En otras palabras, Boxgrove contenía pruebas incontestables sobre la presencia más antigua de seres humanos en Europa. El descubrimiento de la mandíbula de Mauer en 1907 (Homo heidelbergensis) siempre había dejado muchas lagunas sobre el lugar de su hallazgo en las arenas de las terrazas del río Neckar. Los fósiles de animales del yacimiento sugerían unos 600.000 años de antigüedad. Pero la presencia de determinados fósiles no es una prueba definitiva para dictaminar de manera inequívoca sobre la posición temporal de un yacimiento. Se necesitan los datos cuantitativos que ofrecen los diferentes métodos de la gecronología. Ya adelanto que esa antigüedad ha podido ser corroborada en 2010 mediante el uso del método ESR (Resonancia Paramagnética Electrónica) y de las series de los isótopos del uranio.
En los años 1980s y la primera parte de la década de los años 1990s se debatía sobre la posibilidad de una colonización de Europa por parte de alguna especie humana en fechas anteriores al medio millón de años. Las evidencias eran escasas y muchos yacimientos, supuestamente muy antiguos, se podían cuestionar por diferentes razones. Entre ellos estaba el propio nivel TD4 del yacimiento de la cueva de la Gran Dolina, en la sierra de Atapuerca. En 1990 y 1991 habíamos encontrado cuatro herramientas de cuarcita de manufactura muy primitiva. Los restos fósiles de animales encontrados en este nivel apuntaban a fechas próximas al millón de años. Sin embargo, estábamos en la misma situación que el propio yacimiento de Mauer. Los datos aportados por la fauna eran insuficientes. Además, un nutrido grupo de arqueólogos europeo dudaba de la autenticidad de las herramientas encontradas en TD4 y en otros yacimientos del viejo continente de una antigüedad similar. Entre ellos estaba el responsable de Boxgrove, Mark Roberts.
Así las cosas, en 1994 apareció una tibia humana en el yacimiento de Boxgrove. Fue todo un acontecimiento en el Reino Unido. El 26 de mayo de ese mismo año la portada de la revista Nature nos mostraba el hallazgo de Boxgrove. Se publicó con la convicción de que se había encontrado el resto humano más antiguo de Europa. Estoy seguro que la mandíbula de Mauer se “revolvía” en su cajón de la Universidad de Heidelberg. O quizá lo hacían quienes la custodiaban.
La lección que todos aprendimos fue importante. Cada descubrimiento tiene que pasar por muchas pruebas antes de lanzar las campanas al vuelo. Es mejor ser prudentes que caer en el olvido. El caso de Boxgrove es injusto, porque las hachas de mano y otras herramientas de tecnología achelense son auténticamente “de libro” por su perfección. Boxgrove dice mucho sobre el poblamiento de las Islas Británicas en un cierto momento del Pleistoceno. Otros yacimientos más antiguos del Reino Unido, como Happisburg y Pakefield, le han robado todo el protagonismo que tuvo en su día.
Fuente: reflexiones-de-un-primate.blogs.quo.es | 31 de marzo de 2015
Post de Terrae Antiqvae relacionado:
* El 'Homo heidelbergensis' modelaba las herramientas en función de s... (01/07/2011)