El desplazamiento de la conducta en el tiempo y en el espacio.

Junto con el desarrollo de la individualidad aparecen otras necesidades del entorno, como sería la posibilidad de actuar en secuencias temporales y espaciales, diferentes a las que ofrece el aquí y ahora. Se basarían en la experiencia vivida y aprendida, ofreciendo aspectos de supervivencia mucho más altos. Así, todo concepto de la individualidad social y personal tendrían cierto ordenamiento a través de dos ejes o parámetros básicos de ordenamiento de la realidad como son el espacio y el tiempo, los cuales no son realidades dadas sino abstracciones que nuestra percepción deduce de los hechos observables en la realidad cotidiana. La causa principal corresponde a la propia capacidad humana de realizar abstracciones, bajo el impulso o la necesidad de marcar referencias a la acción que realiza, y así poder comunicarse con otros para realizar acciones en común, planear su desarrollo y mejorar sus resultados. La producción de tales abstracciones proviene de la misma naturaleza donde se produce la acción, pues de ella y sólo en ella es de donde los seres humanos pueden, a través de sus sentidos y capacidades cognitivas, obtener tales conceptos.

El espacio se objetiva con la referencia a objetos fácilmente observables, inmóviles y permanentes (Elías, 1992: 98-99; Hernando, 1999; 2002: 81-88), características constantes en el territorio donde se efectúe la acción. La idea del espacio se estructura con ciertas características físicas o geográficas del territorio donde se realiza la propia vida (montañas, ríos, árboles, etc.), y donde se adquieren los elementos básicos de su subsistencia (caza, recolección, materias primas, relaciones sociales, etc.). En este sentido, parece que el germen de tal concepto existe ya en la idea de territorialidad que tienen las comunidades de animales sociales.

El tiempo se realiza con la referencia de sucesos móviles de carácter no humano (Elías, 1992: 98-99; Hernando, 1999; 2002: 69-79), pero con un tipo de movimiento recurrente. El concepto del tiempo nace del orden de sucesión de los hechos que tienen lugar en el espacio ya mencionado (día y noche, estaciones, fases de la luna, etc.). La mutua relación entre estos dos conceptos, se define como la capacidad genérica de desplazamiento del pensamiento, es decir, de poder desplazar la acción en el tiempo y en el espacio fuera de las limitaciones del aquí y ahora. Tal relación en común parece lógica, pues aunque en un principio pudo existir cierta independencia entre ellos, pronto debieron de confluir, ya que su mutua acción es la que ofrece al lenguaje pautas de conducta con desplazamiento y, por tanto, de mayor supervivencia.

Como ha podido comprobar la prehistoriadora Almudena Hernando (1999; 2002: 119-143), la forma en la que estos conceptos se realizan puede ser diferente para cada grupo humano. Un ejemplo característico lo constituyen algunas sociedades primitivas actuales, como ocurre en diversos grupos de amerindios del Amazonas (Bororo, Kayapó, Yanomami, etc.). En su conducta se aprecia ciertas limitaciones en sus propias formas de vida y comunicación, naturalmente en comparación con las nuestras. Sus necesidades tienen siempre cierto carácter urgente, al tener que realizarse dentro de los parámetros del aquí y ahora, por lo que el futuro lejano no existe. Igualmente, estos grupos humanos presentan un concepto temporal limitado a un futuro próximo, donde deben realizarse las acciones que son capaces de pensar. De la misma manera, para ellos, el espacio queda limitado al territorio conocido por medio de sus propias experiencias, el resto es como si no existiera.
Los procesos de simbolización estarían limitados por las propias características de las abstracciones espaciales y temporales. El espacio es referido a elementos heterogéneos (árboles, montes, ríos, etc.), por lo que es fácil que simbolicen este concepto con alguna de estas referencias y que confundan estos símbolos con la realidad espacial. Así, para que un objeto sea símbolo de una ordenación espacial debe de formar parte de la experiencia personal. Sólo lo conocido puede ser utilizado como símbolo de conceptos abstractos. Similar proceso ocurre con el tiempo, pues estas comunidades viven en el presente, por lo que su representación temporal estaría en consonancia con los ritmos de los fenómenos naturales que tengan lugar en su medio ambiente. En ellas, el presente es tan sólo un presente amplio, que puede incluir todo lo referente a cada ciclo estacional, pero no asume el sentido de un pasado o futuro lejano, al no poder incluirse en el sistema de ordenamiento de su propia realidad.
El conocimiento de cómo realizan las sociedades primitivas actuales estos conceptos, sólo nos puede aportar la certeza de su diferencia, y cierta idea de cómo pudieron los humanos del Paleolítico realizar dichos avances simbólicos. La identificación y el grado de desarrollo que debieron alcanzar en el pasado estos conceptos y el de individualidad deben estudiarse en común, pues todos ellos constituyen la parte estructural del lenguaje.

Por tanto, el lenguaje, en función de la propia complejidad simbólica que adquiriere poco a poco, va a producir otras características psicológicas de gran importancia para el ser humano, pues sirve como organizador del pensamiento y director de la acción. Pueden resumirse en tres aspectos:

- Interacción entre lenguaje y pensamiento (interiorización del lenguaje).
- Desarrollo cognitivo (individualización social y personal, planificación temporo / espacial, etc.).
- Cambio conductual (mayor control de la acción).


* Elías, N. (1992): Time: An Essay. Basil Blackwell. London.
* Hernando, A. (1999): Percepción de la realidad y Prehistoria, relación entre la construcción de la identidad y la complejidad socio-económica en los grupos humanos. Trabajos de Prehistoria, 56 (2): 19-35.
* Hernando, A. (2002): Arqueología de la identidad. Akal. Móstoles (Madrid).

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