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CHICHI LAM
Fuente: TheScientist.com | Kerry Grens | 1 de marzo de 2013 (Traducción de G.C.C. para Terrae Antiqvae)
Hace alrededor de 3.000 años, los habitantes de Nueva Guinea pusieron su mira hacia el este y se lanzaron al mar, lo que provocó una expansión de la humanidad de miles de kilómetros a través de las islas dispersas del Pacífico Sur. Los arqueólogos han sido capaces de rastrear la migración de estos pioneros, un grupo llamado los Lapita, por su cerámica característica. Pero, ahora, los investigadores están utilizando química avanzada con las herramientas de coral utilizadas por estos primeros exploradores, a fin de reconstruir con más exactitud sus peregrinaciones marítimas.
La primera parada que los Lapita hicieron en la Polinesia fue en el asentamiento de Nukuleka, en el Reino de Tonga, pero "como en todo, hay un gran debate sobre el origen de los polinesios", dice David Burley (izquierda), profesor de arqueología en la Universidad Simon Fraser, en Canadá. En particular, el momento cronológico en que los lapitas tocaron tierra en las islas ha sido imposible de concretar.
Tiestos de cerámica hallados en torno a un montículo de basura y un cementerio en Nukuleka pertenecen a una variedad temprana que no se encuentra en otras partes de Tonga. La cerámica contiene un aditivo, tal como la arena, que no es originario de la isla. "De dondequiera que viniera, creemos que es una distancia lejana", dice Burley. Estas observaciones apuntan a Nukuleka como el asentamiento fundacional en Tonga, añade, "pero no tenemos una fecha muy precisa de cuándo estas personas aparecieron por primera vez".
Recientemente, Burley dató mediante C-14 una nuez carbonizada enterrada profundamente en el lugar, y estimó que tenía entre 2.769 y 2.947 años de antigüedad. La datación mediante radiocarbono está bien, dice Patrick Kirch (derecha), de la Universidad de California, en Berkeley, "excepto que tiene barras de error relativamente grandes en ella". Al darse cuenta de ello, Burley y sus colegas de la Universidad de Queensland, en Australia, observaron las herramientas hechas de coral para verificar una datación más exacta.
Los miembros de la cultura Lapita utilizaban trozos de coral de "cuernos de ciervo" (izquierda) como afiladores para suavizar y esculpir madera y conchas. Los corales, en la construcción de sus esqueletos de carbonato de calcio, incorporan uranio (U) a partir del agua de mar, y este uranio se desintegra para convertirse en torio (Th) a una velocidad promedio que puede rastrearse. La relación de los dos elementos proporciona una estimación precisa de cuánto tiempo hace que el coral ha muerto.
Kirch ha tenido éxito con el uso de U/Th para datar las ofrendas de coral colocadas en los templos de Hawai. Datos anteriores mediante radiocarbono proveniente de carbón de madera utilizado en los templos habían sugerido un desarrollo gradual de dichos templos en el lapso de un par de cientos de años, pero las dataciones más precisas del coral muestran que los templos fueron, en realidad, construidos durante sólo varias décadas (Science, 307:102-04, 2005 ). "La incertidumbre estadística (mediante la datación por radiocarbono) estaba enmascarando la cronología real", dice Kirch.
Al analizar 13 afiladores de coral de diferentes estratos en Nukuleka, el equipo de Burley fijó su fundación en hace 2.838 años, con 8 años arriba o abajo (PLOS ONE, 7: e48769, 2012). "Las dataciones de los 13 corales caen muy bien en la secuencia", dice. "Rara vez conseguimos esa precisión en arqueología. Eso es lo que tiene de emocionante para nosotros", comenta Kirch, quien no formó parte del estudio.
"Esta es la primera vez que se ha sido capaz de hacer dataciones mediante U/Th para asentamientos tempranos", señala Matthew Spriggs (derecha), un profesor de arqueología en la Universidad Nacional de Australia. En comparación, las ofrendas de coral de Kirch en Hawai tenían sólo varios cientos de años. Una de las preocupaciones con muestras antiguas es la alteración diagenética, que es un cambio en la composición de los fósiles y sedimentos que pueden ocurrir durante su conservación y que puede afectar a la relación U/Th de los corales. Tres de las 16 muestras iniciales de Nukuleka tuvieron que ser rechazadas, dado que los anillos de crecimiento en las mismas dio edades sustancialmente diferentes, lo que indica algún tipo de alteración. Burley dice que él está convencido de la técnica con que su equipo trabajó. Una muestra del nivel inferior, por ejemplo, donde una nuez carbonizada fue recuperada, "llegaba justo al medio" del intervalo de la datación mediante radiocarbono. "Eso era realmente lo que nos decía", afirma Burley.
Spriggs dice que está entusiasmado por la posibilidad de aplicar las dataciones de coral a asentamientos, incluso anteriores a Tonga. La datación por radiocarbono no puede decir con seguridad si un artefacto es, por ejemplo, de 3.000 o 3.200 años de antigüedad, por lo que es difícil trazar los movimientos iniciales de los lapitas fuera de Nueva Guinea. "La única manera que tenemos de ofrecer fechas absolutas es bastante inútil para el tipo de preguntas que queremos hacer, como, por ejemplo, ¿cuál fue el primer asentamiento?, ¿el asentamiento se movió de un archipiélago al próximo y luego al siguiente?", dice Spriggs.
Glenn Summerhayes (izquierda), un arqueólogo de la Universidad de Otago, en Nueva Zelanda, también ve atractivo usar dataciones de coral en su propia investigación sobre los lapitas en Nueva Guinea. Una cuestión que está investigando es la rapidez con que ellos viajaron fuera de Nueva Guinea. Su trabajo sugiere que en un par de generaciones llegaron a las Islas Salomón, a 100 kilómetros de su patria, y en otro par de generaciones llegaron a Fiji, cerca de 3.000 kilómetros desde Papúa Nueva Guinea, aunque otros han argumentado que ello tomó más tiempo. "La cronología es muy importante aquí", dice. La misma daría "una percepción significativa de la naturaleza de su población".
Afortunadamente, los antecesores de los colonos lapitas en Nukuleka, que dejaron su huella en las islas al oeste de Tonga, también utilizaban herramientas de coral. Como señala Burley, la técnica sólo puede funcionar si los arqueólogos tienen el material adecuado en el contexto adecuado. Tienen que demostrar que el coral estaba muerto en el momento en que fue utilizado (en Nukuleka, dice Burley, el coral debió haber sido cogido fresco del océano para que ser utilizado como algo afilado). "Yo sé que tengo colegas que corren detrás de sus colecciones para ver si tienen estas cosas", dice Burley. "Si podemos obtener estos artefactos vamos a aprender mucho más acerca de estas migraciones, y nos darán una visión más clara de los asentamientos lapitas".
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