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Los últimos trabajos revelan que el 'Hobbit' evolucionó en África hace más de dos millones de años y utilizaba herramientas.
Vía: ELPAIS.COM/ 25 de octubre de 2009
Cinco años después de su descubrimiento en la isla de Flores, en Indonesia, los científicos siguen reexaminando el fósil humano más desconcertante de la historia: LB1, el hombre de Flores, que en realidad era una mujer. Medía un metro y no tenía más cerebro que un chimpancé, pero vivió hace sólo 17.000 años. Algunos paleontólogos no aceptan que represente una especie enana, y han sostenido siempre que LB1 es una mujer moderna con alguna enfermedad rara. Según los últimos estudios evolutivos, sin embargo, la enfermedad tendría que ser tan rara como una máquina del tiempo.
Los nuevos datos tampoco confirman la interpretación inicial de los descubridores del Hobbit: que esta especie era un descendiente evolutivo del Homo erectus, el primer homínido que salió de África (hace 1,8 millones de años). Como el erectus ya tenía un tamaño similar al nuestro, esta interpretación implicaba que el Hobbit u Homo floresiensis, que es su nombre técnico, se tenía que haber miniaturizado en la isla de Flores. El fenómeno es conocido en otros mamíferos.
Según los nuevos resultados, el Hobbit no es un Homo erectus que se hizo enano, sino que ya salió enano de África, porque proviene de una especie aún más antigua que el erectus, de una época en que los homínidos aún no habíamos crecido de tamaño. No es que la nueva idea sea mucho más convencional que la anterior. Algunos paleontólogos, en realidad, la ven aún más chocante. Simplemente, es la que cuadra mejor con todos los datos.
Los principales trabajos son de los equipos de Michael Morwood, de la Universidad Nacional Australiana en Canberra (Journal of Human Evolution avanzado en la edición online el 21 de julio de 2009), Dean Falk, de la Universidad Estatal de Florida (anticipado en el mismo medio el 28 de febrero de 2009) y William Jungers, de la Universidad de Nueva York en Stony Brook (Nature, 7 de mayo).
En conjunto suponen el primer análisis detallado de toda la morfología del esqueleto -no sólo del cráneo- y su comparación evolutiva con las demás especies de homínidos.
Si se corrige la longitud de su pie por el tamaño de su fémur, como suele hacerse, la hobbit de Flores tendría que haber calzado más de un 80. Aunque no habría podido calzar, porque tenía el pulgar perpendicular a los demás dedos. Con todo, el resto del esqueleto muestra que su posición era erguida. Los datos ya se refieren a los esqueletos de 11 individuos, aunque el único cráneo sigue siendo el de LB1.
Foto: Cráneo del H. floresiensis
Su clavícula no es de tipo humano, ni siquiera de tipo homo, recta y larga, sino corta y curva al estilo primitivo. Su pelvis se parece más a la de un australopiteco que a la nuestra, que fue inventada por el Homo erectus hace 1,8 millones de años. El hueso trapezoide de su muñeca no tiene forma de bota, como el humano, sino de pirámide, un rasgo típico de los monos.
La excepción es la cabeza. No por su capacidad craneal de 420 centímetros cúbicos, que vuelve a ser la de un australopiteco o un chimpancé, sino por ciertos detalles de su forma. La nariz delgada y los arcos ciliares prominentes, por ejemplo, parecen propios de nuestro género. Son estos rasgos los que justifican su designación de Homo floresiensis, es decir, su inclusión en nuestro género.
La comparación de todos estos rasgos, los antiguos y los modernos, entre todas las especies de homínidos, no cuadra con que el hombre de Flores sea un descendiente evolutivo del Homo erectus. Indica, por el contrario, que es una especie anterior. Una de las primeras del género, de hecho, como el pionero Homo habilis, que también es un mosaico de formas primitivas y modernas (aunque no el mismo mosaico, sino otra combinación). En los primeros tiempos del género Homo, los mosaicos eran la norma.
Desde hace 4 millones de años, han evolucionado en África una veintena de especies de homínidos. Las primeras fueron del género Australopithecus, como Lucy, que se extinguió hace 1,5 millones de años sin haber salido de África ni experimentar un aumento cerebral. El género Homo surgió hace 2,5 millones de años, y por tanto coexistió con los Australopitecos durante un millón de años.
Se suponía hasta ahora que el Homo erectus, con un cráneo cercano a los 1.000 centímetros cúbicos, fue el primer homínido que salió de África, hace 1,8 millones de años (está bien documentado que poco después se extendió por Asia). Si la nueva interpretación es correcta, el hombre de Flores se le habría adelantado en cientos de miles de años.
En la cueva de Liang Bua, donde se desenterró LB1, aunque no en los mismos estratos, se hallaron herramientas avanzadas que confunden aún más el cuadro. Pero la mayor parte de los artefactos de esa cueva -que se remontan a 800.000 años atrás-, y todos los de la vecina excavación de Mata Menge, son muy similares a los hallados en Olduvai, Tanzania, que fueron tallados hace un millón y medio de años, quizá más. Y éstos se adjudican al primitivo homo hábilis, no al más moderno homo erectus. Esto cuadra con la nueva teoría. Las herramientas modernas no cuadran con ninguna.
La paleoneuróloga Dean Falk, de la Universidad Estatal de Florida, ha comparado el interior del cráneo del Hobbit con el de otros homínidos y humanos modernos, incluido un microcefálico. Los datos mostraron ya en 2005 que las dos formas eran muy distintas. Pero mostraron que había una posibilidad que no habían contemplado los descubridores del Hobbit.
"Nuestra reconstrucción del cerebro es también compatible con que el Hobbit y el Homo erectus compartieran un ancestro común de pequeño tamaño", explicó Falk entonces. "Si esto fuera cierto, el cerebro del Hobbit no habría sufrido una miniaturización en ningún momento, sino que el cerebro del Homo erectus habría experimentado un crecimiento durante la evolución de esta especie [hace dos millones de años], al mismo tiempo que su cuerpo. Esta hipótesis implicaría que los rasgos avanzados que hemos detectado en el cerebro del Hobbit empezaron a evolucionar antes de que el cerebro del Homo erectus aumentara de tamaño".
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Interesante perspectiva la que se ofrece en esta información, y que viene a confirmar, una vez más, la complejísima trama evolutiva que caracteriza a las distintas especies de homínidos.
Ahora bien, es evidente que se hace necesario indagar más sobre la hipótesis que se ofrece. Hay preguntas que surgen como cerezas. Entre ellas, y una de las principales, sería explicar la causa por la cual el Homo erectus evoluciona hacia un mayor tamaño respecto del Hobbit. Y no sólo ya el H. Erectus, sino el resto de especies que le anteceden o le siguen. Al fin y al cabo, el H. Floresiensis es la excepción y no la regla.
Y otro tanto cabe preguntarse sobre su posible salida de África. Mientras no se encuentre algún fósil de esta especie enana en el propio continente africano, así como en alguna otra parte fuera de él, difícilmente se puede soslayar la idea de que estamos ante una mera interpretación especulativa sobre su origen africano.
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