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Excavación en el yacimiento madrileño de Preresa
Vía: La Razón.es | J.V. Echagüe| 24 de abril de 2012
Del cerdo se aprovecha hasta los andares. Y del elefante, hasta los huesos. Eso entendieron los neandertales que, hace unos 80.000 años, durante el Paleolítico, poblaron la ribera del Manzanares. Así se desprende del análisis de una serie de restos hallados en el yacimiento de Preresa por expertos pertenecientes a la Universidad Complutense de Madrid, al Instituto de la Evolución en África (IDEA) y al Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh).
«Se habían hallado evidencias en Italia o Alemania de huesos de elefantes que habían sido fracturados para fabricar armas. Pero nunca se había visto que se sirvieran del tuétano de los huesos del animal para alimentarse», explica a LA RAZÓN José Yravedra (izquierda) investigador de la Complutense y autor principal del estudio, publicado en la revista «Journal of Archaeological Science».
Así, y sin querer trazar paralelismos con recientes polémicas, lo que no tienen claro los expertos es si los homínidos cazaban a estos poderosos paquidermos o, simplemente, se aprovechaban de ellos al hallarlos ya muertos.
Yravedra recuerda que Madrid, en general, y el yacimiento de Preresa –cerca de Perales del río– en particular, siempre han sido «un referente en lo que a restos prehistóricos de elefantes se refiere» –los expertos también han estado trabajando en el yacimiento de Áridos, cercano al río Jarama–. Así, cuando hallaron en la zona 82 huesos, «pensábamos que se trataba de unos restos más». Sin embargo, encontraron marcas de cortes sólo visibles cuando se descarna al animal. La novedad, explica el científico, «es que hemos hallado en los huesos impactos de un canto o una piedra con la intención de romper los huesos, con el objetivo de aprovechar el tuétano».
No en vano, la médula ósea de los elefantes «se caracteriza por tener muchos nutrientes y lípidos. Desde el punto de vista energético, es un alimento muy rico». Por supuesto, el animal les podía proporcionar enormes cantidades de carne, que era la piedra angular de su dieta, por encima de los carbohidratos. Sin embargo, el túetano tenía una ventaja: se conserva durante mucho más tiempo.
Lo que no tienen claro los científicos es de qué tipo de elefante se trataba. Se barajan dos opciones: el mammuthus –o mamut– o el palaeloxodon. «Ambos podían medir unos cuatro metros de altura», señala Yravedra. El primero, de mucho pelo, pertenecía a ambientes fríos; el segundo era propio de climas más cálidos.
¿Cazador o carroñero?
Ahora bien: los homínidos de aquel entonces, ¿cazaban a los elefantes o, simplemente, los carroñeaban? Es una de las dudas que se mantienen abiertas. Aparte de dominar el uso del fuego, de enterrar a sus muertos y organizarse en pequeños grupos, también se sabe que el neandertal, un homínido estrictamente europeo, era ante todo un cazador. Y seguía una dieta carnívora en la que aprovechaba a todos los animales. Era más habitual que optara por la lucha cuerpo a cuerpo mediante el uso de lanzas –algunos restos hallados en Alemania sugieren que podían medir hasta dos metros de largo–, tendiendo emboscadas a sus presas. Ahora bien, en lo que respecta a los elefantes, debido a su tamaño, no es descartable «que lo encontraran muerto y después lo carroñearan». De hecho, análisis realizados a partir de restos encontrados en Inglaterra apuntan a que «podían asustar a estos animales con fuego para que se despeñaran por un barranco».
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Los investigadores han encontrado marcas de corte y de percusión en los huesos de elefante del yacimiento de Preresa. Foto: Joaquín Panera.
Vía: La Vanguardia | SINC |24 de abril de 2012
En la prehistoria, cazar un animal para alimentarse implicaba un riesgo y un gasto energético muy grande. Por eso, cuando los habitantes del Paleolítico medio (hace entre 127.000 y 40.000 años) tenían un elefante en la despensa, chupaban hasta los huesos.
Los humanos que poblaron la región de Madrid hace 84.000 años se alimentaban de su carne y consumían la médula óseade estos proboscidios, según prueba un nuevo estudio.
Hasta ahora, la comunidad científica dudaba que la explotación de la carne de elefante fuera una actividad común en esa época por la falta de evidencias directas en los huesos. Aún está por determinar si estos mamíferos eran del género Mammuthus o del subgénero Palaeoloxodon.
Los investigadores hallaron huesos con marcas de corte, para consumir la carne, y de percusión, para la médula ósea. “Hay muchos yacimientos, pero pocos restos fósiles con marcas que muestren la intencionalidad del ser humano”, destaca a SINC Jose Yravedra, investigador de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) y autor principal de la investigación publicada en la revista Journal of Archaeological Science.
Los investigadores han encontrado marcas de corte y de percusión en los huesos de elefante del yacimiento de Preresa. Imagen: Joaquín Panera.
Nunca antes se habían documentado marcas de percusión que confirmaran una fracturación intencional de los huesos para acceder al alimento interior. Estas siempre se habían asociado a la fabricación de herramientas, pero en los restos hallados esta hipótesis se descartó. Los utensilios encontrados en la misma zona estaban hechos de sílex y de cuarcita.
El equipo, formado por arqueólogos, zooarqueólogos y geólogos de la UCM, del Instituto de Evolución en África (IDEA) en Madrid y del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) en Burgos, recogió 82 huesos del mismo elefante asociados a 754 herramientas de piedra, en un área de 255 metros cuadrados del yacimiento de Preresa, en la orilla del río Manzanares.
En el caso de las marcas de corte en los restos fósiles, estas se suman a “la evidencia más antigua de aprovechamiento de elefantes” en el yacimiento de Áridos, cercano al río Jarama, según recoge en 2010 una investigación publicada por Yravedra en la misma revista. “Hay pocos registros sobre el aprovechamiento de elefantes en Siberia, Norteamérica y Europa central de hace más de 10.000 años"
Los riesgos de cazar un elefante
Las vísceras es lo primero que come un depredador, humano o carnívoro de cualquier clase. Las señales prehistóricas del banquete ayudan a los investigadores a saber quién fue el primero en sentarse a la mesa, ya que el riesgo de cazar un elefante plantea la duda de si el humano lo cazaba o lo carroñaba.
“Este es el siguiente enigma que tenemos que aclarar”, responde Yravedra, quien recuerda que hay evidencias de caza en otros animales más pequeños en el mismo yacimiento. Pero, por el grosor de las membranas fibrosas y otros tejidos de la carne del elefante, los humanos no siempre dejaban marcas en los huesos. “Y por eso en ocasiones es difícil determinar si los humanos aprovecharon su carne”.
El ‘Santo Grial’ de la alimentación paleolítica
La grasa animal era un bien muy preciado entre cazadores y recolectores que seguían una dieta rica en carne y baja en carbohidratos. Cuando la carne escaseaba, otros recursos como la médula ósea se convertían en una fuente de lípidos.
Según el estudio, en los elefantes esta práctica no era muy común por la laboriosidad del proceso de extracción de la médula ósea de los huesos. Además “la explotación de su grasa es algo que no se ha documentado hasta ahora”, dice el investigador. Otras fuentes de alimento, como los sesos, cumplían la misma función nutricional.
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