La península ibérica, refugio de los últimos linajes europeos que sobrevivieron a la Edad de Hielo

Al final de la Edad del Hielo, hace unos 20.000 años, la península ibérica no solo fue un refugio que retuvo la diversidad de aves y plantas que se perdieron en otros territorios del norte de Europa. También conservó la diversidad genética de las poblaciones humanas del momento. Así lo desvela un estudio liderado por el Instituto Max Planck con participación de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) que demuestra la supervivencia de los dos linajes paleolíticos más antiguos en los últimos cazadores-recolectores y las primeras poblaciones del neolítico en la Península.

La investigación, publicada en Current Biology, ha analizado el genoma de los últimos cazadores-recolectores del final de la Edad del Hielo e individuos neolíticos que vivieron en la península ibérica hace entre 13.000 y 6.000. En total, 11 individuos, dos de los más antiguos del abrigo Balma Guilanyà (Lérida, 12.000 años), que investiga un equipo de investigación del Centro de Patrimonio Arqueológico de la Prehistoria (CEPAP-UAB). El trabajo ha estudiado de nuevo el individuo de la Cueva de El Mirón (Cantabria, 19.000 años) y ha incorporado los datos genéticos del Paleolítico hasta el Neolítico medio publicados en Europa. 

Estudios previos habían señalado que el final de la Edad del Hielo fue un periodo crítico para las poblaciones humanas. Solo dos linajes genéticos del Paleolítico Superior sobrevivieron en el oeste y centro de Europa. El primero, en individuos asociados al periodo cronocultural magdaleniense (20.000-15.000 años), el representante más antiguo de los cuales es el de El Mirón. El otro, relacionado con el epigravetiense (15.000-13.000 años), con el individuo más antiguo en el yacimiento de Villabruna, en Italia.

Trabajos de excavación en curso en el sitio de Balma Guilanyà (Lérida).

Después de un periodo de mejora climática ocurrido hace unos 14.500 años, el linaje magdaleniense desaparece y es reemplazado por el proveniente del grupo Villabruna -conocido a partir de entonces como Western Hunter Gatherers (WHG)-, que acabó extendiéndose por prácticamente toda Europa occidental.

Sobre lo que sucedió en la península ibérica hace 13.000 años, sin embargo, había muy pocos datos. El estudio presentado ahora muestra que el linaje magdaleniense sobrevivió en este territorio mezclado con el del grupo Villabruna y sin ser reemplazado por este último. Ambos linajes estaban presentes ya hace unos 19.000 años, lo que sugiere una conexión entre dos potenciales refugios genéticos anterior al reemplazo que se produjo en el resto de Europa. Y esto resultó en un ancestro genético que sobrevivió en los últimos cazadores-recolectores ibéricos.

“Estos individuos tenían una mezcla de los dos tipos de linajes genéticos más antiguos: el que data del Último Máximo Glacial, atribuido a los individuos de la cultura magdaleniense, y el otro, que se hallaba en toda Europa central y occidental y que había reemplazado al primero después de la glaciación en todo el territorio excepto en la península ibérica”, explica Vanessa Villalba-Mouco  (izquierda), primera autora del estudio. 

Los investigadores no saben cuándo se produjo esta mezcla, pero sugieren que podía haber sido poco después del Máximo Glacial, porque el individuo de El Mirón tiene las dos componentes, con una pequeña proporción del linaje Villabruna. Los de Balma Guilanyà son una mezcla al 50%. 

“La secuenciación de la composición genética de los individuos de Balma Guilanyà han sido fundamentales en el estudio, porque confirma la pervivencia de linajes antiguos en los cazadores-recolectores de Europa Occidental en un periodo en que en otras partes de Europa, como el Norte de Italia o Francia, ya se ha producido el reemplazo genético del linaje magdaleniense”, señala Rafael Mora (derecha), director del CEPAP-UAB.

Sobre cómo se generó este linaje ibérico dual el equipo de investigación plantea tres hipótesis: que ya existiera en la Península un linaje magdaleniense que después fue complementado por el grupo Villabruna; que los dos linajes llegaran de Europa separados y se mezclaran aquí; o que existieran ya mezclados en Europa antes de llegar a la Península.

Restos humanos hallados en la cueva de El Mirón (Cantabria, España) corresponden al primer enterramiento del Magdaleniense encontrado en la península ibérica.

En cuanto a los individuos del Neolítico peninsular analizados, el estudio muestra que llevan trazas de este doble ancestro paleolítico ibérico. Esta señal genética indica que los últimos cazadores-recolectores locales y los primeros campesinos neolíticos llegados de Oriente Próximo hace unos 7.500 años, con una composición genética completamente diferente, se hibridaron, como lo hicieron también en el resto de Europa.

En el estudio han participado también investigadores de universidades y centros de investigación de Zaragoza, Valladolid, Vitoria, Santiago de Compostela y Madrid, así como de Estados Unidos, Francia, Austria y Suiza.

Fuentes: uab.cat | eurekaalert.org | 15 de marzo de 2019

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Comentario por Guillermo Caso de los Cobos el marzo 20, 2019 a las 2:16am

Los esqueletos de la península ibérica cuentan su historia genética

Por 

La península ibérica, donde se ubican España y Portugal, ha servido como un lugar de cruce durante miles de años.

Los fenicios de Medio Oriente construyeron puertos comerciales en ese punto hace tres mil años y los romanos conquistaron la región en el año 200 a. C., aproximadamente. Los ejércitos musulmanes navegaron desde el norte de África y tomaron el control de Iberia en el siglo VIII d. C. Casi tres siglos después comenzaron a perder territorio ante estados cristianos.

Ahora, junto con registros históricos y excavaciones arqueológicas, los investigadores tienen una perspectiva nueva del pasado de Iberia: el ADN conservado en los esqueletos antiguos de la región. Los arqueólogos y genetistas están extrayendo el material genético que abarca no solo la historia escrita de la península, sino también su prehistoria.

“Queríamos relacionar a las poblaciones antiguas con las modernas”, comentó Íñigo Olalde, un genetista de la Facultad de Medicina de Harvard. Olalde es el autor principal de un ensayo publicado el 14 de marzo en Science que analiza el ADN de 271 íberos de la antigüedad.

Con un total de 419 genomas pertenecientes a humanos de la antigüedad y obtenidos por distintos laboratorios, Iberia ofrece un tesoro valioso. Los científicos han recuperado solo 174 genomas antiguos en el Reino Unido y apenas ocho en Japón.

Este denso registro demuestra que el perfil genético de Iberia cambió notablemente en respuesta a sucesos relevantes de la historia, como la conquista romana. No obstante, los investigadores también descubrieron pruebas de que hubo migraciones que anteriormente se desconocían.

El ADN más antiguo del que se tenía registro en Iberia pertenece a un esqueleto de 19.000 años de antigüedad encontrado en 2010 en una cueva llamada El Mirón, al norte de España. El esqueleto perteneció a una mujerde una tribu de cazadores y recolectores de la Edad de Hielo.

        Mandíbula de la Dama Roja hallada en la cueva de El Mirón (Cantabria).

Olalde y sus colegas analizaron el ADN de otros cuatro cazadores y recolectores, mientras que un equipo por separado, con sede en el Instituto Max Planck para la Ciencia de la Historia Humana, extrajo el ADN de otros diez.

Ambos equipos obtuvieron el mismo resultado sorprendente: los cazadores y recolectores ibéricos presentaban una mezcla extraordinaria de genes, lo que demuestra que provenían de dos grupos extremadamente distintos de los primeros cazadores y recolectores europeos.

Es posible rastrear que el origen de uno de estos grupos se remonta hasta hace 35.000 años, gracias a un esqueleto descubierto en una zona de Bélgica conocida como Goyet. La población de Goyet se dispersó por toda Europa, para terminar siendo remplazada en gran parte del continente hacia finales de la Era de Hielo por una población genéticamente distinta.

El primer indicio del segundo grupo apareció hace 14.000 años, cuando los investigadores lo identificaron por medio del ADN en un esqueleto encontrado en una región italiana llamada Villabruna.

Los nuevos estudios revelaron que, en Iberia, los habitantes de Goyet y Villabruna coexistieron. Los cazadores y recolectores de toda la península presentaban una mezcla de linaje de ambos pueblos.

“Esto es bastante sorprendente, porque no está sucediendo en otras áreas”, comentó Vanessa Villalba-Mouco, autora principal del estudio de Max Planck, publicado en Current Biology.

Villalba-Mouco especuló que la geografía de Iberia podría haber permitido al pueblo de Goyet sobrevivir en ese sitio después de haber desaparecido de los demás lugares. “Tal vez nadie molestaba a estos cazadores y recolectores”, dijo.

Sin embargo, cualquier tipo de aislamiento que Iberia pudo haber ofrecido llegó a su fin hace unos 7500 años, cuando llegaron nuevos grupos provenientes de Anatolia con cultivos y ganado. Después de su llegada, la configuración genética de los íberos cambió de forma drástica. El 90 por ciento del ADN de los esqueletos más recientes proviene de agricultores de Anatolia; el diez por ciento proviene de cazadores y recolectores.

Restos de un hombre norteafricano enterrado cerca de Madrid hace unos 4.000 años. MIGUEL RODRIGUEZ CIFUENTES.

Los investigadores descubrieron que, durante los siglos posteriores, hubo muy pocos cambios en el perfil genético de los íberos, sin embargo, hay pistas de algunas migraciones relevantes. Un esqueleto de una tumba muy elaborada que se halló en el centro de España, de 4400 años de antigüedad aproximadamente, perteneció a un hombre cuya ascendencia era cien por ciento norafricana.

“Es una locura”, afirmó David Reich, genetista de la Facultad de Medicina de Harvard y coautor del ensayo publicado en Science. “Lo verificamos más de una vez porque nos parecía muy extraño”.

Hubo otro resultado sorprendente que surgió cuando los investigadores analizaban el ADN de una mujer que vivió hace 3500 años. Llegaron a la conclusión de que tenía un abuelo norafricano. Estos descubrimientos sugieren que los grupos se trasladaban de África a Iberia más de tres mil años antes del surgimiento del Imperio romano.

El linaje norafricano aumentó en Iberia todavía más después de que los romanos tomaron el control. Entonces la península fue parte de un imperio que floreció gracias al comercio generalizado. Al mismo tiempo, habitantes del sur de Europa y del Medio Oriente también comenzaron a dejar ahí huella.

Este cambio en el linaje podría explicar uno de los misterios más grandes de la historia ibérica. Desde hace mucho tiempo, los investigadores han estado intrigados por la cultura de la zona vasca al norte de España. Los vascos hablan un idioma que no tiene relación con las lenguas europeas. Algunos investigadores han especulado que estos habitantes descienden de una población que se había diferenciado desde la Edad del Bronce o antes.

Parece que no es así, al menos en lo que respecta a la genética. Antes de la época de los romanos, los vascos tenían un ADN idéntico al de otros íberos de la Edad del Hierro. No obstante, los genes romanos no entraron al País Vasco.

Después de la caída de Roma, el ADN antiguo en Iberia refleja su historia medieval. Los esqueletos de la era musulmana muestran un crecimiento del linaje tanto del norte de África como del África subsahariana.

Esto nos trae, un milenio más tarde, a la época actual. En febrero, Clare Bycroft, del Centro Wellcome Trust de Genética Humana en la Universidad de Oxford, y sus colegas publicaron un estudio del ADN de 1413 personas en España.

El equipo identificó fragmentos de ADN norafricano en personas de toda España. Los investigadores calcularon que los ancestros norafricanos de los participantes vivieron hace ochocientos años, durante el dominio musulmán.

Los investigadores también lograron agrupar a los españoles en cinco subgrupos genéticos. En un mapa, estos grupos forman cinco franjas con dirección de norte a sur. Estas franjas se alinean a la perfección con la historia.

Individuos españoles en grupos usando solo datos genéticos. a) Un árbol binario muestra las relaciones jerárquicas entre las agrupaciones inferidas utilizando datos de genotipo de 1413 individuos (análisis de estructura fina). Los colores y puntos corresponden a los grupos que se muestran en el mapa, y la longitud de los rectángulos de colores es proporcional al número de individuos asignados a ese grupo. Combinamos algunos grupos pequeños, y las ramas negras gruesas indican los clados del árbol que visualizamos en el mapa. Los grupos se etiquetan de acuerdo con la ubicación aproximada de la mayoría de sus miembros, pero los datos geográficos no se utilizaron en la inferencia. b) Cada individuo está representado por un punto ubicado (o cerca de <24 Km) en el centro de los lugares de nacimiento de sus abuelos. Solo encuadramos los individuos cuyos cuatro abuelos nacieron dentro de los 80 km de su lugar de nacimiento, aunque los datos de todos los individuos se usaron en la inferencia de la estructura fina. El fondo está coloreado de acuerdo con las densidades espaciales de cada grupo a nivel del árbol donde hay 14 grupos. El color y el símbolo de cada punto corresponden al grupo al que se asignó la persona en el nivel más bajo del árbol, tal como se muestra en a). También se muestran las comunidades autónomas de España. c) Una representación de los cambios en las fronteras lingüísticas y políticas en Iberia desde ~ 930 hasta 1300 CE, adaptada con permiso de los mapas de Baldinger. Se muestran diferentes áreas lingüísticas con colores y sombreados, y límites políticos con bordes blancos (solo en el mapa del extremo derecho). Los colores y las etiquetas de los reinos cristianos se han agregado para ayudar a la visualización.

En la cumbre del dominio musulmán, unos cuantos pequeños estados cristianos sobrevivieron en la costa norte de España. Cuando los musulmanes empezaron a perder el poder, esos estados expandieron sus fronteras del sur, hace novecientos años aproximadamente.

Hasta ahora, los estudios genéticos de personas vivas estaban separados de los estudios de ADN antiguo por amplias brechas de tiempo, pero ahora, en lugares como Iberia, se empiezan a llenar los huecos y se crea una cronología genética ininterrumpida.

“Ambos mundos comienzan a encontrarse”, afirmó Bycroft.

Fuente: nytimes.com | 19 de marzo de 2019

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