusiones. Digamos que, independientemente de la fe, la figura de Jesús, existió, como hombre normal, hijo de Dios, vesánico o sencillamente un hombre bueno, simple y sumiso. Si lo que se comenta en el artículo fuera cierto y se hubiera asumido en la iconografía y en el folclore, puede que tuviéramos en las iglesias una representación de una cruz simple con un Jesucristo con casco en vez de corona con espinas, una celebración del sábado de resurrección, y hoy estaríamos a 11 de abril del año 2006. Muy curioso el enlace de  José Luis Santos sobre el Jesús indignado, otro símbolo más para la revolución. Independientemente de la adaptación a un modelo espiritual en el que se añaden trazas de sublimidad, seamos agnósticos, creyentes, ateos,... las formas, modos y fechas no varían nuestro credo. ¿Cambiaría algo si viviéramos en el 2040? Saludos.

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