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Foto: Grabados alfabéticos descubiertos en la montaña de Tenésera (Lanzarote) (EFE)
Fuente: la provincia.es | 1 de junio de 2015
Los grabados rupestres alfabéticos y los podomorfos descubiertos en Lanzarote y Fuerteventura apuntan a que sus primeros pobladores provenían de un mismo grupo étnico, que conocía dos tipos de alfabeto y hablaba una lengua líbica antigua de la zona de Tripolitania (Libia).
El conservador del Museo Arqueológico de Tenerife, José Juan Jiménez (izquierda), señala en una entrevista a Efe que ha indagado en el origen de los "majos" o "maxies" de Lanzarote y Fuerteventura a partir de esas manifestaciones rupestres, lo que le ha permitido considerar ambas islas "laboratorios de comportamiento adaptativo".
Jiménez, que ha presentado ponencias científicas en las Jornadas de Estudio de Fuerteventura y Lanzarote, parte de la hipótesis de que ambos territorios insulares fueron poblados por un mismo grupo étnico procedente del norte de África que quedó disociado tras su desembarco en cada uno de ellos y, por tanto, "sujeto a las incertidumbres y a los imponderables de la insularidad".
En su opinión, las manifestaciones rupestres de Fuerteventura y Lanzarote "permiten una decidida interrelación con ámbitos vinculados al mundo líbico antiguo de África del norte" y señala que los caracteres alfabéticos y los podomorfos tenían "un elevado valor simbólico y cognitivo, un binomio gráfico e iconográfico que implicó a las deidades, los antepasados y el tiempo entre los miembros de la comunidad tribal de los majos o maxies".
A niveles etnoastronómicos los textos de los alfabetos aludían a las deidades y los espíritus coincidiendo con los ortos celestes, mientras los podomorfos despedían a los muertos y recordaban a los antepasados con el ocaso en los confines del horizonte marino y la arqueotopografía insular.
Los hallazgos rupestres demuestran que los primeros pobladores conocían y practicaban dos alfabetos, uno líbico-bereber y otro latino-líbico, y que hablaban una misma lengua de estirpe líbica antigua.
Los signos registrados se corresponden con exhortaciones nominales relacionadas con patronímicos, apelativos étnicos, deidades y elementos astrales conectados con los espíritus de los antepasados invocados en fechas precisas de su calendario, afirma el arqueólogo.
Al respecto, explica que la escritura que el investigador francés R. Rebuffat denominó «Líbico de Bu Njem» en el área extensa del yacimiento de Gholaia (Libia) denota "un gran parecido con los caracteres descubiertos en Fuerteventura y Lanzarote" y posibilita aceptar una zona de localización en el norte de África para todos ellos.
Las "sinergias" rupestres existentes entre Lanzarote y Fuerteventura también demuestran la primigenia arribada a ellas de un mismo grupo étnico norteafricano que paulatinamente fueron diferenciándose, con una división social y política en tribus a su vez compartimentadas en sectores más pequeños: las cabeceras de los linajes familiares y los clanes.
De ahí que los nombres de estos grupos o el de sus antepasados referenciales pudieron grabarse en las rocas, plasmarse en topónimos y perdurar en la memoria colectiva, afirma el conservador del Museo Arqueológico de Tenerife.
Grabado en Zonzamas, Lanzarote
José Juan Jiménez detalla también que las inscripciones líbico-bereberes en ambas islas suelen aparecer piqueteadas, mientras que las latino-líbicas se promovieron con técnica incisa.
Si bien los motivos alfabéticos prácticamente no suelen superponerse, algunas muestras reflejan la solapada influencia y mayor frecuencia de la escritura latino-líbica frente a la líbico-bereber.
"Además, ha aparecido una muestra de inscripciones de ambas grafías con la misma técnica de ejecución, descubriéndose también dos líneas en las que los signos aparecieron en el mismo texto. Esto constata que sus autores conocían y empleaban ambos alfabetos y la misma lengua líbica antigua", señala el experto.
Jiménez añade que las inscripciones alfabéticas de Fuerteventura y Lanzarote fueron ejecutadas en paneles situados y orientados con una motivación concreta para invocar a sus ancestros, espíritus, deidades y genios protectores.
Estos alfabetos de los antepasados atesoraban la caracterización lingüística de su lugar de procedencia, las técnicas de ejecución y la memoria colectiva sobre sus orígenes, con ritos que relacionaban el mundo de los vivos y de los muertos.
"Porque los majos o maxies vinculaban una realidad que invocaba, reclamaba, percibía y despedía a los espíritus de sus ancestros en conexión con sus deidades astrales en fechas precisas del calendario astronómico", agrega el arqueólogo.
Y recuerda también Jiménez que en torno al siglo primero de nuestra Era se registraron insurrecciones tribales contra el poder romano que les usurpaba y enajenaba sus territorios.
Algunas de ellas pueden relacionarse con el poblamiento de Fuerteventura y Lanzarote al haber sido ubicado en ambas isla un grupo tribal de estirpe líbica que estuvo en contacto con la Romanización tras sofocar Roma los levantamientos.
Por ello, José Juan Jiménez considera que "el conocimiento pormenorizado de las tribus norteafricanas de la Antigüedad resulta vital para explicar e interpretar las huellas arqueológicas que investigamos en Canarias y en el norte de África".
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