Red social de Arqueologos e Historiadores
Fuente: La Vanguardia.com| 20 de marzo de 2014
Una mano experta colocó la última tesela y los pájaros se quedaron quietos, quietos. Inmóviles, eternos, inmortales. Para los pájaros fue apenas un suspiro, pero durante un tiempo inmemorial, casi tan antiguo como el cobre y las pirámides, disfrutaron del aire y del sol. Luego, de repente, la oscuridad y una gruesa capa de olvido, polvo y piedras. Los hijos de los hijos de los hombres que hicieron aquellos pájaros de cerámica crecieron, se multiplicaron y se extinguieron. Y crecieron, se multiplicaron y se extinguieron otras generaciones de hombres. Unas lenguas murieron y otras nacieron mientras la capa de olvido, polvo y piedras se hacía más y más grande. Y así hasta que otra mano experta abrió una profunda brecha en la tierra con un pesado objeto metálico y una voz que parecía llegada del futuro dijo:
-Aquí hay algo.
El mosaico que apareció en el 2010, durante las obras de la estación del AVE de la Sagrera, en los restos de una villa romana, está siendo pulcramente restaurado y catalogado por técnicos del Museu d'Història de Barcelona. Una tarea digna de orfebres renacentistas, ante la que ayer se quitaron el sombrero periodistas de la web y de la redacción de este diario. Como sin duda se maravillaron también en su época los patricios de esta villa que estuvo en pie del siglo II al IV en Iulia Augusta Faventia Paterna Barcino. O Barcino, a secas. El hallazgo de estos restos arqueológicos no es extraño en Barcelona, una ciudad asentada sobre un inmenso yacimiento. Cualquier trabajo -unas canalizaciones del gas, la excavación para un aparcamiento subterráneo, la construcción de unos cimientos- puede deparar una sorpresa. La última se ha producido durante las tareas para la rehabilitación de un hotel de lujo en el paseo Colom, que han hecho aflorar vestigios del puerto romano. Desde que comenzaron las obras del AVE, y sólo entre el Pont del Treball y el de Bac de Roda han aparecido desde rastros de asentamientos y silos neolíticos hasta graneros íberos.
Los visitantes franquean el Centre de Conservació i Restauració del Museu d'Història de Barcelona en una discreta nave industrial de 5.000 m2 de la Zona Franca, convencidos de que dirán lo mismo que Howard Carter en la tumba de Tutankamón: "Veo cosas maravillosas". A veces las maravillas son instrumentos de una grandeza que radica en su simplicidad. Montserrat Pugès, la restauradora jefa, responsable del servicio de arqueología municipal, logra contagiar su entusiasmo ante una cajita con "el primer tenedor de madera que se conserva de Barcelona", hallado en un pozo en la plaza Duc de Medinaceli. No muy lejos, en la restauración del mercado de Sant Antoni han aparecido vestigios de una vía sepulcral y de una cama mortuoria, con trozos del tamaño de una uña, lo que da idea del trabajo que aguarda a Montserrat y a compañeras, como Maria, Fernanda, Conxita, Mònica, Rocío o Eva.
A veces las maravillas no son cosas materiales, sino actitudes. María ha enamorado a los recién llegados por la delicadeza con que extrae una muestra de un dolium, un enorme recipiente de barro donde los romanos de la Sagrera almacenaban vino o aceite, entre otros productos. La muestra será remitida a un laboratorio universitario para descubrir qué contuvo exactamente. Armada de un martillito y un escoplo para la profanación de una pieza milenaria -de la que se conservan centenares en todo el mundo-, a Maria se le escapa un "¡ay, cómo me duele tener que hacer esto!". Una vez acabada la restauración, nadie notará su mano.
Los inmensos anaqueles de la nave de la Zona Franca, que recuerdan la escena final de En busca del arca perdida, permiten subirse a una máquina del tiempo. Pero a una máquina mucho más pequeña que la de H.G. Wells: con la cuenta de un collar es suficiente. Fue descubierta en una fosa de hace 6.000 años, en la plaza de la Gardunya, en Ciutat Vella. En manos de Mònica Oliva, arqueóloga de la Universitat Autònoma de Barcelona, se convierte en un pasaporte al pasado. Se trata de un pieza de variscita con una veta de un tipo de fosfato férrico que sólo se encuentra en unas minas de Gavà. Los pobladores de estas tierras en aquellos remotos días del neolítico se convirtieron en unos hábiles joyeros y trocaban sus ornamentos por productos como cereales, ganado o herramientas de sílex, en un incipiente comercio internacional. Prueba de su éxito es que muestras idénticas de esta artesanía neolítica han aparecido en yacimientos de la Bretaña francesa.
El trabajo no ha hecho más que comenzar. La joya de la corona es la meticulosa reconstrucción del mosaico de la Sagrera, pero todas las salas bullen de actividad. La necrópolis del siglo I, que destapó una reforma en las Drassanes, tiene buena parte de culpa. Algunas urnas funerarias y ornamentos han tardado más de un año en ser reconstruidos. El personaje allí enterrado gozó de una elevada posición, como evidencia que fuera al encuentro del más allá con una sella curulis, un taburete para magistrados y hombres de ley. Mies van der Rohe se inspiró en este diseño para la novísima silla Barcelona que presentó en la Exposición de 1929.
La primera fase de la reconstrucción del mosaico afecta al tramo que apareció en el 2010, de una geometría policromada y flores de cuatro pétalos, y que nunca se podrá completar, ya que perdió muchas piezas o teselas por el arañazo de un arado. El segundo y definitivo tramo, que en conjunto formará una superficie de unos 60 m2 y se halló en el 2013, está mejor conservado y tiene los famosos dibujos de pájaros.
La segunda fase aguarda a que le toque el turno y a que el Ayuntamiento y Adif, la empresa responsable de las infraestructuras ferroviarias, pacten el presupuesto. La ley obliga a que todas las obras realicen catas exploratorias y que los promotores de aquellas donde aparezcan hallazgos arqueológicos, como en la futura estación del AVE, corran con los gastos de restauración.
Lindsey Davis, autora británica superventas, ha conseguido millones de lectores con su personaje fetiche, el detective de la Roma imperial Marco Didio Falco, protagonista de más de veinte novelas. Reflejo de la pasión que esta experta tiene por el pasado romano de Barcelona, uno de los títulos (Una conjura en Hispania) transcurre en parte en Barcino, Aquí nace también Julia Junila Layetana, la hija del protagonista. El editor español de Davis, David Fernández, de Edhasa, recuerda que en la presentación de una de sus novelas, a un ingenuo catedrático de Historia se le ocurrió pedir condescendencia ante las "licencias históricas" de la escritora. "Todos sabemos -dijo- que los romanos no empleaban toneles como los que ella describe". Davis, que se documenta hasta la extenuación, le abrumó a continuación con una avalancha de datos, estudios y hallazgos arqueológicos que confirmaban punto por punto su descripción.
Quizá algún día esta escritora hable de un mosaico policromado con flores de cuatro pétalos y pájaros. Y quizá algún experto despistado le replique que tales motivos no eran habituales entre los ceramistas romanos. Que se prepare, porque el peso de los 5.000 m2 de almacenes, salas y laboratorios donde se custodian las sombras del pasado de Barcelona se desplomará sobre su cabeza.
Los arqueólogos apuntan que en el subsuelo de la plaça de Sant Jaume y del Palau de la Generalitat se pueden encontrar restos del foto de la antigua Barcino Llibert Teixidó
Lo que todavía no sabemos de la Barcelona romana
Fuente: La Vanguardia.com | Silvia Colomé| 20 de marzo de 2014
Hace 2.024 años que Augusto fundó Barcelona, es decir, Barcino, o, para ser más concretos, la colonia Iulia Augusta Faventia Paterna Barcinovo ex novo. El bimilenario de la muerte del emperador, que se celebra este año, es un buen pretexto para recordar aquella pequeña ciudad que los romanos alzaron junto al monte Tàber y que los continuos descubrimientos arqueológicos nos van acercando cada día con más precisión. Pero los hallazgos son aleatorios y todavía existen muchas incógnitas por resolver sobre esta primera Barcelona que nació diez años antes que Cristo.
“Sabemos mucho sobre la última etapa romana, cuando la ciudad pasa a ser sede visigótica, ya que corresponde a las primera capas que encontramos en las excavaciones”, explica Carme Miró, responsable del Pla Barcino del Servei d'Arqueologia de Barcelona. La experta apunta que los grandes vacíos se centran, precisamente, en esa Barcelona que Augusto en persona fundó para premiar a sus veteranos centuriones con una plácida jubilación.
La lista de incógnitas resulta importante, empezando por la misma muralla que rodeaba la colonia. “No sabemos cómo era exteriormente, creemos que no tenía torres y que debía servir para delimitar el espacio a la vez que simbolizaría el poder romano”, detalla Miró. En el siglo III se reforzó la muralla primitiva con una mayor, de 76 torres, y se remodelaron las cuatro puertas de acceso. Este cambio es mucho más importante de lo que pueda parecer a simple vista en una época de invasiones bárbaras y de desestructuración del Imperio Romano. “Esta muralla, más poderosa, fue uno de los elementos principales que propiciaron que Tarragona perdiera la capitalidad a favor de Barcelona”, apunta la arqueóloga. Uno de los objetivos del Servei d’Arqueologia para este año es georeferenciar la muralla e iniciar un estudio historicoarqueológico del sector más desconocido del recinto amurallado, desde la zona del castellum, en la calle Avinyó, pasando por la calle de la Palla hasta la Plaça Nova.
El foro, un puzzle por resolver
“Desconocemos cómo era el foro”, sigue listando Miró. “Sabemos que contaba con un templo (el de la calle Paradís), pero no hemos encontrado la curia, ni el mercado, ni la basílica”. Aunque sí se sospecha dónde deben de estar todos estos elementos arquitectónicos: en la plaça de Sant Jaume, donde nunca se ha excavado, o un poco más arriba, es decir, bajo el Palau de la Generalitat.
Para intentar esclarecer dudas, el Servei d’Arqueologia está planificando intervenir en la plaza mediante técnicas no invasivas, como el georradar, aunque se estudian otros sistemas como las radiaciones térmicas, para conseguir una lectura del subsuelo y valorar si vale la pena iniciar unas prospecciones que, según los resultados, irían seguidas de excavaciones. “Nos plantearíamos excavar por fases para molestar lo mínimo e iríamos a tiro fijo, nada de grandes zanjas”, asegura la responsable del Pla Barcino, consciente de la delicada ubicación del posible yacimiento. Esta actuación podría empezar a efectuarse el año que viene y la gran incógnita es averiguar si los restos que puede albergar el subsuelo no están excesivamente “triturados” siempre que las canalizaciones y conducciones de servicios no impidan la lectura de las radiaciones. “De momento, unas obras recientes en el Palau de la Generalitat han dejado al descubierto cuatro piedras que podrían formar parte del mercado, pero por ahora solo tenemos unas pocas piezas del puzzle”.
Otros misterios por resolver de la Barcino primitiva son mucho más mundanos. “Nos queda por descubrir la ciudad, cómo vivían los habitantes de clases humildes, y cómo se alimentaba la población”, cuenta la arqueóloga. Sobre este último aspecto, se acaban de encontrar unos restos de materia agraria descompuesta en los solares de los números 12-18 de la calle del Sotstinent Navarro que permitirán iniciar un estudio bioarqueológico para conocer la alimentación de la época.
“Barcelona era una ciudad atípica, pequeña pero de gran importancia comercial y administrativa, con muchos libertos (sirvientes que habían logrado su libertad) casas lujosas y grandes villas fuera de las murallas, como la de la Sagrera, casi tan grande como toda Barcino”, relata la arqueóloga, donde incluso se han encontrado muestras de mármol de Carrara y el famoso mosaico que se está reconstruyendo.
Foto: La elipse de la trama urbana entorno a Santa Maria del mar es uno de los argumentos utilizados por la investigadora Jordina Sales para situar en este lugar un posible anfiteatro de la Barcelona romana Jordina Sales.
Posible anfiteatro camuflado
Tampoco está muy claro a qué dedicaban el tiempo libre los primeros barceloneses. Para una ciudad pequeña, hay documentados hasta tres conjuntos termales públicos, dos en la puerta de Mar y otro en la plaza de Sant Miquel, al lado del foro. “No eran solo baños, se asemejarían a los centros cívicos de ahora, con bibliotecas y jardines, nada de lugares de orgías”, aclara Miró. En cambio, “no se ha localizado ningún edificio de espectáculos, como circo, teatro o anfiteatro, lo que no quiere decir que no existieran”.
Una investigación de la UB realizada por la historiadora Jordina Sales sitúa uno de estos edificios, el anfiteatro, donde ahora se alza Santa María del Mar. “En época medieval se la denominaba Santa Maria de les Arenes, como otras iglesias del Imperio Romano que se construyeron en antiguos edificios de espectáculos con arena”, explica Sales. Su estudio se completa con otros argumentos, como la romana calle Argenteria, extramuros, que comunicaría con algún lugar destacado. Otra evidencia es la forma elíptica que se puede observar en parte del tramo urbano de la zona junto a edificios con fachada curva que podrían haber aprovechado las paredes del equipamiento romano. O también las características del terreno donde se excavaron las tumbas paleocristianas del interior de la basílica, consistente en capas de arena compactada entre la que se ha encontrado material romano. La tesis se refuerza ahora con un nuevo descubrimiento. Se ha comprobado geológicamente que en este lugar había un pequeño lago. “Los romanos aprovechaban el terreno para construir, y era habitual que idearan teatros y anfiteatros en lagos que ellos secaban para lograr más fácilmente la concavidad necesaria”, explica Sales. Además, “debajo de este lago hay documentada una cloaca romana”, añade.
El antiguo puerto romano también ha sido una incógnita, hasta ahora. “Hemos hallado unos restos, diques de piedra, que empezaremos a excavar en el subsuelo del número 20 del Passeig de Colom”, especifica la responsable del Pla Barcino.
“Quien ideó Barcino, lo hizo muy bien”, señala Miró. Y no es de extrañar. La colonia fundada por Augusto ha mantenido el centro del poder político y administrativo en el mismo lugar durante 2.000 años; y sigue siendo una ciudad fundamentalmente comercial y administrativa como entonces. “No sabemos cómo era antes de ser fundada por el emperador, seguramente, había un núcleo de época republicana en Montjuïc”, revela la arqueóloga. Pero de lo que no hay dudas es que la ciudad lleva “2.000 años de actividad y los restos se encuentran muy revueltos”, según Sales. “La arqueología en Barcelona es subsidaria a la obra pública y privada, se actúa cuando sale algo, por eso, todavía tenemos tantos interrogantes por resolver y mucho trabajo por hacer”, concluye Miró.
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