Un aficionado descubre un ‘mundo perdido’ de petroglifos en Los Ancares (León)

Juan Carlos Campos y José Anglés Correa ante uno de los petroglifos localizados en Los Ancares leoneses - DL

Fuente: Diario de León.es | Verónica Viñas | 30 de noviembre de 2014

Es como encontrar una aguja en un pajar. Y José Anglés Correa ha localizado nada menos que siete estaciones rupestres en Los Ancares. Son los primeros petroglifos que aparecen en esta comarca leonesa. Hace apenas un año dos investigadores hallaban también los primeros grabados prehistóricos en los Ancares lucenses, que la Xunta de Galicia se apresuró a declarar BIC.

En la Maragatería no han dejado de aflorar estaciones rupestres gracias al empeño del ‘arqueólogo amateur’ Juan Carlos Campos, que en los últimos seis años ha sacado a la luz un importante legado prehistórico de 6.000 años de antigüedad, pese al desinterés oficial.

Campos es requerido habitualmente por otros aficionados para que certifique sus hallazgos, como ha ocurrido con Anglés, quien en sus excursiones por la montaña ha descubierto los primeros petroglifos documentados en la comarca leonesa de Los Ancares.

No hay dibujos antropomorfos, sino exclusivamente cazoletas (marcas circulares), alineadas o formando grupos, así como surcos asociados a ellas. Por la sencillez de estos grabados y los emplazamientos en los que han aparecido, en una zona de pastos de altura donde abundan los monumentos megalíticos, Campos se atreve a aventurar que son de época neolítica.

Sorprende que los ‘canteros’ prehistóricos eligieran en Los Ancares rocas de cuarcita para sus grabados, por la dureza de esta roca; algo poco usual. Pero sí tienen en común con la mayoría de las estaciones rupestres localizadas hasta la fecha en la provincia tanto el estilo, como la iconografía y la técnica empleada.

Petroglifos de altura

Los petroglifos descubiertos por Anglés, en parajes muy recónditos y de difícil acceso, se encuentran entre los 1.500 metros de altitud del valle de Porcarizas y los 1.800 metros de los que se hallan en el Pico Cuiña, lo que convierte a estos últimos en los petroglifos situados a mayor altitud del noroeste peninsular. «Estos petroglifos amplían el horizonte del arte rupestre leonés y se suman a un grupo cada vez más extenso», según Campos.

El primero de los afloramientos, que Campos ha denominado Ancares I, se encuentra cerca de una antigua cabaña de pastores conocida como Refugio del Acebalín. Los petroglifos están esculpidos en una roca de pizarra a ras de suelo. Hay más de una veintena de cazoletas.

Ancares-I  Foto José Anglés

Ancares II es un crestón de cuarcita en la cara este del Pico Cuiña y los petroglifos, en opinión de Campos, guardan un gran parecido con los bercianos de Las Abarrazas, en Santa Marina de Torre.

Ancares II Foto José Anglés

Ancares III es la más misteriosa de las siete estaciones descubiertas por Anglés. Se encuentra en una senda que parte del Puerto de los Ancares en dirección al refugio del Pico Cuiña. En un curioso panel de cuarcita hay surcos muy profundos y más de una docena de cazoletas repartidas en la parte superior o ‘lomo’ de los surcos. «Esta composición es única hasta el momento en los Ancares leoneses, pero tiene su paralelo en los petroglifos maragatos de Peña Martín, en Chana de Somoza», afirma Campos.

Ancares IV, cercana al refugio del Pico Cuiña, consta de unas cuantas cazoletas repartidas en cuarcitas que afloran a ras de suelo; unas son de tamaño superior al normal y las pequeñas forman líneas paralelas.

En Ancares V, en Brañas de Suarbol, hay varias rocas con cazoletas alineadas y de buen tamaño; y en otra roca hay esculpidas una veintena de marcas circulares.

En la estación rupestre de Ancares VI, entre el paraje de Las Charcas y el refugio Pico Tres Obispos, hay varias rocas diseminadas con hasta medio centenar de cazoletas.

Ancares VI. Foto José Anglés

Por último, en Ancares VII, en el valle de Porcarizas, las cavidades grabadas son más profundas, hay cazoletas ovaladas y están comunicadas por surcos bastante profundos que desaparecen bajo el manto vegetal.

Seis años después de que Campos encontrara los primeros petroglifos en la Maragatería y tras un estudio inicial de la Universidad de León, que certificó que correspondían al Calcolítico, este apasionado de la arqueología y un grupo de aficionados como Anglés, Mark Rae, Diego Aparicio o Ana Franganillo se han quedado solos en la búsqueda de nuevos símbolos prehistóricos y en intentar desvelar por qué están aquí.

Artículo relacionado:

LOS PETROGLIFOS LEONESES DE ANCARES (LA TIERRA DE LOS AMACOS)



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Comentario por juan carlos campos el diciembre 2, 2014 a las 10:51pm

Guillermo, muchas gracias por compartir la noticia de prensa y completarla con las fotos de mi blog. Eso te habrá llevado un buen tiempo, pero así se pueden ver los distintos entornos que acompañan a los petroglifos, como los espectaculares emplazamientos a modo de atalaya en Ancares II y VI. 

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el diciembre 2, 2014 a las 11:42pm

De nada, Juan Carlos. Ya sabes que tus esfuerzos en busca de esos enigmáticos y siempre interesantes petroglifos lo apreciamos y valoramos todos aquellos que estamos en esta web.

Un cordial abrazo, y que siga habiendo suerte en la localización de más hallazgos como este.

Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el enero 11, 2015 a las 1:48pm

Un aficionado encuentra los petroglifos más altos del noroeste (Lugo)

Fuente: La Voz de Galicia.es | 11 de enero de 2014

Hace más de un año, el historiador lucense Xabier Moure encontraba en Cervantes y Navia de Suarna los primeros petroglifos de la comarca de Os Ancares. Se trataba de estaciones rupestres de gran calidad y datadas entre los años 1.500 y 5.000 antes de Cristo. Gracias al trabajo de Moure y Pilar Carpente, la Xunta acabó por declararlas BIC. Este hallazgo tenía una particularidad, se trataba de los petroglifos más altos encontrados en el noroeste hispano.

Pero este honor acaba de serle arrebatado por el trabajo de un aficionado a la arqueología: el vecino de Fabero, José Anglés Correa, encontró nada menos que siete estaciones rupestres en la vertiente leonesa de Os Ancares, aunque alguna de las zonas están lindando con Lugo. Aun así se trata de los primeros petroglifos hallados en esta comarca leonesa y son los más altos del noroeste, ya que están entre los 1.500 metros de altitud del valle de Porcarizas y los 1.800 de Pico Cuiña.

Anglés tuvo el apoyo de otro amateur de la arqueología, el también leonés Juan Carlos Campos. Ambos conocían el trabajo realizado en los últimos dos años por Xabier Moure. Incluso, el historiador lucense acompañó a ambos a ver algunos de los petroglifos, como los encontrados en Suárbol. Los aficionados leoneses documentaron las siete estaciones en el blog La tierra de los Amacos y dieron parte de los hallazgos al Servicio de Cultura de Castilla y León.

Los motivos representados en los petroglifos son casi en exclusiva cazoletas, que pueden aparecer aisladas o formado agrupaciones o alineamientos. «El contexto nos sitúa en zonas dedicadas a la subsistencia del ganado en épocas estivales en los que la sequía arrasaba la hierba de las llanuras», señala Campos. Se trata de brañas o pastos de altura, recorrido primero por los cazadores paleolíticos y después por los agricultores del Neolítico, explica este aficionado a la arqueología.

Los emplazamientos, señala, son espectaculares y de acceso complicado; algunos, apartados incluso de los senderos de alta montaña. «Se confirma el estilo y la iconografía de los petroglifos encontrados en los Ancares gallegos, como se deduce de los primeros descubrimientos hace tan solo un año en esta zona por Xabier Moure y Pilar Carpente», señala Juan Carlos Campos.

Zona de pastos en el Neolítico

Sobre la cronología las estimaciones apuntan a la época neolítica. Campos destaca el trabajo que hizo el investigador David González (por otra parte, uno de los especialistas en los campamentos romanos que lindan las tres comunidades) referido a las prácticas ganaderas en la Cornisa Cantábrica «y en la que se pone de manifiesto la existencia de monumentos megalíticos en zonas de pastos de altura». González apuntaba en su estudio que los restos megalíticos que hay en comarcas de altura «dan una idea del valor económico de la zona y de las estrategias de apropiación simbólica desplegadas en estos espacios por grupos del Neolítico y la Edad de Bronce».

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