Al hombre de Sidrón, roxu y de piel clara, le han salido arrugas. Envejece, a la vista de los resultados de la campaña de este año y a las nuevas dataciones a las que se están sometiendo los restos óseos encontrados en la cueva de Piloña, yacimiento que ha ofrecido la mayor colección de neandertales de la península Ibérica.

Vía: Pablo Gallego, Borines (Piloña) | La Nueva España.es, 21 de septiembre de 2008

Si en 2004 los especialistas aseguraban que los restos de aquellos habitantes de la falda de Sueve tenían 40.000 años y, en 2005, aumentaban su edad a 45.000 -lo que los situaría en un momento de especial interés para la humanidad, por la posibilidad de coexistencia entre los neandertales y los hombres modernos- las últimas investigaciones vienen a esclarecer este dilema.

A pesar de encontrarse de baja médica, Javier Fortea, director de la excavación y alma máter de Sidrón -siempre con permiso de Olvido, que desde la Guerra Civil descansa en una tumba muy próxima a la entrada del yacimiento- sigue de cerca los avances de la investigación. «El carbono 14 no soluciona un problema histórico o cronológico, y el mundo en que nos movemos -principio del paleolítico superior y final del musteriense- está al final de la señal radiactiva de este compuesto», afirma Fortea.

Para Fortea, ningún laboratorio comercial garantiza que el carbono actual esté eliminado al cien por cien de las muestras, debido a los procedimientos que dichos laboratorios -los más rápidos- utilizan en las primeras fases de la datación. «Las fechas de las muestras pretratadas por procedimientos tradicionales ya no sirven y se ha demostrado que "rejuvenecen" unos cuantos miles de años, por lo que hay que tener un cuidado exquisito con la cronología», afirma el catedrático de Prehistoria de la Universidad de Oviedo y autoridad mundial en la investigación del arte paleolítico.

De ahí que actualmente se prefieran otros procedimientos más modernos y fiables para pretratar los huesos -como los tripéptidos- o la ultrafiltración, técnica que se utilizará en este caso gracias a un concierto con un laboratorio de la Universidad inglesa de Oxford.

La masa arcillosa en la que aparecieron los restos de los nueve individuos de Sidrón reposa sobre una capa de 60.000 años de antigüedad y el estrato que se sitúa inmediatamente por encima ronda los 30.000. Si a estos datos unimos la información de las nuevas dataciones, la edad -hoy por hoy- de los restos neandertales de Sidrón rondaría los 48.000 años e, incluso, podría acercarse a los 50.000. Ambas cifras son clave en el enigma de esta reserva nenandertal única, ya que en esas edades «no había ningún hombre moderno en Europa», asegura Fortea, «por lo que no habría habido cruzamiento ni hibridación entre ambas especies».

La información cronológica vendría a sumarse así a la genética, como confirmaron el mes pasado los estudios del ADN mitocondrial procedente del yacimiento croata de Vindija -que negaban la existencia de relación genética entre ambas especies- y como presumiblemente lo harán los de Sidrón, cuyos restos aportaron el primer material genético neandertal de España. Ambas cuevas son las únicas en las que ha conseguido recuperarse ADN neandertal en condiciones de ser estudiado, razón por la cual el equipo de Sidrón desarrolló un protocolo específico de anticontaminación para la recogida de muestras que se extenderá a otros yacimientos. Así lo aseguró el verano pasado durante su visita al yacimiento asturiano Svante Pääbo, responsable del proyecto Genoma Neandertal y director del Instituto Max Plank de Leipzig (Alemania).

Otro de los hallazgos de la campaña actual es el origen de la materia prima utilizada para construir las piezas líticas encontradas junto a los restos óseos. Para ello, se incorporó al equipo un especialista en la materia, Antonio Tarriño, del Centro Nacional de Investigación sobre Evolución Humana (Cenieh) de Burgos que, en coordinación con los geólogos, encontró la clave del misterio. La fuente de materia prima, del sílex -variedad del cuarzo- se encontró en la zona de la Virgen de la Cueva, en Infiesto.

«Se han tomado muestras y se analizarán para definir la relación con las piezas de Sidrón al detalle», afirma Marco de la Rasilla, mano derecha de Fortea «aunque eso no quiere decir que los neandertales fuesen allí a aprovisionarse», sino que la erosión y las corrientes de agua fueron «limando» el sílex que llegó a las proximidades de la cueva. Este descubrimiento no sólo es importante para la cueva piloñesa, sino también para otros yacimientos como los de Llonín o La Covaciella.

Pero ¿cómo llegaron los huesos de estos nueve individuos hasta la cueva? La respuesta está en manos de Sergio Sánchez, del departamento de Geología del Museo Nacional de Ciencias Naturales (Madrid) y de Juan Carlos Cañaveras, profesor titular de Petrología y Geoquímica de la Universidad de Alicante. El primero de ellos achaca a la casualidad la situación y conservación de los huesos. Tanto que llegasen ahí como que se hayan encontrado. «Además, las condiciones de conservación son excepcionales», asegura.

Los investigadores ya no albergan duda alguna de que los fósiles hallados en la galería del osario llegaron allí por un fenómeno natural, probablemente arrastrados por las corrientes hídricas que circulan por el interior de la galería. «Lo que parece es que el depósito llegó a la cueva asociado a una gran tormenta o a un cataclismo que causó un torrente de barro con huesos en su interior», deduce Sánchez, «lo que permitió que una vez depositados de golpe se tapasen rápidamente con arcillas impermeables que aseguraron su conservación». «Además, justo encima de la sección III de la galería del osario -donde ha aparecido la inmensa mayoría de los restos óseos- hay una chimenea por donde suponemos que cayeron en vertical», concluye.

«Otro factor muy importante es ver las costras que tienen adherido por fuera los huesos», explica Cañaveras, «lo que indicará, por ejemplo, si han estado un tiempo a la intemperie antes de llegar ahí, lo que significa que no hubo enterramiento». Una vez más, la ciencia tiene la respuesta, «en las costras se han encontrado granos de cuarzo y una ligera pátina de eolización, lo que los sitúa pudriéndose en un medio subaéreo de donde pudieron caer aquí», puntualizan. Lo que quiere decir que los huesos estuvieron al aire y en contacto con la luz, lo que desecha cualquier posibilidad de que los neandertales de Sidrón pudieran vivir en el interior de esta cueva o que hubieran sido depositados allí por sus semejantes.

Sólo con sobrepasar la entrada de la cueva la temperatura desciende dos grados en apenas un par de metros, para alcanzar en su interior una temperatura más o menos constante de 13 grados, que, unidos a una humedad cercana al 95 por ciento, ayudaron a la conservación de los restos. Javier Fernández de la Vega, que con sólo 23 años es ya uno de los veteranos (empezó con 18), ejerce de improvisado guía.

La imagen interior de la cueva ha cambiado, ya que la estructura de madera sobre la que antes se trabajaba se ha convertido en una pasarela sobre las cabezas de los investigadores. Los trabajos han descendido desde el nivel inicial hasta los 2,86 metros. En esa cota han aparecido, esta misma semana, piezas líticas, costillas, falanges y un trozo de mandíbula con una muela sin aflorar (a 2,68 m), que no desentonan con las que se vienen encontrando desde la apertura del yacimiento, dentro del rompecabezas gigante que forman los cientos de fragmentos óseos procedentes de la cueva.

En la galería, los geólogos van sacando perfiles -se avanza en zonas de un metro cuadrado, y dentro de él, por secciones de 33,3 cm, que dan idea de lo exhaustivo del trabajo- de todo el material que se excava para hacer una reconstrucción, capa por capa, de cómo han ido llegando los materiales. El objetivo es integrar los datos geológicos con las coordenadas de dónde se ha encontrado cada hueso para crear un modelo en tres dimensiones del yacimiento.

Desde que en 2002 se efectuasen los primeros cortes, «en los que ya había algo que no se entendía», han pasado seis años y aún se encuentran en la fase de obtención de datos. «Uno o dos años más quedan aún sólo dentro de la cueva, fuera queda mucho más trabajo», reconocen los geólogos.

El improvisado comedor sirve para que arqueólogos, paleoantropólogos y geólogos debatan y compartan opiniones sobre el trabajo de la mañana. En la cueva de Piloña trabajan actualmente José María Vázquez, Lucía Martínez, Paloma Suárez, Zorione Torrontegui, Araceli Soto, Elsa Duarte, David Santamaría, Sergio Sánchez, Javier Fernández de la Vega, Juan Trenor, Juan Carlos Cañaveras, Aurora María Rodríguez y Marco de la Rasilla, todos ellos en la fotografía superior. En la foto de la derecha se observa una de las zonas de excavación, donde puede apreciarse cómo las sucesivas campañas hacen descender la cota de la cueva, inicialmente a la altura de la pasarela que se observa a la izquierda.

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