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Un solar maya, microuniverso ordenado que se remonta a la época prehispánica, es recreado en el Museo del Pueblo Maya, en la Zona Arqueológica de Dzibilchaltún, Yucatán. Representa una novedosa propuesta museográfica que tiene como objeto primordial dejar patente que esta cultura no desapareció, por el contrario, es poseedora hoy en día de conocimientos y costumbres ancestrales, informó hoy el Instituto Nacional de Antropología e Hisoria (INAH).
Fuente: Notimex, México | El Porvenir.com.mx, 24 de abril de 2012
Añadió que ésta es un área que da vida al museo, comentó su directora, la arqueóloga Diana Trejo Torres, quien refirió que a diferencia de otras iniciativas, ésta se distingue porque no se trata de salas etnográficas ‘muertas’.
Toda vez que las comunidades cercanas, como el propio Dzibilchaltún y Chablekal, utilizan las chozas de dicho solar para conmemorar el Día de Muertos o realizar las posadas y las novenas.
Padres, hijos y abuelos “conviven y nos demuestran cuánto se ha conservado, más allá de lo que pensamos, de la ancestral cultura maya”, sobre todo en las zonas rurales de Yucatán.
Por eso la importancia del solar del Museo del Pueblo Maya, que refleja la unión de la tradición prehispánica y la contemporaneidad, y da sentido a la colección de 700 piezas arqueológicas e históricas expuestas en sus salas.
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Con un guión museístico puesto al día, este recinto del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta) da un panorama de la cultura maya prehispánica —que abarcó parte de los actuales territorios de México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice—, hasta llegar a la historia del maya yucateco, pasando por etapas como la Conquista, la Colonia, la Guerra de Castas y el auge de las haciendas henequeneras.
Una barda de piedra o albarrada delimita el solar donde hay dos chozas, una de ellas usada a manera de recibidor, lugar destinado para las oraciones y tareas cotidianas asignadas a la mujer, como la costura.
La otra vivienda también es de carácter mixto, pues sirve de cocina, baño y dormitorio, éste último con su característica hamaca.
Ambas viviendas son a la usanza de los mayas de hoy, pero mantienen la reminiscencia prehispánica en su estructura y materiales.
En este sentido, Diana Trejo detalló que mediante las exploraciones arqueológicas hechas en torno a los restos de antiguas viviendas que se ubican en Dzibilchaltún, se ha determinado que éstas tenían una planta ovalada o absidal, patrón que se ha mantenido hasta la actualidad.
Asimismo, explicó, los materiales con que se construían y se siguen construyendo son perecederos: bajareque para levantar las paredes, y palma de guano, o un tipo de zacate propio de la zona costera para crear los techos.
Otra particularidad de las chozas mayas, todavía comunes en los pueblos yucatecos, son dos puertas por las que no sólo entran y salen libremente los dueños de la casa, sino también los animales de cría.
Este tipo de edificación fue hecha tal cual para el Museo del Pueblo Maya, y en el interior de los cuartos se distribuyen una serie de enseres cotidianos que, a la vez, tienen una fuerte carga simbólica.
Por ejemplo, en el altar del recibidor, entre retratos de seres queridos e imágenes de santos y de la Virgen, sobresalen las cruces verdes que remiten a la ceiba, el árbol sagrado de los antiguos mayas y símbolo de la rebeldía durante la Guerra de Castas.
La arqueóloga Diana Trejo detalló que la Guerra de Castas comenzó en 1847 con la sublevación de comunidades mayas del norte y el oriente de Yucatán, las cuales vieron amenazadas sus tierras y su orden político ante la injerencia de la población blanca, que representaba una minoría con respecto a la indígena y que consideraron como enemiga.
Tres años después, según la tradición oral, en un árbol apareció una pequeña cruz que tenía el don de hablar, ésta fue considerada por los batabes (dirigentes rebeldes) como una señal del cielo que les ordenaba hacer la guerra.
El conflicto se extendió durante 60 años, hasta que la capital maya Chan Santa Cruz, bastión espiritual del movimiento, fue tomada pacíficamente por los soldados del gobierno, en 1901.
La directora del Museo del Pueblo Maya destacó que en la cocina del solar maya, también se halla otro elemento fundamental: un fogón de tres piedras, el cual está relacionado con ideas cosmogónicas prehispánicas.
“La constelación de la Tortuga —anota Diana Trejo— era importante para los mayas precolombinos, porque representaba, a su vez, el fogón primordial, el horno doméstico originario.
Los campesinos mayas actuales siempre colocan tres piedras para formar un fogón, aquel elemento del cual surgió todo sobre este mundo y cuya disposición equilibra el mundo”.
El pozo, el lavadero con la batea —cuyo diseño también es de origen prehispánico—, el gallinero y el kanché (un emparrillado elevado donde se siembran hortalizas y plantas pequeñas) son otros de los elementos que forman parte del solar maya, espacio que fue recreado al final del recorrido del museo, con el fin de dejar patente que esta civilización está vigente.
Diana Trejo concluyó que “el solar es un universo ordenado que tiene su origen desde la época prehispánica, por eso es importante hacer en dicha parte del museo una conexión de los dos tiempos: pasado y presente, así podemos ver que los mayas continúan y su sabiduría persiste, solamente hay que saber dónde buscarla”.
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