Foto: Diadema de oro. S IV a. C. Florencia, Museo Archeologico Nazionale © Centro Promozioni e Servizi di Arezzo.
Todavía hoy se sigue hablando del «misterio etrusco», debido a sus peculiaridades etnográficas, lingüísticas, religiosas, políticas y culturales, que hacen a los etruscos tan diferentes de los demás pueblos de la Italia antigua. Los príncipes etruscos se representaban a ellos mismos sentados en tronos, acompañados de sirvientes, a la manera de los reyes de Lidia y Persia. ¿Se trata de un pueblo oriental que migró desde Asia Menor y se estableció en la Toscana, tal y como afirmaba el historiador griego Heródoto? ¿O eran habitantes autóctonos, tal y como defensaba Dionisio de Halicarnaso en la época del emperador Augusto?
El pueblo etrusco es el más conocido de todos los que ocuparon la península italiana durante la antigüedad. En dos escasos siglos, entre el X y el IX a.C., llegaron a dominar una gran parte de la Italia prerromana: la actual Toscana y una parte de Umbría y del Lacio septentrional. La misma Roma, una ciudad latina importante, estuvo sometida a la influencia política y cultural de Etruria, bajo la dinastía etrusca de los Tarquinios, que reinaría en Roma entre finales del siglo VII a.C. y el último decenio del VI a.C.
El apogeo de su civilización empieza con la aparición de grandes centros protourbanos, donde ya es posible identificar élites emergentes con caudillos capaces de controlar los recursos agrícolas y minerales del territorio, pero también con personajes femeninos de rango elevado, tal y como se desprende de dos ajuares funerarios que recoge la exposición y que evidencian el nacimiento de una clase aristocrática. En el denominado «periodo orientalizante», durante los siglos VIII y VII a.C., se afirma una sociedad dominada por familias principescas, particularmente ricas que, como habían incorporado los usos y las costumbres del mundo griego y grecoriental, dejaron amplios testimonios de su poder y su riqueza, expresados en singulares objetos de bronce y otros materiales preciosos, utilizados por los príncipes etruscos para el servicio del banquete o del simposio, un ritual de influencia griega para el consumo de vino; o la orfebrería de oro, que en Etruria alcanza un grado de refinamiento extremo, con decoraciones de un granulado finísimo.
A partir del siglo VI a.C. las ciudades-estado de Etruria experimentan un gran desarrollo urbano, con una original arquitectura monumental que se aplica tanto a la esfera privada como a la pública. En esta exposición vemos muestras de la arquitectura sacra y diversos aspectos de la religión, la producción artística, la vida cotidiana y los usos funerarios, depósitos votivos, objetos de producción etrusca o de importación griega, grandes sarcófagos y frisos pintados descubiertos en tumbas principescas de Tarquinia.
Las obras han sido cedidas por el Musée du Louvre, el Museo Gregoriano Etrusco de Ciudad del Vaticano, el Museo Nacional Etrusco de la Villa Giulia y los Museos Capitolinos, los dos de Roma, y sobre todo por el Museo Arqueológico Nacional de Florencia, entre otros muchos museos italianos.
CaixaForum Madrid
Del 02/10/2008 al 18/01/2009
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