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Foto: Aida Gómez durante su trabajo de campo
Científicos españoles han analizado los dientes de prácticamente todas las especies de homínidos que han existido en los últimos 4 millones de años, logrando identificar rasgos neandertales en poblaciones europeas muy antiguas Los fósiles dentales apuntan que la separación se produjo hace al menos un millón de años, mucho antes de lo que apuntan los análisis basados en ADN
Vía: Universidad de Granada / 12 de mayo de 2010
La divergencia entre el linaje neandertal y el del hombre actual (Homo sapiens) pudo producirse hace al menos un millón de años, más de 500.000 años antes de lo que se pensaba hasta ahora en virtud de los análisis basados en ADN. Una tesis doctoral realizada en el Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) y asociada a la Universidad de Granada ha analizado, utilizando métodos cuantitativos, los dientes de prácticamente todas las especies de homínidos que han existido en los últimos 4 millones de años, logrando identificar rasgos neandertales en poblaciones europeas muy antiguas.
El objetivo fundamental de esta investigación, cuya autora es Aida Gómez Robles, ha sido reconstruir la historia evolutiva de nuestra especie a partir de la información proporcionada por los dientes, que son los restos más numerosos y mejor conservados del registro fósil. Para ello se ha analizado una amplísima muestra de fósiles dentales procedentes de diversos yacimientos de África, Asia y Europa, valorando las diferencias morfológicas de cada clase dental y la capacidad de cada diente aislado para determinar la especie del individuo al que perteneció.
La investigadora ha concluido que es posible determinar correctamente la especie a la que perteneció un diente aislado con una probabilidad de éxito que varía entre el 60% y el 80%. Aunque estos valores no son muy altos, aumentan a medida que se añaden distintas clases dentales. Es decir, si se cuenta con varias piezas dentales del mismo individuo, la probabilidad de determinar su especie correctamente puede rozar el 100%.
Aida Gómez Robles señala que, de todas las especies de homínidos que se conocen actualmente, “ninguna de ellas tiene probabilidades superiores al 5% de ser la especie ancestral a los neandertales y a Homo sapiens, por lo que es probable que el último ancestro común de estos dos linajes no se haya encontrado todavía”.
Foto: Aida Gómez Robles en pleno trabajo.
Simulación por ordenador
Una de las grandes aportaciones de este trabajo ha sido utilizar métodos de simulación por ordenador para observar el efecto de distintas variaciones ambientales en la evolución de la forma de los dientes. Investigaciones similares han analizado la evolución y el desarrollo de distintos grupos de mamíferos, pero no se habían aplicado hasta el momento en el ámbito de la evolución humana.
Además, la investigación del CENIEH y la UGR es también pionera, junto con algunos trabajos recientes basados en la forma craneal, en la utilización de métodos matemáticos para estimar la forma correspondiente a determinados ancestros comunes del árbol filogenético de nuestra especie. “Aunque en esta tesis sólo se ha analizado la forma dental –advierte su autora-, la misma metodología puede emplearse para proponer cómo serían esas especies ancestrales en todas sus partes esqueléticas, lo que permitiría tener modelos de referencia frente a los que comparar futuros hallazgos fósiles”.
Para llevar a cabo este trabajo, Gómez Robles empleó material procedente de excavaciones de diversos yacimientos arqueo-paleontológicos, como los yacimientos de la Gran Dolina y de la Sima de los Huesos, situados en la Sierra de Atapuerca (Burgos), y los yacimientos de Dmanisi, en la República de Georgia. Además, visitó diversas instituciones internacionales para estudiar colecciones fósiles o actuales, entre las que destacan el Museo Nacional de Georgia, el Instituto de Paleontología Humana y el Museo del Hombre de París, el Centro Europeo de Investigaciones de Tautavel (Francia), el Instituto Senckenberg de Frankfurt, el Museo de Historia Natural de Berlín, el Instituto de Paleontología de Vertebrados y de Paleoantropología de Pekín y los Museos de Historia Natural de Nueva York y de Cleveland.
Los resultados de esta investigación han dado lugar hasta el momento a dos publicaciones en una de las revistas más prestigiosas en el campo de la evolución humana, denominada Journal of Human Evolution (años 2007 y 2008), si bien la mayor parte de este trabajo se publicará en los próximos meses.
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Foto: Aida Gomez Robles defendiendo su tesis doctoral.
Antes de nada, hay que reseñar que la noticia corresponde a la tesis doctoral que ha presentado Ana Gómez Robles, investigadora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana, CENIEH, becada por la Fundación Atapuerca, y que ha defendido, ante un tribunal reunido en la Facultad de Medicina de la Universidad de Granada, con el título "Análisis de la forma dental en la filogenia humana. Tendencias y modelos evolutivos basados en métodos de morfometría geométrica”, el cual la ha calificado Sobresaliente cum laudem.
La verdad es que no se puede negar que últimamente vamos de novedad en novedad científica en el campo de la paleoantropología. 2009 y 2010 se están convirtiéndo en dos años espectaculares en este sentido.
En el caso que nos ocupa, retrasar en 500.000 años el momento en que divergieron neandertales y Homo sapiens (hace unos 500.000 años, y, por tanto, un millón de años en total), con base al análisis de las piezas dentales del registro fósil, va a obligar también a replantearse muchas cuestiones.
En su momento, dos estudios complementarios (véase este enlace y este otro) realizados por dos equipos distintos, sobre el ADN de un fósil hallado en 1980 en la gruta croata de Vindija, cerca de Zagreb, habían llegado a conclusiones bastante similares sobre el punto cronológico de la separación entre neandertales y Homo sapiens.
En los mismos, uno de ellos estipulaba que el divorcio entre el Neandertal y el Homo Sapiens tuvo lugar hace 465.000 a 569.000 años, posiblemente hace 516.000 años, mientras que el otro lo sitúaba entre 120.000 y 670.000 años atrás, inclinándose por una estimación de aproximadamente 370.000 años. Según esos cálculos, el último antepasado de un linaje común podría haber vivido hace 706.000 años. Ahora ese antepasado común habrá que retrasarlo bastante más atrás de un millón de años.
Posteriormente, se informó de otro estudio basado en las características morfológicas de los cráneos (a lo cual se hace referencia en la noticia) que se situaba el momento de separación entre los 300.000 y 400.000 años.
Lo curioso, y conviene subrayarlo, es esta disparidad de fechas entre unos métodos y otros. Más o menos los análisis genéticos y el morfológico craneal podrían considerarse cercanos o similares en sus conclusiones, pero no deja de llamar la atención que sea precisamente el análisis paleontológico dental el que suscriba una fecha mucho más tardía (de nada menos que 500.000 años). Extraña, por tanto, que en la nota informativa no se aduzcan -mínimamente- las razones que expliquen estas diferencias sustanciales. Habrá que esperar a ver el trabajo completo publicado y qué diagnósticos o pareceres ofrecen otros especialistas en la materia.
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