- Archipiélago gaditano -

El entorno gaditano en la antiguedad, estaba conformado por tres islas: Eritehia, Kotinoussa y la Antipolis (zona del Cerro de los Mártires en San Fernando). Fue en la primera de estas islas donde se asentó la primitiva población fenicia en el primer momento fundacional y donde desarrolló su hábitat la postrera población de cultura y tradición fenopúnica. En cambio, la isla de Kotinussa quedó reservada a zona de necrópolis. Tras el cegamiento o colmatación del Canal Bahía-Caleta, ya en época romana, Eritehia y Kotinussa quedaron unidas. Esto explicaría que Estrabón en sus textos mencione solo dos islas y no haga referencia alguna al canal, que, en su origen, servía de elemento diferenciador de ambas formaciones insulares. Como ocurría con la ciudad madre de Tiro u otras ciudades fenicias del norte de África, como Cartago, o de la costa atlántica africana como Mogador, la menor de las islas gaditanas era de reducidas dimensiones, y en tan reducido espacio se asentó el núcleo poblacional de la ciudad.

Como se venía apuntando hace tiempo por los investigadores, se ha confirmado recientemente que la máxima concentración urbana en la ciudad tuvo lugar en las inmediaciones de la conocida como Torre de Tavira, donde recientemente, en un solar cercano, se ha sacado a la luz la ocupación estable de tipo urbano más antiguo de la ciudad, y que corrobora las noticias que sobre la urbe gaditana se mencionaba en los textos antiguos.


Si hacemos caso al topónimo de la ciudad, Gadir, este viene a significar “reducto fortificado”, al que hacen además varias referencias las fuentes escritas clásicas. No obstante, aún sin obviar su existencia en un pasado, lo cierto es que las prospecciones llevadas a cabo en la ciudad no han tenido el fruto deseado. Si tenemos en cuenta la tradición fenicia, una constante de sus ciudades es que se construían dotadas de un recinto amurallado con una clara funcionalidad defensiva.

Del registro arqueológico gaditano, se ha podido comprobar la ausencia de elementos que nos hagan suponer la presencia de signos de violencia en época del Bronce Final y principios de la Edad del Hierro, que hicieran necesaria su construcción. Tampoco las fuentes escritas relatan acontecimientos violentos o conflictos relevantes con las poblaciones indígenas de tierra firme, por lo que podría constituir un signo distintivo producto de la tradición cultural fenicia. En cuanto a la estructura urbana de la urbe, no han sido muy abundantes los restos arqueológicos hallados en este sentido. No obstante, los que han podido salir a la luz, fruto de las intervenciones arqueológicas llevadas a cabo en la menor de las islas, principalmente, han sido de notoria importancia para poder conocer cómo eran las estructuras de hábitat del Cádiz antiguo.

En esta línea, la realización de diversas actuaciones arqueológicas llevadas a cabo en la primavera de 1990 en la c/ Concepción Arenal, y en 1995 en nº 23 de la c/ Botica, dejaron al descubierto diversas estructuras arquitectónicas de época fenicia de tipo no funerario. Del resultado de estos trabajos se pudo documentar diversas estancias rectangulares de difícil definición en cuanto a su funcionalidad a consecuencia del mal estado de conservación en que se encontraba el yacimiento, debido a la alteración que presentaba al verse alterado por fosas de época romana y modernas posteriores, además de su escasa entidad constructiva. A pesar de estas dificultades, del resultado del estudio se deduce que se podía tratar de una parte reducida de la antigua Gadir, concretamente se correspondería con el sector más septentrional de la ciudad, tratándose de una pequeña área, habiendo desaparecido el resto del asentamiento por la acción erosiva del mar.

Otra teoría, aunque de menor peso sobre el origen de este yacimiento, sería que se tratara de restos de una antigua factoría del tipo de las documentadas en la costa granadina o malagueña. Tipológicamente nos hallamos ante unas estancias de forma rectangular, posiblemente una vivienda, con muros elaborados a base de cimientos labrados en la roca ostionera (piedra local). Las paredes presentaban una factura de mampuestos a base de sillarejos trabados con arcilla. Los pavimentos se componían de una capa de arcilla apisonada con pequeños guijarros y fragmentos cerámicos, conservando aún restos de hogares y abundante material lítico y cerámico. Estos restos arqueológicos descubiertos presentaban una cronología correspondiente a los siglos VIII-VI a. C., correspondiendo a los primeros momentos de la ocupación fenicia en la zona.

Pero donde realmente podemos, ya no intuir, sino conocer de primera mano cual podía ser la estructura urbana del Cádiz antiguo, sus técnicas constructivas y materiales, es en el reciente yacimiento excavado en las inmediaciones de la Torre de Tavira, concretamente en la c/ San Miguel y que ha sacado a la luz el primitivo Gadir. En este yacimiento se pudo apreciar cuatro estructuras de hábitat, dispuestas en dos terrazas, respondiendo a un claro uso doméstico, y que aparecían dispuestas en torno a dos calles pavimentadas de finales del siglo IX a. C. Dicho espacio habitable contaba con estancias de forma rectangular y en torno a ellas se distribuía el resto de dependencias, correspondiéndose cada edificio con una unidad familiar. Cada una de estas viviendas estaba dotada de una cocina y un horno, para hacerlas más confortables para sus moradores. Concretamente, se documentaron cuatro hornos. Algunas de las estancias mencionadas contaban en su interior con unos apoyos de arcilla adosados a los muros que hacía las veces de bancos y que servía para facilitar las tareas domesticas. Las calles mencionadas fueron dispuestas como los ejes ordenadores de las referidas viviendas y estaban pavimentadas con arcilla.

   - Yacimiento de la calle S. Miguel -


Además de las estructuras de tipo civil, la ciudad desde los primeros momentos de su fundación, contó con un templo, cripta y oráculo dedicado a la diosa Astarté, diosa madre y de la fertilidad, aunque no se sabe con certeza en qué lugar concreto de la isla de Eritehya estaba ubicado. Además de este, en la isla de Kotinoussa, la mayor de las tres, se localizaban otros dos templos o santuarios: el Kronion, dedicado a Baal Hammon, ubicado en el extremo noroccidental, aunque igual que ocurre con el de Astarté en la isla menor, se desconoce su exacto emplazamiento, y el Herakleion, en honor a Melkart, dios protector de la ciudad y que se levantó, según Estrabón en el extremo sudoriental de la isla mayor, posiblemente en las inmediaciones de la llamada Punta del Boquerón. De ninguno de los tres recintos religiosos se ha conservado vestigio arquitectónico alguno. 


A partir del siglo I a. C, ya dentro de la órbita romana, la ciudad de Cádiz iba a experimentar un profundo cambio en su fisonomía urbana gracias al empeño y dedicación que debía a su ciudad natal Lucio Cornelio Balbo, “el Menor”, iniciando numerosas edificaciones a partir del año 19 a. C. Balbo fue un militar y político de origen gaditano que se distinguió en varias campañas cesarianas, ocupando importantes cargos políticos como cuestor de la Hispania Ulterior, además de miembro del Senado romano y Procónsul de África. Entre sus méritos, se encuentra el ensanche de la ciudad y su puerto, el Portus Gaditanus, consciente del reducido espacio de la urbe y del aumento demográfico que la Gades romana había experimentado en los últimos años. Al respecto Estrabón (Geografía, III, V, 3) nos relata:


"He oído decir que uno de los censos de nuestros días ha arrojado la cifra de quinientos caballeros gaditanos, cifra que no alcanza ninguna ciudad italiota salvo Padua. Con tal población viven en cambio en una isla de algo más de cien estadios (17.760 m) de largo con una anchura de apenas un estadio en algunos puntos. La ciudad primitiva era muy pequeña, pero el gaditano Balbo que alcanzo los honores del triunfo erigió para sus habitantes otra que llaman, La Nueva; de ambas surgió Didyme, que no llega a los veinte estadios de perímetro…”


Por tanto, a Balbo se le puede considerar el promotor y autor de la construcción de la “Ciudad Nueva”, o Neápolis, que, al unirse a la ciudad fenicia, dio lugar a “la doble” o Didyme, con aproximadamente un perímetro de cuatro kilómetros. Su ubicación exacta, aunque se desconoce, si podemos intuirla, y así lo atestiguan las diversas actuaciones arqueológicas, que se encontraría en la isla mayor, en lugar contiguo al antiguo Canal Bahía - Caleta, llegando a las proximidades de las Puertas de Tierra y englobando los actuales barrios de Santa María y el Populo. La configuración urbanística del Gades romano está lejos de los cánones tradicionales que se aprecia en otras ciudades del imperio. Ello es debido a lo reducido de su territorio, lo que llevó a la necesidad de modificar dichos cánones, comprimiendo la distribución de los espacios y por ello de sus edificaciones. La técnica constructiva empleada por los arquitectos romanos de esta época consistía en una planificación previa, excavando en muchos casos la roca de la zona, obteniendo así muros de gran tamaño en una sola pieza, resultando finalmente un gran conjunto monumental con edificios que algunos caso poseían más de una planta.


Diversas actuaciones arqueológicas, llevadas a efecto en los mencionados barrios, han aportado pruebas de la antigua Neápolis. Así en las actuaciones arqueológicas que tuvieron lugar en el año 2005, bajo la dirección de la arqueóloga Mª Eugenia García Pantoja, en un solar de reducidas dimensiones situado en la c/Jabonería, se descubrieron diversos restos arqueológicos datados en el siglo I d. C. La mencionada calle se encuentra situada sobre la antigua Neápolis, y los restos recuperados correspondían a tres muros de idéntica factura, con paredes de piedra ostionera (piedra local) de alrededor de 55 centímetros de grosor y que debió formar parte de una noble construcción de la antigua Neápolis. Estos muros forman la esquina de esta estructura de considerables proporciones y, en el momento de su hallazgo, aún conservaban intactos los mechinales donde encajaban las vigas. Tras finalizar las excavaciones se obtuvieron importantes resultados, ya que se consiguió sacar a la luz el vestigio más importante de la Neápolis gaditana, tras el Teatro Romano, ofreciendo, además, una visión clara de la monumentalidad y distribución espacial de los edificios públicos de la época. En concreto se pudo documentar restos de lo que parece ser un edificio monumental de uso público, compuesto de dos espacios habitables de robustos muros, adosados a la roca natural en la que se ha encontrado un pozo y una escalera en extraordinario estado de conservación, lo que indica que dicho edificio poseyó al menos dos plantas.

Como bien apuntaba Mª Eugenia García Pantoja, no se sabe con certeza a que uso estaba destinado el edificio, el cual por su estructura parece que no se trataba de una casa noble o un domicilio privado, sino de un gran edificio público. Podía tratarse de uno de los edificios que conformaban el foro de la ciudad, almacenes relacionados con el antiguo puerto que en esa época se encontraba en sus proximidades, o bien la Basílica donde se administraba justicia o el macellum (mercado). Dicha intervención arqueológica pudo documentar diversas etapas de ocupación y utilización de esta monumental edificación, apreciándose, cómo en el transcurrir de unos trescientos años, experimentó diversas modificaciones estructurales con reutilización de elementos anteriores. Así contamos con restos de estructuras y suelos de época republicana, datados entre los siglos III-II a. C. De esta etapa histórica son los muros más importantes y los restos de gozne de una de las puertas de acceso a una de las estancias laterales.

- Balbo, el Menor -


En tiempos de Balbo, el edificio original sufrió determinadas transformaciones arquitectónicas aprovechando la construcción de Neápolis, y se le añade la escalera de acceso a una planta superior y un pozo. En la segunda mitad del siglo I de nuestra era, es cuando se produce la colmatación y abandono del edificio, rellenándose la parte baja del mismo. La espectacularidad de los hallazgos, apunta a que se trata de una edificación importante en el conjunto de la Neápolis, obteniéndose un muro de 4 metros de alto, 0,5 de ancho y 2,5 de largo, en el que a 3,20 metros del suelo se encuentran seis mechinales, donde encajaban, en su momento, los cabezales de las vigas que servían de soporte a la segunda planta.


El muro, excavado en la roca natural en casi su totalidad, forma esquina con otros muros de 2,50 metros de alto y 0,50 de ancho, así como 2 de largo realizados en mampostería. Frente al segundo muro y a unos 2,5 metros se encuentra otro muro, de 2,95 metros de alto, 0,50 de ancho y 10 de largo, también elaborado en mampostería. Adosada a este último se encontró la escalera y, junto a ella, un pozo con un diámetro de 1,70 metros, construido en sillares de piedra ostionera y excavado en el firme natural. En cuanto a material arqueológico no se documentó resto alguno que apunten a una función doméstica. En cambio, si se documentaron diversos fragmentos de mármoles, estucos, sillares y cornisas que reforzaron la idea de su uso público y lo importante de la edificación. (Mª Eugenia García Pantoja).


Pero Balbo, en su empeño de dar esplendor a Gades, realizó numerosas obras públicas, dotando a la ciudad de importantes edificaciones. Así mando edificar un teatro en las inmediaciones del actual Barrio del Pópulo, en el siglo I a. C. Este fue uno de los primeros teatros estables del Imperio Romano y el más antiguo de Hispania y así lo define en sus textos Estrabón (III, 5,3), y Cicerón (ad fam. 10, 32, 3). Este último nos informa del uso político dado al teatro por Balbo al regresar a Gades como cuestor en el año 43 a. C.

         - Teatro romano de Cádiz -

El teatro romano de Gades es una obra monumental. No en vano era el mayor de Hispania, y para su construcción se aprovechó una elevación natural del terreno, ubicado en la isla mayor, al borde del Océano Atlántico. El teatro era de factura realizada a base de sucesivas capas de opus caementicium de superficie enlucida. El edificio, fue descubierto en 1980, y, para poder comenzar los trabajos de excavación, fue necesario llevar a cabo una expropiación de las fincas anexas. Una vez hecho esto, se puso en marcha un laborioso proceso de restauración y acondicionamiento con el propósito de poner el monumento en valor y hacer posible las visitas del público, todo ello en numerosas campañas de restauración que aún hoy continúan.

Fue un teatro de una extensión extraordinaria, ocupando una zona importante del mencionado barrio del Populo. Sacar el edificio a la luz en su totalidad resulta en la práctica imposible, debido a que sobre él se asientan parte de construcciones importantes, como la Iglesia de Santa Cruz, conocida como Catedral Vieja, la Casa de Estopiñan, la Posada del Mesón y parte de los cimientos del la antigua Alcazaba musulmana.

Los trabajos realizados hasta la fecha, permiten conocer el diámetro relativo de la cávea, aproximándose a los 120 metros, de lo que solo se ha podido sacar a la luz el tramo central de la misma (cávea media). Cabe destacar, igualmente, un tramo de la galería destinada al tránsito del público que le permitía acceder a la zona media del graderío a través de los vomitorios. Dicha galería es de amplias dimensiones y se cubre con una bóveda anular de medio punto. Al igual que en el exterior, el material más utilizado es el hormigón. Además de esto, en el exterior se conserva restos de un muro curvo, que, aunque muy alterado por las numerosas reformas, bien podía pertenecer a la fachada del teatro. Dichos restos muestran una estructura de vanos adintelados, y la factura del paramento está realizada en mampostería de piedras irregulares, principalmente piedra ostionera.


Desde su hallazgo las sucesivas intervenciones arqueológicas que se están llevando a cabo actualmente en el edificio muestran que sufrió una serie de reformas a lo largo del tiempo y que estuvo en uso a pleno rendimiento entre los siglos II y III. En estos últimos trabajos, y hasta el momento, se han encontrado restos de decoración escultórica, en concreto tres columnas de ónice, que vienen a confirmar las descripciones literarias del conjunto hechas por los autores clásicos. Junto a estos elementos ornamentales se han hallado vestigios de decoración icónica en varias cornisas de época Augustea, acabados con mármol de Carraca. En torno a los siglos IV-V, se inicia el expolio del teatro, momento en el que las gentes del lugar, empezaron a utilizar la sillería del edificio aprovechando que, en ese momento, ya no estaba en uso. Ya en la antigüedad tardía, el teatro se convirtió en lugar de habitación, como lo demuestra el hallazgo de restos de cerámicas, metales y fauna.


Además del mencionado teatro, Balbo, en su intento de embellecer los espacios públicos de la urbe, construyo un anfiteatro donde tenían lugar interesantes luchas de animales salvajes y gladiadores, del cual no se conserva vestigio alguno, así como el castellum aquae, que se trataba de un gran depósito donde acababa el acueducto y que estaba constituido por siete albercas de rico pavimento.

FRANCISCO JAVIER JIMENEZ MARTINEZ

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