La diversidad genética de los neandertales era menor que la de los humanos actuales

Dos científicos trabajan en en el yacimiento de El Sidrón (Asturias). Foto: Uniovi

Fuente: rtve.es | 21 de abril de 2014

Los neandertales tenían menor diversidad genética que los humanos actuales. Es una de las principales conclusiones de un estudio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que desvela que los neandertales estaban distribuidos en pequeños grupos alejados unos de otros y que esas pequeñas poblaciones locales presentaban ligeras diferencias entre ellas.

El trabajo, publicado en el último número de la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), analiza el exoma (la parte del genoma que codifica las proteínas) de individuos neandertales de tres regiones diferentes; y de un denisovano de: la cueva de El Sidrón, en Asturias; la cueva de Vindija, en Croacia, y la cueva de Denísova, en Siberia.

“El exoma de los tres neandertales junto con el del individuo de Denísova ha permitido por vez primera identificar los cambios de aminoácidos derivados compartidos por estos homínidos arcaicos y que no ocurren, o lo hacen en muy baja frecuencia, en los humanos actuales", ha explicado el investigador del CSIC, Antonio Rosas (izquierda), del Museo Nacional de Ciencias Naturales.

"Estos resultados son de gran interés, ya que abren la puerta a la identificación de la base genética de los cambios fenotípicos producidos en los procesos evolutivos”, ha precisado Rosas, quien ha apuntado que las ligeras diferencias genéticas entre las poblaciones neandertales podrían deberse a relaciones endogámicas que pudieron ser más comunes de lo que son en los humanos actuales, según recoge el CSIC en una nota.

Cambios físicos

El estudio aborda por vez primera la identificación de los genes potencialmente responsables de los cambios físicos de los homínidos arcaicos y de los humanos recientes.

La comparación de los exomas fósiles con los de varios humanos modernos de África, Europa y Asia muestra que el linaje común de denisovanos y neandertales acumuló un buen número de mutaciones en los genes que controlan la forma del esqueleto (cara, paladar, occipital, tórax, extremidades, etc.), distribución del pelo, metabolismo y sistema cardiovascular.

“Curiosamente, los cambios que afectan específicamente al linaje de los neandertales, después de su separación con los denisovanos, está en relación con genes incluidos en la categoría de hiperlordosis. Se sabe por estudios de anatomía comparada que los neandertales tenían una curvatura lumbar reducida", ha señalado el investigador.

"Por el contrario, en el linaje de Homo sapiens, el cambio genético se concentra fundamentalmente en ciertos genes implicados en el comportamiento y en la pigmentación de la piel. En este último caso, las mutaciones detectadas pueden estar relacionadas con las diferencias en la pigmentación de la piel en poblaciones actuales”, ha añadido Rosas.

Restos de mandíbulas  neandertales halladas en la cueva de El Sidrón (Asturias). Foto: G.C.C.

Por último, esta investigación revela que a lo largo del proceso evolutivo, en el linaje sapiens se han producido mutaciones en genes que afectan en el ámbito de la agresividad y de la hiperactividad, aunque aún se desconoce si estos cambios genéticos han incrementado o reducido los niveles de cada una de estas pautas de comportamiento.

“Este estudio supone un importante nexo de unión entre los estudios paleontológicos y los genéticos. Los modelos sobre evolución de la variabilidad morfológica y pautas de cambio fenotípico en el linaje de los neandertales obtienen un importante apoyo directamente de los datos genéticos”, concluye Rosas.

En el estudio también ha participado el investigador del CSIC, Carles Lalueza‐Fox, del Instituto de Biología Evolutiva (centro mixto del CSIC y la Universidad Pompeu Fabra), así como la Universidad de Oviedo y el Instituto de Antropología Evolutiva del Max Planck, entre otras instituciones.

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Cuerpo neandertal, mente sapiens

Fuente: EL PAIS.com | Javier Sampedro | 21 de abril de 2014

Los neandertales no solo eran distintos de nosotros en cuerpo y cerebro, sino que también mostraban un estilo distinto de evolución. Aquellos primitivos habitantes de Europa experimentaban más cambios genéticos en la forma del esqueleto, mientras que los humanos modernos hemos mutado más en comportamiento y pigmentación. La investigación dirigida por el líder mundial del ADN fósil, Svante Pääbo (derecha), del Max Planck de Leipzig, y con una importante contribución del CSIC, se basa en la comparación de los genomas de tres neandertales de Siberia, España y Croacia, entre sí y con los humanos modernos de África, Europa y Asia. Y también muestra que la diversidad genética neandertal era menor que la de los humanos actuales, y que sus poblaciones eran pequeñas y aisladas.

Comparar los genomas de tres neandertales se dice pronto en un artículo de periódico, pero supone un problema tecnológico formidable para los (no muchos) científicos que se han interesado a fondo por la emergente disciplina del ADN antiguo. Aparte de la escasez de restos neandertales lo bastante bien preservados, los expertos se enfrentan a que más del 99% del ADN que sale de allí es de origen microbiano, por no hablar de la omnipresente contaminación con material genético de los humanos modernos que tiende a confundir sus experimentos. Bajo el liderazgo del gran genetista Svante Pääbo, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva en Leipzig, los biólogos van sorteando poco a poco esos escollos. Colaboran con él desde hace años científicos españoles del CSIC, las Universidades de Oviedo y Pompeu Fabra (Barcelona) y el Museo Nacional de Ciencias Naturales de Madrid. De los tres únicos genomas neandertales secuenciados hasta la fecha, uno procede de la cueva de El Sidrón, en Asturias, en un raro ejemplo de apremio y diligencia de la ciencia local en la genética de vanguardia planetaria.

Foto: Turistas en frente de las Cuevas de Denísova, donde se halló el homínido de Denísova.

Los investigadores también han usado el genoma de un denisovano, la enigmática especie que, de hecho, no habría sido descubierta de no ser por las técnicas de secuenciación de ADN antiguo, pues no es mucho lo que se conserva de ella, salvo algunos fósiles —halladas hace unos años en la cueva de Denísova de las montañas de Altai, en Siberia— y unas cuantas secuencias genéticas que les pasaron a los actuales pobladores de Asia. Y han comparado todo ello con nueve poblaciones modernas: yoruba, mandenka y dinka, de África; franceses, sardos e italoamericanos, de origen europeo; han y dai, de Asia; y papúa de Oceanía. Un espectro de la historia y de la prehistoria sin parangón hasta la fecha.

Con ese material, los genetistas del siglo XXI pueden alcanzar conclusiones asombrosas sobre los humanos primitivos, como si dispusieran de una máquina del tiempo. Por ejemplo, el tamaño de los tramos de homocigosis —segmentos de ADN totalmente coincidentes en los dos cromosomas de cada par, el que viene del padre y el que viene de la madre— revela que el apareamiento entre familiares era mucho más común entre los neandertales que entre nuestros coetáneos.

También han podido saber que el grado de diferenciación genética entre los neandertales era mayor que el que existe hoy entre africanos, europeos y asiáticos. Al espectador actual, todos los neandertales pueden parecerle iguales, pero ya se ve que no es así. Es lo esperable, pues los neandertales llevaban cientos de miles de años campando por las estepas eurasiáticas, mientras que nuestra especie es una recién llegada a este mundo. De hecho, la mayor parte de la variación genética entre los humanos modernos no es nuestra propiamente, sino que la hemos heredado de nuestros ancestros africanos. La genética se abre camino en la noche de los tiempos.

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