La I+D es un proceso que se retroalimenta: cuanto más se invierte en él, más resultados se obtienen. De hecho, se trata de una premisa estratégica que ha de aceptarse también a nivel corporativo, asimilando sus cuatro componentes básicos: meticulosidad, perspectiva, curiosidad y paciencia.
POR JOSÉ MIGUEL PARRA, EGIPTÓLOGO
MIEMBRO DEL EQUIPO DEL PROYECTO DJEHUTY
CONFERENCIANTE DE THINKING HEADS JOSEMIGUEL.PARRAORTIZ@THINKINGHEADS.COM
Vía:
Las Provincias, 20.04.08
El ejemplo perfecto, mil veces repetido, es el de Alexander Fleming, descubridor de la penicilina. Mientras estudiaba unos cultivos bacterianos comprobó que el crecimiento de algunas de sus cepas quedaba interrumpido sin que a primera vista hubiera motivos aparentes. Un investigador más apresurado o menos cuidadoso se habría limitado a sospechar alguna contaminación y a tirar a la basura las placas inservibles. Él sin embargo, decidió averiguar qué inhibía el crecimiento de las bacterias, comprobando que sólo sucedía cuando los cultivos se habían contaminado con el hongo Penicillium. El resto es historia...
Este tipo de comportamiento investigador no se aplica sólo a las ciencias, sino también a las humanidades y las empresas. Como en el caso de Fleming, los resultados pueden ser espectaculares, aunque no necesariamente salven millones de vidas. Este año he tenido la suerte de participar en un descubrimiento que satisfacía todas las premisas de una investigación bien hecha: el hallazgo de un arquero egipcio de 4.000 años de antigüedad. Éste tuvo lugar en la orilla occidental de Luxor, donde el equipo de egiptólogos españoles dirigidos por José Manuel Galán (CSIC), excava, restaura y publica las tumbas de Djehuty y Hery.
Decididos a conocer por completo la tumba de Djehuty, nos centramos en la excavación total del patio que la precede, un elemento arquitectónico que prácticamente nunca antes había sido estudiado in extenso; es decir, nos "salimos de la caja" para poder ver las cosas en perspectiva. A nivel empresarial sería el equivalente a realizar un estudio desde una vertiente nueva, no probada; porque cuando un problema se observa desde otro punto de vista se aprecian aspectos que conducen a su solución. En nuestro caso, comprobamos que una mitad del patio estaba excavada en la roca y la otra era un relleno que eliminaba la pendiente de la ladera donde está excavada la tumba. En el relleno encontramos una mesa de ofrendas de cerámica. Era un objeto que cabría esperar, si bien, estaba situado en una posición extraña. Si a Fleming fueron las bacterias muertas, a nosotros fue este sencillo objeto el que nos picó la curiosidad; gracias a la cual apenas un metro detrás encontramos un hueco por el que entrevimos lo que parecía otro ataúd.
Se trata de un enterramiento intacto, incluido el cuerpo momificado de su dueño,
Iqer, como nos contaron las inscripciones que se llamaba. Toda una mina de información que nos exigió gran meticulosidad al excavarla. Las cinco flechas, los tres bastones de mando y los dos arcos del ajuar funerario confirmaron nuestra primera impresión: Iqer había sido un personaje relevante de la XI dinastía. No obstante, nos queda la duda de si estábamos ante un guerrero o sencillamente ante alguien que siguió la moda de enterrarse con armas, nacida de las no lejanas batallas que condujeron a la reunificación del país.
Se trata de un trabajo a largo plazo, como lo son todos los I+D, ya se trate de arqueología o del mundo empresarial, pero muy remunerador. Por eso, con paciencia, el año que viene radiografiaremos el cuerpo y comprobaremos si los brazos de Iqer presentan las típicas malformaciones de los arqueros. Según sea la respuesta se plantearán nuevas hipótesis y el ciclo de la investigación comenzará de nuevo.
En definitiva, Iqer se presenta como una aplicación de los cuatro ingredientes de la innovación: meticulosidad, paciencia, perspectiva y sobre todo, curiosidad. Elementos que, aplicados a cualquier tipo de investigación suelen obtener siempre magníficos resultados.