Fundación funeraria de los Bracamonte en la iglesia de San Vicente de Ávila.

 

Una practica muy frecuente en los siglos XVI y XVII, por iniciativa de nobles, religiosos, particulares acaudalados, etc., fue el patronazgo de capillas funerarias en el interior de los templos con el objeto de enterrarse en ellos, poner en marcha obras pías o ambas cosas a la vez. El gran desarrollo que esta costumbre alcanzó se debió al doble interés de los particulares para ganarse un lugar en el Paraíso, y de la Iglesia para satisfacer sus necesidades económicas. En casos excepcionales la autorización de estos patronazgos religiosos llevaba aparejado la construcción de una capilla adosada al santuario donde se establecía la fundación.  

Estas dotaciones se formalizaban con las correspondientes escrituras de otorgamiento ante los escribanos oficiales y de la propia Iglesia pero, para hacer más ostensible el contrato, la Iglesia aceptó el que los patronos de estas fundaciones grabarán en los mismos muros de los templos las condiciones generales del contrato.

La donación de determinados objetos, rejas para la protección de los santuarios, lámparas para alumbrar los interiores, indumentarias de los iconos religiosos, e incluso obras de restauración de los templos, en muchos casos, llevaron aparejados la condición indispensable de que se grabasen en sus muros los nombres de sus mecenas.

Fundaciones funerarias. Típicos casos de fundación funeraria en templos de Ávila son las de don Diego de Bracamonte y su mujer, en el crucero sur de la basílica de San Vicente, atestiguada hecho que atestiguan dos inscripciones de similar texto comenzando la inferior: “Cura y beneficiados de esta iglesia son obligados a decir, perpetuamente, por el ánima de Álvaro de Bracamonte y por su mujer (…) cuatro misas cada semana (…); y la de don Sancho de Bullón, en la primera capilla de la epístola del convento de Santo Tomás de Ávila, cuyo texto dice: "Don Sancho de Bullón caballero de la Orden de Santiago regidor perpetuo de esta ciudad de la hacienda del Rey nuestro señor Felipe IV en su contaduría Mayor de ventas y su caballerico, patrón perpetuo de esta capilla y la muy noble señora doña María Vela de Avendaño su mujer fundaron y dotaron en ella una misa perpetua cada día y más 9 aniversarios(…), se otorgó en 3 de octubre de 1633".

 

Fundación funeraria de los Bullón en el monasterio de Santo Tomás de Ávila.

 

Originarios de Francia, los Bullón eran parientes del legendario Godofredo de Buillón, uno de los jefes de la Primera Cruzada, nombrado por sus compañeros rey de Jerusalén, cargo que cambió por el de “Guardián del Santo Sepulcro”, al no querer ceñir una corona de oro donde Jesús llevó una de espinas. Algunos autores atribuyen a este personaje el origen de la Orden del Temple.

Una tercera fundación de carácter funerario de las muchas que existieron, promovida por el sacerdote Andrés Fernández, se encuentra en la referida basílica de San Vicente al pie de la escalera que conduce a la cripta rezando su inscripción conmemorativa: “Andrés Fernández cura de Herreros de Suso fundó y dotó en esta iglesia, en el altar de Nuestra Señora de la Soterraña, una misa rezada con su responso cada sábado y otra el día de San Juan Bautista y otra el día de Santa Lucía (…), dejando para ello seis mil maravedís de renta en cada un año pasó la escritura ante Juan Díaz, escribano de número de esta ciudad en 23 de junio de 1603. Son obligados a decir estas misas el cura y beneficiados de esta iglesia. Dotolo sobre sus obras pías en Herreros”.

 

Fundación para misas del cura Andrés Fernández en la basílica de San Vicente.

 

La basílica de San Vicente de Ávila, antaño de “Los Mártires” (Vicente, Sabina y Cristeta), fue uno de los templos más importantes de la ciudad pues desde tiempos inmemoriales la Virgen de la Soterraña, a quien se le da culto en este santuario, y los hermanos mártires, Vicente, Sabina y Cristeta, supuestamente enterrados en ella desde época romana, han sido los patronos de la ciudad desde tiempos inmemoriales, y quizás fue eso lo que hizo que el cura de Herreros de Suso lo eligiera para que se rogase por su alma desde el.

 

Fundaciones pías. Este tipo de fundaciones caritativas o piadosas fueron numerosísimas en los siglos XVI y XVII. Bajo el patronazgo de personas poderosas, cofradías, la propia Iglesia, etc., estas fundaciones tenían por objeto la atención de gentes necesitadas de alimento, alojamiento, o incluso de “dote”. En concreto,  muchas de estás obras tenían por objeto  proporcionar a las chicas pobres o huérfanas que pretendían casarse o entrar en religión, los bienes necesarios para hacer posible tales cosas. Una de estas fundaciones, patrocinada por el mismo cabildo catedralicio, se constituyó en la capilla de San Nicolás de la catedral. Su inscripción dice: "Limosnas para casar doncellas huérfanas". Debajo de ella dice otra: “Día de San Nicolás”,  y es que era precisamente este día cuando se realizaba el reparto de las limosnas depositadas por los particulares, a lo largo del año, en el arcón que hay tras la reja. Con lo recaudado se hacían doce suertes de quince mil maravedíes que les eran entregados a las beneficiadas. Si las donaciones no alcanzaban la cantidad exigida eran compensadas por el cabildo de la catedral.

 

Obra pía en la catedral de Ávila para casar doncellas huérfanas.

 

Otra fundación similar a la anterior pero de mayor alcance pío-funeraria, fue la establecida por don Lázaro de Salazar, en la segunda capilla del lado del Evangelio del monasterio de Santo Tomás de Ávila. La inscripción, a la que acompaña el escudo de armas, refiere lo siguiente: “Lázaro Salazar Dávila, regidor de esta ciudad y doña Leonor de Almaraz, su mujer, dejaron en este monasterio cuatrocientos mil maravedís que cada año perpetuamente se repartan para casar y meter en religión doncellas pobres y otras obras pías, y dotaron esta su capilla para decir en ella dos misas, el lunes y sábado de cada semana las cuales son obligadas a decir para siempre jamás los religiosos de este monasterio con ciertas fiestas entre el año y para ello dejaron renta”.

 

Donaciones. Como se ha dicho, la donación de objetos a los santuarios dio también lugar a la realización de inscripciones en los muros de los templos siendo buen ejemplo de ello, la existente en el contrafuerte esquinado del pequeño santuario diocesano de Sonsoles, que precedió al actual, la cual da fe de la entrega de una lámpara por el “oficio del peine y de la carda”, de la lana, de la ciudad. La inscripción dice: “El oficio de la carda y del peine de Ávila dieron a Nuestra Señora de Sonsoles la lámpara grande que pesa seseta y dos marcos de plata y para que esta lámpara alumbre siempre la dotaron diez ducados cada año para aceite y así mismo diez  ronedos coronas de plata doradas”.

  Inscripción en el santuario abulense de Sonsoles que refiere la donación de una lámpara de plata.

 

Esta lámpara hace dos siglos que no alumbra el santuario y no porque se haya acabado el dinero para el aceite sino porque, según se dice, se la llevaron los soldados franceses, como botín, durante la Guerra de la Independencia.

 

 

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