Su pasión se llama Tutmosis III, un gran faraón apodado ‘el Napoleón egipcio’. Esta arqueóloga sevillana trabaja en su templo en Luxor, al mando de cien personas. Un sueño para un egiptólogo.

Fuente: Malen Aznaréz | El País.com, 31 de enero de 2010

Su pasión se llama Tutmosis III, un gran faraón apodado ‘el Napoleón egipcio’. Esta arqueóloga sevillana trabaja en su templo en Luxor, al mando de cien personas. Un sueño para un egiptólogo.

En la tarjeta de visita de esta egiptóloga ocupa un lugar destacado la imagen de Tutmosis III, el faraón de la dinastía XVIII, para muchos el más grande de los monarcas del antiguo Egipto, apodado el Napoleón egipcio. No es gratuita. Seco es, a sus 42 años, la directora del proyecto de excavación y restauración del templo funerario de Tutmosis III, en la antigua Tebas (Luxor). Un proyecto por el que se pegarían egiptólogos de medio mundo que sueñan con excavar en ese lugar mítico cargado de restos históricos y hallazgos faraónicos con los que se forjan sueños y leyendas.

Llegó a Egipto en 1996, recién acabada la especialidad de egiptología en Alemania, y poco después excavaba en el yacimiento de Sharuna. Corrían tiempos inseguros en el país, y la joven e inexperta arqueóloga comenzó el trabajo con el que había soñado desde niña, rodeada de policías y medidas de seguridad. Unos meses después, el ataque de un grupo terrorista con metralletas al templo de Hatshepsut, en Luxor, dejaría 67 muertos, de ellos 57 turistas. Pero eso no la arredró, aunque admite que como primer contacto fue duro. La experiencia fue tan emocionante que decidió quedarse a vivir en Egipto. Desde niña supo que sería arqueóloga, y aunque sus preferencias se inclinaban entonces por Oriente, las cosas cambiaron cuando descubrió la cultura faraónica. Así que, con coraje y determinación, comenzó a buscar el modo de enrolarse en alguna excavación, sin importarle el país de origen. Su dominio del inglés, francés y alemán –ahora se defiende bien con el árabe– lo facilitaban.

Hoy, 14 años después, Seco es una reconocida egiptóloga perteneciente al selecto club de los que excavan en Luxor. Y es una de las pocas mujeres que dirigen un proyecto –una de las dos españolas, junto a Carmen Pérez Die que trabaja en Herakleopolis– en cooperación con el Consejo de Antigüedades Egipcias.

Tutmosis III (1479-1425 antes de Cristo) fue el artífice de una era de conquistas y expansión imperial por Siria, Palestina y Nubia sin precedentes. A él se deben los enormes obeliscos que todavía podemos contemplar hoy en París, Roma, Estambul o Nueva York, y también numerosas innovaciones sociales y religiosas. Y es precisamente su templo funerario el que ahora restaura un equipo internacional de 100 personas dirigido por Myriam Seco. Un templo que fue descubierto en la orilla oeste de Luxor en 1905 y que, extrañamente, apenas había sido excavado.

¿Cómo recuerda su debut rodeada de metralletas? No me lo imaginaba así. Yo planeaba, con una amiga de Bruselas, que nos quedaríamos en un hotel; me imaginaba que podía pasear por el Nilo y moverme libremente, y cuando llegué allí… Pero me surgió la oportunidad, con el Instituto de la Universidad de Tubinga (Alemania), de excavar en Sharuna y fue una experiencia única pese a que la policía nos acompañaba a todas partes y había mucha tensión. Desde pequeña me había hecho la idea de trabajar en Egipto, pero no sabía cómo era, nunca piensas que la policía va a estar a tu lado… Al principio fue difícil adaptarme, pero luego te olvidas de todo. Tampoco me gustó El Cairo de primera impresión, me impactó. Una ciudad tan caótica, con tantísima gente… No los entendía, porque entonces no sabía nada de árabe, ahora me defiendo y es diferente. Tú sueñas con Egipto en una biblioteca y te forjas unas imágenes y luego no es lo que imaginas. Pero, por otro lado, El Cairo es una ciudad que engancha, con muchas posibilidades, aunque también cansa. Vivir en ella todo el año es agotador; el tráfico, la contaminación, es horrible… Pero la suerte que he tenido es que estoy trabajando por todo Egipto y en El Cairo estoy sólo unos meses, que disfruto mucho. Ahora tengo muchos amigos egipcios. Yo creo que todo cambia cuando empiezas a hablar árabe.

Egipto tiene verdaderos adictos, gente que no sabe vivir sin ese país, al que vuelve una y otra vez… Parece que usted también… Ahora creo que no podría dejar Egipto; podría pasar temporadas fuera, pero dejarlo sería imposible, es un país que crea adicción. Aunque si tengo ese enganche, está claro que es por el trabajo que hago, me apasionan su cultura y sus restos arqueológicos.

Viene de una familia de orfebres sevillanos, un oficio en el que, como en la arqueología, se necesita mucha paciencia, minuciosidad, conocimientos e inspiración artística… Sí, pertenezco a una familia de orfebres, pero mi padre siempre me hablaba mucho de arqueología yexcavaciones, y de niña, cuando te hablan de esas cosas, sueñas con conocer culturas antiguas, investigar otros mundos… Desde pequeña quería ser arqueóloga, pero soñaba con Oriente. Luego, en la carrera, el profesor Francisco Presedo me introdujo en el mundo de la cultura egipcia y me enganchó. Cuando terminé en Sevilla me fui a Tubinga (Alemania) a hacer la tesis y me pasé tres años metida en una biblioteca, pero Egipto estaba en mi mente. Siempre me llamó mucho la atención el mundo de la familia y el Imperio Nuevo, Tebas, así que hice la tesis doctoral sobre las representaciones de los niños en las tumbas de Tebas, en la XVIII dinastía.

Empezó excavando en tierra, pero enseguida se pasó a la arqueología submarina. ¿Por qué ese giro? No es habitual que un arqueólogo compatibilice excavaciones terrestres y submarinas. Fue algo totalmente nuevo, las circunstancias. Lo normal es que una excavación dure uno o dos meses, y el resto del año tienes que vivir de algo, tienes que trabajar. Y yo decidí que tenía que trabajar en otras campañas, hacer cuatro o cinco cada año, y empecé a escribir a todo el mundo, a americanos, alemanes, ingleses, y en una de ésas me contestaron los americanos para trabajar en arqueología submarina… ¡Ni me lo había planteado! Me encantan los deportes de aire, volar, parapente, ala delta, pero hice un curso de submarinismo y me pareció interesante. Y me fui al mar Rojo, a Sadana, con un equipo del Instituto Náutico de Arqueología de la Universidad de Tejas, a buscar un barco del siglo XVIII con un cargamento de porcelana china. Estuve tres meses con ellos y aluciné, porque era como lo que ves en los documentales, los corales, los fondos marinos, los peces… Tres meses en el agua, todo el día, fue una gran experiencia. Así que me fui a Alejandría, que es una ciudad fantástica y donde había gente que trabajaba en eso.

Alejandría suele defraudar a los viajeros modernos, quizá porque las expectativas que genera son muy altas. Entre 1998 y 2000 viví siete meses cada año en Alejandría, y es una ciudad que me encanta; pensaba quedarme a vivir allí. Es verdad que la Alejandría clásica no existe, pero yo trabajaba entre restos arqueológicos submarinos, y cuando estás buceando y viendo esos restos… La primera vez que me sumergí en el yacimiento y vi 2.000 bloques esparcidos por el fondo de la bahía, esfinges, obeliscos… ¡Fue un sueño!

Parece que no se le pone nada por delante, primero se lanza en solitario a la conquista de Egipto, y luego del fondo del mar… Totalmente, totalmente; llegué a Egipto sin conocer a nadie.

Y en pocos años se ha convertido en una reconocida y bien situada egiptóloga. ¿Es muy buena negociante, muy buena diplomática, o una testaruda? Porque negociar permisos con el ‘faraón de las excavaciones’ Zahi Hawas (director del Consejo Supremo de las Antigüedades Egipcias) no parece fácil. Hace falta un poco de todo, es un conjunto de factores. Yo me llevo muy bien con Hawas, siempre hemos tenido muy buena relación. El año pasado vino a Sevilla para un ciclo de cooperación hispano-egipcio. De él depende todo el servicio de antigüedades, 30.000 funcionarios, 200 campañas de extranjeros, y creo que es la persona ideal para ese puesto, alguien que toma decisiones y mantiene el interés por el tema egipcio. Y cuando le pido una concesión para excavar, sabe quién soy, que vivo allí y con quién he trabajado. Y tengo una reputación que me he ido haciendo poco a poco. En cuanto a lo demás, depende de muchas cosas y de la pasión que pones. Yo he dedicado mi vida a esto, mi trabajo me apasiona y le dedico todo el tiempo, ilusión y esfuerzo.

¿Por eso se quedó a vivir en Egipto? En 1998 me presenté en Alejandría y le pregunté al director de un proyecto francés, que excavaba un pecio romano en Qait Bay (Pharos), si tenía trabajo para mí. Y dio la casualidad de que tenía financiación y una campaña de siete meses. Y aparte de ser un yacimiento espectacular, en el que he trabajado hasta 2005, aprendí muchísima técnica, porque los franceses son buenísimos en arqueología submarina. Y gracias a estar con ellos luego hice arqueología submarina en Líbano, y luego trabajé con los alemanes, porque seguí insistiendo. Te ven allí, y al final consigues las cosas… En 2000 comencé a trabajar con el Instituto Arqueológico Alemán en Luxor, con el proyecto de los colosos de Memnon, en el templo de Amenofis III. Y luego, en la pirámide romboidal de Dahshur y el templo funerario de Seneferu.

¿Es apasionada en todo o sólo en el trabajo? [Risas] A mí, el trabajo me compensa mucho. Tengo familia y gente en Sevilla, pero me tira más la pasión por las excavaciones. Siempre me ha atraído conocer otros lugares, sería feliz viajando y conociendo otras gentes y culturas. Cuando participé en la película de Jordi Llompart Los misterios del Nilo y recorrimos, entre 2003 y 2004, Etiopía, Sudán y Egipto, todo el Nilo Azul, para mí fue algo inexplicable, mayor satisfacción es imposible. Porque esa sensación de poder ver las fuentes del Nilo, las cataratas, recorrer el Nilo en barca, ver los pájaros, es una satisfacción que no tiene precio y me compensa todo.

Su corazón está dividido entre dos amores… En Egipto me encuentro en casa, antes no me sucedía, pero cada vez me pasa más. Yo me siento sevillana y estoy feliz en Andalucía. Cuando voy a Sevilla en primavera y me paseo en bicicleta oliendo el azahar, es el paraíso. Pero al volver a Egipto también siento que vuelvo a casa. Cuando vives en un sitio, te sientes parte de ese sitio y estás muy bien, pero ahora tengo la sensación de que me estoy perdiendo una parte. Siempre tengo la impresión de que me estoy perdiendo algo de uno de los dos sitios.

Ahora forma parte de un reducido grupo de egiptólogos de todo el mundo que trabajan en la antigua Tebas. ¿Qué sensación le produce? Yo soy la última de la lista, pero siento una enorme satisfacción por tener el templo de Tutmosis, porque apenas se había tocado desde los años treinta.

Algo que sorprende… ¿Por qué?, ¿es un templo menor? Claro, al lado de los templos puestos en pie, como el de Ramsés III en Medinet Habu, o el Ramesseum de Ramsés II, nosotros tenemos las ruinas del templo… Lo que queremos hacer es proteger lo que hay: todo el muro perimetral de adobe. Y no se trata de reconstruir el templo, pero se puede reconstruir una pared, por ejemplo. Mi idea es poder mostrar alguna de las escenas que lo adornaban. Tenemos 6.000 fragmentos de piedras pintadas y los estamos estudiando para remontar algunas escenas. Es un templo tallado en la roca, por eso también está un poco más elevado que el resto y no tiene los problemas de humedad de otros. Creo que va a dar mucha información sobre Tutmosis III.

Tutmosis III arrastra la leyenda negra de haber borrado del mapa, de cartuchos, pinturas, imágenes, relieves, etcétera, a su madrastra y regente, la reina Hatshepsut. Fue un gran guerrero, pero sus estatuas le presentan con una sonrisa dulce. ¿Cómo es su Tutmosis? Es pronto para decir que podemos cambiar algo o verlo diferente, el interés de trabajar en este templo es ver qué encontramos de Tutmosis, ¡ojalá tengamos la suerte de hallar alguna imagen! Todo el mundo conoce la importancia que tuvo, pero hay pocas imágenes suyas. Está su momia en el Museo de El Cairo, su estatua, y en uno de los pilonos de Karnak hay una de las pocas imágenes suyas aplastando a los asiáticos. En cuanto a Hatshepsut, toda esa historia está por confirmar, no hay pruebas. A lo mejor la relación no era tan negativa. Al encontrarse cartuchos de Hatshepsut en el templo de Tutmosis nos hace pensar que la relación no sería tan mala.

¿Qué papel cumplían exactamente los templos funerarios?

 

Los templos funerarios tenían que ver con los ritos funerarios, se llamaban Templos del Millón de Años, y servían para asegurar al faraón la vida eterna. Una de las partes más interesantes del templo de Tutmosis III es el patio, que ahora mismo está atravesado por una carretera, y que nunca se ha excavado. El Consejo de Antigüedades está estudiando la posibilidad de cambiar el recorrido de la carretera para que podamos excavar. Y otra parte también muy interesante es la de delante del pilono donde estaba el embarcadero y llegaba la barca fúnebre. Por otra parte, el templo estaba construido sobre una necrópolis anterior y podemos encontrar alguna tumba interesante. Es un templo con muchas posibilidades.

Pero hasta ahora no han encontrado cosas espectaculares. Lo interesante es la calidad de los relieves aparecidos y su estado de conservación, que es buenísimo. Los colores se conservan como si hubieran sido pintados ayer porque no han tenido humedad. Y algunos de los relieves miden un metro, son bastante grandes, así que una de las paredes de la capilla de Amón podría quedar como un museo al aire libre.

Cuando están en la excavación, día tras día, a 40 grados, después de levantarse a las cinco de la mañana, numerando y limpiando miles de pequeños fragmentos de piedra o cerámica, supongo que les dará mucha risa esa imagen de los egiptólogos tipo Indiana Jones… ¡Sí, cuando suena el despertador a las cinco de la mañana, acuérdate de Indiana Jones! La arqueología no es lo que sale en las películas, es un camino duro, pero la felicidad puede llegar por muchas cosas. Este año, cuando me encontré con el pilono, o la esquina del templo que está perfecta, para mí fueron momentos de felicidad. Es una estructura de adobe, pero es una maravilla. O cuando encontramos la zona de trabajo donde blanqueaban, una felicidad total, porque no hay otra igual. Se sabe que se blanqueaban los pilonos, pero no se ha encontrado nunca la zona de trabajo donde se hacía o cómo se hacía. La felicidad te puede llegar por algo así.

Sus inicios en Tiro como arqueóloga submarina sí parecen de película… Buscaba un pecio fenicio con la única indicación de un pescador que, en medio del mar, le dijo: aquí es. Sí, sí… Nos tiramos al agua a una profundidad de 34 metros y tuvimos mucha suerte porque encontramos restos del barco que estaban esparcidos por un área grande. Hay que ser confiada, relajada, optimista, tener confianza en la gente, porque de otra manera no haces nada en este trabajo. Hay que ser positivo. Luego hemos realizado tres campañas en ese pecio, que cuando naufragó no lejos de la costa, hace 25 siglos, llevaba cerámicas (de entre los siglos VI y IV antes de Cristo), estatuas casi todas de diosas de la fertilidad, embarazadas o amamantando niños, y vasijas. Hemos recuperado algunas estatuas completas y gran cantidad de piezas y fragmentos de ánforas. Estoy organizando la campaña de 2010, pero depende de la financiación. Es un proyecto único, y siempre digo que hay que continuar. La idea es abrir esa cooperación con Líbano; sería una pena no seguir. Líbano es un país que enamora. La primera vez que aterricé allí pensé que estaba en Málaga, ¡tan mediterráneo! Olivos, naranjos, la montaña que llega al mar… Y el ambiente tan similar a España, las casas, la gente tomando pescadito frito en las calles… Es un país muy interesante, con 18 comunidades religiosas y muchas culturas. Tiene esa mezcla, muy positiva aunque puede dar problemas, pero me encanta trabajar allí.

¿Nunca soñó con encontrar una gran tumba como hizo Howard Carter con la de Tutankamon?

 

De pequeña siempre te imaginas algo así. Pero prefiero los templos funerarios a las tumbas; el de Ramsés III de Medinet Abu, pequeño y bastante conservado, me parece mágico.

Su sueño de arqueóloga. Trabajar en el puerto de Biblos. Claro que, puestos a pedir deseos, también me gustaría encontrar una estatua completa de Tutmosis III. Yo digo que las cosas, para que se cumplan, hay que soñarlas; luego algunas se van cumpliendo.

Egiptóloga sin barreras

Partidaria del museo-almacén.

Myriam Seco (Sevilla, 1967), doctora en Historia por la Universidad de Sevilla, no quiere ni oír hablar de cambios en del Museo Egipcio de El Cairo. “Me gusta como está, con ese aspecto de almacén del siglo XIX. Es único”.Tierra y mar. Su excavación del templo funerario de Tutmosis III, en Luxor, en cooperación con el Gobierno egipcio y la Academia de Santa Isabel de Hungría, está financiada por CEPSA y la Junta de Andalucía. La Junta financia también, con Cajasol, el proyecto de cooperación hispano-libanés de excavación de un pecio fenicio en Líbano.Mujer e islamismo. Seco confiesa que no ha tenido problemas para dirigir equipos en un país de cultura islámica. “Los problemas con el islamismo vienen por la falta de conocimiento del otro, por falta de cultura”. En la foto, hace seis años en la necrópolis de Dahshur.

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