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Foto: Los investigadores trabajando este verano en el túmulo. / E. C.
San Martín del Rey Aurelio alberga en su territorio una «joya arqueológica» sin igual, por el momento, en el valle del Nalón (Asturias). Se trata de un túmulo del Neolítico que ha sido descubierto en el monte de La Casilla, en la campa conocida como L’Españal.
El hallazgo se daba a conocer en la mañana de este miércoles en el Ayuntamiento y se ponía de relieve la importancia del mismo puesto que tras una primera campaña de excavaciones se ha comprobado que el túmulo data de hace 5.000 años (3.000 a. C.) y que el mismo formaría parte de una necrópolis a la que también pertenecería el dolmen conocido como «la mesa de los moros» y otros túmulos que, según la directora de la excavación, Covadonga Ibáñez (izquierda), se encuentran en peor estado de conservación. Sin embargo, la misma ha destacado la importancia de esta excavación porque es la primera de estas características de la comarca del Nalón y porque este hallazgo puede aportar datos científicos importantes al conocimiento que hasta ahora se tenía sobre el mundo funerario durante el Neolítico, no sólo en el valle, sino en todo el norte de España. Además, durante la excavación han aparecido varios objetos vinculados al ritual funerario, que según la arqueóloga «permiten conocer desde el mundo de los muertos el mundo de los vivos».
Según ha explicado la concejal de Cultura del Ayuntamiento de San Martín del Rey Aurelio, María Alonso, el proyecto de investigación arqueológica en el alto de L’Españal surge a partir de las obras de reforestación de La Casilla, cuando por azar aparecieron indicios que apuntaban a un posible yacimiento en la zona. En ese momento el Ayuntamiento paraliza las obras y delimita un perímetro de protección, para acto seguido encomendar a un equipo de investigadores, dirigidos por los arqueóloga Covadonga Ibáñez, la excavación arqueológica que se llevaría a cabo durante los meses de junio y julio. Según el alcalde, Enrique Fernández, también presente en el acto, el descubrimiento constituye «una joya arqueológica» y un «motivo de orgullo en la medida que este hallazgo consiga ubicar a San Martín del Rey Aurelio en el mapa» por la importancia del mismo para la historia.
De hecho, el director del Museo Arqueológico de Asturias, Ignacio Alonso (derecha), ha señalado que «es un túmulo muy especial» el hallado en la campa de L’Españal porque «es el primero que se encuentra intacto y sin excavaciones previas», con lo que, en su opinión, hay posibilidades de que dicho túmulo aporte «una información inédita». Además, el mismo ha querido destacar «el rigor» con el que la directora de la excavación ha desarrollado los trabajos, un procedimiento que ha calificado de «impecable».
Según ha explicado la arqueóloga Covadonga Ibáñez, quien ha mostrado su satisfacción por haber sido la primera en realizar una excavación de un túmulo Neolítico en la comarca del Nalón, el hallazgo revela en concreto la presencia de un monumento funerario fechado por el método del C14 a principios del III Milenio, de reducidas dimensiones, en torno a los 6 m de diámetro. Sin embargo, la misma ha matizado que se ha excavado algo menos de la mitad del espacio tumular identificado, lo que quiere decir que esta pequeña joya podría albergar nuevos descubrimientos si en un futuro se continuasen las labores de excavación. Junto al túmulo han aparecido también varios objetos vinculados con el ritual funerario a modo de ajuar, propios de la cultura megalítica lo que, según sus propias palabras, «permitirá conocer qué sucedió en ese túmulo que constituye «una cámara funeraria protegida por una coraza pétrea que protegía el interior de la cámara así como el ajuar funerario».
Covadonga Ibáñez ha explicado que «el túmulo tiene una configuración constructiva que supera el concepto de cámara dolménica, identificándose espacios relacionados con el método de construcción que nos ayudan a comprender cómo una sociedad tan pretérita pudo llevar a cabo ese monumento. Así pues, estos espacios descubiertos nos permiten ampliar el horizonte de la investigación, alejándonos de lo evidente, como es el interior de la cámara mortuoria».
No obstante, la directora de la excavación ha clarificado que lo que tienen por el momento es «una información parcial» en tanto que sólo se ha excavado la mitad del túmulo y que aún queda que el equipo que la acompaña en este proyecto estudie los elementos que han aparecido y que constituían el ajuar, elementos de los que habrá que determinar la técnica de fabricación. Lo que sí ha confirmado Ibáñez es que eran «objetos de formas geométricas o apuntados» y que esos elementos no fueron usados, con lo que «fueron elaborados para depositarlos como ofrenda funeraria», ha señalado.
La arqueóloga ha informado también que por el momento «la excavación está finalizada» y que ésta «se ha vuelto a sellar por conservación y hasta que haya un proyecto de restauración», al menos, hasta el año que viene. No obstante, la misma sí que habló de que a partir de una restauración y una vez se haya estudiado el túmulo desde todas las vertientes, éste podría constituir «un recurso museístico al aire libre» y consideró posible «hacer una senda» de forma que el hallazgo del Neolítico pueda ser aprovechado como recurso turístico. Y es que durante el acto de presentación de la excavación se recordaba también que el túmulo se encuentra en un paraje natural de gran valor paisajístico próximo al dolmen conocido como «la mesa de los moros», que también formaría parte de esa necrópolis de la que también formarían parte otros túmulos en peor estado de conservación y restos de un recinto castreño; elementos todos estos que ya estaban recogidos en las cartas arqueológicas de San Martín del Rey Aurelio, a diferencia del túmulo que ahora ha sido hallado, del que no se tenía conocimiento.
El Ayuntamiento encargará un proyecto museístico
Consciente del valor patrimonial del hallazgo, la concejala de Cultura anunciaba que «el Ayuntamiento va a encargar para este año la redacción de un proyecto museístico para el túmulo del monte L’Españal y estudiará todas las vías de financiación posibles, a través de la colaboración de entidades públicas o privadas, para afrontar en 2017 tanto la restauración del túmulo como la puesta en marcha del proyecto de musealización. No vamos a escatimar ningún esfuerzo para que esta iniciativa tenga el mayor desarrollo y proyección posibles», señalaba María Alonso.
«Descubierto el hallazgo, desde el Ayuntamiento podíamos habernos limitado a catalogarlo en la carta arqueológica y volver a cubrirlo con tierra, era una opción legal, pero convencidos de que el descubrimiento tenía relevancia para el futuro del municipio desde el punto de vista cultural y turístico apostamos por seguir adelante, asumiendo la financiación de la intervención y aportando medios humanos y materiales en todo el proceso», explicaba la edil.
Así, la suma en su conjunto de todos estos elementos, más los yacimientos que se puedan exhumar en un futuro, nos sitúan ante una necrópolis tumular que el Ayuntamiento buscará revalorizar como un foco de atracción turística para los visitantes y de orgullo para los vecinos del municipio. Se trata pues de un yacimiento de cerca de 3.000 años a. c. de antigüedad que nos abre una ventana para entender por qué los pobladores de aquella era eligieron este cordal entre los valles de La Güeria de Carrocera y La Güeria de Blimea para enterrar a sus antepasados. Además, la existencia de varios túmulos hacen pensar a la arqueóloga que «el grupo esencial no tenía porqué ser reducido y que si eligieron el cordal para enterrar es porque conocían el territorio».
Las excavaciones e investigaciones en la campal L’ Españal fueron fruto de un trabajo multidisciplinar en el que participan investigadoras del departamento de Geología de la Universidad de Oviedo (Eva Martos de la Torre y Montserrat Jiménez Sánchez), departamento de Palinología de la Universidad de Alcalá de Henares (Mª Blanca Ruiz Zapata), el laboratorio de datación de radiocarbono Beta Analítica de Miami, la empresa de topografía IT2 Pravia y el equipo de excavación formado por Nicolás Alonso Rodríguez y Emilio Blanco Fernández, y que contó además con la inestimable colaboración de la arqueóloga Mónica González Santana.
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