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Francisco Jordi Páez, mostrando dos de las monedas 'Cerit' del siglo I y II a.C. mejor conservadas.
Fuente: diariodejerez.es | 1 de mayo de 2016
Francisco Jordi Páez es un jerezano de 23 años estudiante de Derecho y amante de la historiografía local desde que era un niño. Lleva varios meses sumergido en la investigación de la procedencia de unas monedas 'Cerit' datadas del siglo I y II a.C que halló en las colecciones privadas de varios aficionados a la numismática. El buen estado de conservación de varios de los ejemplares le ha permitido estudiar con detenimiento cada uno de los detalles vinculados a estas monedas, lo que le ha llevado a detectar pistas que clarifican la ubicación de la casa que acuñaba estos ejemplares durante el Imperio Romano, así como a descubrir uno de los pasos de la evolución del topónimo de nuestra ciudad. Todos los entresijos de su labor investigadora saldrán publicados próximamente en un estudio monográfico titulado 'Tras las pistas de Cerit a través de sus monedas' y editado por Peripecias Libros.
"Hay constancia de muy pocas monedas 'Cerit'. Se conserva una en el Museo Arqueológico de Jerez, otra en el Museo de Villamartín y una en la Real Academia de la Historia de Madrid. Los historiadores Eugenio José Vega y Francisco Antonio Romero García documentaron el hallazgo de una moneda en un cortijo de Nueva Jarilla, y según Sáez Bolaños y Blanco Viñero hay otras tres en los cuerpos numismáticos. Yo por ahora he podido localizar 15 de las 22 existentes. Sobre los ejemplares que pueda haber en las colecciones privadas no puede saberse con exactitud", aclara Francisco.
Moneda de Cerit. Anverso y reverso. Museo Arqueológico Jerez.
Durante la entrevista muestra tres de las monedas mejor conservadas de todas las emisiones que ha localizado. Piensa que dos fueron acuñadas durante los siglos II y I a. C., y la otra, al tratarse de una variante, corresponde a una versión posterior datada del siglo I d. C. Todas pertenecen a emisiones de Hispania Ulterior, de la provincia Bética. En el reverso se encuentra inscrito el topónimo 'Cerit' acompañado de dos espigas horizontales, una arriba y otra abajo. En el anverso se aprecia el rostro de la diosa Ceres. "Hay cierta disconformidad sobre si la diosa porta en el pelo espigas o una corona radiada, siendo esto último algo anómalo al no corresponder con el modelo estándar en una deidad femenina. Yo creo que es una trenza de espigas o simplemente espigas, pues es la diosa del trigo y tiene sentido que estos elementos la representen", afirma.
Encontrar estas monedas en varias colecciones privadas le han permitido elaborar un mapa de localización que lo acerca a la ceca que pudo emitir este tipo de ejemplares. "Según mis indagaciones todo indica que se encontraba en la Sierra de Gibalbín", asegura. Francisco basa su hipótesis en la cercanía a este lugar de los diferentes puntos de localización en los que se han hallado las monedas, lo que evidencia que si la moneda circuló por esta zona, debió existir un núcleo urbano administrativo. "Entre todas las monedas Cerit encontradas, tan sólo de 6 de ellas se conoce su procedencia. Una se halló en Mesas de Santiago, otra en Esperillas, otra en Mesas de Asta, dos en la cima de la Sierra de Gibalbín, cerca del cortijo de Mazmorra, y una última en Utrera, la más alejada de Gibalbín", aclara.
Foto: Sierra de Gibalbín desde las marismas de Morabita. A. García Lázaro
El perfecto estado de conservación y el color verde oliváceo de algunas de las monedas le ha llevado a pensar que en realidad no fueron objeto de circulación, sino que se utilizaron para colocarlas sobre difuntos, de ahí el deterioro en el color provocado por la putrefacción del cadáver. Además, la buena preservación ha llevado a Francisco a descartar que las razones filológicas del topónimo urbano latino 'Ceret' o 'Ceri' sean ciertas, postulando que 'Cerit' es realmente el nombre con el que se debió conocer a Jerez en aquel periodo de tiempo.
"La leyenda urbana no sería 'Ceri' ni 'Ceret', sino 'Cerit', puesto que los errores en los trazados de las leyendas eran muy habituales en los talleres del bajo Guadalquivir debido a la falta de pericia de los abridores de cuños. No es por tanto extraño que nos encontremos con monedas cuyos rasgos paliográficos sean anómalos. En la ceca de Carissa, muy cercana, ocurre lo mismo. Además, muchas veces se retocan los cuños debido a su desgaste y esto crea este tipo de alteraciones en el resultado final de la moneda. Es cierto que no existe unanimidad sobre la ceca de Cerit, pero de ahí que los hallazgos sean claves para decantarse por la ubicación. Estas monedas procedentes de las inmediaciones de Gibalbín y sus alrededores se sumarían a otros hallazgos ya conocidos que apoyarían esta propuesta de ubicación. Esto lo han corroborado especialistas en epigrafía latina y numismática", explica Francisco.
Según este amante de la historia, tanto 'Ceret' como 'Ceri' bien podrían ser maneras de representar topónimos mediante abreviaturas, acortando y eliminando consonantes, y provocando que el término sufriera modificaciones con el paso del tiempo. "El étimo está muy claro. De 'Cerit' podría haber derivado a 'Sharish', después a 'Xerez' y por último terminar en 'Jerez', como se nombra hoy", puntualiza.
Jordi asegura que en ningún caso las monedas de estos coleccionistas son falsificaciones - siendo esto un delito contra el patrimonio español- aunque afirma que durante su investigación se topó con varias monedas Cerit que se subastaban por internet y que resultaron no ser auténticas.
"Es una pena que Gibalbín todavía no se haya excavado, no se sabe lo que hay allí, pero el descubrimiento de estas monedas indica que puede haber muchos restos debajo de tierra de gran valor histórico", señala Francisco quien dice sentirse muy agradecido por que estos coleccionistas le hayan permitido estudiar estas monedas, pues "tener cosas las tiene cualquiera, pero pocos son los que dan un paso hacia delante y las promulgan para la comprensión y deleite del público".
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Un templo romano sin explorar "se está convirtiendo en un vertedero"
Fenicios, tartesios, turdetanos, griegos y romanos tienen cabida en esta historia. A través de la vía Augusta, una antigua calzada romana que conectaba Cádiz con Roma, se llega al santuario de la diosa Salus, un templo milenario irregular que se esconde a día de hoy bajo unas tierras agrícolas. "No quiero entrar tampoco, esas tierras son propiedad privada, pero ahí abajo se encuentran los cimientos del santuario", asegura Francisco Jordi Páez, un joven amante de la historia y férreo defensor del patrimonio histórico. Este jerezano de 23 años lleva seis meses investigando, recopilando datos y redactando un libro acerca de la ciudad romana de Ceri, lo que es hoy la Sierra de Gibalbín.
"He localizado más de 100 monedas de Ceri", comenta. No las tiene en su poder, habla con coleccionistas e historiadores que las atesoran para poder estudiarlas. Le apasiona la historia desde que tenía ocho años. Se nota en la terminología que pronuncia, en lo que se detiene para decir las palabras correctas. Numerosas publicaciones determinan a las monedas romanas del enclave de la Andalucía Occidental como cerit. "Una filóloga extrajo que el nombre del núcleo urbano acaba en t, pero realmente en las monedas se puede observar que no es una t, sino una espiga de trigo. La ciudad realmente se llamaba Ceri, no Cerit", profundiza este joven historiador. Miguel Ángel Borrego Soto, arabista que escribió en su tesis que el topónimo era Cerit ha reconsiderado la investigación de Jordi Páez y corrobora que el topónimo urbano latino es Ceri.
Ceri, en honor a la diosa del cereal, Ceres, es el nombre de la ciudad romana que se abastecía de alimentos a través de las villas agrícolas que rodeaban al templo de la diosa Salus. Se trata de un entorno Ager Caretanus (zona agrícola), gracias al lago, fuente de agua que dio nombre al santuario. El manantial se relacionó en un principio con la fertilidad. El agua era sinónimo de vida y "era como el semen, tenía un carácter de fecundidad". Según Francisco Jordi los prehistóricos pensaban que las mujeres quedarían fecundadas si se bañaban en dicha laguna.
No obstante, debido a la proximidad del santuario de la diosa Salus, el manantial se sacralizó de una manera distinta. Higía era honrada por los griegos como una de sus poderosas divinidades relativas a la salud, de su nombre deriva la palabra higiene. Sin embargo los romanos adoptaron su culto bajo el nombre de Salus y usaron dicha fuente para expurgar, ya sea espiritual o físicamente. "Desprenderse de los males de la época, como el incesto o los crímenes", añade.
Francisco Jordi señalando el brocal de la fuente de agua donde en la antiguedad arribaban barcos romanos.
"La Fuente de la Salud es una zona mágica por el manantial y su cercanía por el caño de las marismas a los pies de las Peñas de El Cuervo ubicada a un kilómetro de la población de El Cuervo", informa Francisco Jordi. Los vecinos de la calzada conocen la historia del brocal, de esas aguas subterráneas. No hablan de Ceri, ni de la diosa, pero saben que en ese terreno "había algo". "Todo ha quedado escondido por la naturaleza y el tractoreo" comenta el joven historiador, a lo que continúa: "solo en momentos de riadas es cuando se pueden contemplar los cimientos del santuario". No se ha realizado ninguna prospección en la zona. Dice que La Junta no destina fondos para dicha investigación y que él intenta pelear para que se investigue, para que se explore. "Quiero que lo aprecien, esto se está convirtiendo en un vertedero", denuncia.
Calzada deteriorada, piedra caliza, envoltorios de plástico y una quema de rastrojos cerca de los juncos que rodean al manantial. Esa es la escena actual. Lo poco que florece en estas tierras es la imaginación. Imaginación para recrear los cimientos del templo. Francisco Jordi señala unas pequeñas pronunciaciones en la tierra. Distingue los muros de piedra del templo romano. Tiene el ojo domesticado. No se ve diferencia a simple vista. ¿Su truco? Confiesa que cada vez que hay lluvias fuertes en la zona, examina a vista de pájaro a través del Google Earth. Una herramienta tan sencilla con la que ha conseguido divisar una villa romana a pocos kilómetros de la fuente de agua, hace apenas unos días.
Francisco Jordi mostrando lo que creía que era un ídolo cilíndrico.
"Cuando hicieron las casas tuvieron que sacar de todo. En 1994 encontraron un pecio, un barco hundido", comparte el joven historiador jerezano. "Está todo soterrado, está todo por descubrir", añade. En las Peñas de El Cuervo hay multitud de restos cerámicos románicos y prerrománicos. "Se ve, no se necesita escarbar". Mientras muestra la zona, camina mirando hacia el suelo. Y no es en balde, en pocos minutos encuentra un resto de ánfora romana. Francisco Jordi paseó hace poco entre la piedra caliza y movediza de la comarca gaditana. Entre piezas modernas halló un trozo de roca con surcos. Esas incisiones le hicieron pensar que se tratase de un ídolo cilíndrico (un mármol tratado que se utilizaba como ofrenda para los dioses, para que las tierras de cultivo prosperasen). Sus conjeturas le llevaron al Museo Arqueológico de Jerez, pero le dijeron que no se hiciera ilusiones, que no presentaba las características habituales, que era un "capricho de la naturaleza".
Este espacio, justo al lado de una necrópolis yendo hacia El Cuervo, era un punto neurálgico, de mucha afluencia. El santuario era una zona estratégica, es por ello que se encuentra entre Ceri (Sierra de Gibalbín), Asta Regia (Mesas de Asta) y Nabrissa (Lebrija). En ese conclave se han encontrado monedas cartaginenses, romanas, del bajo Imperio... Según ha estudiado este joven jerezano, Ceri no nace en el Imperio Romano, ya que ha encontrado antecedentes de asentamientos tartésicos. Tanto el templo -soterrado-, las aguas -ya subterráneas- y la Sierra de Gibalbín -antes Ceri- han sido transitados, poblados, trabajados y vividos. Una historia por escribir. Mil cuentos de antepasados que investigar y que divulgar. Ese es el objetivo de este joven: revalorizar el patrimonio histórico y protegerlo.
Fuente: lavozdelsur.es | 10 de septiembre de 2016
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