Fuente: El Comercio.es | M.F. Antuña | 2 de noviembre de 2014

El amor por la historia lo lleva en los genes. Jesús Francisco Jordá Pardo, profesor de Prehistoria y Arqueología de la UNED, creció correteando por el Museo Arqueológico de Oviedo, el mismo en el que se rinde tributo a su padre, Francisco Jordá Cerdá, un arqueólogo que dejó huella en Asturias en un sinfín de excavaciones. Ayer participó en las jornadas que a la figura de su padre dedica la Asociación Profesional de Arqueólogos de Asturias (APIAA).

¿La tarea de su padre está suficientemente valorada y reconocida?

Sí, el trabajo que hizo está absolutamente reconocido tanto por las generaciones pasadas como por las nuevas. El hecho de que los que organizan estos actos de homenaje sean de generaciones muy posteriores, que ni siquiera llegaron a conocerle, prueba que su obra y su influencia perviven y permanecen.

«Si en un buque insignia como es Atapuerca hay recortes, de ahí para abajo es peor aún»

«Le pongo un notable a la situación del patrimonio asturiano, pero es necesario mejorar el estado de los castros»

¿Cuáles son las razones de esa vigencia?

Él hizo una obra muy fresca y muy crítica con todo los paradigmas de la época. Y también muy libre. Se caracterizaba por una gran independencia respecto a las grandes familias de prehistoriadores y arqueólogos de la época. Trabajó en un marco de total libertad para desarrollar teorías novedosas y que iban en contra del paradigma del momento. Siempre aportó una visión nueva de los aspectos que tocó: prehistoria, arte prehistórico, época romana y los castros.

¿Se llevaría algún susto si levantara la cabeza?

No, vería que se ha avanzado mucho. Siempre introdujo nuevas perspectivas en la investigacion arqueológica, de modo que estaría satisfecho ya que podría comprobar cómo se ha seguido en la línea que él marco, de colaboración con otras disciplinas. Al margen de lo que ocurra por determinadas circunstancias económicas, que hacen que haya menos disponibilidad y tiempo para investigar, vería que su pretensión de integrar estudios interdisciplinares se está logrando con éxito.

¿Cuál era la visión de la arqueología que tenía su padre?

Él quería llegar a tener una visión no solo del objeto, que era lo que hacía la arqueología clásica, sino ir al para qué servía, asociada a las personas, a los grupos humanos, quería saber qué les conmovía, qué peligros les acechaban, cómo vestían... Esa historia social e incluso personal en definitiva.

Su padre jugó un papel clave en el Museo Arqueológico. ¿Qué sensación le produce verlo ahora tras la reforma?

Una sensación muy agradable y reconfortante. Yo correteé de pequeño, recuerdo que mi padre puso peces rojos en la fuente del patio del claustro y que iba allí a verlos. Volver a ver el museo tal y como está ahora, con las colecciones expuestas al modo actual y con una gran carga didáctica, me produce una alegría enorme y una gran satisfacción. Me gusta pensar que él estuvo ahí hace cincuenta años, que en su momento lo montó y trató de que fuera una institución de investigación y de difusión de la cultura hacia la población, hacia los que lo pagan con sus impuestos. Esa era precisamente otra parte de su visión de la arqueología como algo social, quería que el museo sirviera para transmitir la cultura al entorno sociológico cercano.

Aquellos eran otros tiempos y los actuales son de crisis. ¿Cómo está afectando a los trabajos arqueológicos?

De manera bastante importante, incluso en el caso de las excavaciones emblemáticas como Atapuerca. Si un buque insignia como este ha tenido recortes, de ahí para abajo... Es muy difícil investigar ahora porque la unica forma de conseguir fondos es a través de la convocatoria del Ministerio de Economía y Competitividad y las ciencias humanas, dentro del grupo de las ciencias, se llevan una porcion mínima del presupuesto. Es difícil entrar. Está pasando lo mismo con la arqueología profesional, que tuvo años en los que era fácil ganarse la vida trabajando para obras públicas, autopistas, AVE... Todo eso está parado y es muy díficil que la situación se repita, volver a esos tiempos hace diez o quince años en que había que importar arqueólogos.

¿Qué futuro augura?

Por influencia de mi padre, soy optimisma. El futuro siempre es mejor. Espero que las cosas cambien de aquí a pocos años, con el esfuerzo de todos podremos salir adelante y recuperar los niveles de trabajo. En cuanto a la arqueología, lo mismo. Ahora resulta difícil que tus alumnos tengan un puesto de trabajo incluso siendo doctores. Pero tarde o temprano se acabará saliendo, porque además hace falta un recambio generacional, las universidades están llenas ya de profesores de edad avanzada, que entraron en los setenta o los ochenta. Mientras tanto, hay que dar una buena formación y salir a donde haya trabajo.

¿Cómo evalúa la situación del patrimonio arqueológico asturiano?

Está bastante bien, estable, controlado, vigilado. Tenemos la suerte de que el director general de esta área es una persona experta en prehistoria y eso da idea de que existe una cierta sensiblidad en el mundo de la política. Sobre las cuevas prehistóricas, el panorama está bien, están muy cuidadas, tienen sus centros de interpretación... Respecto a los castros, no tan bien, porque están al aire libre, salvo algunos emblemáticos como Coaña, Chao Samartín o Campa Torres. Suele ocurrir que los desbrozan un año y luego cinco no. Es un problema de presupuestos y de que no haya un guardia permanente. Se invierte puntualmente un dinero y luego se dejan pasar tres años y se vuelve a estropear. Habría que solucionar esto en los yacimientos al aire libre. En general, en el resto del patrimonio arqueológico, a Asturias le doy un notable. Dentro de las comunidades que conozco está en una buena situación.

Vino a Oviedo para hablar del castro de san Chuis, que también estudió su padre.

Sí, he hablado de la historia de las investigaciones que realizó mi padre, de las campañas anteriores, lo que estamos haciendo ahora y de los resultados de las investigaciones de los últimos años. Las fechas de radio carbono corroboran la idea de que es un castro netamente prerromano y ocupado después por los romanos. Ahora estamos trabajando en la informatización y digitalización de todos los estudios para, cuando la tesis que está realizando Juana Molina esté acabada, hacer públicos todos los datos.

Le supongo informado de la batalla entre celtas y romanos que se ha desatado en Asturias. ¿De qué lado de se pone?

De celtas nada de nada. En los siglos IX y VIII antes de Cristo Asturias estaba habitada por gentes que no eran celtas. Respecto a Roma, es evidente que estuvo en Asturias como en toda la península ibérica. Ahí están las villas, los campamentos, las explotaciones auríferas, las ciudades... En fin, que no parece que el paso de Roma por Asturias fuera liviano, fue como por toda la península y toda Europa. No hay vuelta de hoja. Que costase más o menos conquistar el territorio es discutible; lo otro no.

Narciso Santos Yanguas insiste en que la batalla de La Carisa no fue para tanto como se dice.

El campanento está perfectamente documentado y la vía también, pero no tengo más datos para pronunciarme.

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¿Por qué será que tengo la impresión de que el Sr. Jesús Francisco Jordá con esta declaración sobre los inexistentes celtas en Asturias se va a acarrear muchos enemigos en los siempre delirantes ámbitos nacionaliegos?

Esto del "celtismo astur" ya lo llevamos soportando demasiado tiempo. Menos mal que siempre hay alguien con suficiente independencia intelectual y categoría profesional que pone coto a tales desmanes histórico-políticos.