El lugar perfecto para llevar la mejor dieta, según nuestros antepasados

Foto: Impresión artística de hombres y mujeres de la Edad de Piedra descuartizando un caballo salvaje. Los hábitats fluviales eran ricos cotos de caza.

Fuente: elconfidencial.com | 13 de diciembre de 2013

En la actualidad, no tenemos más que acudir al mercado o, en casos extremos, a una búsqueda en internet para conseguir casi cualquier alimento que necesitemos o deseemos. Una facilidad tan interiorizada que, en muchas ocasiones, nos lleva a olvidar que nuestros antepasados tuvieron grandes dificultades para encontrar sustento lo que, en muchos casos, derivaba en una dieta muy poco parecida a la nuestra.

Una investigación publicada esta semana en la revista científica Plos One sugiere, no obstante, que algunos de nuestros antecesores gozaban de una privilegiada habilidad para elegir su lugar de residencia y, de esa manera, garantizar una dieta lo más equilibrada posible. El Homo heidelbergensis, que así se denomina el homínido que ha sido analizado por el estudio inglés y que vivió entre el 500.000 a.C. y el 200.000 a.C., solía habitar en las planicies de aluvión al lado de los ríos.

Mirando el agua pasar

Estas flood plains, o llanuras fluviales, daban lugar al ecosistema más completo en términos de alimentación. Situadas en las riberas de los ríos, se trata de las zonas que en un pasado habían formado parte del curso fluvial y que, tras la retirada de las aguas, daban lugar a un suelo muy rico en nutrientes, y que en ocasiones podía volver a inundarse en caso de crecidas. Muchas civilizaciones se establecieron alrededor de ellos, con los pros y las contras que ello acarreaba. Una de las grandes catástrofes naturales de la historia, la crecida del río Amarillo de China en 1887, acabó con la vida de un millón de personas.

El Homo heidelbergensis mantenía la dieta más equilibrada que sus recursos le permitían. No obstante, estos llanos ofrecían un gran número de recursos a sus habitantes, señalan los investigadores de la Universidad de Southampton y la Queen’s University de Belfast, que han analizado 25 asentamientos diferentes. El Homo heidelbergensis raramente vivía en bosques o en la montaña, donde era más difícil la supervivencia. Por el contrario, preferían las islas formadas en el delta de algunos ríos por razones de seguridad y de variedad animal. En estas zonas naturales pueden llegar a habitar hasta mil veces más especies distintas que las que lo hacen un río.

“Lo que nos sorprendió fue el grado en el que todos parecen haber decidido deliberadamente y consistentemente el mismo tipo de localizaciones ideales para establecer sus campamentos base”, ha declarado el profesor de Geografía Física, Anthony S. Brown (izquierda), que ha dirigido el estudio. Por ello, el Homo heidelbergensis pudo mantener una estricta “dieta paleolítica” al mismo tiempo que comenzaba a diseñar sus primeras herramientas.

Animales herbívoros, peces y herramientas de piedra

Como “dieta paleolítica” o “paleodieta” se conoce a aquel régimen que se siguió durante la Edad de Piedra y que comenzó a desaparecer en el año 10.000, con el desarrollo de la agricultura. Estaba caracterizada por el consumo de grandes cantidades de proteína y grasas y bajos niveles de carbohidratos. En ella abundaban alimentos como la carne, el pescado, las frutas, las raíces y los frutos secos, e ignoraban otros como los derivados lácteos, el aceite o la sal, cuyo nivel de procesado no estaba al alcance de los habitantes de la Edad de Piedra.

Estas praderas permitían el crecimiento de hierba fresca que, a su vez, atraía a animales herbívoros como caballos salvajes, ciervos o castores, que proporcionaban la grasa y las proteínas. Además, las plantas que crecían en dichas zonas, por lo general, tenían raíces comestibles, altas en carbohidratos. Algo de radical importancia en un momento de la evolución en el que nuestros antecesores aún basaban su subsistencia en la recolección, la caza y la pesca.

Si el Homo heidelbergensis necesitaba encender un fuego, también gozaba de los materiales necesarios para hacerlo. Las tesis actuales afirman que el hombre descubrió la lumbre hace 790.000 años, y nuestros antepasados buscaban leña allá donde pudieran encontrarla, como en las madrigueras de los castores, a los que también desollaban para utilizar sus pieles como abrigo. Las piedras erosionadas del río podían ser fácilmente transformadas en instrumentos como hachas de mano o espátulas.

Entre las desventajas de habitar dichas regiones, además de la posibilidad de sufrir inundaciones por la crecida del río, se cuentan los frecuentes ataques de hienas o grandes felinos como el león. Por esa razón, el Homo heidelbergensis prefería habitar en las islas formadas en los deltas, ya que el agua los mantenía lejos de dichas amenazas animales.

¿Una dieta equilibrada o incompleta?

El debate sobre la utilidad de la dieta paleolítica se abrió ya en los años setenta, cuando Walter L. Voegtlin popularizó el término al defender que el hombre está diseñado para seguir la misma alimentación que sus antepasados, que nos ayuda a mantenernos al margen de enfermedades como la diabetes.

El profesor Brown comparte dicha visión, y en el estudio sugiere que “echando un vistazo a los recursos nutricionales que esas sociedades disfrutaban, creemos que deberían haber evitado muchos problemas cardíacos, cáncer o la mayor parte de enfermedades virales”.

El estudio estima que las causas principales de mortalidad del Homo heidelbergensis, que ha pasado a nuestros genes a través de los neandertales, fueron las condiciones extremas del tiempo atmosférico, los accidentes de caza y las sequías.

La dieta paleolítica puede causar grandes estragos en el medio ambiente. Aunque la dieta paleolítica goce de un gran número de seguidores, muchos nutricionistas se han manifestado en su contra. El hombre del paleolítico solía hacer mucho más ejercicio que el contemporáneo, por lo cual, le era más sencillo eliminar la gran cantidad de proteínas que se consumían. Además, dado que la esperanza de vida era mucho menor, era menos probable que se desarrollasen enfermedades que aparecen con la edad como la diabetes o el cáncer.

Como explica el doctor John A. McDougall (izquierda) la dieta baja en carbohidratos, además de altamente perjudicial para el ecosistema, contradice lo obvio, ya que la mayor parte de las sociedades se desarrollaron utilizando dietas altas en almidón. Si la agricultura no hubiese aparecido, y con ella otro tipo de alimentación, algunas de las civilizaciones más avanzadas de la Historia, como la egipcia, la griega o las precolombinas, jamás habrían existido.

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Comentario por María Jesús el diciembre 14, 2013 a las 5:02pm

Quisiera añadir que la "versión española" de este artículo se encuentra en Atapuerca, un verdadero paraíso para el Homo heidelbergensis, que corroboran -ya sea en artículos, ya en tesis doctorales- investigadores como Rosell, Blasco, Huguet, Cuenca-Bescós, y otros.  Aún hay más, se ha demostrado, incluso, que hasta un león formó parte de su particular dieta. Vamos, que no hacían ascos a nada (lo mismo que el protagonista de El lazarillo de Tormes). Os recomiendo: Blasco, R. and al. 2010a. The hunted hunter: the capture of a lion (Panthera leo fossilis) at the Gran Dolina site (Sierra de Atapuerca, Burgos, Spain). Journal of Archaelogical Science 37, 2051-2060.  Merece la pena. Saludos.

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