Las momias más antiguas del mundo (Chinchorro, Chile)

Fuente: EL MUNDO.es | Miguel G. Corral| 20 de abril de 2014

En el chileno valle de Camarones, situado en el desierto más seco del planeta, las momias salen de las laderas como si estuvieran ya hartas de permanecer ocultas. En esta población del extremo norte de Chile ya nadie se extraña cuando alguien encuentra algún resto asomando sobre la superficie o cuando afloran bajo las excavadoras de una nueva construcción.

«En Arica aparecieron a apenas 10 centímetros de la superficie 86 momias de una tacada en lo que iban a ser los cimientos de un hotel», dice Félix Olivares (izquierda), investigador del Laboratorio de Bioarqueología del Instituto de Alta Investigación de la Universidad de Tarapacá (Chile). «Y algo parecido sucedió en el terreno que hoy ocupa el Museo Colón 10. Durante la construcción de una vivienda aparecieron varios cuerpos momificados que resultaron imposibles de extraer, así que se decidió comprar el terreno y hacer un museo que sirviese al mismo tiempo para preservar las momias y para difundir la Cultura Chinchorro», asegura Olivares durante una reciente visita a España.

A pesar de los esfuerzos de difusión que han realizado en los últimos años los investigadores que estudian esta cultura, el nombre de las poblaciones chinchorro no ha trascendido tanto como otras culturas. Sin embargo, las momias que afloran del suelo por todas partes en este enclave arqueológico como pocos en el mundo no son un patrimonio antropológico y cultural más. Son las momias más antiguas del mundo. «La tradición de la momificación en la cultura chinchorro data de hace 7.000 años, casi 3.000 años antes que las momias egipcias», aclara Olivares.

Poblaciones de cazadores y pescadores

Su descubrimiento no es reciente. Hace casi un siglo desde que el arqueólogo alemán Max Uhle -el padre de la arqueología científica en buena parte de Sudamérica- describió por primera vez las momias chinchorro en su libro Los aborígenes de Arica (1917).

Las poblaciones chinchorro eran grupos de cazadores, pescadores y recolectores que habitaron el borde costero del extremo occidental del continente Sudamericano entre los años 7.000 y 1.500 antes de Cristo. «Ocuparon desde Hilo, Perú, hasta el sur de la ciudad de Iquique», cuenta Olivares. «Eran sobre todo pescadores, de hecho desarrollaron una patología en el oído llamada osteoma del conducto producto de la gran profundidad a la que se sumergían». Según las investigaciones conducidas desde la Universidad de Tarapacá gracias al estudio de las especies encontradas junto a los restos de los chinchorro, podían bucear hasta profundidades de varias decenas de metros.

Las condiciones atmosféricas de este rincón del inclemente desierto de Atacama ya son de por sí capaces de favorecer la momificación natural. Pero la cultura chinchorro ya en su periodo arcaico -antes de adoptar la agricultura- desarrolló complejos ritos funerarios que no existían en ningún otro lugar del mundo en aquella época.

A partir de las investigaciones lideradas por Bernardo Arriaza, jefe del laboratorio de Bioarqueología y director del Instituto de Alta Investigación, y por Vivien Standen, investigadora de la Universidad de Tarapacá, se ha podido ahondar en los procesos antropológicos y culturales que llevaron a esta cultura por la senda de la momificación.

«La tecnología de los objetos materiales que estas poblaciones manufacturaban no era tan compleja como la egipcia. Por lo que el rito mortuorio de estas momias pone el énfasis no en los objetos, sino en el cuerpo», explica Olivares. Por ese motivo los chinchorro fueron variando sus técnicas funerarias, lo que dio lugar a tres tipos de momias: las negras, las rojas y las momias vendadas, que son una variación de las rojas, según los investigadores.

Conocimientos de anatomía

«La momificación implica procesos culturales profundos. Implica conocimientos de anatomía. En las momias negras mutilaban completamente los cuerpos, sacaban los órganos, extraían los huesos y luego los volvían a poner en su sitio. Sabían cómo iba articulado el fémur con la tibia, cuál es la epífisis distal y cuál la proximal», dice Olivares.

Son momias de preparación complicada. En las momias negras, los Chinchorro abrían los cuerpos y los cráneos y desarmaban los cuerpos con puntas líticas. Pero ese patrimonio está amenazado. Como escribió Arriaza en National Geographic, ya en el año 1995, «muchas momias se han deteriorado más en la última década que en los 5.000 años anteriores».

Máscaras que muestran expresión

Sólo la mención de la palabra momia evoca irremediablemente a la cultura del antiguo Egipto. Pero resulta llamativo pensar que en el año 1.500 antes de Cristo, cuando las poblaciones chinchorro abandonaron sus ritos funerarios de manipulación de cadáveres, el faraón Tutankamón no había ni siquiera nacido. La datación con radiocarbono más antigua que se ha obtenido en una momia de la cultura chinchorro es un niño encontrado en el Valle de Camarones -situado a casi 100 kilómetros de Arica- que data del año 5050 a. C., según las investigaciones del doctor Bernardo Arriaza. Durante los 3.500 años posteriores, la momificación en estas poblaciones evolucionó y dio lugar a tres estilos diferentes: las momias negras, las rojas y las vendadas. Sin embargo, al contrario que en la cultura egipcia, estos ritos no estaban restringidos a los reyes o las clases más altas. En el norte de Chile, muchas de las momias encontradas corresponden a niños, e incluso a fetos. Después de los complicados procesos de vaciado y fijación de huesos, construían máscaras con expresión, quizá para dar a las momias aspecto de estar vivas.

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Las momias chilenas revelan signos de envenenamiento por arsénico

Fuente: Live Science | Joseph Castro | 15 de abril de 2014 (Traducción de G.C.C. para Terrae Antiqvae)

Los pueblos de numerosas civilizaciones precolombinas del norte de Chile, incluyendo los Incas y la cultura Chinchorro, sufrieron de envenenamiento crónico con arsénico debido al consumo de agua contaminada, según sugiere una investigación reciente.

Análisis previos habían mostrado altas concentraciones de arsénico en las muestras de cabello de momias tanto de las tierras altas como de las culturas costeras de la región. Sin embargo, los investigadores no habían podido determinar si las personas habían ingerido arsénico o si el elemento tóxico en el suelo había contaminado el pelo de las momias después de que fueran enterradas.

En el nuevo estudio, los científicos han utilizado una variedad de métodos de alta tecnología para analizar muestras del cabello de una momia de 1000 a 1500 años de antigüedad del Valle de Tarapacá, en el desierto de Atacama, en Chile. Determinaron que la alta concentración de arsénico en el cabello de la momia provino del hecho de beber agua con partículas de esta sustancia y, posiblemente, de comer también plantas regadas con agua tóxica con el mismo elemento.

"En Chile existen sedimentos ricos en arsénico y otros contaminantes debido a las actividades mineras de cobre en las tierras altas", dice la autora del estudio Ioanna Kakoulli, arqueóloga en la Universidad de California, Los Angeles. "Cuando llueve, el arsénico puede filtrarse en los ríos".

Analizando el cabello

En campos que van desde la medicina forense a la arqueología, el cabello es ampliamente utilizado para obtener una perspectiva sobre la vida de los pueblos modernos y pasados. A diferencia de otras muestras biológicas, como el hueso y el tejido de la piel, los cuales cambian con el tiempo, el cabello se mantiene estable después de que se forma. Esta característica, junto con la tasa de crecimiento constante del mismo, significa que se puede obtener un registro cronológico de las sustancias que circulaban previamente en la sangre.

En el pasado, los científicos habían analizado muestras de cabello en las momias de las poblaciones precolombinas que vivieron en el desierto de Atacama, en Chile, entre los años 500 y 1450 d.C. Los restos mostraron patrones de intoxicación crónica, por lo que algunos investigadores sospechaban que se debía a que estas poblaciones consumían agua contaminada con arsénico. Pero los métodos empleados no les permitieron determinar cómo el arsénico se incrustó en el  cabello de las momias.

"Ellos no pudieron asignar el lugar donde el arsénico se precipitó en el cabello, sino que sólo lo tomaban y lo disolvían", dijo Kakoulli a Live Science. Con esa técnica, no se pudo saber si el arsénico terminó en el cabello de modo externo, o si se ingirió y viajó por el torrente sanguíneo en primer lugar, dijo ella.

Para obtener más información sobre el posible envenenamiento con arsénico de los antiguos pobladores del norte de Chile, Kakoulli y sus colegas analizaron una momia preservada de modo natural, y que fue enterrada en el cementerio TR40-A, en el valle de Tarapacá del desierto de Atacama. Utilizando técnicas portátiles, que no eran invasivas y destructivas, fotografiaron y analizaron la piel de la momia, las ropas y el cabello, así como los elementos del suelo incrustados en la misma.

Como era de esperar, el equipo detectó arsénico en los cabellos de la momia y en el suelo. También descubrieron afecciones en la piel indicativas de envenenamiento por arsénico. A pesar de que estos hallazgos sugerían ingestión de arsénico, los mismos no fueron definitivos, por lo que los investigadores recogieron muestras del pelo para analizarlas más a fondo en el laboratorio.

Encontrar la fuente

Kakoulli y sus colegas fotografiaron las muestras de cabello con un microscopio electrónico de barrido de alta resolución. También sometieron las muestras a diferentes ensayos realizados con una fuente de luz de sincrotrón -un acelerador de partículas de gran tamaño que analiza materiales con un intenso haz de rayos X- en el Laboratorio Nacional Lawrence Berkeley, en California, lo que les permitió conocer la distribución de los elementos y minerales en el cabello.

Sus pruebas revelaron una distribución uniforme, una distribución radial del arsénico en el cabello. Si el mismo se había contaminado de arsénico en el suelo, el elemento tóxico habría sólo revestido la superficie, dijo Kakoulli. Las comparaciones del arsénico en el suelo y el cabello también mostraron que el suelo contenía concentraciones mucho más bajas de este elemento.

Por otra parte, la forma dominante del arsénico en el cabello es de un tipo llamado arsénico III, mientras que el arsénico inorgánico de las aguas superficiales y subterráneas es principalmente arsénico V. Los estudios han sugerido que el cuerpo "biotransformó" el arsenicó ingerido en arsénico III.

"Los resultados son consistentes con los estudios epidemiológicos modernos de intoxicación por ingestión de arsénico", dijo Kakoulli, y agregó que el enfoque tecnológico utilizado en el estudio podría ser útil para las investigaciones forenses y evaluaciones de toxicidad en la arqueología.

El equipo está ahora utilizando el mismo enfoque para averiguar si el antiguo pueblo del Valle de Tarapacá utilizaba ciertos alucinógenos, ya que algunos individuos fueron enterrados con semillas amazónicas exóticas y diversa parafernalia de alucinógenos. Si las personas enterradas con dichos artículos no utilizaron los alucinógenos, esto sugiere que fueron los chamanes o ls curanderos los que utilizaron las plantas alucinógenas para ayudar a otras personas, dijeron los investigadores.

"Esta circunstancia entonces se convierte en una pregunta sobre el nivel de interacción que tuvieron con las gentes de la Amazonía, ya que las semillas no son de Chile", dijo Kakoulli. "Ellos habrían tenido que conocer las propiedades de las semillas y dónde conseguirlas".

El estudio fue publicado en enero en la revista Analytical Chemistry.

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Comentario por Pedacitosdehistoria el abril 22, 2014 a las 2:28pm

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