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Si bien la narrativa dominante y la cultura popular consideran que las puntas y lanzas de Clovis eran armas arrojadizas, los investigadores de la UC Berkeley dicen que estas herramientas pueden haber sido diseñadas para apoyarse contra el suelo como una pica durante un enfrentamiento con la megafauna. Cortesía del Parque Nacional White Sands.
Cómo utilizaban los primeros humanos herramientas líticas afiladas para abatir la megafauna hace 13.000 años? ¿Arrojaban lanzas con puntas de piedra afiladas y cuidadosamente trabajadas llamadas puntas de Clovis? ¿Rodeaban y apuñalaban a mamuts y mastodontes? ¿O buscaban animales heridos, utilizando tales puntas de Clovis como una herramienta versátil para obtener carne y huesos con el fin de alimentarse y abastecerse?
Los arqueólogos de la Universidad de California Berkeley dicen que la respuesta podría no ser ninguna de las anteriores.
En cambio, afirman que los humanos podrían haber apoyado la parte trasera de sus lanzas puntiagudas contra el suelo y haber inclinado el arma hacia arriba de forma que pudiera atravesar al animal que atacaba. La fuerza habría hecho que la lanza se hundiera más profundamente en el cuerpo del animal, provocando un golpe más dañino del que los cazadores prehistóricos más fuertes hubieran podido realizar por sí solos.
Caza de osos con armas de fuego y picas (estilo Clovis) en el norte de Eurasia, siglo XIX. Pávlov Sokolov. Colección Leningrado de la Fundación Blavatnik.
Basándose en múltiples fuentes de escritos y obras de arte, un equipo de arqueólogos de Berkeley revisó evidencias históricas de todo el mundo sobre personas que cazaban con lanzas hincadas en el suelo.
También realizaron el primer estudio experimental de armas de piedra centrado en las técnicas de caza mediante puntas, revelando cómo reaccionan las lanzas a la fuerza simulada de un animal que se aproxima. Una vez que la punta de piedra afilada atraviesa la piel del animal se activa el sistema de montaje diseñado de hincar la lanza en el suelo, la cual -dicen- funciona como una bala de punta hueca moderna que puede infligir graves heridas a mastodontes, bisontes y felinos dientes de sable.
“Este antiguo diseño de los nativos americanos fue una innovación sorprendente en las estrategias de caza”, dijo Scott Byram (izquierda), investigador asociado del Centro de Investigación Arqueológica de Berkeley y primer autor de un artículo sobre el tema publicado en la revista PLOS ONE . “Esta distintiva tecnología indígena ofrece una ventana de información sobre las técnicas de caza y supervivencia utilizadas durante milenios en gran parte del mundo”.
La revisión histórica y los experimentos al respecto pueden ayudar a resolver un enigma que ha alimentado décadas de debate en los círculos de arqueología: ¿cómo utilizaban realmente las comunidades de América del Norte las puntas Clovis, las cuales se hallan entre los elementos desenterrados con mayor frecuencia durante la Edad del Hielo?
Las puntas Clovis, que deben su nombre a la ciudad de Clovis, Nuevo México, donde se recuperaron por primera vez hace casi un siglo, se realizaron a partir de rocas como sílex, pedernal o jaspe. Su tamaño varía desde el pulgar de una persona hasta la altura de un iPhone mediano, y tienen, además, un borde afilado con hendiduras estriadas en ambos lados de su base. Se han recuperado miles de ellas en todo Estados Unidos; algunas incluso se han desenterrado dentro de esqueletos de mamut preservados.
Las puntas de Clovis se distinguen por su cicatriz en forma de flauta o canal cerca de la base, como se muestra en estas réplicas. Cortesía de Scott Byram.
También han sido un tema central de la cultura pop. Los personajes del videojuego Far Cry Primal utilizan lanzas con puntas de piedra para emboscar a los mastodontes. La película 10.000 B.C. muestra una lanza similar para cazar mamuts. Los académicos y aficionados reconstruyen las puntas Clovis, y algunos incluso documentan en YouTube el proceso de construcción y uso de las mismas para cazar bisontes.
Esas descripciones son muy buenas para contar una historia, pero probablemente no tengan en cuenta las realidades de la vida en la Edad del Hielo, afirmaron Byram y su coautor, Jun Sunseri, profesor asociado de antropología de la Universidad de California Berkeley.
Réplica 4 colocada entre un peso de caída de 8,1 kg y una tabla de roble en la torre de caída libre utilizada en los experimentos de fase I-III en Bear Bones Lab, UC Berkeley.
Las puntas de Clovis suelen ser la única parte recuperada de una lanza. A veces se encuentran los ejes o enmangues de hueso, de diseño intrincado, en el extremo del arma, pero la madera en la base de la lanza y la resina de pino y los cordones que ayudan a que funcionen como un sistema completo se han perdido en el tiempo.
"Además,los silos de investigación limitan ese tipo de pensamiento sistemático sobre las armas prehistóricas", dijo Sunseri (derecha). "Y si los especialistas en piedra no son expertos en huesos, es posible que no vean el panorama completo".
“Hay que mirar más allá del simple artefacto”, dice Sunseri. “Una de las cosas clave aquí es que estamos considerando esto como un sistema de ingeniería que requiere múltiples tipos de subespecialidades dentro de nuestro campo y otros”.
Hace 13.000 años, las comunidades probablemente priorizaron la elaboración de herramientas como sistemas fuertes y efectivos. Las herramientas debían ser resistentes. La gente tenía un número limitado de rocas adecuadas con las que trabajar mientras atravesaba la Tierra. Podían recorrer cientos de kilómetros sin acceso al tipo adecuado de palos largos y rectos con los que fabricar una lanza. Por lo tanto, es lógico que no quisieran correr el riesgo de arrojar o destruir sus herramientas sin saber siquiera si podrían atrapar al animal, comenta Byram, quien examinó registros de archivos, que abarcaban desde la antropología hasta el arte y la historia griega, a fin de rastrear el arco de las picas plantadas como armas.
“Quienes se dedican al análisis de artefactos militares de metal lo saben todo sobre el particular, puesto que se utilizaba para detener a los caballos en la guerra”, advierte Byram. “Pero antes de eso, y en otros contextos relacionados con la caza del jabalí o del oso, no era muy conocido. Es un tema que vuelve a aparecer en la literatura con bastante frecuencia, pero por alguna razón, no se ha hablado demasiado de él en antropología”.
Los investigadores utilizaron una réplica de lanza para probar cómo respondería a diferentes cantidades de fuerza. Cortesía de Scott Byram.
Para evaluar su hipótesis sobre la pica, el equipo de Berkeley construyó una plataforma de prueba para medir la fuerza que podía soportar un sistema de lanza antes de que la punta se rompiera o el asta se expandiera. Su versión estática y de baja tecnología de un ataque animal, mediante la utilizando una réplica reforzada de una lanza con punta Clovis, les permitió probar cómo diferentes lanzas alcanzaban sus puntos de ruptura y cómo respondía el sistema de expansión.
Se basó en experimentos previos en los que los investigadores dispararon lanzas con puntas de piedra sobre arcilla y gel balístico, algo que para un mamut de nueve toneladas podría parecer un pinchazo.
“El tipo de energía que se puede generar con el brazo humano no se parece en nada al tipo de energía que genera un animal que ataca. Es un orden de magnitud diferente”, dice Sunseri. “Estas lanzas fueron diseñadas para hacer lo que hacen, para proteger al usuario”.
El experimento puso a prueba algo que Byram ya había meditado durante décadas. Cuando estaba en la escuela de posgrado y analizaba herramientas de piedra prehistóricas, fabricó réplicas de puntas Clovis y fabricó lanzas utilizando técnicas tradicionales. Recordó haber pensado en el tiempo que exigía el proceso de elaboración de una punta Clovis de piedra y en lo importante que sería que la misma funcionara de manera eficaz.
“Comencé a entender que, en realidad, tenía un propósito diferente al de otras herramientas”, explica Byram. “A diferencia de algunas de las puntas de flecha con muescas, era un arma más sustancial, y probablemente también se usaba con fines defensivos”.
Las conversaciones en torno a una fogata al comienzo de la pandemia entre Sunseri, un zooarqueólogo que aprendió de las comunidades locales durante su estancia en África, y Kent Lightfoot, profesor emérito de antropología de Berkeley, los impulsaron a investigar el misterio. A través de las conversaciones con sus mentores de VhaVenda, Sunseri aprendió que la ingeniería que se utilizaba en la parte baja de algunas lanzas era tan crucial como el trabajo que se realizaba en las puntas.
“La sofisticada tecnología Clovis que se desarrolló independientemente en América del Norte es testimonio del ingenio y las habilidades que los primeros pueblos indígenas emplearon en su cohabitación del antiguo paisaje con la megafauna ahora extinta”, dijo Lightfoot, coautor del estudio (izquierda).
En los próximos meses, el equipo planea seguir probando su teoría construyendo algo parecido a una réplica de un mamut. Mediante un tipo de tobogán o péndulo, esperan simular cómo habría sido un ataque de un animal si una pica con punta de Clovis plantada en el suelo impactara contra el mismo de forma enorme y veloz.
“A veces, en arqueología, las piezas simplemente empiezan a encajar, como parece ocurrir ahora con la tecnología de Clovis, y esto pone la caza con pica en e primer plano junto con la megafauna extinta”, concluye Byram. “Abre una nueva forma de ver cómo vivían las personas entre estos increíbles animales durante gran parte de la historia humana”.
Fuente: Universidad de California Berkely | 21 de agosto de 2024
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